Hace poco más de un año Grecia ocupaba los titulares de la prensa internacional. Un pequeño país, con poco más de once millones de habitantes y que representa tan sólo el 2,5% del Producto Interior Bruto (PIB) de la eurozona, tenía en jaque al conjunto de la economía europea y podía dar al traste con el euro. La clase dominante estaba muy asustada porque la combatividad del pueblo y la clase trabajadora griega, secundando múltiples y masivas huelgas parciales y generales, empezaba a ser un ejemplo de lucha para la clase obrera europea, que en todos y cada uno de los países sufría los rigores de los ataques a sus condiciones de vida y laborales. El contagio de la lucha era una realidad.
Ese fatídico mes de mayo de 2010, a pesar de la movilización masiva en las calles y de la oposición de la abrumadora mayoría de la población, el parlamento griego ateniense despreciaba las reivindicaciones de los trabajadores y aprobaba (con 172 votos sobre 300) un paquete de ajuste (no era el primero) presentado por el gobierno del PASOK para recortar 30.000 millones de euros en tres años, a cambio de conseguir que la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI aprobaran un fondo de rescate de 110.000 millones que permitiera al gobierno de Papandreu hacer frente a los vencimientos de su enorme deuda soberana. Efectivamente, lo llaman democracia y no lo es.
Catorce meses después, y como si de un bucle se tratara, Grecia vuelve a acaparar las portadas de los periódicos y los boletines informativos con los mismos debates e interrogantes y con las mismas recetas fracasadas por parte de la burguesía: ataques brutales contra las condiciones de vida y laborales de la inmensa mayoría para mantener los beneficios del capital financiero mundial que, como buenos usureros, en todo este escenario sombrío siguen acumulando riqueza especulando con la deuda griega (y de otros países). La diferencia es que ahora la situación del país se encuentra aún más al límite en todos los terrenos, afectando de lleno a una economía mundial, que sigue en estado de coma y sin ver la luz al final del túnel.
Como señalamos desde la corriente marxista El Militante entonces, los planes de rescate no eran ningún ejercicio de altruismo para ayudar al pueblo griego, sino una medida para salvaguardar los intereses de la banca europea a costa de que el nivel de vida de los trabajadores griegos retrocediera décadas. Sólo en un contexto de crecimiento sólido y prolongado (la tendencia es la contraria, y no sólo en la economías europeas periféricas) la deuda de los estados, de la banca, de las empresas y de las familias podría ir enjuagándose. De lo contrario el problema de la deuda griega volvería a ser, más temprano que tarde, un foco de tensión, y probablemente llevara a poner en marcha un plan de reestructuración, es decir, de retraso en el pago de la deuda. Y es a esto a lo que estamos asistiendo en estos momentos.
Economía gripada
Grecia, después de los sucesivos planes de ajuste, ha tenido una contracción de su economía de un 6,5% del PIB en 2009 y 2010. En el primer trimestre de este año el PIB se contrajo un 5,5% respecto al mismo periodo del año anterior, así que la recesión está asegurada nuevamente en 2011. La formación bruta de capital fijo disminuyó un 19,2% y la caída de la producción industrial en el primer año de recortes ha sido de un contundente 20%, lo que ha supuesto el cierre de 50.000 empresas, un auténtico desmantelamiento del tejido industrial del país de enormes dimensiones. La tasa de desempleo ha pasado del 9% al 16,2% --con un subsidio de 400 euros y sólo por un año—, lo que supone más 800.000 parados de unos cinco millones de trabajadores en activo, disparándose el paro juvenil al 45%. Además, en un año, los salarios en el sector público se han reducido alrededor de un 15% (en algunos casos hasta el 30%) y en un 10% las pensiones. Y este año entrará en vigor una nueva modalidad de contrato en el sector público para trabajadores de entre 18 y 25 años cuyos sueldos serán un 20% por debajo de lo establecido en su convenio. Los datos sobre el empobrecimiento que está soportando la población hablan por sí solos: según el Eurostat, si en 2009 la renta per cápita griega suponía el 94% de la media europea, en 2010 pasó a ser el 89%. Nada menos que una caída de cinco puntos en tan sólo doce meses, y sin que el grueso de los recortes, como veremos, se hayan puesto en marcha. Pero una muestra más descarnada del terrible malestar social existente nos la da el propio ministro de Salud griego, Andrea Loverdo: durante la crisis se ha incrementado en un 40% el índice de suicidios.
La deuda pública que al principio de la crisis, en 2009, representaba poco más del 100% del PIB, cerró 2010 con el 142% y en 2011 ha alcanzado el 150% del PIB, lo que supone nada menos que 350.000 millones de euros, y aún no ha tocado techo: para 2012 se prevé que llegue al 166% del PIB. Cada bebé que nace trae bajo el brazo 30.000 euros en deudas. Para hacernos una idea de la credibilidad de la deuda griega, sólo hay que atender al siguiente dato: los bonos a dos años han llegado a tener una rentabilidad del 30% (de casi el 27% una vez aprobado el nuevo plan de ajuste). Una situación insostenible, pero muy jugosa para algunos. Sólo el pago de intereses de la deuda supone ya un 10% del PIB griego. Un auténtico saqueo legalizado por las instituciones burguesa europeas.
Con estos datos encima de la mesa cualquiera entiende que el Estado griego no pueda cumplir con sus compromisos de devolución de préstamos, los más inmediatos: 42.000 millones en menos de un año. Así, la declaración de los ministros de Finanzas del Eurogrupo señalaba, el 20 de junio, desdiciéndose de sus previsiones de hace un año, que “es poco probable que Grecia vuelva atener acceso a los mercados a principios de 2012”. Esta conclusión, que significa el reconocimiento de que Grecia está en una situación permanente de quiebra, es la que ha hecho que, nuevamente, durante las últimas semanas la incertidumbre y el pánico se apoderara de los mercados financieros –la prima riesgo de las economías periféricas se volvió a disparó, en el caso griego el diferencial del bono a diez años, respecto al alemán, llegó hasta los 1.437 puntos básicos y en el caso español rozó los 300 puntos, llegando a los peores niveles desde noviembre de 2010, cuando Irlanda recurrió al rescate— y de las reuniones de los ministros de Finanzas y jefes de gobierno de la UE. El propio Obama, consciente de las consecuencias del impago de la deuda griega señalaba tras una reunión con Angela Merkel, a principios de junio, que “sería desastroso ver una espiral descontrolada e impagos en Europa, puesto que ello podría desatar otras consecuencias”. El responsable de la Reserva Federal americana, Ben Bernanke, apostillaba días después: “si no se logra resolver la deuda griega, estará amenazado el sistema financiero europeo, el sistema financiero global y la unión política de Europa”.
Y es que el problema de Grecia es en realidad también el de los bancos y grandes aseguradoras francesas y alemanas (la primera expuesta a la deuda griega en más de 55.000 millones de euros y la segunda en más de 30.000 millones) y también del propio Banco Central Europeo (máximo acreedor con unos 50.000 millones), que se ha ido contaminando comprando deuda griega y aceptando préstamos tóxicos de los distintos bancos nacionales a cambio de liquidez. Pero también la economía estadounidense se halla muy preocupada por la situación ya que no de forma directa, pero sí indirecta se encuentra enormemente expuesta a la deuda griega. Si Grecia quiebra, los bancos y aseguradoras USA tendrían que responder por los seguros de impago que tienen en su poder, y se calcula en 24.200 millones de euros (Cinco Días, 16/06/11).
Ya en abril de este de este año el FMI amenazó con no desembolsar los 3.300 millones de euros que le correspondían para el quinto tramo del rescate griego (de 12.000 millones) si no había garantías de pago en doce meses y exigió que los países de la UE incrementaran sus aportaciones. Es decir, se empezaba a hablar de la necesidad de un segundo plan de rescate, ante el fracaso del primero, y continuar con la misma receta ante la imposibilidad de solucionar el problema del endeudamiento
Desde entonces la presión sobre Grecia ha ido en aumento, exigiéndosele la aprobación de un nuevo y durísimo plan de ajuste como condición sine qua non para hacer efectivos los 12.000 millones de euros del plan de rescate aprobado el año pasado. Con ellos podrá hacer frente al apremiante vencimiento de la deuda del país en el verano pero no se resuelve, ni mucho menos, la situación a medio ni a largo plazo. De hecho, las desastrosas consecuencias que tendrá para la economía griega incidirán aún más en la espiral depresiva de la economía y por tanto en agravar la enfermedad del endeudamiento y los problemas de financiación. Por eso, la burguesía europea, que hasta hace pocos meses o semanas se negaba a hablar de ello, ahora se encuentra enfrascada en arduas discusiones sobre las condiciones para un segundo rescate griego, que se calcula en torno a los 120.000 millones de euros (20.000 millones de nuevos fondos, 28.000 millones en privatizaciones, 45.000 millones de dinero no desembolsado del primer rescate y una participación de las entidades privadas de entre 25.000 y 30.000 millones) y cuyos detalles se conocerán a mediados de julio.
En el fondo es un reconocimiento de la situación de quiebra del país y de que los acreedores tendrán que ampliar los plazos de vencimiento de sus préstamos porque la alternativa es no cobrar. Se trata, efectivamente, de una “reestructuración suave” de la deuda. También se ha hablado mucho de la participación privada en el nuevo rescate. Obviamente, la burguesía europea, especialmente la alemana está preocupada por los efectos de una estampida del sector privado en la tenencia de deuda pública griega, lo que obligaría a ser sustituida de golpe por el sector público.
Realmente la apelación de Merkel a la “participación privada” en el rescate es bastante engañosa y demagógica, tratando de mitigar la crítica de una opinión pública harta de recortes y de que se utilice el dinero público para salvar a la banca. En la práctica, lo que está haciendo Merkel es todo lo contrario de lo que se anuncia: un proceso de nacionalización de los bonos tóxicos, una “nacionalización de los riesgos” de las entidades privadas. Por supuesto que Merkel está a favor de que el sector público asuma las pérdidas del sector privado, pero quiere preparar las condiciones para afrontar la quiebra griega de forma controlada. Para cuando esta situación se de, los beneficios privados estarán a salvo. En parte la gran banca ya se está cobrando con creces los préstamos realizados, con tipos de interés desorbitados (el bono griego a 10 años andaba por el 16%). Por ejemplo, la banca alemana ha amortizado desde mayo de 2010 un tercio de su efectivo en bonos griegos.
En cualquier caso, la burguesía no tiene ninguna solución real. Es imposible cuadrar el círculo de la crisis capitalista. Así, fuentes del FMI citadas por El País señalaban claramente el callejón sin salida de la situación: “Lo paradójico es que poco más se puede hacer: hace falta tiempo para lograr que España se desacople, para que la banca esté lista y para que Grecia corrija su agujero. Queda rezar para que las agencias de calificación traguen con esa contradicción en sus términos que es la “reestructuración voluntaria”. Y tenerlo todo listo para cuando llegue la auténtica suspensión de pagos”. El pesimismo invade todos los análisis de la burguesía internacional.
Enésimo plan de ajuste: un nuevo chantaje al pueblo
El nuevo plan de ajuste, o Programa de Estrategia Fiscal a Medio Plazo (2012-2015), cuantificado en 78.400 millones de euros para los próximos cinco años y que ha conseguido sacar muy costosamente adelante en el parlamento el gobierno del PASOK (con 155 votos de un total de 300 diputados), es una auténtica declaración de guerra a la clase obrera, y gracias a él Papandreu se ha sido bautizado por los “indignados” griegos como el “empleado del año del FMI”. Los tres ejes básicos del plan son:
1.- Un aumento de los impuestos que permita recaudar 14.100 millones, 2.300 de ellos en lo que queda de año y otros 3.380 millones en 2012, para alcanzar el objetivo de déficit del 3% en el 2015.
- Se rebajará el mínimo exento de contribución de 12.000 a 8.000 euros (excluyendo a los menores de 30 años y pensionistas que no lleguen a un determinado umbral de renta).
- Se impondrá un impuesto especial al gasóleo para uso doméstico (calefacción) y un nuevo impuesto para viviendas con superen los 100 metros cuadrados.
- Se impondrá lo que se ha llamado demagógicamente “impuesto solidario” de entre un 1 y un 5%, según las rentas.
- Se aumentará una media de 300 euros al año los impuestos a los autónomos.
- El IVA de bares y restaurantes pasará del 13 al 23%.
2.- Un recorte del gasto público por valor de 14.300 millones de euros. Para ello la medida estrella será la eliminación de un plumazo de 150.000 empleos públicos, alrededor del 25% del total. No se prorrogará ningún contrato temporal y sólo se repondrá el puesto de trabajo a uno de cada 10 funcionarios en el primer año, y uno de cada 5 posteriormente. Además, la jornada laboral se ampliará y los salarios se reducirán. También se suprimirán prestaciones sociales para ahorrar unos 4.000 millones, el gasto sanitario se recortará en 2.100 millones y se ahorrarán 855 fusionando escuelas, hospitales,… La inversión pública se verá reducida en 850 millones en 2011 y habrá recortes del gasto militar.
3.- Un plan de privatización de empresas y organismos estatales por valor de otros 50.000 millones de euros, el 17% del PIB griego. Cinco mil millones se recaudarían en 2011, a través de la venta del monopolio de apuestas y loterías del Estado (OPAP), del banco Postbank, la empresa de gestión de aguas de Salónica y las que gestionan los puertos de El Pireo y Salónica. Los otros 45.000 millones restantes saldrían de la privatización del agua en Atenas, de la venta de las refinerías, empresas eléctricas, los ferrocarriles, otros bancos públicos como ATENbank, las empresas que gestionan puertos, aeropuertos, autopistas, y de la venta de los derechos de explotación de minas y bienes muebles e inmuebles del Estado. Serán las grandes empresas francesas y alemanas las que en gran medida se apropien de estos bienes, para consumar el saqueo.
Una vuelta de tuerca más sobre las espaldas de los trabajadores que añade más descontento social en una olla a presión difícil de contener y que se volverá más explosiva aún. El redactor jefe del diario griego Eleutheros Typos, señalaba que “las nuevas medidas de austeridad 2012-2015 van a ser la puntilla, se van a cargar a la clase media”. Más explícito se mostraba el profesor universitario Nikos Kosiás, ex asesor de Papandreu, en el reportaje publicado por El País (26/06/11) era muy explícito: “rebajar el mínimo exento de contribución a 8.000 euros y subir más los impuestos supone lanzar a la pobreza a la mayoría de la clase media, y a los pobres, a la indigencia más absoluta”. Todo ello contrasta con la permisividad del gobierno y las instituciones europeas ante la escandalosa fuga de capitales que vive el país. Mientras la pauperización de la inmensa mayoría de la población es un hecho –en un proceso que se asemeja cada vez más al vivido en América Latina en los años 80 y 90—, los ricos empresarios y banqueros griegos se han llevado a buen recaudo (los bancos suizos) 280.000 millones de euros, el equivalente nada menos que al 120% del PIB del país. Aquí se ve el carácter de clase del rescate y las bases para comprender la auténtica rebelión social vivida en Grecia en los últimos meses. Como se ve no se trata sólo de una lucha entre acreedores y deudores, sino de una verdadera guerra de clases en la que los especuladores alemanes, franceses, pero también griegos salen ganando y los trabajadores griegos, pero también alemanes, franceses y de toda Europa, salen perdiendo.
El clima de movilización social, en la que la clase obrera está jugando un papel destacado, es espectacular. A las 14 huelgas generales convocadas a lo largo de 2010, por no hablar de los innumerables paros parciales y sectoriales, en 2011 hemos asistido a cuatro nuevas huelgas generales, la última de ellas de 48 horas, los días 28 y 29 de junio, coincidiendo con la votación en el parlamento del plan de ajuste. Y es que la profundidad de la crisis económica ha llevado la conflictividad social a un nivel muy alto, el mayor de toda Europa, en un proceso que se ha ido incubado al menos durante la última década –huelgas del 2001, el movimiento contra la guerra del 2003, pasando por las luchas estudiantiles del 2007/08 contra el gobierno de la derecha, el asesinato de un joven a manos de la policía en diciembre de 2009 y finalmente, el rechazo a las medidas de ajuste iniciadas a finales de 2009— y que ha ido forjando la conciencia de la juventud y la clase obrera griega, que tiene cada vez más claro que el problema de fondo es la existencia misma del sistema capitalista.
Efervescencia en las calles
Pero durante los últimos meses se ha vivido un punto de inflexión. El surgimiento también en Grecia del movimiento de los aganaktismeni (indignados), a semejanza de lo que estamos viviendo en el Estado español, que desde el 25 de mayo se encuentran acampados en la ya famosa Plaza Sintagma frente al parlamento, ha venido a sumarse y confluir con el movimiento obrero, dándole un mayor empuje y fuerza.
El domingo 29 de mayo cerca 100.000 personas se reunían en la plaza Sintagma de Atenas y lo mismo hacían decenas de miles más en unas 60 ciudades del país. “Que se vayan” se gritaba en referencia al gobierno, a la troika (UE, BCE, FMI) y a la deuda. También se coreaban consignas históricas del movimiento en Grecia como “Pan, educación y libertad” y se cantaban canciones referidas a la lucha de la resistencia contra el nazismo, mostrando el claro carácter de clase de la lucha. En la noche del 31 de mayo al 1 de junio más de 50.000 personas se apostaron delante del parlamento, para cercarlo e impedir salir a los diputados quienes, ante la ira popular, tuvieron que recurrir a la policía para poder poner un pie en la calle, en un abierto y claro desafío a la institucionalidad burguesa. Ese mismo sábado, 4 de junio, los dos principales sindicatos GSEE (sector privado) y ADEDY (sector público) convocaban una manifestación para preparar la huelga general convocada para el 15 de junio contra los recortes. “No aguantamos más”, fue el grito de guerra esta vez. El domingo 5, nuevamente cerca de 200.000 personas se apelotonaban en la Plaza Sintagma para protestar y debatir. La resolución de la asamblea de Atenas aprobada el 27 de mayo hacía un llamamiento “a todos los trabajadores que van a hacer huelga en los próximos días para que se concentren y se queden en la plaza”, en una clara posición de confraternización con el movimiento obrero organizado.
Como anticipo a la huelga general del 15, el jueves 9 de junio se convocó una huelga de 24 horas en el sector público y de las empresas que serán privatizadas con un seguimiento masivo. El día anterior la dirección del sindicato de trabajadores municipales (POE-OTA) hizo pública una declaración que refleja hasta donde ha llegado una capa importante del movimiento griego: “hacemos un llamamiento a los sindicatos a convocar una huelga general política y un bloqueo popular prolongado del Parlamento para impedir la votación del nuevo memorando”.
El 15 de junio, la tercera huelga general convocada este año tuvo un seguimiento masivo (100% de seguimiento en refinerías, astilleros, transporte, del 90% en la construcción, industria del acero, eléctrica, correos, agua, telefonía, administración, prensa, bancos…). El país se paralizó. A pesar de los incidentes provocados como ya viene siendo habitual por grupos de provocadores e infiltrados policiales (distintos testimonios hablan de cómo en los jardines alrededor del parlamento se habían preparados armas y barras para armar a los provocadores contra los manifestantes), tratando de amedrentar a la gente y dar una imagen distorsionada del movimiento con la clara intención de desprestigiarlo y tratar de impedir el contagio y solidaridad del resto de la clase obrera europea, lo cierto es que no lo consiguieron. En Atenas, donde la policía daba una cifra de 20.000 manifestantes, cifra que los medios de comunicación burgueses en el Estado español rápidamente difundieron, el periódico Eleutherotypia hablaba de más de 200.000, además de decenas de miles en un total de 70 ciudades como Patras (10.000), Salónica (35.000),… Por la tarde, y una vez superados los incidentes que se saldaron con una fuerte represión (decenas de heridos y detenidos), nuevamente la gente se echó a la calle.
Huelga de 48 horas y crisis política
La semana del 20 de junio se sucedieron huelgas sectoriales, entre ellas una de 48 horas en el sector eléctrico y en el de la limpieza municipal. El GSEE y ADEDY hacían un llamamiento a la huelga general de 48 horas para los días 28 y 29 (los marinos mercantes lo extendieron un día más, hasta el 30) contra la aprobación de las medidas de ajuste en el parlamento. El comunicado de los sindicatos señalaba la huelga como un “catalizador para el derrocamiento de las medidas de austeridad” y que permita “romper los grilletes de las cadenas” que atan al país a los prestamistas y usureros. La dirección del Partido Comunista (KKE) en un comunicado del 22 de junio señalaba: “El ultimátum de la UE, de la zona del Euro no se dirige al Gobierno griego –ya que lo ha aceptado desde hace tiempo— sino al pueblo griego” que “debe enviar su propio ultimátum”. Desde la tribuna de oradores del parlamento la secretaria general del KKE, A. Papariga, llamó a los trabajadores a tomar parte de manera activa en la lucha y “tomar en sus manos la propiedad de los medios de producción así como los recursos naturales del país” como única solución, y el PAME (sindicato dirigido por el KKE) llamaba a participar en la huelga de 48 horas.
La asamblea popular de “indignados” de la Plaza Sintagma emitió un comunicado el 26 de junio con el título “48 horas en la calle. Toda Grecia a Sintagma” en el que podemos leer “…el 28 de junio nos concentraremos desde las 9 de la mañana en la plaza para esperar la llegada de las manifestaciones de los trabajadores en huelga y unirnos (…) el 29 coordinarnos para cercar totalmente el parlamento”, en un claro paso más de su fusión con el movimiento obrero y que pone un claro sello de clase frente a los sectores más confusos y pequeño burgueses que incidían en las ideas del apartidismo y apoliticismo del movimiento.
Incluso sindicatos policiales emitieron un comunicado de apoyo a la huelga de 48 horas, además de denunciando y desmarcándose de la brutal represión y las provocaciones habidas, demostrando las favorables condiciones para confraternizar con sectores del aparato del estado. Un elemento muy importante en un escenario que tiene elementos de una situación prerrevolucionaria y que puede dar un giro brusco hacia esa situación debido a la situación límite en la que se encuentra el capitalismo griego.
Y la actitud de los trabajadores griegos es clara. Como decía M. Andrealis un trabajador del sector público despedido tras la aprobación de plan de recate de mayo de 2010: “Vamos a resistir porque no tenemos nada que perder”. Elena, una profesora participante en la huelga del 28 de junio decía: “Si el parlamento aprueba las medidas, vamos a seguir luchando. Esto es el principio, no el fin”. “La situación es trágica (…) el gobierno ha declarado la guerra y hay que responderle de la misma manera”, afirmaba el sindicalista del puerto de El Pireo, Spyros Linardopoulos.
No es casualidad que el pasado mes de mayo el diario alemán Bild, se refiriera a un informe secreto de la CIA donde se alertaba de que el aumento de la tensión social podría llevar a un golpe militar. Aunque en esta situación de efervescencia del movimiento optar por esta opción sería un suicidio, lo cierto es que, como enseña la historia, la clase dominante no rechaza ningún método de lucha. Mucho menos en un país donde el pasado reciente está marcado por la existencia de una dictadura militar y cuyo aparato del Estado no ha sido purgado. Más escandaloso y explícito ha sido que el actual vicepresidente del gobierno, Pangalos, amenazara diciendo que hay que elegir entre “el paquete de medidas o los tanques (¡!)”, reflejando el grado de conflicto social existente y como la burguesía se prepara claramente para una situación revolucionaria e insurreccional. El comunicado del 26 de junio de los indignados le contestaba así: “a lo dicho por el Sr. Panéalo (…) le contestamos “de casta le viene al galgo”, en referencia a que su abuelo fue uno de los generales responsable del golpe de estado de 1925 y primer ministro bajo la dictadura de esos años, “no nos marcharemos hasta que no se vayan ellos y sus opciones de ‘paquetes de medidas o tanques’". El movimiento de masas en América Latina y en el mundo árabe no pasa inadvertido para nadie.
La crisis económica, como no podía ser de otra manera, ha agudizado la lucha de clases y ha profundizado también la crisis política, repercutiendo en una deslegitimación cada vez mayor de las instituciones burguesas, de la farsa de la democracia y del parlamentarismo burgués que desoye al pueblo mientras trata de esconder que se debe a la dictadura de los consejos de administración de las grandes empresas y de la gran banca. Algo de lo que empieza a ser consciente la clase dominante, así, fuentes de la Unión Europea, recogidas en la prensa, hablaban estas semanas de la profunda crisis política y la “tremenda “ y “temible” tensión en la calle, “estamos llegando al límite: la opinión pública está basculando hacia posiciones que dificultan dar nuevos pasos”. Es decir: que el escenario que se abre es el de que los trabajadores no van a permitir más ataques sin una lucha a muerte contra los capitalistas.
En todo este panorama, el PASOK muy desgastado durante el último año ha sufrido una fuerte crisis interna. La caída de popularidad del gobierno es evidente –si hubiera elecciones obtendría un 27% de los votos, siendo superado por la derecha de Nueva Democracia con el 31%, pero lo más significativo es que más de un 40% no votaría—, y su debilidad es extrema. Hasta el punto de que estuvo en el aire que se aprobara el paquete de ajuste por la falta de apoyo parlamentario. No sólo de ND, que no quiere participar del desgaste que supone llevar adelante estas medidas ahora que las encuestas le dan la posibilidad de volver al poder, sino por la rebelión interna de un sector del grupo parlamentario del PASOK. Desde que ganó las elecciones por mayoría absoluta ha pasado de 160 a 155 diputados. El 15 de junio un grupo de 35 diputados cuestionaron la política de Papandreu y le exigieron una reunión extraordinaria para dar explicaciones. Él hacía amago de dimitir y llamaba a la oposición a “un gobierno de unidad nacional” ante la “emergencia” de la situación. Rechazada esta propuesta por ND, finalmente, se inclinó por una moción de confianza, en la que obtuvo 151 de sus votos, el anuncio de un referéndum para el otoño sobre cuestiones completamente secundarias, y una remodelación de gobierno que en nada cambia el carácter del mismo. Los intentos de calmar las críticas en su grupo parlamentario haciendo algunos pequeños retoques para “suavizar” el plan de ajuste, fueron echados atrás con contundencia la UE, BCE y el FMI, mostrando el nulo margen de maniobra existente. Finalmente, el plan de ajuste se aprobó con todos los votos del PASOK, excepto uno (expulsado inmediatamente). Sacudida por una lucha de clases muy intensa y prolongada es muy probable que la crisis de la socialdemocracia griega (y del conjunto de Europa), que está siendo el pilar fundamental del ajuste y de la precaria “democracia” helena, se profundice en el futuro.
La necesidad de un plan de acción y una alternativa revolucionaria
La clase obrera y la juventud griega han demostrado un elevado nivel de conciencia y estar dispuestas a todo para defender unas condiciones de vida dignas. Tras llevar a cabo una lucha sin cuartel, el movimiento se encuentra en un punto decisivo. La estrategia de cómo luchar y el programa a defender son clave para hacer avanzar el movimiento, y contagiar, pero en el terreno de la lucha de clases, al conjunto de Europa la "crisis griega". Las condiciones para una lucha revolucionaria en el corazón de Europa están dadas, y ya hemos vistos los primeros fogonazos en la lucha que llevaron adelante los trabajadores franceses el otoño pasado. Los brutales ataques a los que estamos siendo sometidos en todos los países sin excepción sólo dejan opción a la lucha. Por eso las organizaciones de la izquierda, y en caso de Grecia los sindicatos de clase (GSEE, ADEDY, PAME) y el KKE especialmente, que han jugado un papel protagonista tienen una enorme responsabilidad en sus espaldas.
Lo que está en juego es la lucha por quién controla esta sociedad, los capitalistas o los trabajadores, una lucha revolucionaria por el derrocamiento del capitalismo y la defensa de una sociedad socialista. Por eso es necesario un plan de acción que combine la más amplia movilización (que hoy pasa en Grecia por la convocatoria de un huelga indefinida política con la ocupación de las fábricas y principales puntos estratégicos del país) con una alternativa al capitalismo, basada en la explicación y popularización de un programa que ligue las reivindicativas más inmediatas (salarios, educación, sanidad, pensiones públicas y dignas,...) con la expropiación y nacionalización de las palancas fundamentales de la economía y control democrático de los trabajadores sobre las mismas. Para que la riqueza esté al servicio de la mayoría y no de una minoría de parásitos y usureros es fundamental rechazar el pago de la deuda externa, confiscar las grandes fortunas y nacionalizar todo el sector financiero y los sectores estratégicos de la economía.
Frente a la represión del aparato estatal y contra la infiltración policial y las provocaciones es necesario organizar comités de autodefensa y garantizar los derechos democráticos dentro del ejército y la policía y la depuración de los elementos fascistas del aparato estatal. Frente a la maniobras divisionistas de la burguesía y la especulación internacional hay que oponer un plan de extensión de la solidaridad y la lucha a toda Europa. La clase obrera de todos los países está siendo atacada de forma coordinada, ¡los trabajadores también podemos dar una respuesta coordinada y unitaria! Hay que preparar una huelga general europea.
Para desarrollar estas tareas es decisiva la participación masiva y organizada de la gran mayoría de la clase obrera griega. Para dar fuerza, extensión, unidad y continuidad a esta lucha es necesario realizar asambleas participativas, democráticas y decisorias en todas las fábricas, barrios, escuelas y universidades, que elijan representantes (revocables en cualquier momento por la asamblea) para coordinarse a nivel local y nacional, y que culmine en la formación de un parlamento obrero, genuinamente democrático y representativo de las capas más oprimidas de la sociedad, es decir, la gran mayoría de la misma.
Los capitalistas no han dejado de afirmar que no hay otra alternativa que la que ellos plantean, no “hay plan B”. Sin embargo, nosotros decimos que sí lo hay: la lucha consciente y organizada por el socialismo. Como señalaba el redactor jefe del diario griego Eleutheros Typos: “Se da una curiosa paradoja: en toda Europa no existe una izquierda que sea alternativa real de poder, pero esa izquierda ya existe en la conciencia de la gente como necesidad política y moral, lo estamos viendo aquí y en España con el 15-M”. Efectivamente, las masas están sacando conclusiones muy avanzadas y esa idea se puede materializar con el programa y los métodos del marxismo revolucionario.