Durante el mes de junio la zona euro experimentó una de sus convulsiones más agudas desde el inicio de la crisis económica mundial. En el marco de la recaída general de la actividad económica, la entrada definitiva de la economía española en situación de rescate, y la amenaza de que la siguiera la italiana, así como la posibilidad de que en Grecia ganara Syriza —la coalición de izquierdas que ha denunciado los planes de ajuste impuestos por la Troika— han provocado una enorme tensión entre la burguesía europea. “Resuelta” de forma extremadamente precaria la cuestión electoral en Grecia (ver artículo en páginas 4 y 5), las discusiones de la clase dominante se han centrado casi exclusivamente en el rescate de la banca española y en la subida, hasta niveles que implican la suspensión de pagos, de los costes de financiación de la deuda pública española e italiana. En este contexto se celebró la Cumbre Europea del 28 y 29 de junio, que volvió a calificarse como la “madre de todas las cumbres” y en la que, de nuevo, supuestamente, se sentaron las bases para la “salvación del euro” y, lo más sorprendente respecto a otras cumbres, se presentaron sus acuerdos como una victoria sobre la política de austeridad impulsada por Alemania. Más allá de las palabras, y de toda la demagogia desparramada sobre un “nuevo” rumbo para Europa marcado por el crecimiento y una mayor colaboración mutua: ¿Qué hay de verdad en todas estas maniobras? ¿Estamos ante un cambio de perspectivas para la economía europea y mundial? ¿Tenemos los trabajadores algún motivo de celebración por las decisiones tomadas por los gobiernos europeos y las principales economías mundiales, o más bien tenemos que prepararnos para una nueva oleada de ataques a nuestros derechos?
¿Quién gana y quién pierde con el rescate bancario?
El gobierno del PP está presentando como un gran triunfo el rescate europeo al sector financiero español. Pero, ¿cuál es el objetivo real de este rescate? Una vez más, salvar los intereses de los banqueros, tanto españoles como europeos con los que la banca española está endeudada (sobre todo alemanes, franceses y británicos). Una quiebra del sector financiero español implicaría un terremoto con consecuencias imprevisibles en todo el sistema capitalista europeo y mundial. Por eso ha existido una enorme presión, empezando por EEUU, para que se procediera al rescate. Sin embargo, ni un euro de este dinero irá a paliar las consecuencias sociales de la crisis capitalista o siquiera a impulsar la economía productiva. Irá simplemente a tapar el agujero creado por el pinchazo del boom inmobiliario y salvaguardar los intereses de los máximos responsables de esta crisis, que se han embolsado miles de millones de euros antes y después de ella. ¿De dónde saldrá este dinero? Indudablemente de las arcas públicas y jamás será recuperado por ellas. Se trata de una gigantesca socialización de pérdidas, y eso es verdad tanto si sale del presupuesto público español o del europeo. Al final, la cuenta la pagará la clase obrera española y europea a través de más recortes del gasto social, despidos masivos en el sector público, pérdida de derechos y empobrecimiento de la población.
Por otra parte, el hecho de que todos los gobiernos tengan en común la política de hacer recaer el peso de la crisis sobre la clase obrera no significa que no existan tensiones y enfrentamientos entre ellos, y que traten de exportar los costes económicos y políticos de la crisis a sus vecinos. Rajoy salió exultante de la cumbre pues, según ha señalado, gracias a la presión ejercida conjuntamente con el gobierno italiano y francés, ha conseguido que el rescate vaya “directamente a la banca”. Siguiendo las declaraciones de Rajoy, supuestamente, el Estado español no tendría que responsabilizarse de la devolución del crédito concedido por el Fondo Europeo, de hasta 100.000 millones. Incluso más: no se planteó ninguna “exigencia macroeconómica” por el rescate por parte de la UE u otro organismo. Este persistente empeño del PP en falsificar la realidad obedece a la honda preocupación del gobierno por el creciente malestar social provocado por sus medidas; teme que un anuncio de las consecuencias reales del rescate, que todo el mundo puede identificar en la catastrófica situación social y económica de Grecia, actúe de catalizador de una explosión social.
¿Rescate “directo” a la banca? ¿Dinero público a salvo?
La realidad de lo sucedido respecto al rescate bancario, según se van conociendo algunos “detalles” de la cumbre, es bastante diferente a lo que Rajoy ha presentado. Ciertamente, la posición inicial de Merkel era negarse siquiera a la posibilidad de que el rescate fuese directo al sector financiero. Quería la máxima garantía de la devolución del préstamo, responsabilizando al Estado de la forma más explícita posible. ¿Qué ha cambiado? Que ahora el rescate directo a la banca es una posibilidad. Sin embargo, de entrada, y tal como estaba previsto antes de la cumbre, el rescate se materializará como un préstamo del fondo europeo al FROB, una entidad pública, y por tanto será el Estado el responsable de su devolución. Sólo posteriormente, “siempre que se avance en la unión bancaria”, la responsabilidad de la devolución del préstamo podría ser directamente de la banca. Este avance está asociado a que el Banco Central Europeo (BCE) sea el supervisor único de los bancos europeos, a que se cree un fondo de garantía de depósitos único para toda Europa, un tema delicado y susceptible de fuertes enfrentamientos de intereses entre las diferentes burguesías europeas.
Lo que es impensable es que la burguesía alemana, la principal contribuyente a los fondos de rescate, acepte el rescate de la banca española, por más que también la banca alemana sea beneficiaria de la operación, sin ninguna contrapartida que condicione la política económica y presupuestaria del gobierno español. El propio texto suscrito por los 17 gobiernos de la Eurozona especifica que la ayuda a la banca española “incluirá la condicionalidad adecuada” a nivel de entidad, sector o a “escala macroeconómica”. Merkel lo ha dicho claramente: “ninguna prestación sin contrapartidas”. El presidente del Consejo Europeo también fue transparente: “No hay nada gratis”. La conclusión obvia es que el rescate estará condicionado al cumplimiento de los recortes de los gastos sociales.
Además de presentar este rescate como inocuo socialmente, el gobierno del PP pretendía, según sus declaraciones, romper el efecto de círculo vicioso entre la crisis del sector bancario y el desequilibrio de las cuentas públicas, y así rebajar la “presión de los mercados” sobre la deuda pública, con la prima de riesgo a un nivel que ya hacía inevitable un segundo rescate. ¿Cuál ha sido el eje fundamental de la política del PP si no someter más y más los presupuestos públicos, actuales y futuros, a los intereses del sector financiero? Avales por miles de millones de euros a emisiones de la banca, capitalización y préstamos a través del FROB, compromiso constitucional de pago prioritario a los intereses de la deuda, que beneficia sobre todo a la banca, y particularmente a la banca española… Todo esto ya ha forjado un “círculo vicioso”, establecido de forma plenamente consciente, meticulosa e interesada, entre los destinos del sector financiero y las arcas públicas, independientemente de que el rescate “no compute como deuda”, en el hipotético caso de que finalmente el rescate sea “directo al sector financiero”.
Otro de los triunfos presentados por la alianza Monti-Rajoy-Hollande frente a Merkel ha sido conseguir una “mayor flexibilidad” en la compra de deuda pública soberana por parte del fondo europeo de rescate. Realmente esta medida no es nueva, ya en diferentes momentos críticos, relacionados sobre todo con la subida de la prima de riesgo en España e Italia, como es el caso actual, el BCE intervino con la compra de bonos. La diferencia es que ahora estará acompañada de la firma de un Memorándum de Entendimiento entre la UE y el país beneficiario de la intervención. Según lo califica un artículo de El País, esto supondría “un rescate en toda regla, aunque sea sin la presencia de la Troika”.
¿Nuevo rumbo de la UE?
La creación de un fondo de 120.000 millones de euros para estimular la economía fue otro de los puntos estrella de la cumbre. Este es el eje central del “plan de crecimiento” que ha abanderado Hollande, cuya puesta en marcha implica, supuestamente, un “giro” en la política de ajustes dominante en Europa. Lo primero que salta a la vista es la cuantía del dinero, ridículo en comparación con los 4,6 billones de euros inyectados por los países europeos a los bancos desde 2008. El lastre que supone para la economía real tal drenaje de recursos públicos no será compensado ni de lejos con una cuantía 38,3 veces inferior.
Lo segundo es que este dinero ni siquiera existe. Contantes y sonantes sólo se han puesto 10.000 millones de euros, el resto no se sabe muy bien de dónde saldrá. Quizás de una tasa sobre las transacciones financieras que aún no está aprobada y, previsiblemente, contará con serias resistencias por parte de Gran Bretaña y otros países. Resulta hilarante que a eso alguien pueda denominarlo un “nuevo Plan Marshall”, pero incluso si se pareciese en algo, tampoco sería la solución a la crisis. Con el fin de crear alguna expectativa, la burguesía transmite la falsa idea de que de la crisis de los años 30 se salió gracias al “Plan Marshall”, y que ahora se podría hacer lo mismo. Pero la historia fue realmente muy diferente: la “salida” a la crisis iniciada en 1929 fue la Segunda Guerra Mundial, la mayor devastación de vidas y de riqueza social jamás ocurrida en la historia de la humanidad. Así es como “resuelve” las grandes crisis el capitalismo: destruyendo brutalmente las fuerzas productivas, condenando a la miseria a la mayoría de la población, haciendo que la rueda de la historia retroceda en décadas. Bajo el capitalismo, cuando todos los factores de la economía se autoalimentan creando un espiral descendente (reducción del comercio mundial, caída de la inversión, depresión del consumo, tendencias proteccionistas al alza, incremento del peso de la deuda sobre la facturación), la intervención pública tiene efectos limitados y, finalmente, crea nuevas contradicciones.
La economía mundial hacia la depresión
Lógicamente, la burguesía mundial está preocupada. Su sistema hace aguas por todas partes. Temen que la economía entre en una fase de depresión profunda, con todos los efectos sociales, económicos y, sobre todo, políticos que conllevaría. La crisis del euro fue el tema estrella en la reunión del G-20 en México. Europa es el eslabón débil de la cadena capitalista mundial, está en vías de una nueva recesión y representa nada menos que el 60% del total de las importaciones mundiales. Además, ninguno de los bloques económicos está en condiciones de ejercer de locomotora de la economía mundial. Curiosamente, EEUU, que se presenta como modelo de crecimiento frente a Alemania, por su política monetaria flexible, tiene claros indicios de ralentización económica y los efectos sociales de la crisis capitalista están siendo igualmente devastadores para la mayoría de la sociedad. La economía brasileña está estancada (entre enero y marzo creció sólo un 0,2%). China también sigue una tendencia descendente, experimentando en el primer trimestre de 2012 la tasa de crecimiento más baja en tres años.
Toda la agitación en torno a la necesidad del crecimiento revela la desesperación de la clase dominante por su total impotencia ante la persistencia de la crisis. Además, la disyuntiva recortes o crecimiento, o la necesidad de “combinar ambas cosas”, también tiene un grandísimo componente propagandístico al servicio de los intereses de tal o cual burguesía, y es utilizada por todas para tratar de confundir a la clase obrera.
La base de los enfrentamientos en la UE
La base del enfrentamiento entre los diferentes gobiernos en la Cumbre Europea es el creciente choque de intereses de las diferentes burguesías europeas, en un contexto de grave crisis económica y financiera. La burguesía francesa y de los países periféricos claman por “más Europa”, que es un eufemismo para exigir una inmediata “mutualización de la deuda” (eurobonos). Pero eso es una manera de exportar los problemas al capitalismo alemán, y hacerle avalista de todas las deudas de los países más débiles de la eurozona. La burguesía alemana condiciona cualquier paso que la comprometa todavía más en materia de deuda al fortalecimiento efectivo de su control sobre la política económica de los demás estados, a lo que llaman, eufemísticamente, mayor “unidad política” de la UE.
Desde el punto de vista de los intereses de cada burguesía nacional estas posturas tienen su lógica, aunque globalmente lleven a una situación de crisis política permanente en la UE. Pero en ningún caso hay una política más favorable a los intereses de los trabajadores que otra, independientemente de que cada burguesía trate de presentarlo así ante sus respectivas clases obreras, o que dirigentes del PSOE, como Rubalcaba, estén dispuestos a hacer un frente común con el PP y se congratule de los resultados de la cumbre. Merkel trata de convencer a los trabajadores alemanes de que la culpa de la crisis de la deuda la tienen los despilfarradores del sur, y los gobiernos del sur culpan a la rigidez alemana del encarecimiento de la financiación de la deuda pública, que bloquea una hipotética salida de la crisis de esos países.
A pesar de todo el ruido, las medidas que se tomaron en la Cumbre Europea no varían un ápice el objetivo estratégico de todas las burguesías europeas de cargarse los restos del Estado del bienestar del viejo continente. Este objetivo persistiría incluso en la hipótesis de que se produjese una recuperación económica, que en todo caso no se vislumbra a corto y medio plazo.
¿Estabilización de la crisis financiera?
Respecto a las medidas tomadas en la cumbre destinadas a “tranquilizar a los mercados”, su naturaleza no difiere sustancialmente de las que se han tomado desde el inicio de la crisis. Se trata de preparar un nuevo manguerazo de liquidez para salvar al sistema financiero y evitar su colapso a corto plazo. Las consecuencias serán también, parecidas a las anteriores. Después de instantes de “euforia” de los mercados, volverán la inestabilidad, los problemas y las contradicciones, acumulados y aumentados.
Entre los tres países rescatados oficialmente, Grecia, Irlanda y Portugal, y los dos que ya lo están de facto, España e Italia —pues hubieran colapsado desde hace meses sin la asistencia del BCE—, más Chipre, arrastrado por la crisis griega, ya suman el 42% de la población y el 32% del PIB de la eurozona. Entre los seis, suman una deuda pública de casi cuatro billones de euros, que tiene que ser sostenida por países que teóricamente están “sanos”, especialmente Alemania y Francia. La situación es cada vez más crítica ya que los rescates no llevan a la estabilización, sólo ralentizan el camino hasta la suspensión de pagos; al mismo tiempo, la situación de los países acreedores es cada vez peor. Hasta ahora Alemania compensaba la caída de sus exportaciones al resto de Europa con un incremento hacia China y otros países, pero la demanda del gigante asiático está disminuyendo. El problema más acuciante es la dinámica de la economía real que, como hemos señalado, dista bastante aún de “ver la luz al final del túnel”.
Incluso la opción del rescate, en un momento determinado no sería factible dentro de la Unión Europea, dado el tamaño de los países afectados. No es casualidad que la principal medida del G-20 fuera aumentar la dotación del FMI hasta 400.000 millones. No está descartado que sea necesario un segundo rescate para el Estado español. Según datos del Banco de España, durante los cuatro primeros meses de 2012 hubo una retirada de inversiones del país por 121.200 millones de euros. En abril se retiraron depósitos bancarios por valor de 31.000 millones. No sólo el sistema financiero está amenazado de colapso, también las administraciones autonómicas (cuyo vencimiento de la deuda ha pasado de 5.000 millones en 2006 a 35.000 este año) y otras empresas privadas no financieras, atrapadas por el endeudamiento y la caída del consumo (recientemente se ha conocido que las concesionarias de autopistas tienen un agujero nada menos que de 3.000 millones).
Crisis sin solución bajo el capitalismo
La cumbre ha vuelto a poner en evidencia los dos únicos escenarios que la burguesía y el capitalismo pueden ofrecer para Europa. Parafraseando un comentario periodístico reciente, la Unión Europea se debate entre un espantoso final o un espanto sin fin. Por un lado, la crisis exacerba las tendencias hacia la desintegración de Europa; por otro, la presión de la competencia internacional por el mercado mundial empuja a evitarla, aunque sin resolver las contradicciones y los choques de intereses internos.
El euro es una moneda única asentada en varios Estados y economías, a menudo con intereses contrapuestos. Alcanzar la “plena integración” no es una cuestión técnica, de “arquitectura” o de concepción intelectual sino de homogeneización de los intereses nacionales de las diferentes burguesías, de la creación, en último término, de una nación europea. Sin embargo, el periodo de formación de naciones homogéneas corresponde al periodo juvenil del capitalismo. Ahora estamos en su fase decadente y, dentro de ella, en una profunda crisis de sobreproducción que está agravando tendencias contrarias, hacia el nacionalismo económico, con su respectivo reflejo en el plano político.
La ruptura del euro tendría consecuencias dramáticas y hasta cierto punto imprevisibles en toda la situación económica y política mundial. La vuelta a las monedas nacionales abriría las compuertas a una guerra proteccionista dentro de Europa, provocando un colapso aún mayor de la economía europea y mundial, que lógicamente afectaría de lleno a la economía alemana. Ningún sector de la burguesía mundial desea esta perspectiva, pero lo cierto es que esta posibilidad no está en absoluto cerrada.
Sin embargo, todos los pasos para conjurar esta ruptura, además de insuficientes, endebles, inestables, son profundamente reaccionarios desde el punto de vista de los trabajadores, ya que están asociados a garantizar los intereses del sector financiero en detrimento de todas las conquistas sociales de las últimas décadas. Lenin dijo que la unidad de Europa bajo el capitalismo era una utopía reaccionaria. Nunca esta idea ha estado tan vigente y va tan al fondo de la crisis que estamos viviendo en el viejo continente.
Por una política de independencia de clase
Los trabajadores tenemos que tener un punto de vista y un programa completamente independiente de tal o cual sector de la burguesía en sus disputas internas. Es evidente que Merkel, en representación de los intereses de la burguesía alemana, y en especial de su sector financiero, ha sido la principal valedora de la política de recortes sociales aplicados en Europa. Pero ¿acaso el gobierno del PP en el Estado español, o el gobierno de Monti en Italia, con su enfrentamiento a Merkel en la última Cumbre Europea, representan una alternativa mejor desde el punto de vista de los intereses de los trabajadores, un “frente” en el que nos debemos apoyar para luchar contra los ajustes?
Rajoy se ha convertido en un ferviente partidario del crecimiento económico, de los eurobonos y de “más Europa”. Sin embargo, su gobierno aplica contra los trabajadores la más grave política de recortes de gastos sociales y de derechos de las últimas décadas. Como muy claramente dijo en la cumbre europea el líder del PP, seguirá aplicando los recortes a rajatabla, no sólo por compromiso con sus socios europeos sino “por convicción propia”. Es decir, porque estos ataques no son sólo una exigencia alemana, sino también de la patronal española. Esta debe ser la única verdad que ha dicho Mariano desde que está en el gobierno.
No podemos olvidar que Monti, que apareció en la cumbre como el principal protagonista del enfrentamiento con Merkel, es un presidente “técnico” impuesto por el sector financiero alemán y que acaba de aprobar una durísima reforma laboral contra los trabajadores italianos, eliminando el artículo 18 del estatuto de los trabajadores, una reivindicación histórica de la patronal italiana que lógicamente también es partidaria de acabar con derechos y reducir el gasto social “por convicción propia”, al margen de lo que diga Merkel.
Incluso Hollande, que ha sido el principal abanderado de la “política de crecimiento”, y que ha sido elegido por el amplio rechazo a la política de ajustes que empezó a emprender Sarkozy y sobre cuyo gobierno existen importantes expectativas de cambio, no cuestionó el pacto fiscal europeo que había prometido revisar durante la campaña electoral, e incluso admitió “que Francia tendría que hacer ajustes en sus cuentas públicas”. Es inevitable que, al margen de las intenciones de un gobierno, si este acepta el capitalismo como único sistema posible acabe por aceptar su lógica y actuar según sus necesidades, con todas sus consecuencias.
Hacia la revolución europea
La situación social en Europa ya es dramática. Antes de la crisis ya había 85 millones de europeos por debajo del umbral de pobreza. En 2009, según estadísticas oficiales, 115 millones de personas estaban en riesgo de pobreza, el 23% de la población, a los que hay que sumar otros 100 o 150 millones al borde de esa situación. Mientras tanto, en los últimos 15 años los activos de los tres millones de millonarios europeos han crecido más que la suma total de las deudas de los países europeos.
En el Estado español hay ya casi 6 millones de parados y se prevé un millón más entre 2012 y 2013. Hay medio millón de familias desahuciadas. 10 millones de personas, el 22% de la población, malvive con 500 euros al mes y 2 millones con 300 euros. En las empresas se está produciendo una brutal ofensiva contra las condiciones laborales y salariales de los trabajadores. Los costes laborales unitarios han caído un 4,2% desde enero.
La ofensiva del gobierno en la sanidad y la educación está siendo salvaje y sus efectos no han hecho más que vislumbrarse. Se acaba de aplicar el copago en las recetas sanitarias. El próximo curso los centros públicos empezarán las clases con una falta de recursos y profesorado tremenda. Se habla ya de una subida del IVA, un nuevo empeoramiento en las pensiones y posiblemente, un endurecimiento de las condiciones de acceso al seguro de desempleo. La dinámica es la misma que la de Grecia, lo pinten como lo pinten.
Desde el inicio de la crisis económica hemos asistido a fuertes movimientos de protesta de los trabajadores y de los jóvenes en casi todos los países. En algunos, como en Grecia, la situación es ya prerrevolucionaria. En Francia en 2010 se llegó a una situación similar. Es sólo el principio. En el Estado español, y a pesar de la resistencia de los dirigentes de CCOO y UGT a una movilización contundente y continuada de la clase obrera, asistiremos a un nuevo curso político marcado por la lucha de la juventud y de la clase trabajadora.
La lucha de clases ha vuelto al viejo continente y tomará cuerpo en una clase obrera fuerte, que no está en absoluto derrotada y que hará honor a sus tradiciones. La única alternativa a la crisis capitalista es la transformación socialista de la sociedad. La única forma de unir a todos los pueblos de Europa en un proyecto común es con la Federación Socialista de Europa.
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