El curso político ha empezado en Catalunya con la escisión entre el partido liderado por Carles Puigdemont (Junts per Catalunya -JxCat-) y el PDeCAT. Tras perder el control de la formación liderada por Puigdemont, el aparato del PdeCAT denunciaba judicialmente a JxCat  para impedirle presentarse con esas siglas a cualquier contienda electoral. Inmediatamente, Puigdemont y decenas de cargos públicos ex convergentes abandonaban el PDeCAT. La ruptura se ha trasladado inmediatamente al Govern. Tras la remodelación anunciada por Quim Torra, el PDeCAT se queda -por primera vez desde que comenzó el procés- sin ningún conseller. 

El giro a la izquierda de las masas hunde el “espacio convergente”

Este enfrentamiento ha hecho emerger una crisis de la derecha catalanista que se prolonga desde hace tiempo. Un sector de dirigentes convergentes ya había decidido hace tiempo abandonar el PDeCAT y unirse a Puigdemont, otro intenta mantener el partido (al menos momentáneamente) como grupo de presión y negociación; y un tercero -liderado por la ex coordinadora Marta Pascal- fundaba en junio el Partido Nacionalista Catalán (PNC). El PNC se presenta como alternativa moderada al “independentismo unilateral” de Puigdemont, cita como referente al PNV y propone una especie de Convergéncia i Unió (CiU) 2.0.

La descomposición del PDeCAT y la posibilidad, confirmada por todas las encuestas, de que las fuerzas políticas que se proclaman herederas directas de CiU sufran una debacle histórica en cualquier posible escenario electoral constituye un acontecimiento político de primer orden, reflejando el profundo giro a la izquierda que se ha producido entre las masas en Catalunya, y que afecta muy significativamente a las capas medias, su base tradicional. 

Este giro a la izquierda se vio enormemente acelerado tras el referéndum del 1-O, que abrió una crisis revolucionaria en Catalunya que la burguesía española y catalana no han podido cerrar.

La lucha por llevar adelante el mandato del 1-O  ha desvelado ante millones de personas que la república catalana por la que luchamos los jóvenes y trabajadores, y amplios sectores de las capas medias, no tiene nada que ver con las políticas reaccionarias y capitalistas que defienden los políticos burgueses y pequeñoburgueses de la derecha catalanista. Buenos ejemplos de ello fueron la actuación represiva del propio Govern durante el levantamiento contra la sentencia condenatoria de los presos políticos catalanes por parte del Tribunal Supremo, enviando a los Mossos a reprimir salvajemente las movilizaciones. O su gestión de la pandemia, que pone de manifiesto los efectos devastadores de los recortes y políticas privatizadoras aplicadas por Convergència desde la Generalitat, unas políticas que continúan bajo el actual Govern JxCat-ERC.

Catalunya tiene el mayor porcentaje de centros sanitarios y residencias de ancianos privatizados (75% y 91% respectivamente),  algo que está costando miles de vidas. El Govern gobierna para sus amigos capitalistas, como muestran decisiones como la de regalar 43.000 euros a las clínicas privadas por cada paciente tratado en  UCIs dado de alta cuando el coste, según la propia patronal privada, es muy inferior.

CiU: El partido de la burguesía, del 3% y del régimen del 78

Desde la transición, la derecha catalanista -agrupada en CiU- consiguió una influencia de masas entre las capas medias que le permitió ser determinante en Catalunya. La principal causa de ello fue la claudicación histórica de los dirigentes del PSOE-PSC y PCE-PSUC, que renunciaron a defender el derecho de autodeterminación y aceptaron el régimen monárquico del 78 y la “sagrada unidad de España”. A ello se unió la supeditación de los dirigentes de ERC al nacionalismo burgués de CiU, que permitió a burgueses como Pujol, Mas, etc. presentarse como “los defensores de los intereses de Catalunya”.

Durante décadas, la burguesía catalana ha tenido en CiU un instrumento político que le permitía separar a amplios sectores de las capas medias de la clase obrera y la juventud y desviarlos de una verdadera lucha por la liberación nacional y social.  Los dirigentes burgueses de Convergència desempeñaron un papel clave en estabilizar el régimen del 78. Impusieron desde el Govern los recortes y ataques que necesitaban la burguesía española y catalana, apoyándolos también en el parlamento español, y sostuvieron gobiernos del PP y PSOE que acometieron las reconversiones, reformas laborales y ataques a los derechos democráticos cuyas consecuencias hoy sufrimos. A cambio, les permitieron participar en las mismas redes de corrupción que financian a todos los partidos del régimen del 78 y organizar impunemente tramas como la del 3%. 

Que un instrumento político tan poderoso como el que representaba CiU haya colapsado de manera  tan rápida e ignominiosa refleja la profundidad de la crisis revolucionaria que ha vivido Catalunya. El cuestionamiento masivo a  las políticas capitalistas de recortes y a la opresión nacional del régimen del 78 experimentó un salto cualitativo tras la crisis de 2008-2009, con impresionantes luchas de masas como la marea blanca y la ocupación de los CAP, en defensa de la sanidad pública; movilizaciones también muy importantes por la educación pública y el desarrollo del 15M, que tuvo algunas de sus movilizaciones más masivas y combativas en Catalunya. El crecimiento electoral de En Comú Podem (ganando varias elecciones generales en Catalunya) y ERC, o el desarrollo de la CUP, expresaban ese mismo giro a la izquierda.

Temeroso de perder su influencia sobre unas capas medias radicalizadas, un sector de dirigentes convergentes, con Mas al frente,  intentó utilizar demagógicamente un discurso independentista en el que nunca habían creído. Pero la profundización de la crisis capitalista y la represión hicieron estallar todo ese malestar y el movimiento revolucionario de las masas les desbordó totalmente.

¡Ninguna confianza en la derecha catalanista! Luchemos por una república socialista de los trabajadores y el pueblo

Los dirigentes de la derecha catalanista ven con pánico el impresionante movimiento de masas por la república catalana. Por eso intentan frenarlo.  Una república catalana resultado de la acción directa de las masas amenazaría sus privilegios y dominación de clase. Los jóvenes y trabajadores nunca renunciaremos a hacer nuestra la república, exigiendo políticas que acaben con los recortes, los despidos y desahucios y garanticen empleo, salarios, vivienda, educación y sanidad en condiciones dignas. 

Reflejando la presión de las masas, Puigdemont fue mucho más lejos de lo que el aparato del PDeCAT y sectores decisivos de la burguesía catalana consideraban razonable. Eso, y la brutal campaña antidemocrática de ataques y persecución política que sufrió (y sigue sufriendo) por parte del aparato judicial y estatal del régimen del 78, le han dado apoyo y reconocimiento entre amplios sectores de las masas que luchan por la república. Pero Puigdemont  es un político burgués que carece de una alternativa consecuente para hacer realidad la república por la que luchamos los trabajadores y el pueblo.

Como President y desde el exilio ha sido copartícipe de todas las políticas del Govern, que continúan los recortes y privatizaciones de los anteriores gobiernos convergentes, profundizando el empobrecimiento y el deterioro de las condiciones de vida de la clase trabajadora y el pueblo de Catalunya. Si analizamos la práctica de los dirigentes de JxCat desde el 1-O del 2017, su papel ha sido frenar la lucha por la república e incluso reprimirla. Torra y el en ese momento Conseller d'Interior, Miquel Buch, fueron los máximos responsables de la brutal actuación de los Mossos d'Esquadra en octubre-noviembre de 2019. En la nueva dirección de JxCat impulsada por Puigdemont siguen participando destacados representantes del empresariado catalán como Albert Batet o el nuevo conseller d'Indústria designado por Torra: Ramón Tremosa; así como decenas de alcaldes, parlamentarios, consellers y otros cargos públicos procedentes del PDeCAT. 

El rechazo creciente a las políticas del Govern ha agudizado la  crisis en su seno, abriendo una lucha a cuchillo entre JxCat y ERC. En esta pugna el partido de Puigdemont intenta marcar distancias con el desprestigiado aparato del PDeCAT para obtener mejores resultados electorales. Esa es también la razón de que, en su reciente remodelación gubernamental, Torra haya prescindido de Buch, el conseller d'Interior cuyo cese exigían las masas desde hace dos años. A pesar de que Buch pertenece a esos políticos convergentes que han roto con el PDeCAT para unirse a JxCat.

La gestión capitalista de la pandemia, los centenares de miles de despidos y nuevos ataques a los derechos democráticos -como la suspensión del tercer grado a los presos políticos por parte de la Fiscalía, dependiente del Gobierno central- hacen más necesario que nunca continuar la lucha por una república catalana de la gente trabajadora. Al mismo tiempo,  la actual crisis de la derecha catalanista refleja su enorme debilidad y lo favorable que es la correlación de fuerzas para desplazarla de la dirección del movimiento.

La posición que mantienen los dirigentes burgueses y pequeñoburgueses de la derecha catalanista al frente del “procés” aleja a sectores decisivos de la clase obrera catalana de la lucha por la república y representa un lastre enorme para el objetivo de ganar a los jóvenes y trabajadores del resto del estado y de Europa para esta lucha. El principal factor que permite a la derecha nacionalista mantener esa posición es la política de los dirigentes de la izquierda.

Los dirigentes de Catalunya en Comú-En Comú Podem tenían una posición inmejorable para unir al conjunto de la clase obrera y el pueblo de Catalunya con un programa que plantease la lucha por la república catalana de los trabajadores y el pueblo, extendiendo esa lucha a los trabajadores y jóvenes del resto del estado y vinculándola a la necesidad de derribar al régimen del 78 y construir una república federal socialista basada en la unión voluntaria de todos los territorios que así lo decidan. En lugar de ello, primero adoptaron una posición equidistante entre la justa lucha de las masas por llevar adelante el mandato del 1-O y la represión salvaje del Estado y finalmente han acabado justificando la negación del derecho de autodeterminación.

Por su parte, los dirigentes de ERC recibieron un apoyo masivo en las últimas convocatorias electorales para continuar la lucha por la república aplicando políticas de izquierdas. Sin embargo, están haciendo todo lo contrario: renunciar al mandato del 1-O, buscar el pacto con el régimen del 78 y aplicar los mismos recortes y privatizaciones desde el Govern que  JxCat, cediendo a los intereses de la burguesía española y catalana.  Otro factor determinante es la renuncia de los dirigentes de la CUP  a intervenir decididamente en el movimiento de masas por la república planteando una lucha independiente de la derecha y defendiendo un programa de clase y un plan de movilizaciones que una claramente la lucha por la república a la transformación socialista de la sociedad.

Este es el único programa que puede desbancar a la derecha, derrotar al régimen del 78 y conquistar la república. La dirección del movimiento de liberación nacional debe estar en manos de los trabajadores y trabajadoras, basarse en la lucha en las calles y defender una república catalana socialista que unifique al conjunto de los oprimidos y oprimidas para tumbar el régimen capitalista del 78. ¡Ni un paso atrás en la lucha por la república! ¡Únete a Esquerra Revolucionària para luchar por estas ideas!

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