Hace un año, en el EM 234 de enero de 2010, dábamos cuenta del fracaso de la cumbre de Copenhague sobre el clima (COP15) celebrada en diciembre de 2009 y planteábamos que, mientras sigamos bajo este sistema capitalista y los gobiernos sólo se preocupen de favorecer los intereses de las multinacionales y no de la mayoría de la población, todo lo que se intente conseguir de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero no se va a llevar a la práctica, porque a los capitalistas sólo les interesa su cuenta de resultados y no la calidad de vida de la mayoría de la sociedad.
Hace un año, en el EM 234 de enero de 2010, dábamos cuenta del fracaso de la cumbre de Copenhague sobre el clima (COP15) celebrada en diciembre de 2009 y planteábamos que, mientras sigamos bajo este sistema capitalista y los gobiernos sólo se preocupen de favorecer los intereses de las multinacionales y no de la mayoría de la población, todo lo que se intente conseguir de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero no se va a llevar a la práctica, porque a los capitalistas sólo les interesa su cuenta de resultados y no la calidad de vida de la mayoría de la sociedad.
Pero que el cambio climático es un hecho y que la codicia de las multinacionales lo acelera más, también. Los capitalistas no quieren presentarse como los destructores del planeta, sino como sus salvadores y por tanto si una cumbre es un fracaso, se organiza otra y, mientras, van metiendo de rondón, entre los acuerdos, medidas mediante las cuales pueden volver a enriquecerse: comercio del carbono (MDL), REDD (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación de Bosques), etc. que son las siglas bajo las que camuflan sus intenciones de explotación de zonas madereras, acuíferos, etc. En diciembre de 2010 esa cumbre (la COP16) se ha celebrado en Cancún y ha contado con los parabienes del gobierno mexicano que ha sido el anfitrión perfecto.
Como explicamos en un artículo de El Militante nº 214, de marzo de 2008, escrito después de la Conferencia de Bali, los efectos del calentamiento global en la salud humana, en la economía, el impacto en el ambiente, son motivos de gran preocupación entre la mayoría de los científicos. El desequilibrio del sistema climático causa, como estamos comprobando en los últimos meses, más episodios extremos y frecuentes de calor y lluvias, más ciclones tropicales, más huracanes y tifones, más inundaciones y sequías intensas, más escasez de agua potable, aumento del nivel del mar, deterioro o pérdida de tierras agrícolas para producir, etc. El año 2010 ha sido, junto al año 2005 el más caluroso de la década que, a su vez ha sido la más calurosa desde que se estudia el clima.
A comienzos de 2011 las inundaciones de Australia han provocado grandes pérdidas de cosechas e infraestructuras, aunque las pérdidas de vidas humanas han sido mucho menores que las ocurridas en las mismas fechas en Brasil. Como vemos estos fenómenos dan lugar a: crisis alimentarias, muertes, extinción de ecosistemas y desplazamientos. El grupo de expertos del Foro de la Vulnerabilidad Climática, avisa de la muerte de cinco millones de personas en los próximos diez años si no se da una respuesta efectiva al reto del calentamiento global. Según este grupo, cada año mueren alrededor de 350.000 personas por motivos derivados del clima, como hambrunas o fenómenos meteorológicos extremos. El 99% de estas muertes, que para 2030 ascenderán a un millón cada año, sucede en países en vías de desarrollo.
Más privatización y mercantilización del clima
En una cumbre donde las deliberaciones se han hecho en los pasillos, sin debates donde se adoptasen acuerdos, al final se han puesto por escrito una serie de vaguedades, confusiones deliberadas, imprecisiones y buenas intenciones que, más que ir en la línea de profundizar en el recorte de emisiones de gases contaminantes, van en la línea de dinamitar los acuerdos de Kyoto. Estas vaguedades han permitido que todos los países presentes menos Bolivia firmasen la declaración final y así nos lo presentan como que ha habido un gran acuerdo. Pero en realidad ha sido otro gran fracaso como Copenhague y como será la próxima cumbre de Durban (Sudáfrica) en 2011.
Como escribe Silvia Ribeiro: “Los países más contaminantes y sus grandes industrias consiguieron lo que se proponían y más: rompieron cualquier compromiso vinculante de reducir emisiones; no establecieron ninguna meta de reducciones; crearon un fondo climático que será administrado por el Banco Mundial; legalizaron nuevos mecanismos de mercado, incluidas las peores versiones de REDD, que abre a una ola planetaria de privatización de bosques y expulsión de comunidades, además de ser un gran aliento a la especulación financiera”.
Por el contrario, como hemos explicado al margen de referencias vagas a cuestiones como el empleo decente en los países más afectados por el cambio climático, se abrió la puerta a una mayor privatización y mercantilización del clima. Como plantea Vía Campesina: “El balance es negativo para la humanidad, pues se abrieron las puertas al gran capital y a las trasnacionales para que continúen con sus negocios y sigan apostando con la vida”.
Hay voces que plantean que estamos viviendo por encima de nuestras posibilidades. Que la naturaleza no da más y, por tanto, en vez de luchar por el avance tecnológico y el crecimiento económico sin trabas, debemos parar y volver a producir lo estrictamente necesario. Pero hay cientos de millones de personas que no tienen lo imprescindible, que no comen o lo hacen muy deficientemente. Y, por otro lado, en la sociedad capitalista los burgueses necesitan abaratar los costes de producción atacando los niveles de vida de los trabajadores y aumentando su ritmo de explotación para así generar más ganancias que les permitan acumular más capital, necesitan cada vez ganar más invirtiendo menos.
Sólo expropiando a los capitalistas, y poniendo los medios de producción en manos de la clase obrera es posible reorganizar la forma de producir en la sociedad, y combatir el problema del calentamiento mundial y la contaminación del medioambiente. La plusvalía, es decir esa enorme masa de recursos económicos que produce la clase obrera y que va a los capitalistas, iría de nuevo a la sociedad, por lo tanto bajo una economía planificada democráticamente en poco tiempo se puede revertir la situación ambiental actual. Con todas las herramientas de la economía en manos de los trabajadores se podría planificar todo el trabajo en la sociedad en base a las necesidades reales de la población y no a las del mercado. Es necesario nacionalizar la banca, la gran industria, los monopolios y los latifundios para ponerlos bajo control democrático de los trabajadores. Esa es la tarea de la revolución socialista por la que luchamos desde El Militante.