Las elecciones en el Reino Unido suponen el fin de un ciclo político de pesadilla. El partido tory sufre una derrota devastadora: consigue tan solo 121 diputados y 6,8 millones de votos. Esto significa un retroceso de 244 escaños y un 51,5% menos que en 2019, cuando obtuvieron 13,9 millones de papeletas. Una catástrofe histórica.
El hastío con los recortes sociales salvajes, el empobrecimiento, la corrupción institucional, las políticas reaccionarias, belicistas y racistas se ha traducido en un triunfo contundente del Partido Laborista dirigido por Keir Starmer, que consigue 9,6 millones de votos y 412 diputados, un incremento de 210 escaños respecto a 2019. Sin embargo, Starmer no logra superar en votos los 10.2 millones que consiguió Jeremy Corbyn en 2019.
El hecho de que Starmer, un probado líder del ala de derechas en el que confía la gran banca y la patronal, enemigo declarado de Corbyn a quien expulsó del partido, otanista y proimperialista convencido, haya obtenido esta cómoda mayoría, no quiere decir que cuenta con un cheque en blanco. Ni mucho menos. Como todas las encuestas y sondeos señalan, casi la mitad de los que han votado laborismo lo han hecho con una pinza en la nariz, sin confiar en su programa, pero como la forma más inmediata de echar a patadas a esa ralea de derechistas corruptos y clasistas que han arrasado con los derechos sociales.
En cuanto a la derecha han sido otras formaciones las beneficiadas de la debacle de los tories. Los Liberal Demócratas con 71 escaños, 61 más que en 2019, se hacen con 3,5 millones de votos, el 12,2%. Pero es sobre todo la formación reaccionaria y nacionalista de Reform UK, encabezada por Nigel Farage, la que logra un trozo mayor de los votos conservadores: 4,1 millones, una cifra que tan solo se traduce en 5 escaños por el sistema de circunscripción electoral británico, pero que en porcentaje total supone el 14,3%. (1)
Otra derrota sonada la ha soportado el Partido Nacionalista Escocés (SNP) cuya representación parlamentaria queda pulverizada: pasa de 48 a 9 escaños y de 1,2 millones a 685.000, una caída del 44,8%.
Una lectura marxista de los resultados
Las elecciones fueron convocadas en un momento en el que el Reino Unido se encuentra en una crisis sin precedentes desde los años setenta del siglo pasado, con una economía estancada y el nivel de vida desplomándose, y tras una oleada de huelgas obreras en 2022/23 que pusieron contra las cuerdas a los Gobiernos tories.
En menos de dos años pasaron por el 10 de Downing Street cuatro primeros ministros, confirmando también que la forma reaccionaria y derechista en que se lideró el Brexit ha sido un completo fiasco y un callejón sin salida para las masas de la clase obrera británica.
En el sexto país con mayor riqueza del globo, uno de cada tres niños vive en pobreza relativa y una de cada seis familias trabajadoras en la indigencia. Más del 7% de la población del Reino Unido atraviesa una situación de “pobreza alimentaria”. Mientras tanto, el NHS (sistema nacional de salud) arrastra una crisis perpetua por los recortes sangrantes y las privatizaciones. Pero igual ocurre con la educación pública o la vivienda, que se han vuelto un derechos inaccesibles para millones de británicos.
La estela de las privatizaciones y la austeridad iniciada con Margaret Thatcher ha sido continuada por los diferentes Gobiernos laboristas y conservadores que se han sucedido. Podríamos extendernos en estos datos abrumadores, que ponen encima de la mesa el retroceso social causado por la austeridad.
Los recortes al derecho a huelga y las políticas racistas de los sucesivos Gobiernos conservadores desataron una importante respuesta del movimiento obrero a finales de 2022 y los primeros meses de 2023. Las huelgas masivas en importantes sectores públicos como los ferrocarriles, la sanidad o la enseñanza sacaron a las calles a cientos de miles de personas, despertando una gran simpatía hacia la idea de una huelga general para tumbar a los tories. Fruto de esta radicalización surgieron oportunidades para agrupar a la izquierda más combativa. Sin embargo, la alianza entre la dirección burocrática de las TUC y Starmer logró paralizar la lucha en los momentos decisivos, y actuó como un dique de contención para evitar lo que se estaba poniendo encima de la mesa en la práctica: la organización de una huelga general. (2)
Pero el descontento social sigue siendo profundo y generalizado, y ha buscado los cauces para expresarse superando los límites que la burocracia sindical y la derecha del Labour impone. El hecho de que tanto Rishi Sunak como Keir Starmer hayan cerrado filas con el régimen sionista de Netanyahu no ha impedido el desarrollo de un movimiento de masas contra el genocidio en Gaza que ha convocado a millones de personas en manifestaciones masivas.
El resultado es claro. Los millones obtenidos por Starmer son más el reflejo del odio hacia el gobierno conservador tras 14 años de austeridad que un apoyo entusiasta a la política laborista. También hay que reseñar que las candidaturas vistas como a la izquierda del laborismo, tanto independientes como la de los Verdes, ganan 1,5 millones de votos más que en 2019, logrando casi 3 millones en total. De los diputados independientes elegidos, que incluye también a Jeremy Corbyn que barre en su circunscripción al representante laborista oficial, cinco de ellos han ganado a candidatos laboristas posicionándose a favor del pueblo palestino y contra el sionismo de Starmer, y dos de los cuatro diputados verdes centraron su campaña en el rechazo al genocidio en Palestina.
Todos estos hechos señalan la extrema polarización que se ha alcanzado y la tormentosa lucha de clases que se aproxima en la cuna del parlamentarismo burgués.
La derecha laborista es más de lo mismo
El papel de Starmer como garante de la paz social no es ninguna casualidad. Apoyado en la fuerte burocracia sindical en un periodo de tensión imperialista, crisis de sobreproducción, polarización y descrédito hacia los conservadores, Starmer se ha esforzado conscientemente por ganarse el apoyo sólido de la burguesía británica y sellar un matrimonio duradero.
De una manera nada improvisada, Jim Ratcliffe, el hombre más rico del país, daba su respaldo a Starmer en Bloomberg. Incluso el periódico ultraconservador The Sun del magnate Rupert Murdoch se adhirió a su campaña. Esto demuestra la simpatía de la oligarquía financiera de la City londinense a un Gobierno laborista que recondujera el barco tras el desastre tory. Una alternativa mucho más fiable y menos explosiva que apostar por el histriónico Farage.
Este giro derechista fue precedido por una intensa purga dentro del partido para aislar a todo lo que oliera mínimamente a izquierdas: más de 1.000 afiliados, desde Corbyn hasta el mítico director de cine Ken Loach, fueron expulsados incluyendo la suspensión de agrupaciones laboristas enteras.
La caza de brujas fue el paso necesario para aprobar un programa capitalista agresivo: propuesta de más recortes, desvío de fondos públicos a grandes empresas, más retrocesos en los derechos huelguísticos, apoyo incondicional a Netanyahu y el genocidio sionista, y una agresiva política militarista. Los laboristas apuestan por un gobierno que dé concesiones mínimas mientras aplica el programa pactado con la burguesía. De esta manera la dirección podrida de los sindicatos podrá imponer la paz social y el Gobierno garantizar los beneficios capitalistas. (3)
Este giro no ha sembrado más que escepticismo entre las bases laboristas y sindicales y la juventud. Los reducidos rallies de Starmer han contrastado con los mítines multitudinarios de Corbyn en su periodo como dirigente laborista. En medio del mejor escenario posible por la decadencia repugnante del partido tory, de descontento social y polarización, los laboristas no han incrementado su base electoral.
También es destacable en este análisis, porque responde a los mismos síntomas, que las políticas de recortes y austeridad aplicadas por el SNP en Escocia y los escándalos de corrupción que derivaron en la dimisión de Nicola Sturgeon como primera ministra han pasado una gran factura al partido. A diferencia del resto del país, en Escocia el laborismo registra una importante subida de votos. Los de Starmer pasan de 1 a 37 diputados mientras que el SNP pierde 39.
En Irlanda del Norte el Sinn Fein gana las elecciones y se hace con 7 diputados de los 18 que se elegían, mientras los unionistas retroceden en conjunto. Un dato muy significativo del giro a la izquierda entre amplios sectores en Irlanda.
Levantar una alternativa de izquierda basada en la lucha de masas
Las 459 candidaturas independientes que se han presentado a estas elecciones, la mayoría a la izquierda del laborismo, representan una cifra récord. Agrupando a activistas y a jóvenes que se movilizan contra el genocidio en Gaza y la complicidad tory y laborista, la mayoría de estas candidaturas ha ganado un significativo apoyo social, destacando su atracción hacia votantes musulmanes. El propio Starmer perdió casi el 20% de sus votos en favor del activista propalestina Andrew Feinsten. De hecho, estamos ante la mayor cifra de diputados a la izquierda del laborismo presentes en el Parlamento desde la posguerra. (5)
Este proceso refleja un salto en la conciencia. Como hemos señalado ya, el escepticismo hacia el parlamentarismo está creciendo entre millones de trabajadores y jóvenes, como señala una abstención que crece siete puntos. Pero los sectores más avanzados, que han participado en las huelgas obreras, en las movilizaciones masivas en defensa del sistema nacional de salud, en las multitudinarias manifestaciones propalestinas… también han dado un paso adelante expresándose a través de las candidaturas independientes o con un voto crítico, muy crítico, al laborismo en zonas como el Red Wall, bastión laborista en donde los tories ganaron en el 2019.
La foto de estas elecciones muestra un proceso vivo con muchas contradicciones, donde la derecha sigue teniendo apoyos muy estables entre amplios sectores de la clase media que se lucran de la especulación inmobiliaria y de la explotación de la mano de obra inmigrante, pero en el que una alternativa de izquierdas decidida y revolucionaria puede dar grandes pasos.
Para lograrlo es necesario hacer una caracterización clara del aparato laborista y de la burocracia sindical, confrontando abiertamente con lo que es la mejor y más valiosa correa de transmisión de la burguesía dentro del movimiento obrero, pero marcando distancias con los bandazos oportunistas y ultraizquierdistas de las sectas que proclaman la inminente revolución socialista en Gran Bretaña, y que en estos comicios han recibido una respuesta contundente a sus delirios.
La tarea de los comunistas revolucionarios es agrupar a los activistas y militantes más combativos, que no confían en Starmer, que son plenamente conscientes de que actuará como un agente de la burguesía y la oligarquía financiera, y ponerse a la cabeza de la lucha en las calles, en las fábricas, en los sindicatos, en los movimientos contra el genocidio sionista en Gaza y de solidaridad internacionalista.
Levantar enérgicamente la bandera de un programa socialista, basado en la nacionalización de la banca y los grandes monopolios, en el rescate al NHS, en la derogación de todas las leyes antisindicales y racistas, en la puesta en marcha de planes de emergencia para resolver el problema de vivienda, contra la pobreza, por el incremento drástico de los salarios… y hacer un trabajo consistente, no agitación bufonesca, por ampliar la fuerza organizada de los que combatimos por el socialismo en todos los ámbitos, en los sindicatos, en las universidades, en los barrios y las organizaciones sociales.
Este es el único camino para responder a los desafíos de esta nueva fase de la lucha de clases.
Notas:
1. El sistema electoral de Reino Unido otorga un único escaño al candidato más votado en un distrito. Esto genera desajustes entre el número de diputados de un partido y el porcentaje de voto total que recibe.
2. Crónica del movimiento huelguístico que publicamos desde Izquierda Revolucionaria en enero de 2023
4. Manifiesto del Partido Laborista para estas elecciones:
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“Ningún compromiso político en pos de las misiones del Partido Laborista importa a menos que defendamos el primer deber de cualquier gobierno: mantener la seguridad del país. La paz y la seguridad se ganan con esfuerzo y requieren una vigilancia constante”
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“(...) los fundamentos de un buen gobierno: seguridad nacional, fronteras seguras y estabilidad económica, pero también exige una asociación duradera con las empresas para generar el crecimiento económico que necesitamos. Es necesario centrarse más en la estrategia a largo plazo, no en las distracciones de corto plazo que pueden animar a Westminster, y exige un rechazo final y total de la idea tóxica de que el crecimiento económico es un regalo de unos pocos a muchos.” My plan for change
5. La victoria de Galloway en Rochdale noquea a los laboristas y aterroriza a los conservadores