El lunes 27 de Enero el presidente del Parlament de Catalunya, Roger Torrent, junto al resto de dirigentes de ERC, aceptaban la inhabilitación de Quim Torra como diputado, resuelta por  la Junta Electoral Central (JEC) y el Tribunal Supremo (TS) por el “delito” de colgar una pancarta exigiendo la libertad de los presos políticos. Al día siguiente se oficializaba la ruptura del Govern JxCat-ERC, y el Presidente de la Generlitat anunciaba que convocará elecciones anticipadas.

Las resoluciones de la JEC y el TS no solo representan un ataque salvaje a la libertad de expresión más propio de regímenes dictatoriales que de una democracia. Son parte de la estrategia de la derecha españolista —que domina la alta judicatura y otras instituciones del aparato del Estado— para conseguir mediante medidas represivas lo que han sido incapaces de lograr en las urnas. La ofensiva de la reacción tiene, por tanto, un doble objetivo: debilitar el movimiento de masas que lucha por la república en Catalunya y desgastar al gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos saboteando cualquier posible vía de “diálogo”.

Ante un desafío semejante, los dirigentes de ERC y de JxCat se han negado a dar cualquier tipo de respuesta en la calle. Aunque mantienen una dura pugna por quién lidera la mayoría independentista en el Parlament, ambas formaciones coinciden totalmente en su intento de desactivar la crisis revolucionaria abierta en Catalunya tras el 1 y 3 de octubre de 2017.

El fracaso de la estrategia represiva frente a la fuerza y determinación del movimiento

Todos los planes de la burguesía española (y catalana) para liquidar la lucha por la república mediante juicios, cárcel y exilio, se han estrellado contra la fuerza y determinación del movimiento.

Durante los últimos dos años el pueblo catalán ha protagonizado la mayor movilización de masas en defensa de los derechos democráticos y contra el régimen monárquico del 78 desde el fin de la dictadura franquista. Aunque los medios de comunicación españoles intenten silenciarlo, el pasado mes de octubre se produjo un levantamiento popular con centenares de miles llenando las calles todos los días, con una represión policial incapaz de amedrentar a la juventud, y una jornada de huelga general el 18 de octubre que volvió a paralizar Catalunya y congregó a más de dos millones de manifestantes.

Estos acontecimientos pusieron los pelos de punta a la burguesía española y catalana, que respondieron con una brutal campaña de criminalización. La clase dominante es consciente que sectores cada vez más amplios están sacando conclusiones avanzadas. Una república catalana resultado de la movilización de las masas significaría un golpe decisivo al régimen del 78. Sería difícil que un pueblo capaz de un triunfo semejante aceptará que continuaran los recortes, la austeridad y la represión, La república catalana conquistada de esa forma abriría una fase de lucha de clases muy dura, y la idea de la transformación socialista de Catalunya se abriría paso con mucha fuerza contagiando a los trabajadores del resto del Estado español y de Europa. Por eso, pese a  las diferencias tácticas que afloran entre la burguesía española, catalana y europea, todos coinciden en la necesidad de descarrilar este movimiento que encierra un potencial revolucionario muy peligroso.

Las elecciones del 10N también reflejaron entre amplios sectores de la clase trabajadora y la juventud la voluntad de cerrar el paso a la reacción españolista y el rechazo mayoritario a la represión contra el pueblo catalán. En Catalunya, PP, Vox y Cs fueron arrasados: sólo obtuvieron 6 diputados de 48 y menos del 15% sumando todos sus votos. A nivel estatal, el 10N supuso también una derrota para el bloque de derechas, que no creció, aunque sus votos se redistribuyeron en beneficio del partido de Abascal.

La desaparición práctica de Cs y el debilitamiento del PP frente a Vox, cerró cualquier posibilidad de un gobierno del PSOE apoyado por la derecha, que era uno de los objetivos de la convocatoria electoral decidida por Pedro Sánchez. A ello se unió el  mensaje enviado por su electorado a los dirigentes del PSOE: dos escaños perdidos y 900.000 menos en todo el Estado (tan sólo en Catalunya fueron 171.675). El intento de envolverse en la bandera española para competir con Cs y PP fracasó estrepitosamente. Esto es lo que obligó a Pedro Sánchez a dar un giro de 180 grados, buscando el acuerdo de gobierno con UP y pactando con ERC.

El  pacto PSOE-ERC

Los dirigentes de ERC intentan justificar su acuerdo con el PSOE presentándolo como la única opción para impedir un gobierno PP-Vox-Cs. Pero su actuación está yendo mucho más allá de abstenerse para facilitar la investidura de Sánchez. Están desarrollando una estrategia de largo alcance que pretende exactamente lo contrario de aquello por lo que centenares de miles de personas les votaron: enterrar definitivamente la república, volviendo a la senda del autonomismo y la negociación con la burguesía española. 

Los dirigentes de ERC presentan como principal logro de su estrategia la mesa de diálogo sobre Catalunya con el gobierno. Aunque Pedro Sánchez rectificó el anuncio de que pospondría esta mesa hasta después de las elecciones catalanas, resulta evidente que el PSOE, y también Unidas Podemos, han dejado muy claro que el derecho de autodeterminación y la república son líneas rojas que ni serán consideradas.

Por tanto, la pregunta es concreta ¿Alguien piensa que una mesa semejante puede responder satisfactoriamente al derecho a decidir del pueblo catalán, o a la república catalana votada por más de dos millones en el referéndum del 1 de octubre de 2017? Con esta mesa de “dialogo” sólo se busca ganar tiempo y mandar un mensaje de que la “correlación de fuerzas” no da para más, tal como insisten una y otra vez los líderes de ERC esperando que el movimiento acuse el esfuerzo de estos años y se agote. Pero, en realidad, la correlación de fuerzas es totalmente favorable a la lucha por la república. Lo que falta es una dirección política que levante un programa revolucionario y una estrategia que la haga posible.

Continuar la lucha por la república con un programa revolucionario

Es temerario trazar una perspectiva cerrada de un proceso tan dinámico. Es evidente de que tanto el PSOE como Unidas Podemos quieren apuntalar su Gobierno de coalición, y están presionando para garantizarse el apoyo de ERC. La idea de un nuevo tripartito en el Govern de Catalunya, encabezado por ERC junto al PSC y En Catalunya en Común-Podem planea sobre el escenario. Por eso mismo Torra y Puigdemont han respondido con la táctica actual, aplazando la convocatoria electoral para poder desgastar a ERC y responsabilizar a Junqueras, Torrent y Rufián de la ruptura del bloque independentista. Piensan que así podrán mantener un resultado electoral lo mejor posible. Es evidente que en las próximas semanas las maniobras se sucederán, y ERC también se verá obligada a contraatacar.

Todos estos movimientos reflejan ante todo la enorme presión de fondo. Es incuestionable que millones de personas en Catalunya hemos decidido romper con el régimen del 78 y no renunciaremos a ese objetivo. Por eso, la clave para continuar esta lucha y conseguir la victoria es levantar una alternativa revolucionaria que unifique a la izquierda social y política, a los centenares de miles de jóvenes y trabajadores que luchamos consecuentemente por la república, y confronte con los dirigentes de la derecha catalanista y socialdemócratas que aceptan el capitalismo y pretenden disolver este movimiento de masas con maniobras parlamentarias.

Hay que unir la lucha por la liberación nacional a la transformación socialista de la sociedad, defendiendo una república catalana socialista que nacionalice las palancas fundamentales de la economía, la banca y los grandes monopolios, para acabar con los recortes, la falta de vivienda pública, la precariedad, los salarios miserables, la violencia patriarcal y la destrucción del medio ambiente.

Queremos una república socialista que barra las políticas privatizadoras del Govern, que arranque el poder de las manos de la oligarquía catalana y sus políticos, y conquiste la justicia social. Con esta bandera ganaríamos el apoyo de todos los oprimidos de Catalunya a la causa republicana y socialista, y estableceríamos un puente con los jóvenes y los trabajadores del resto del Estado en una batalla común.

Este es el único camino para resolver la opresión nacional de Catalunya sobre bases democráticas.

 

 

  

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