“Hay que reformar ya la política de inmigración. Ya empezamos a ver algunas cosas que no son buenas... Hay 180.000 extranjeros cobrando el seguro de desempleo y ya volvemos a tiempos pasados: ya hay 20.000 andaluces que han pedido trabajo en la vendimia francesa”.
Mariano Rajoy, El País, 16/09/08
“Las principales asociaciones de inmigrantes no están interesadas en la propuesta del Gobierno de favorecer el regreso a sus países de origen”.
El País, 20/09/08
Éstas son dos respuestas distintas que ha recibido el gobierno a su reciente plan de retorno voluntario para inmigrantes desempleados. Por supuesto, los inmigrantes rechazamos masivamente la “invitación” del ministro de Trabajo e Inmigración: “Celestino Corbacho, que en junio estimaba en más de un millón el número de inmigrantes que se acogerían a su plan, redujo ayer la entusiasta cifra a 87.000” (El País, 20/09/08). ¿Alguien se extraña? ¿Cómo pretende el gobierno que retornemos a países donde nos espera paro masivo, miseria, violencia, etc.? ¿Cómo retornamos a un lugar donde muchos ni siquiera tenemos casa ya que la vendimos para poder venir a buscar una vida mejor?
La derecha aprovecha cualquier resquicio que se abra para meter su veneno, para sembrar el odio al extranjero, para culparnos de todo. ¿Alguien se extraña por esto también? A medida que la crisis capitalista se va desarrollando y se perciben sus consecuencias, la burguesía mediante su representante político directo azuza la división entre la clase trabajadora y, de paso, solicita más restricción a los derechos democráticos.
Con este telón de fondo, el gobierno (con el apoyo entusiasta de CiU) prepara un nuevo ataque a la clase trabajadora con una reforma de la Ley de Extranjería. Alguno pensará: “bueno, eso es un asunto de los inmigrantes”. Consuelo de tontos. Cada retroceso en las condiciones de vida y en los derechos de los trabajadores inmigrantes termina afectando a la clase obrera nativa. Esto se refleja en el aumento en la temporalidad y precariedad de la juventud, en la discriminación de la mujer, en los accidentes laborales que se suceden y en la represión sindical que sufren todos los trabajadores. Mientras que a los “de afuera” nos intentan apartar del sistema educativo, a los hijos de los trabajadores les ponen piedras en el camino a la universidad para que dejen de estudiar temprano y curren por una basura de sueldo, con 16 años y sin derecho a votar… ¡igual que a los “de afuera”!
Los dirigentes sindicales deben abandonar su política de esconder la cabeza como el avestruz. El discurso de mano dura, de competir a ver quién echa más gente, de aceptar recortes de derechos… eso hay que dejárselo a la derecha y la burguesía. La izquierda y los sindicatos de clase tienen que defender incondicionalmente los intereses de los trabajadores por encima de cualquier frontera, raza, sexo o religión. La mejor forma de combatir la xenofobia no es con más policías y militares, sino dándonos más derechos a los inmigrantes, los mismos que conquistaron los trabajadores de aquí con su lucha, los mismos que ahora están en peligro. Hay que defender una educación, sanidad y servicios públicos de calidad controlados por sus trabajadores. No permitir que se conviertan en negocios. Para conseguir esto hay un obstáculo: los intereses de una minoría de privilegiados, los burgueses, que ahora quieren aprovechar “su” crisis para apretarnos las tuercas a los que creamos la riqueza del mundo. ¡Ésta es una oportunidad para unir a los trabajadores contra el enemigo común!
¡Ningún ser humano es ilegal!
¡No a la Ley de Extranjería!
¡Nativa o extranjera,
la misma clase obrera!