En la madrugada del 24 de febrero, Vladimir Putin, con el eufemismo de llevar a cabo una “operación militar especial”, anunciaba la invasión de Ucrania. Uno de los argumentos a los que recurrió para justificar su acción fue el de la necesidad de “desnazificar” este país. Como hemos explicado en diferentes declaraciones, los motivos de la oligarquía capitalista rusa y de Putin en esta guerra no tienen nada que ver con “desnazificar” Ucrania o defender a la población rusa del Donbás.
Los servicios que presta al Gobierno ruso la ultrarreaccionaria unidad militar mercenaria Grupo Wagner, los lazos de Putin con la extrema derecha europea y, por encima de todo, la naturaleza reaccionaria de su propio régimen, levantado sobre el saqueo y la privatización salvaje de la economía nacionalizada de la URSS, desmienten rotundamente que esas sean sus intenciones.
Pero la maquinaria propagandística del régimen ruso no es la única que funciona a pleno rendimiento. Desde que las tropas rusas entraron en Ucrania, los medios de comunicación afines a la OTAN, EEUU y la Unión Europea, y todos los Gobiernos occidentales, han vertido ríos de tinta y realizado numerosas declaraciones para tratar de “desmentir” que organizaciones nazis y fascistas ocupen posiciones destacadas en el Estado ucraniano, influyan decisivamente en su política, y reciban material militar y ayuda financiera y de todo tipo por parte de las instituciones de ese país y de sus amos imperialistas.
Lavar la cara al Gobierno títere de Zelenski, camuflar su política ultranacionalista y reaccionaria, ocultar la presencia de elementos de extrema derecha en la policía, el ejército y en los organismos estatales ucranianos, su actual papel de vanguardia en las operaciones militares y los combates, en definitiva, minimizar su papel e influencia, es un arma de guerra más y se ha convertido en un objetivo prioritario del imperialismo otantista.
La propaganda de Occidente es tan burda y ha llegado tan lejos, que periodistas tan poco sospechosos de rusofilia como Aris Roussinos, corresponsal de guerra británico y actualmente editor colaborador de la revista políticamente conservadora digital UnHerd, tuvo que llamar la atención a la mismísima BBC. El pasado 15 de marzo escribía: “…en BBC Radio 4, el corresponsal se refirió a ‘la afirmación infundada de Putin de que el Estado ucraniano apoya a los nazis’. Esto es, en sí mismo, desinformación: es un hecho observable, del que la propia BBC ha informado previamente con precisión y bien, que el Estado ucraniano, desde 2014, ha proporcionado financiación, armas y otras formas de apoyo a las milicias de extrema derecha, incluidos los neonazis”.[1]
La extrema derecha columna vertebral del orden surgido de la revuelta del Maidán
Los grupos nazis y de extrema derecha jugaron un papel central en la revuelta del Maidán, que provocó la caída del entonces presidente Víktor Yanukóvich, y fueron la columna vertebral del orden que surgió inmediatamente después.
En el Gobierno provisional que se constituyó tras la salida de Yanukóvich, el partido fascista Svoboda tuvo una amplia representación. El ministro de Defensa, el viceprimer ministro de Economía, el de Agricultura, el de Educación y el de Ecología, eran miembros de esta organización. Además, obtuvieron puestos dirigentes en las más altas instituciones del Estado. El director del Consejo de Seguridad Nacional y el fiscal General del Estado eran militantes de Svoboda.
Todo ello fue posible gracias a la complicidad y el apoyo entusiasta del imperialismo estadounidense y de la democrática UE, que denominaban a Svoboda y a todos los grupos nazis que intervinieron en el Maidán, como organizaciones proeuropeas.
Hay muchas muestras del carácter criminal de Svoboda. Una de ellas es que tras el incendio de la Casa de los Sindicatos en Odesa en mayo de 2014, provocado por la organización fascista Pravy Sektor (Sector Derecho), y en donde fueron asesinados 42 antifascistas, la diputada de la Rada Suprema (Parlamento de Ucrania) por Svoboda, Irina Farion, dijo: “Bravo, Odesa. (...) Que los demonios se quemen en el infierno”.
Svoboda, que llegó a tener 37 diputados en el Parlamento ucraniano y el 10,45% de los votos en 2012, apenas alcanzó el 2,1% en las últimas elecciones de 2019. A pesar de los pobres resultados electorales de las organizaciones abiertamente fascistas, su presencia es abrumadora en puestos de mando de la alta administración ucraniana.
El batallón Azov; mucho más que una unidad militar aislada
Entre los grupos nazis y fascistas ucranianos destaca el Batallón Azov. Esta organización nazi se conformó en mayo de 2014. Sus miembros se reclutaron de diferentes formaciones de extrema derecha especialmente activos en las movilizaciones del Maidán, y posteriormente se convirtieron en una de las fuerzas de choque más brutal al servicio del Gobierno de Kiev en la guerra del Donbás.
El Batallón Azov está acusado de numerosos crímenes de guerra. En 2016, un informe de la OSCE (Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa) determinó que era responsable de la matanza de prisioneros, el ocultamiento de cadáveres en fosas comunes y el uso sistemático de técnicas de tortura física y psicológica.
Como señala el investigador Oleksiy Kuzmenko en un artículo para la revista Newsweek: “Desde la revuelta del Maidán de 2014, el Gobierno, el ejército y las fuerzas de seguridad han institucionalizado en sus filas a antiguas milicias y batallones vinculados a ideología nazi”.[2] En concreto, el 17 de septiembre de 2014 y por orden del Ministerio del Interior, el Batallón Azov se reorganizó como Regimiento de Policía Especial Azov de ese Ministerio. Posteriormente fue transferido a la Guardia Nacional y ha recibido armamento en abundancia y entrenamiento por parte de especialistas de la OTAN.
Es más, Michael Colborne, periodista canadiense, autor de un libro sobre este grupo, señala lo siguiente: “El Batallón Azov dejó de ser solamente una unidad militar afiliada a la Guardia Nacional del país y generó extensiones como el llamado Cuerpo Civil Azov para alcanzar algo así como a los sectores no militares de la sociedad; en 2016 se expandió en el partido político Cuerpo Nacional y surgieron otras ramificaciones afiliadas y no afiliadas de lo que se conoce como el Movimiento Azov”.[3]
Junto al Azov, fueron institucionalizados otros batallones como el Donbás o el Aidar, todos formados por reconocidos nazis y con un completo historial de crímenes de guerra en Donetsk y Lugansk.
El aval de los sucesivos Gobiernos ucranianos a estas unidades militares nazis queda demostrado más allá de toda duda por el hecho de que todos estos grupos han sido patrocinados por Arsen Avakov[4], ministro del Interior entre febrero de 2014 y julio de 2021.
La Unión Europea y EEUU, cómplices del poder de los grupos nazis ucranianos
Según Kuzmenko, “… ‘desradicalizar’ a las fuerzas armadas y de seguridad ucranianas de elementos de extrema derecha, simplemente no está en la lista de deseos de Washington. Lo mismo se aplica a otros Gobiernos occidentales que apoyan a Ucrania”.[5]
A pesar de que organizaciones de derechos humanos vienen denunciando que Ucrania se ha convertido en un centro de atracción para los nazis supremacistas blancos de EEUU y de todo el mundo donde reciben formación militar, el Departamento de Estado norteamericano y la UE han hecho oídos sordos y han seguido colaborando con estos grupos, brindándoles apoyo y entrenamiento.
En 2018, Kuzmenko denunció que la Academia Europea de Seguridad (ESA), entrenó a miembros del Batallón Azov y a activistas nazis de Tradición y Orden, El Cuerpo Nacional y la Milicia Nacional, todos vinculados a agresiones y asesinatos contra militantes de izquierda y sindicalistas, romaníes ucranianos, a personas LGTBI y a activistas de derechos humanos.
En septiembre de 2021, el Instituto para Estudios Europeos, Rusos y Euroasiáticos de la Universidad George Washington, informó que la Academia Nacional del Ejército, la principal institución de educación militar ucraniana, ha sido el hogar de Centuria, una orden de oficiales militares ultraderecha.
Si bien el apoyo occidental a estos grupos nazis ucranianos se ha llevado a cabo durante años con escaso disimulo, tras la invasión rusa esta ayuda se brinda abiertamente y a plena luz del día.
El presidente Zelenski y la revisión de la historia de Ucrania
Desde que Putin habló de la necesidad de “desnazificar” Ucrania, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha pronunciado emotivos discursos contra los crímenes cometidos por los nazis en su país, sobre su propio origen judío o acerca del trágico destino de su familia asesinada a manos de las tropas alemanas de Hitler.
Todos estos alegatos contrastan de forma clara con la orientación reaccionaria de su gestión, y la protección que ha concedido a la extrema derecha fascista. Valgan algunos ejemplos. Dmitry Yarosh, exlíder de Sector Derecho y que sigue dirigiendo su propia unidad paramilitar, fue nombrado por Zelenski, en noviembre de 2021, asesor del jefe del Estado Mayor de Ucrania, Valery Zaluzhny. Este primero de marzo, el presidente ucraniano nombró a Maxim Marchenko gobernador de Odessa. Marchenko comandaba el Batallón Aidar, acusado por Amnistía Internacional de cometer crímenes de guerra en el Donbas.
Pero la influencia de la extrema derecha en el Estado ucraniano va mucho más allá de las posiciones concretas que ocupan elementos o grupos que abiertamente se declaran nazis o ultraderechistas.
Todos los partidos políticos de Ucrania con representación parlamentaria, empezando por Servidor del Pueblo, la formación de Zelenski, están impregnado del más profundo chovinismo nacionalista reaccionario y todos apoyaron la prohibición del Partido Comunista de Ucrania, que fue declarado ilegal en 2015.
Todos defienden una profunda revisión de la historia de Ucrania, sobre todo de los años de ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Hay una intensa campaña orquestada para reescribir el papel que jugó en ese periodo Stepán Bandera, nacionalista ucraniano, un fascista, chovinista reaccionario y antisemita, que abogaba por la pureza de la raza ucraniana, colaborador con los ocupantes nazis y criminal de guerra. Su Organización de Nacionalistas Ucranianos (OUN)) causó más de 100.000 muertes en dos años, y realizó una matanza de judíos.
En 2015 el actual embajador ucraniano en Berlín, Andrij Melnyk, homenajeó a Bandera e hizo una ofrenda floral en su tumba en Múnich. Por cierto, este “reputado diplomático” el pasado 15 de marzo se expresaba de esta forma en tuiter: “Dejen de demonizar al regimiento Azov y de hacerle el juego a la ‘????????propaganda’, ahora también en medio de la guerra de exterminio de Rusia. Estos valientes luchadores defienden su patria, especialmente la ciudad sitiada de Mariupol. Dejadlos en paz”.
Hoy los nombres de Stepán Bandera y de Román Shujévych, otro colaborador del ejército de Hitler y criminal de guerra, se encuentran en un lugar de honor en el Panteón de Héroes de Ucrania. En Kiev una importante calle ha sido rebautizada como Avenida Stepán Bandera y en diversas ciudades del país se han erigido estatuas en su honor.
Por si queda alguna duda, el 1 de enero, fecha del nacimiento de Bandera, fue declarado por el Parlamento de Ucrania, en 2018, como día de conmemoración oficial del nacionalismo ucraniano.
El 19 de diciembre de 2021 la asamblea de la ONU aprobó una resolución contra la glorificación del nazismo. Esta salió adelante con la abstención, entre otros, de los países de la UE, y con el voto en contra de EEUU y el representante del Gobierno de Zelenski en la ONU. Ucrania y los EEUU llevan votando en contra de esta resolución desde que en 2015 fue presentada por Rusia por primera vez.
Es indudable que la vida política oficial en Ucrania está dominada por el chovinismo ultranacionalista y racista. En este clima los grupos nazis actúan y se desarrollan con total libertad y con el activo apoyo de las instituciones del país.
Por otro lado y aunque una de las consecuencias de la invasión rusa será inevitablemente un crecimiento del nacionalismo entre la población, los escasos resultados electorales de la extrema derecha declarada como tal, parecen indicar que existe una gran desproporción entre el peso de ese chovinismo ultranacionalista y fascista en el Estado, las instituciones y la política del Gobierno de Zelenski, y el apoyo real que tienen esos postulados entre amplios sectores de la clase obrera y la juventud.
Considerar a los batallones de extrema derecha, financiados y armados por la OTAN, como luchadores por la "libertad" y la "democracia", o la vanguardia militar de una guerra por la liberación nacional, es una completa aberración. Las masas ucranianas están sufriendo lo indecible en esta guerra imperialista, son masacrados por los bombardeos del régimen capitalista de Putin, se ven abocados a un éxodo terrible, pero no podemos olvidar que han sido la carne de cañón que el imperialismo occidental ha utilizado en sus provocaciones y planes expansionistas.
Por eso decimos alto y claro: ¡No a la guerra imperialista! ¡Fuera las tropas de Putin, Fuera la OTAN! ¡Por la unidad internacionalista de la clase obrera ucraniana y rusa, por el derrocamiento de sus Gobiernos capitalistas, por la revolución socialista!
Notas:
[1] The truth about Ukraine’s far-Right militias
[2] Un año después del 6/1, la guerra de Ucrania atrae a la extrema derecha de EE. UU. a luchar contra Rusia y entrenar para la violencia en casa
[3] Ucrania: la historia del Batallón Azov
[4] Ucrania. Avakov y Azov en el frente de guerra
[5] Un año después del 6/1, la guerra de Ucrania atrae a la extrema derecha de EE. UU. a luchar contra Rusia y entrenar para la violencia en casa