¡Parar el país para parar los ataques! ¡Contra los recortes del gasto social, contra la dictadura de los banqueros!
El domingo 19 de junio se vivió una jornada histórica. Un mes después de las manifestaciones del 15 de mayo, tras semanas de asambleas y concentraciones masivas que hicieron frente a los ataques represivos de la policía y a las campañas de criminalización de los medios de comunicación, cientos de miles de trabajadores, jóvenes, desempleados, pensionistas tomaron las calles de todo el Estado español. El clamor popular que se escuchó contra la dictadura de los banqueros, las políticas de recortes sociales aplicadas por un gobierno que se ha sometido al dictado de los poderes económicos, contra el desempleo, por la nacionalización de la banca, contra la corrupción del sistema político… contó en esta ocasión con un añadido fundamental: la exigencia y la voluntad de organizar una huelga general que paralice la vida económica y social del país para conquistar las demandas que el movimiento ha puesto encima de la mesa.
El 19J ha supuesto un paso adelante incontestable. Y de este paso han dado testimonio las grandes manifestaciones de Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia o Málaga, entre muchas otras, con la incorporación de decenas de miles de trabajadores, muchos de ellos militantes de base de las organizaciones sindicales y activistas de la izquierda. Las grandes demostraciones del domingo han dejado claro muchas cosas y, muy especialmente, la oposición mayoritaria a la política de pactos y concesiones llevadas a cabo por las direcciones de CCOO y UGT. La manifestación de Madrid, que ha abarrotado la Plaza de Neptuno congregando a cerca de 150.000 personas, fue precedida de la marcha de las columnas que desde los barrios obreros han llevado su mensaje al centro de la capital: Carabanchel, Vallecas, Leganés, Getafe, Hortaleza, Moratalaz…aportaron a la movilización la voz de la clase trabajadora y la juventud más oprimida. Algo que también ha ocurrido en la Barcelona, dónde más de 200.000 personas, con un componente de trabajadores y jóvenes predominante, han llenado el centro de la ciudad. Este aspecto, que en las crónicas de muchos diarios burgueses en el día de hoy es silenciado, ha dotado al movimiento del 15M de un contenido de clase y anticapitalista extraordinario
Un enorme potencial revolucionario
La masividad de las manifestaciones del 19J echan por tierra todos los lamentos de aquellos escépticos que han culpado a los trabajadores y la juventud de “falta de rebeldía”. Un tantra que han repetido hasta la saciedad los dirigentes de CCOO y UGT para justificarse y dar una coartada a su estrategia de desmovilización y paz social. Pero también, los acontecimientos de este mes han servido para borrar de un plumazo las ideas de aquellos sectores de la izquierda que pontifican en sus medios cibernéticos sobre el supuesto giro a la derecha de la sociedad. Dos caras de una misma moneda que han sido desmentidas en la arena de la lucha de clases con esta movilización impresionante.
El 19J y todas las acciones de las semanas precedentes muestran también el potencial revolucionario que existe en la clase obrera y entre la juventud. Años de crisis salvaje del capitalismo, de ataques a conquistas históricas del movimiento obrero, de recortes continuos a los gastos sociales, de cierres de empresas y despidos masivos, han convivido con un persistente desvió de recursos públicos a los bolsillos de los grandes bancos y empresas, de contrarreformas laborales que han aumentado el poder empresarial hasta convertir a la clase trabajadora en una legión de esclavos sin apenas derechos. Toda la frustración, la rabia acumulada, el descontento profundo, se ha expresado con una fuerza que ha sorprendido a muchos. Esta es la forma en que la toma de conciencia va labrándose, a saltos, golpes y cambios bruscos, espoleada por la desfachatez de un sistema político entregado al gran capital que sólo sabe recurrir a la represión policial para intentar doblegarnos.
Este potencial revolucionario ha sido puesto de relieve en la acción, en las calles, pero también en el conjunto de demandas que se han debatido y aprobado en numerosas asambleas de barrio y ciudad. Todas las aspiraciones más sentidas tienen un inequívoco signo anticapitalista: Nacionalización de la banca; incremento del salario mínimo; reducción de la jornada laboral para luchar contra el paro; defensa de las pensiones, la sanidad y la educación pública; retirada de todas las contrarreformas aprobadas, laboral, pensiones, negociación colectiva; nacionalización de las empresas en crisis…Además, la idea de una democracia real, que trascienda esta pantomima parlamentaria en la que sus señorías ponen el sello a las decisiones que se toman en los consejos de administración de la gran banca y los grandes monopolios económicos, también esconde la semilla de una aspiración incompatible con el capitalismo. Acabar con la corrupción del sistema, lograr una democracia real y participativa al servicio de los intereses de la mayoría, dónde los representantes del pueblo estén bajo el directo control de quién los elige, lleva implícita la lucha por la democracia obrera y socialista.
El movimiento va reforzando su carácter de clase, de izquierdas y anticapitalista a través de la experiencia transcurrida y en la medida en que se hace más masivo. Es evidente que en la jornada del 19J, el carácter multitudinario de las manifestaciones se explica por que capas importantes de los trabajadores y de la juventud de los barrios obreros se ha incorporado con fuerza a la lucha. Y este hecho también introduce en el seno del movimiento lo que es la auténtica democracia participativa.
En esta jornada, los cientos de miles de jóvenes y trabajadores que han participado en ella no han tenido ningún problema con las ideas que empujan y hacen más consciente al movimiento y tampoco con que las organizaciones de la izquierda pueden expresarse con total libertad. Y esta debe ser una conquista a defender frente a todos aquellos elementos sectarios que introducen prejuicios antipolíticos, que actúan como una policía del pensamiento pretendiendo tutelar lo que el movimiento puede o no puede leer, escuchar o pensar. Estos elementos, que hacen de su individualismo una virtud que todo el mundo tiene que imitar y seguir ciegamente; que actúan de manera histérica y burocrática contra aquellos trabajadores y jóvenes que están organizados en la izquierda marxista y revolucionaria peleando desde hace mucho tiempo por las mismas reivindicaciones que el movimiento defiende; que siembran la división con sus coacciones y amenazas envueltas de un falso apoliticismo, están quedando desbordados.
Estos hechos hay que ponerlos de relieve para recordar a algunos que se llaman así mismos “revolucionarios” modernos, transversales, rojivioletas, amantes del facebook y las redes sociales pero a los que repele el contacto con el movimiento real de los trabajadores, de las fábricas, de las colas del desempleo, y que tienen el lustroso carné de su pequeño partido escondido en el bolsillo a buen recaudo, que estos métodos sectarios son completamente reaccionarios y ajenos a las tradiciones democráticas del movimiento obrero y de la izquierda marxista. ¿Acaso esta forma de actuar no guarda semejanzas muy llamativas con el proceder de la burocracia de UGT y CCOO cuando intentan tapar la boca a los delegados críticos con su política, expulsando incluso a militantes que se destacan en la defensa de un sindicalismo de clase, combativo y democrático?
La realidad que está poniendo de manifiesto el movimiento después de la gran movilización del 19J y la incorporación de los trabajadores y los sectores más oprimidos de la juventud, está completamente alejada del esquema de chiringuito que algunos pretenden imponer.
Continuar la lucha hacia la huelga general
En las pasadas semanas se abrió el debate en muchas asambleas generales y de barrio en torno a los pasos a dar. Los marxistas de El Militante y los jóvenes del Sindicato de Estudiantes, al igual que muchos otros compañeros de organizaciones de izquierda, CGT y otros sindicatos, defendimos la necesidad de que el movimiento se orientase hacia la clase obrera y pusiese como demanda central la necesidad de impulsar, desde abajo, una nueva huelga general. Un planteamiento que, obviamente, ha contado con el apoyo de decenas de miles de militantes y sindicalistas de base de CCOO y UGT, que ven con espanto la colaboración de las cúpulas sindicales con el gobierno y su incansable búsqueda de pactos con la patronal que invariablemente se traducen en más concesiones y nuevos ataques.
En este sentido también ha sido llamativo que la propuesta de la huelga general haya contado con la oposición activa de los elementos sectarios anteriormente mencionados, que intentan por activa y pasiva reducir esta explosión social a cuatro demandas abstractas que recuerdan malamente a los teóricos más moderados y conciliadores del democratismo pequeñoburgués. Esta es la razón que explica la actitud de la prensa burguesa, tan cómoda con este tipo de mensajes inocuos, y tan rehacía a dar publicidad a la demanda de huelga general que miles han votado en asambleas y decenas de miles coreado en las calles.
La idea de la huelga general se ha convertido en un eje de la movilización tras el 19J. Un hecho extraordinariamente progresivo, que demuestra el avance en la conciencia de muchos sectores que participan en el movimiento. La huelga general, es decir, involucrar al conjunto de la clase obrera en la acción, parando la producción, ejerciendo su poder en las empresas, en la vida social y política del país, debatiendo democráticamente las reivindicaciones que se han propuesto en las asambleas de barrio, sería un paso fundamental para concretar nuestras demandas, empezando por parar los ataques que se han aprobado y frenar los que ya se están cocinando. Una huelga general que tendría un carácter político, de clase y muy consciente, que podría abrir la puerta a formas de lucha contundentes, empezando por la ocupación de de todas aquellas empresas en crisis o que amenazan con el despido de miles de trabajadores. Si hemos ocupado las plazas, si hemos resistido las decisiones antidemocráticas de la Junta Electoral Central o la represión policial ¿Por qué no podemos ocupar las empresas que planifican impunemente despidos, defender los empleos y exigir su nacionalización bajo control de los trabajadores? Una huelga general, convocada con el impulso del movimiento 15M y las manifestaciones del 19J, sería una huelga muy distinta. La posibilidad de utilizar las asambleas de barrio como comités de acción para extender la lucha a cada rincón de cada ciudad, en coordinación con los comités de empresa y delegados sindicales, haría que esta huelga general tuviera un seguimiento histórico.
Tal como han planteado compañeros de las Asambleas de Trabajadores y Trabajadoras de barrios de Madrid, de la que partió la convocatoria de la marcha a las Cortes del 19J y a la que sumó el movimiento 15M, hacía muchos años que no se veía algo parecido en la capital. En efecto, Madrid fue “tomado” por los trabajadores, por los jóvenes de los barrios, que han comprendido la necesidad de impulsar la huelga general en los próximos meses. Y ese sentimiento se va extendiendo. La presión de estas manifestaciones ha sido acusadas por los dirigentes de los grandes sindicatos, CCOO y UGT, que no han tardado un día para pronunciarse contra la idea de huelga general en declaraciones que llenan de bochorno a los militantes de base y a miles de delegados que tienen que soportar cotidianamente la ofensiva de los empresarios contra los derechos laborales y los salarios de todos.
El secretario de Acción Sindical de UGT, Toni Ferrer, se ha descolgado afirmando “que los sindicatos ya celebraron una el pasado 29 de septiembre y que ahora se encuentran en una etapa de recuperación del diálogo social”. Incluso, con el lenguaje de alguien que está completamente al margen de la realidad, señaló que la huelga del 29S abrió “una nueva correlación de fuerzas” que se ha materializado “con la firma del Acuerdo Económico y Social”. Según Toni Ferrer, el resultado positivo de la huelga fue la firma de un acuerdo que redujo la cuantía de las pensiones y elevó la edad de jubilación a los 67 años. No, compañero Ferrer. Los millones de trabajadores y jóvenes que secundamos la huelga general del 29S no lo hicimos para que después firmarais, sin consultar a la base y contra la opinión inmensamente mayoritaria de los que participamos en la huelga y las manifestaciones de aquel día, una nueva claudicación contra nuestros derechos. Lo que debería decir el compañero Toni Ferrer es que cuando todas las condiciones estaban dadas para continuar la movilización, hacerla más contundente y extensa, volvisteis a vuestra fracasada estrategia de la paz social, asfaltando el camino para que la CEOE y el gobierno se envalentonaran y aumentasen los ataques. En la misma línea lamentable se ha expresado el Secretario de Comunicación de CCOO, Fernando Lezcano, dejando claro que en los planes del sindicato no está el convocar una huelga general.
Las intenciones de los dirigentes sindicales son transparentes. Ellos también hacen oídos sordos al clamor de la calle y su militancia, y con su actuación no hacen más que desautorizarse y desacreditarse ante los cientos de miles de trabajadores y jóvenes que estamos en lucha. Pero sería un error medir a los afiliados de base de los grandes sindicatos por lo que hoy defienden sus dirigentes, aunque sea realmente inaceptable lo que defienden. En las calles de todo el Estado se han manifestado cientos de miles de trabajadores, muchos y muchas pertenecientes a CCOO y UGT. Y sus voces no han dejado de corear las consignas del movimiento, incluida la de la huelga general. Este hecho también ha quedado claro en numerosas asambleas de ciudad y de barrio, como en Málaga por ejemplo, dónde cientos de delegados de CCOO y UGT, por supuesto de CGT, SAT-SOC, etc., han abierto las puertas de las empresas en las que trabajan para que la Comisión de Movimiento Obrero de la Asamblea de Málaga pueda distribuir masivamente su propaganda a favor de la huelga general.
Las declaraciones de los líderes de CCOO y UGT entran en abierta contradicción con lo que defiende el movimiento obrero hoy y con las necesidades de luchar contra esta ofensiva sin cuartel del gobierno, la patronal y la banca. Y debemos aprovecharnos de esta contradicción, evidente y manifiesta, para orientar nuestras energías, de manera fraternal y compañera, a la base de los grandes sindicatos, a los cientos de miles de afiliados, a los delegados y a los trabajadores que están detrás de estas organizaciones, para ganarles a la causa de la huelga general. Debemos aprobar planes de acción en todas las asambleas de barrio para llegar a los polígonos industriales, a las fábricas y empresas, a los tajos, de manera directa, con propaganda positiva y no sectaria, llamando al conjunto de la clase obrera a imponer esta huelga, a forzar a los dirigentes de CCOO y UGT a que la secunden y organicen en coordinación con el movimiento 15M y con las organizaciones y colectivos de izquierda que han impulsado las manifestaciones del 19J. Una orientación que también debe servir para lograr un cambio real en los sindicatos mayoritarios a favor de un programa de clase, combativo y democrático que tanto necesitamos.
Los próximos meses van a ser decisivos. La lucha iniciada en el Estado español, como en Grecia, Portugal o Francia, como en las revoluciones del mundo árabe o en América Latina, no busca la reforma del capitalismo, no persigue darle un rostro humano. Ese es el límite que le quieren imponer algunos sectores y los medios de comunicación burgueses, que tanto promocionan y alientan la cara más inofensiva de este movimiento, más asimilable y manipulable para sus intereses. De manera contradictoria, haciendo su experiencia a través de la acción y la puesta en práctica de las ideas sometidas a discusión, también de desengaños y repliegues temporales, el movimiento dará cada vez más claridad a sus objetivos revolucionarios. Sin seguir un guión preestablecido, el instinto y las aspiraciones de los que participamos en este movimiento confluyen hacia la defensa de un programa incompatible con la existencia del capitalismo, y avanzará hacia la transformación socialista de la sociedad, hacia la auténtica democracia con justicia social, acabando con la dictadura de los banqueros y los monopolios y reemplazándola por la participación directa de la población en la toma de las decisiones políticas y económicas en beneficio de la mayoría.