La crisis económica mundial ha llevado el proceso de unificación europea a una situación crítica. A la profunda caída del PIB en 2009 (-4% en la eurozona) le siguió, en 2010, la llamada "crisis de la deuda soberana" de la que todavía no se ha salido. Tras el rescate de la economía griega en mayo de 2010, el año cerró con un nuevo rescate de 85.000 millones de euros para Irlanda, y con la incertidumbre sobre un posible "contagio", en 2011, a Portugal, el Estado español, Italia y Bélgica.
El rescate permanente
Aunque formalmente sólo se ha rescatado a Grecia e Irlanda, se podría decir que el Banco Central Europeo (BCE) está practicando una política de rescate permanente, concediendo préstamos al 1% a la banca privada y comprando deuda pública. El BCE ha adquirido deuda soberana por valor de 74.000 millones de euros, principalmente durante las primeras tres semanas del lanzamiento del plan y la idea del BCE era reducir progresivamente su intervención en la medida que la situación se estabilizara. Sin embargo, el recrudecimiento de las tensiones en la zona euro ha hecho que vuelva a intensificarse su intervención. También, a mediados de diciembre, el BCE decidió duplicar su capital (hasta 10.000 millones de euros), el mayor incremento en sus doce años de existencia y prorrogar a los bancos comerciales de la zona euro toda la liquidez necesaria hasta abril del 2011, manteniendo los tipos al 1%. La política monetaria de inyección continua de liquidez al sistema puede acabar provocando inflación, por lo que ya hay voces que advierten, sobre todo desde Alemania, de que hay que cerrar el grifo. Cuando se tome esa decisión se abrirá una nueva fase crítica pues tanto las entidades bancarias como los estados han tenido que recurrir a la política expansiva del Banco Central Europeo para no recaer en situaciones de quiebra.
La cumbre europea de diciembre
La cumbre europea del 16 y 17 de diciembre, que se produjo en un momento de alta tensión debido al colapso irlandés, aprobó la creación de un fondo de rescate permanente (sustituto del actual fondo temporal), llamado Mecanismo Europeo de Estabilización (MEDE), que entraría en vigor en junio de 2013, y "será activado si fuera indispensable para salvaguardar la estabilidad de la zona euro en su conjunto. La concesión de cualquier ayuda financiera bajo este mecanismo estará sujeta a estrictas condiciones". Teóricamente el MEDE dotaría a la UE de un mecanismo más sólido de ayuda financiera a países en situación crítica. Dos años y medio es mucho tiempo en las actuales condiciones de inestabilidad económica y política; cuando llegue la hora de la verdad veremos qué posición adoptan los países claves de la UE, de momento nada se sabe de la dotación que tendrá. En relación al fondo de rescate ya existente se decidió "garantizar la disponibilidad de un apoyo financiero adecuado" a todos los países que lo necesiten. A pesar de su supuesto carácter "ilimitado", Alemania se negó en rotundo a ampliar su dotación.
La burguesía es perfectamente consciente de que la creación de fondos de rescate, por sí misma, sean temporales o permanentes, no es una solución a los problemas de la deuda. No sólo por el hecho de que un eventual rescate de países como España o Italia exigiría cantidades muy superiores a las hasta ahora reunidas, posiblemente inasumibles, sino porque han llevado a la creación de más deuda. Sólo en un contexto de crecimiento sólido y prolongado la deuda de los estados, de la banca, de las empresas y de las familias podría ir enjuagándose. Sin embargo, la tendencia es la contraria, sobre todo en las economías periféricas de Europa. Grecia, después de sucesivos planes de ajuste, prevé cerrar 2010 con una caída del 4,2% del PIB, y para el 2011 el FMI prevé una contracción del 3%; el país registra una deuda del 130% de su PIB, mayor que hace un año, y hasta 2015 debe pagar una deuda de 140.000 millones de euros, a los que se añaden 90.000 millones de intereses. Es decir, que el problema de la deuda griega volverá a ser, tarde o temprano, un foco de tensión, y probablemente se tenga que poner en marcha un plan de reestructuración, es decir, de retraso en el pago de la deuda. En Irlanda vemos la misma espiral descendente, con una caída del PIB del 10% en 2010, los índices de endeudamiento rozarán el 150% del PIB hasta 2016 y los mercados valoran la deuda irlandesa al mismo nivel que la paquistaní. Las perspectivas para la economía irlandesa se pueden sintetizar en un dato de carácter social: 100.000 irlandeses, en un país con 4,5 millones de habitantes, han emigrado entre abril y diciembre de 2010.
La cuestión de los eurobonos
Otro de los debates abordados en esta cumbre ha sido el de la emisión de eurobonos, a lo que Merkel y Sarkozy se han opuesto con rotundidad. Esta medida, que sustituiría la emisión de deuda nacional, teóricamente permitiría mitigar el sobrecoste de financiación que están sufriendo los países más débiles del euro. Sin embargo, una cosa es que Alemania y Francia estén dispuestas a rescatar países en crisis, de forma temporal, con el fin de garantizar que los bancos alemanes y franceses cobren y no quiebren, y otra cosa muy distinta es que estén dispuestos a compartir para siempre el sobrecoste que supondría la emisión de bonos europeos, cuando sus bonos nacionales se pueden costear a un precio más bajo. En una situación de gran incertidumbre, los países fuertes no quieren hipotecar su futuro con los eurobonos (¿qué países se harían cargo de los eurobonos emitidos en caso de ruptura de la zona euro?), asumiendo riesgos de países sobre los que no tienen el control de su política económica y fiscal.
En realidad, la división en torno a los eurobonos es un exponente más de que siguen prevaleciendo los intereses nacionales sobre los intereses "europeos" y que esta tendencia se está exacerbando.
La burguesía europea es consciente de que la actual dinámica de endeudamiento - rescate - más endeudamiento, no puede continuar indefinidamente. Habrá situaciones de impago que no podrán ser asistidas por más fondos, y tratarán de que cuando esta situación llegue sus efectos desestabilizadores sean lo más pequeños posible.
Más allá de los fuegos de artificio a los que recurren habitualmente, esta vez al calor de la colocación de la deuda prevista de países tan sensibles como Grecia, Portugal Italia y España durante la segunda semana de enero, la realidad es que la burguesía europea sigue verdaderamente muy preocupada. Sí, estos países han conseguido la financiación que necesitaban pero el coste ha sido altísimo (Portugal pagó un 6,7% por los bonos a 10 años y el Estado español, el 4,59% por los bonos a 5 años, un punto más que en noviembre) lo que seguirá lastrando su crecimiento económico, no servirá para calmar la inestabilidad financiera y empujará a la burguesía a lanzar más ataques contra la clase obrera.