El viernes 3 de abril, unos 800 delegados de CCOO se dieron cita en
Gijón para debatir la actual situación económica, su impacto sobre los
trabajadores y las medidas que se deben tomar por parte de los
sindicatos. El lema era "Frente a la crisis, movilización". El
desarrollo de la asamblea escenificó con claridad la disyuntiva en la
que se encuentra ahora mismo CCOO.
El viernes 3 de abril, unos 800 delegados de CCOO se dieron cita en Gijón para debatir la actual situación económica, su impacto sobre los trabajadores y las medidas que se deben tomar por parte de los sindicatos. El lema era "Frente a la crisis, movilización". El desarrollo de la asamblea escenificó con claridad la disyuntiva en la que se encuentra ahora mismo CCOO.
Por una parte, la intervención del secretario de Acción Sindical, Ramón Górriz, giró en torno a la inconveniencia de convocar una huelga general, con el conocido argumento de que "no ha habido un ataque directo a los trabajadores". A partir de ahí, se sucedieron las intervenciones, a favor y en contra. Nicomedes Sánchez, responsable de política industrial de la Federación de Industria, reconoció que "hasta hace unos meses, yo era firme partidario de la negociación, pero a día de hoy tengo que reconocer que estaba equivocado". También Maximino García, secretario general de la Federación de Industria, sorprendió cuando dijo que "no debe extrañarnos que los compañeros hablen de la huelga general, yo mismo creo que es necesaria y que tenemos que pensar en prepararla porque hay que reconocer que la negociación no está dando resultados".
¿Qué ha pasado para que dirigentes que siempre se han caracterizado por su "moderación" defiendan ahora la necesidad de movilizaciones contundentes, contra el criterio del secretario general, Antonio Pino?
Desde nuestro punto de vista, la realidad se está imponiendo crudamente a los deseos de algunos dirigentes sindicales. No es ninguna casualidad que las voces discrepantes con más peso vengan de los sectores industriales más castigados por la crisis y que están representados por las federaciones más influyentes en Asturias. En el momento de escribir este artículo, la siderúrgica Arcelor ha llevado a cabo la parada de un horno alto y otras instalaciones, e iniciará un expediente de regulación de empleo próximamente, además de haber congelado el salario de la plantilla, tras un acuerdo con el comité de empresa. Los movimientos de Arcelor están teniendo un efecto inmediato en todas las empresas auxiliares que trabajan para la compañía, que han despedido hace meses a todos sus trabajadores eventuales, y que ahora amenazan al empleo fijo. La siderúrgica Arcelor Mittal representa el 12% del PIB asturiano. En esta situación, cualquier dirigente serio sabe que la lucha empresa a empresa es un suicidio. La única posibilidad para frenar los despidos es una lucha conjunta y lo más amplia posible para forzar medidas políticas de defensa de los derechos de los trabajadores, y para obligar a la patronal a no seguir cargando el peso de la crisis a nuestras espaldas. Y el mecanismo para llevar esto a cabo es simple y llanamente, la huelga general.
¿Por qué no defender la nacionalización de las empresas en crisis?
De nuevo Górriz se respondía a sí mismo con un argumento sorprendente: "porque bajo este sistema, nacionalizar una empresa significa socializar las pérdidas y privatizar los beneficios"... Decimos que es sorprendente pues, precisamente eso, "socializar las pérdidas", es lo que están haciendo todos los gobiernos del mundo, incluido el gobierno español, a través de miles de millones de euros de las arcas públicas a manos de los banqueros y grandes empresarios sin que desde las cúpulas sindicales se haya alzado ninguna voz contundente para pedir que cese este expolio del dinero de los trabajadores. Antes al contrario, tanto desde CCOO como desde UGT se han calificado estas medidas como "necesarias" aunque "insuficientes". Entonces parece que podemos aceptar que se salven los beneficios empresariales, pero no vamos a defender la nacionalización de las empresas para salvar el empleo ¿Por qué motivo? Y lo más importante ¿Cuál es nuestra alternativa frente a los despidos, cierres patronales y deslocalizaciones que van a ser la tónica general en el próximo periodo?
Huelga general y ocupaciones, implícitas en la situación
Pues parece ser que la inversión en I+D y pedir a los empresarios que no aprovechen la crisis para deshacerse de más empleo del necesario (¡!). Pero ni la inversión en I+D frenará la sangría del paro, ni los empresarios van a actuar ahora como hermanitas de la caridad. Todo lo contrario, sus propuestas son bien conocidas: flexibilizar el mercado laboral, rebaja de las cotizaciones empresariales, congelación salarial (que ya está aplicándose, saltándose todos los "acuerdos" previos con los sindicatos).
Si decimos esto es porque pensamos, que, al igual que el debate sobre la huelga general, que nadie quiere pero de la que todos se ven obligados a hablar, la consigna de la nacionalización de las empresas en crisis también comenzará a abrirse paso en el próximo periodo por una cuestión elemental: será la única posibilidad de defender el empleo de miles y decenas de miles de trabajadores.
Los métodos de lucha tradicionales del movimiento obrero (la huelga general, la ocupación de empresas, la demanda de la nacionalización) no son buenas ideas en la cabeza de los dirigentes sindicales, sino herramientas que, bien utilizadas se han demostrado útiles para defender los derechos y condiciones de vida de los trabajadores a lo largo de la historia. Por eso, en momentos críticos, como el que ahora estamos viviendo, esas ideas y debates resurgen una y otra vez, sin que nadie sepa muy bien quién los promueve e inevitablemente chocan con sectores del aparato que no quieren, o no pueden, comprender que la nueva realidad no deja margen al pacto, que ya no es posible arrancar ningún tipo de concesión significativa a la patronal si no es con la movilización más intensa y amplia posible, que ya no se pueden defender los intereses de los trabajadores si no es cuestionando el derecho de los capitalistas a la propiedad de los medios de producción. Y no sería de extrañar que este debate se impusiera en cualquier momento por la vía de los hechos, es decir que se produjera la ocupación de alguna empresa por parte de sus trabajadores, como ya está ocurriendo en EEUU y en algunos países europeos.
Por una parte, la intervención del secretario de Acción Sindical, Ramón Górriz, giró en torno a la inconveniencia de convocar una huelga general, con el conocido argumento de que "no ha habido un ataque directo a los trabajadores". A partir de ahí, se sucedieron las intervenciones, a favor y en contra. Nicomedes Sánchez, responsable de política industrial de la Federación de Industria, reconoció que "hasta hace unos meses, yo era firme partidario de la negociación, pero a día de hoy tengo que reconocer que estaba equivocado". También Maximino García, secretario general de la Federación de Industria, sorprendió cuando dijo que "no debe extrañarnos que los compañeros hablen de la huelga general, yo mismo creo que es necesaria y que tenemos que pensar en prepararla porque hay que reconocer que la negociación no está dando resultados".
¿Qué ha pasado para que dirigentes que siempre se han caracterizado por su "moderación" defiendan ahora la necesidad de movilizaciones contundentes, contra el criterio del secretario general, Antonio Pino?
Desde nuestro punto de vista, la realidad se está imponiendo crudamente a los deseos de algunos dirigentes sindicales. No es ninguna casualidad que las voces discrepantes con más peso vengan de los sectores industriales más castigados por la crisis y que están representados por las federaciones más influyentes en Asturias. En el momento de escribir este artículo, la siderúrgica Arcelor ha llevado a cabo la parada de un horno alto y otras instalaciones, e iniciará un expediente de regulación de empleo próximamente, además de haber congelado el salario de la plantilla, tras un acuerdo con el comité de empresa. Los movimientos de Arcelor están teniendo un efecto inmediato en todas las empresas auxiliares que trabajan para la compañía, que han despedido hace meses a todos sus trabajadores eventuales, y que ahora amenazan al empleo fijo. La siderúrgica Arcelor Mittal representa el 12% del PIB asturiano. En esta situación, cualquier dirigente serio sabe que la lucha empresa a empresa es un suicidio. La única posibilidad para frenar los despidos es una lucha conjunta y lo más amplia posible para forzar medidas políticas de defensa de los derechos de los trabajadores, y para obligar a la patronal a no seguir cargando el peso de la crisis a nuestras espaldas. Y el mecanismo para llevar esto a cabo es simple y llanamente, la huelga general.
¿Por qué no defender la nacionalización de las empresas en crisis?
De nuevo Górriz se respondía a sí mismo con un argumento sorprendente: "porque bajo este sistema, nacionalizar una empresa significa socializar las pérdidas y privatizar los beneficios"... Decimos que es sorprendente pues, precisamente eso, "socializar las pérdidas", es lo que están haciendo todos los gobiernos del mundo, incluido el gobierno español, a través de miles de millones de euros de las arcas públicas a manos de los banqueros y grandes empresarios sin que desde las cúpulas sindicales se haya alzado ninguna voz contundente para pedir que cese este expolio del dinero de los trabajadores. Antes al contrario, tanto desde CCOO como desde UGT se han calificado estas medidas como "necesarias" aunque "insuficientes". Entonces parece que podemos aceptar que se salven los beneficios empresariales, pero no vamos a defender la nacionalización de las empresas para salvar el empleo ¿Por qué motivo? Y lo más importante ¿Cuál es nuestra alternativa frente a los despidos, cierres patronales y deslocalizaciones que van a ser la tónica general en el próximo periodo?
Huelga general y ocupaciones, implícitas en la situación
Pues parece ser que la inversión en I+D y pedir a los empresarios que no aprovechen la crisis para deshacerse de más empleo del necesario (¡!). Pero ni la inversión en I+D frenará la sangría del paro, ni los empresarios van a actuar ahora como hermanitas de la caridad. Todo lo contrario, sus propuestas son bien conocidas: flexibilizar el mercado laboral, rebaja de las cotizaciones empresariales, congelación salarial (que ya está aplicándose, saltándose todos los "acuerdos" previos con los sindicatos).
Si decimos esto es porque pensamos, que, al igual que el debate sobre la huelga general, que nadie quiere pero de la que todos se ven obligados a hablar, la consigna de la nacionalización de las empresas en crisis también comenzará a abrirse paso en el próximo periodo por una cuestión elemental: será la única posibilidad de defender el empleo de miles y decenas de miles de trabajadores.
Los métodos de lucha tradicionales del movimiento obrero (la huelga general, la ocupación de empresas, la demanda de la nacionalización) no son buenas ideas en la cabeza de los dirigentes sindicales, sino herramientas que, bien utilizadas se han demostrado útiles para defender los derechos y condiciones de vida de los trabajadores a lo largo de la historia. Por eso, en momentos críticos, como el que ahora estamos viviendo, esas ideas y debates resurgen una y otra vez, sin que nadie sepa muy bien quién los promueve e inevitablemente chocan con sectores del aparato que no quieren, o no pueden, comprender que la nueva realidad no deja margen al pacto, que ya no es posible arrancar ningún tipo de concesión significativa a la patronal si no es con la movilización más intensa y amplia posible, que ya no se pueden defender los intereses de los trabajadores si no es cuestionando el derecho de los capitalistas a la propiedad de los medios de producción. Y no sería de extrañar que este debate se impusiera en cualquier momento por la vía de los hechos, es decir que se produjera la ocupación de alguna empresa por parte de sus trabajadores, como ya está ocurriendo en EEUU y en algunos países europeos.