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A partir de 1970 la recuperación del movimiento obrero gana en profundidad y extensión. Crecen las expectativas organizativas y se van definiendo los contenidos de la ruptura política con el franquismo. El proceso ascendente de luchas culmina en Vitoria-Gasteiz, en una huelga que implica una fractura radical con el Sindicato Vertical y las reformas que se proponen desde el régimen. Durante dos meses se crea un poder obrero que cuestiona de raíz el dominio patronal y el entramado jurídico institucional a su servicio. Los asesinatos del 3 de marzo de 1976 y la respuesta de la clase obrera proporcionan un impulso definitivo al proceso que desembocará en la conquista de los derechos y libertades más fundamentales.

Sin embargo, en aparente contradicción, las direcciones obreras van perdiendo la iniciativa política, renuncian a la ruptura democrática y pactan que los costos de la crisis económica recaigan principalmente sobre los trabajadores. Además, abandonan la defensa del derecho de autodeterminación para las nacionalidades históricas del Estado español, renuncian a depurar de fascistas las instituciones represivas y aceptan correr un tupido velo sobre años de represión franquista".

Esta cita pertenece al libro de Arturo Val del Olmo 3 de marzo. Una lucha inacabada, publicado por la Fundación Federico Engels y la incluimos porque es un muy buen resumen del contexto en el que se desarrollaron los hechos que desencadenaron la matanza del 3 de marzo del 76 y sobre los que se centra la película Llach. La revolta permanent.

No es habitual que hechos que protagonizó la clase trabajadora sean objeto de atención de los medios de comunicación o el cine y menos si se trata de un episodio que pone tan a las claras el papel del aparato del estado y a la clase que sirve.

Por suerte el velo cobarde que se cierne sobre la llamada transición y el ninguneo que sufre la memoria histórica de la clase obrera, desde la guerra civil hasta nuestros tiempos, es roto esporádicamente por algún director que pone a disposición de los protagonistas las cámaras para intentar romper un silencio ensordecedor. Es el caso de los hechos del 3 de marzo de 1976 en Vitoria-Gasteiz. Cinco trabajadores son asesinados por las "fuerzas del orden" franquista: Pedro María Martínez Ocio, trabajador de Forjas Alavesas, de 27 años, Francisco Aznar Clemente, operario de panaderías y estudiante, de 17 años, Romualdo Barroso Chaparro, de Agrator, de 19 años, José Castillo, de Basa, una sociedad del Grupo Arregui, de 32 años. Dos meses después moriría Bienvenido Pereda, trabajador de Grupos Diferenciales, con 30 años.

Los máximos responsables de la masacre son: Manuel Fraga Iribarne, entonces ministro de la Gobernación, junto con Rodolfo Martín Villa, ministro de Relaciones Sindicales y el general Campano, director de la Guardia Civil. En la actualidad, estos demócratas de toda la vida ocupan los siguientes cargos: Fraga, senador designado por el Parlamento gallego, cargo para el que fue elegido con 74 votos de los 75 que conforman el parlamento autonómico. Fraga ocupa desde 1990, el cargo honorífico de presidente-fundador del PP. Martín Villa, presidente de honor de Endesa y presidente de Sogecable.

Lluís Danès ha rodado un doble documental. Por un lado la trayectoria artística de Lluís Llach, cantautor convertido en los convulsos años setenta, junto con tantos otros, en voz de los que quieren acabar con el régimen putrefacto de Franco. Por otro lado cede la palabra a los protagonistas de las jornadas de marzo, trabajadores, familiares, que explican los días y las horas previas a la masacre, el ambiente entre los trabajadores y el trágico desenlace. Acusan con nombres y apellidos a los responsables de los asesinatos. Testimonios brutales de una realidad que se oculta bajo la venenosa excusa de la reconciliación y el "mirar al futuro" que siempre va ligado al "olvidar el pasado".

Llach impresionado por los hechos compone una canción en memoria de las víctimas. Canción que se convierte en himno y réquiem: Campanades a mort.

El documental acaba convergiendo las dos historias en un concierto de Llach en Vitoria-Gasteiz en conmemoración a las víctimas donde interpreta la canción. La película se convierte en un emotivo recuerdo a los trabajadores asesinados a los que aun no se ha reparado su memoria y aunque no acaba de poner al descubierto las auténticas tensiones de clase que desembocaron en la masacre, resulta un testimonio muy recomendable para recordar un pasado reciente que se funde con un futuro de lucha. Una lucha inacabada.


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