A finales del pasado mes de julio los militantes y simpatizantes del PCE recibíamos una mala noticia: en 2008 no se celebrará la tradicional Fiesta del partido. Si bien es cierto que este paso atrás era previsible, pues desde hacía ya bastantes años el declive de la Fiesta era notorio, no por ello es menos trascendente. Estamos ante un punto de inflexión en la historia del Partido Comunista de España.
Alrededor de medio millón de personas participaron en la fiesta del Partido Comunista de España ... Los beneficios que el PCE obtendrá de la fiesta monstruo de la Casa de Campo superarán ampliamente, según previsiones del propio partido, a los casi veinte millones de superávit del pasado año, fecha en que los ingresos alcanzaron casi 75 millones y los gastos ascendieron a 56 (...) Los ingenieros que prepararon las instalaciones para la fiesta calcularon en cerca de 300.000 las personas que seguían, bien directamente o a través de circuitos de televisión, el discurso de Santiago Carrillo.
El País, 3 de octubre de 1978
Entendemos que la histórica Fiesta que hemos conocido ya no es posible en sentido material y económico.
Comisión Permanente del PCE, julio de 2008
A finales del pasado mes de julio los militantes y simpatizantes del PCE recibíamos una mala noticia: en 2008 no se celebrará la tradicional Fiesta del partido. Si bien es cierto que este paso atrás era previsible, pues desde hacía ya bastantes años el declive de la Fiesta era notorio, no por ello es menos trascendente. Estamos ante un punto de inflexión en la historia del Partido Comunista de España.
Mucho más que una fiesta
La Fiesta del partido era mucho más que una fiesta popular o una actividad organizada por los militantes comunistas, la Fiesta era el termómetro de la fuerza social del PCE. Esa fue la clave del éxito hace tres décadas. Entonces el Partido se apoyaba en la confianza y dedicación de decenas de miles de militantes, así como en la activa simpatía que amplias capas de la clase obrera sentían hacia él aunque no tuvieran el carné. Semejante apoyo social contagiaba a intelectuales y artistas, que participaban desinteresadamente en un acontecimiento de enorme proyección pública. La clave, el motor que generaba el entusiasmo necesario para garantizar este fabuloso resultado no era otro que un Partido Comunista considerado, por sectores importantes de las masas, como una herramienta útil para la lucha por la transformación socialista de la sociedad.
A primera vista, podría haber una aparente contradicción en el hecho de que las fiestas más exitosas se produjeran bajo la secretaría general de Santiago Carrillo, quien enarbolando la bandera del eurocomunismo, condujo con mano firme al partido a una política de colaboración de clases, los pactos de la Moncloa, la aceptación de la bandera rojigualda, la monarquía y la Constitución. Fue precisamente en aquellos años, en los que el PCE emergía como la organización con más prestigio por su trayectoria en la lucha contra la dictadura, cuando la dirección dejó claro ante cientos de miles de trabajadores que no era el momento de luchar por la revolución socialista sino el de consolidar la democracia burguesa. Esos mismos dirigentes no dudaron en sustituir, con la oposición de miles de los mejores militantes, la movilización de los trabajadores por la actividad en las instituciones de la burguesía. Éste es el hecho decisivo que explica la profunda crisis que asola al PCE y, también, el declive de la Fiesta. Esta política, desarrollada con mayor o menor intensidad desde mediados de los 70, ya sea desde la dirección del Partido o desde la de IU -en cuyos máximos órganos el partido ha disfrutado de una amplia mayoría- y cuyos efectos devastadores se han dejado sentir en una tremenda pérdida de su influencia sindical, ha terminado por convencer a muchos de que el PCE no es una herramienta revolucionaria.
Sólo la vuelta al marxismo puede salvar al partido
Cualquier comunista es absolutamente consciente de los enormes obstáculos y las presiones de todo tipo que se levantan frente a nosotros y dificultan nuestra labor. Pero utilizar las dificultades que impone la clase dominante a los revolucionarios para justificar los propios errores, sólo puede conducir a un desastre mayor. La actual Comisión Permanente del PCE enumera en un comunicado las causas que, a su juicio, han provocado la suspensión de la Fiesta: "la presión que desde el Ayuntamiento de Madrid hemos sufrido para que desalojáramos la Casa de Campo ... el modelo de Fiesta basado en grandes actuaciones musicales que atraían al público necesario para financiar con la entrada el conjunto de los gastos de la Fiesta se agotó hace años ... los espacios de las federaciones ... han venido también resistiéndose en los últimos años por un descenso en el consumo, en el trabajo voluntario y un aumento en los costes que ha ocasionado pérdidas en numerosas ocasiones ... los cambios producidos en las costumbres de la sociedad y su forma de entender el ocio, especialmente entre algunos sectores de la juventud, con la aparición de fenómenos como el botellón, ... la falta de apoyo de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado a pesar de los acuerdos ... la situación económica que atraviesa el Comité Federal ...".
Francamente, no parece razonable que quienes dirigen un partido comunista expliquen un retroceso de semejante magnitud por el sabotaje de la derecha, la falta de colaboración de la policía o los hábitos de ocio que este sistema genera entre la juventud. ¿Qué esperaban estos camaradas? ¿Quizás el apoyo del Estado burgués, sus instituciones y sus representantes políticos?
La primera Fiesta que celebró el PCE, el 16 de junio 1977, no contó tampoco con ninguna facilidad. Hubo que celebrarla en Torrelodones, una localidad de la sierra norte de Madrid sin ninguna tradición proletaria en un momento además en el que las bandas fascistas hostigaban impunemente a los militantes de la izquierda. Ni tan siquiera el tiempo ayudó, pues ese día cayó una lluvia torrencial. A pesar de todo la Fiesta fue un rotundo éxito con la participación de cientos de miles de personas, y dos meses después se celebró otra edición, esta vez sí, en las instalaciones de la Casa de Campo al completo.
Nadie que tenga un mínimo de experiencia política despreciará o cuestionará los enormes esfuerzos, dificultades y sacrificios que implica la organización de la Fiesta anual del PCE. Sin embargo no es ahí donde se encuentra la explicación a este doloroso paso atrás. Si queremos llegar al corazón del problema tendremos que reconocer que la causa decisiva es que la dirección del partido ha liquidado una parte muy considerable de su capital político más preciado, que no son las actas de diputados, ni las apariciones en los medios de comunicación de la burguesía, sino el apoyo entre la clase obrera y la juventud y su capacidad para generar entusiasmo y confianza entre las mismas. Es un problema exclusivamente político, que hunde sus raíces en el abandono del programa del marxismo y de una estrategia para la construcción de un partido revolucionario. La tarea de recuperar el terreno perdido no puede ser obra de aquellos que han hundido al partido en el marasmo que hoy atraviesa. Esto sólo puede ser obra de los trabajadores y jóvenes con conciencia comunista decididos a extraer las lecciones de esta dolorosa decadencia y colocar el programa del marxismo revolucionario, no en las palabras sino en los hechos, como la brújula que guíe la organización.