El 31 de marzo la clase obrera belga asestaba un nuevo y duro golpe a las políticas del Gobierno de coalición liderado por el partido flamenco de extrema derecha Nueva Alianza Flamenca (N-VA). Esta huelga general de 24 horas convocada por las centrales sindicales CSC/ACV y FGTB/ABVV, la tercera desde que empezó el año, ha sido la más amplia y poderosa en la última década.
Desde la mañana más de 700 piquetes garantizaron el éxito atronador del paro en prácticamente todos los sectores: metal, hospitales, industrias químicas, comercio, logística, agroalimentario y servicios públicos como bomberos, penitenciarios o personal de administración. En el transporte funcionaron la mitad de los trenes y solo una línea de metro. En el aeropuerto Internacional de Zaventem se cancelaron 200 vuelos y no hubo ninguna salida, solo algún aterrizaje. El de Charleroi canceló todas sus operaciones durante las 24 horas del paro.
No solo trabajadores jóvenes, también los estudiantes universitarios y de secundaria participaron. En la Universidad Libre de Bruselas (ULB) estudiantes, docentes y trabajadores cerraron las instalaciones organizando un gran piquete. Pero también en la Universidad Católica de Lovaina (KULeuven), la Vrije Universiteit Brussel (VUB) y otros centros educativos hubo piquetes que se unieron a los organizados por el movimiento obrero.

Un Gobierno de Unidad Nacional que refleja la crisis del capitalismo belga
Tras la huelga general del 13 de enero y el anuncio de otra para el 13 de febrero, la clase dominante belga aceleró las negociaciones que llevaban meses desarrollándose para formar un Gobierno de Unidad Nacional que sustituyese al Gobierno en funciones de Alexander de Croo, extremadamente debilitado tras sufrir un fuerte varapalo en las elecciones del 9 de junio de 2024.
El 31 de enero constituían el llamado “Gobierno Arizona”, por los colores de los cinco partidos que lo forman, que recuerdan la bandera del estado norteamericano. Este Gobierno está cogido con alfileres, a pesar de estar encabezado por el partido más votado en la zona flamenca del país, el N-VA, y la fuerza más votada en la zona valona, el Movimiento Reformador. De hecho, necesitaron 234 días de arduas negociaciones para formarlo debido a las contradicciones entre sus miembros.
El N-VA del nuevo presidente belga, Bart de Wever, es un partido de la burguesía flamenca que combina un discurso demagógico exigiendo la independencia de Flandes con diatribas culpando de buena parte de los problemas económicos y sociales a las regiones francófonas de Valonia —donde la crisis de sectores como el carbón o la siderurgia ha provocado un fuerte retroceso económico— y a Bruselas. A ello ha unido, especialmente durante los últimos años, ataques cada vez más racistas, xenófobos e islamófobos contra la población migrante.
El N-VA, que empezó teniendo vínculos con formaciones independentistas vascas como Eusko Alkartasuna, hoy comparte grupo en el Parlamento Europeo con Meloni y Abascal. Siguiendo los pasos de otras fuerzas de la derecha conservadora europea y mundial, ha radicalizado cada vez más su discurso hacia la extrema derecha, aproximándose (y compitiendo electoralmente) con los fascistas flamencos del Vlaams Belamg (VB), cercanos a la AfD alemana y que en las elecciones de junio de 2024 fueron la segunda fuerza más votada con el 13,77%.
El otro pilar principal del Gobierno es un adversario histórico del N-VA en la cuestión nacional: la derecha valona del Movimiento Reformador. El pegamento que les une es el objetivo común de los capitalistas flamencos y valones de cargar la crisis del capitalismo belga sobre la clase trabajadora y los sectores más desfavorecidos de la población. Completan el Gobierno la derecha democristiana flamenca (CD&V) y francófona (Les Engagès) y el partido socialdemócrata flamenco, Voornuit.
La presencia de la socialdemocracia en este Ejecutivo, que ha empezado su mandato proclamando su cercanía y sumisión a Donald Trump y declarando la guerra a la clase obrera, demuestra hasta qué punto ha llegado su degeneración.
El ataque a las pensiones hace estallar toda la rabia acumulada
La economía belga depende enormemente de economías europeas más grandes como Francia, Alemania y Gran Bretaña, y está sufriendo duramente la crisis que afecta a las tres. El PIB en 2024 prácticamente se estancó, con un pírrico crecimiento del 1%. La inflación ha subido al 4,4%, superior a los países fronterizos, empujando a muchos belgas a hacer sus compras en Francia.[1] La población en riesgo de pobreza pasó del 12% en 2022 al 18% a finales de 2024.

Para hacer frente a una crisis que, sin duda, se verá agudizada por los aranceles de Trump y sus consecuencias sobre la UE, los capitalistas belgas han diseñado una agenda de medidas salvajes contra la clase obrera migrante y nativa, las conquistas sociales y los derechos democráticos. El detonante que ha desatado tres huelgas generales en tres meses ha sido el ataque a las pensiones. En esta materia plantean subir la edad de jubilación a los 67 años y un recorte de más de 3.000 millones para 2030, pero este ataque viene acompañado de toda una ristra de recortes sociales:
-Penalización de las jubilaciones anticipadas.
-Eliminación de regímenes sociales a colectivos como bomberos, ferroviarios o militares que podían jubilarse anticipadamente.
-Limitación del seguro de desempleo a 2 años.
-Recorte de 14.000 millones para sanidad, educación y transporte.
-Congelación salarial hasta el 2027.
A estos ataques se une un discurso reaccionario en materias como derechos humanos, cambio climático, el genocidio contra el pueblo palestino y apoyo al sionismo que no tiene nada que envidiar a la ultraderecha global. Como parte de la fiebre militarista que recorre Europa, con todos los países hincando la rodilla ante las exigencias de la OTAN y Trump, el “Gobierno Arizona” incrementará su gasto en 4.000 millones de euros en 2025, pasando del 1,24% al 2% del PIB en defensa. Lo que añadirá más recortes sociales a los ya planteados.
Un síntoma del ambiente de indignación entre las masas es que, a tan solo 15 días de constituirse, este Gobierno ya fue recibido con el grito de rabia de nuestra clase. La huelga general del 13 de febrero nos dejaba las imágenes de 100.000 personas en las calles, dando continuidad a la huelga que ya había paralizado el país el 13 de enero contra el anterior Gobierno. La presión de las bases sobre las direcciones sindicales es tal que ha vuelto a expresarse este 31 de marzo. Esta huelga fue convocada después de lanzarla como preaviso en la anterior del 13F, y los dirigentes de la CSC y la FGTB ya han planteado un nuevo preaviso de huelga para el 29 de abril.
¡Hay fuerza para frenar los ataques y echar a este Gobierno reaccionario! ¡Huelga general de 48 horas ya!
Con este ambiente social, se vuelve una necesidad que las direcciones sindicales presenten un plan de lucha que suponga un paso adelante respecto a las huelgas generales anteriores. En este sentido el próximo golpe sobre la mesa debería ser una huelga general de 48 horas como parte de un plan de movilización que mantenga la lucha en ascenso hasta echar a este Gobierno de la derecha y ultraderecha y acabar con su agenda de ataques a cual más reaccionario.
Pero las declaraciones de los dirigentes sindicales de la CSC y la FGTB insisten en que la lucha no es por echar al Gobierno, sino únicamente para que retire el ataque a las pensiones y se siente a negociar otras medidas. Esta posición escandalosa solo sirve para introducir confusión y desconfianza entre las masas y dar oxígeno y margen de maniobra a un aspirante a Trump belga como es De Wever.
Esta situación ofrece la oportunidad más clara en mucho tiempo para que la izquierda combativa pueda ponerse al frente de la lucha contra el Gobierno de la ultraderecha, la derecha democristiana y los dirigentes completamente degenerados y entregados de la socialdemocracia.
En las elecciones de junio de 2024, el Partido de los Trabajadores Belgas (PTB) consiguió el 9,86% de los votos y 15 escaños, superando a la socialdemocracia y situándose como cuarta fuerza más votada del país. Y esto con un discurso en el que se declara abiertamente anticapitalista, se opone al apoyo europeo a la guerra de Ucrania y el militarismo, defiende la salida de la OTAN y llama a luchar contra los recortes y privatizaciones.

Los dirigentes del PTB deben proponer un plan de lucha que empiece por exigir a la FGTB y la CSC que la huelga general anunciada para el 29 de abril sea una huelga general de 48 horas y llamar a las bases de ambos sindicatos a organizarse desde abajo para presionarles e imponer esa huelga. ¡Eso sería un golpe sobre la mesa y una gran demostración de fuerza! Al mismo tiempo hay que plantear que esa huelga de 48 horas debe ser parte de un plan de movilizaciones en ascenso que no se detenga hasta sacar a De Wever y el “Gobierno Arizona” del poder.
Este también es el camino para frenar en seco el ascenso electoral de la ultraderecha, tanto del N-VA como del VB, y levantar una alternativa revolucionaria capaz de derrotarles de forma definitiva. Hay que impulsar la creación de comités de acción en los barrios, centros de trabajo y estudio donde participen tanto afiliados de los sindicatos como desempleados, estudiantes, trabajadores migrantes y nativos en precario, para dar una dirección y orientación clara, anticapitalista, a este gran movimiento de masas.
Inseparable de todo lo anterior es la defensa de un programa comunista que plantee la expropiación de la banca y los grandes grupos empresariales bajo control obrero para garantizar que toda la riqueza que produce la clase obrera con su trabajo y hoy exprime un puñado de grandes banqueros y empresarios para llenarse los bolsillos sea gestionada y planificada democráticamente para satisfacer las necesidades sociales. ¡Esa es la forma de transmitir fuerza y confianza a las masas y mostrar el camino para vencer!
[1]La elevada inflación obliga a muchos belgas a hacer la compra en Francia: "Es más barato"