“La lucha debe continuar, las urnas no nos traerán lo que no hayamos conseguido en las calles”
Desde la irrupción de la Marea Verde en 2011, a raíz de la “no renovación” de 3.000 profesores interinos en la Comunidad de Madrid, la lucha en defensa de la educación pública y contra los recortes se ha convertido en uno de los principales referentes de la movilización social. Dentro de la Marea Verde los estudiantes han jugado un papel protagonista. Entrevistamos a Ana García, secretaria general del Sindicato de Estudiantes, organización que ha liderado las protestas convocando hasta veinte huelgas generales de estudiantes desde que Wert ocupa el Ministerio de Educación.
El Militante.— La movilización de los estudiantes y de la Marea Verde se ha convertido en un referente de lucha. ¿Qué balance haces de este periodo de movilización?
Ana García.— El movimiento de la Marea Verde ha sido una explosión de rebeldía y oposición a esa concepción clasista de la sociedad que el PP maneja y que quiere imponer a través de sus reformas educativas. La defensa de la educación pública es una de las conquistas más sentidas entre la clase trabajadora. Aún está muy vivo el recuerdo de lo que significaba, durante la dictadura, no tener acceso a la educación: la condena a una vida muy dura y llena de dificultades. Por eso ahora, en estos años de lucha, se ve cómo la gente no va a renunciar fácilmente a algo que ha costado tanto conseguir: el derecho a la educación digna para los hijos de los trabajadores.
La comunidad educativa se ha rebelado por completo ante los planes de destrucción de la educación pública del Partido Popular. Padres, madres, profesores y estudiantes hemos llenado las calles en multitud de ocasiones demostrando la posibilidad real de echar a Wert y hacerle retroceder en sus planes. Hacía décadas que no se vivía nada igual, para buscar un movimiento de esta envergadura en defensa de la educación pública es necesario retrotraerse, como mínimo, a 1986, momento en el que precisamente se crea el Sindicato de Estudiantes, al calor de la movilización.
Sin duda el balance de estos años es muy positivo. La Marea Verde se ha convertido en un símbolo de lucha equiparable a la Marea Blanca, por ejemplo, que ha conseguido una conquista tan importante como la paralización de la privatización de seis hospitales públicos en Madrid. Al grito de Sí se puede hemos vaciado las aulas en veinte ocasiones con manifestaciones multitudinarias en todo el Estado. Hemos conseguido que la lucha por la educación pública cuente con un apoyo que trasciende los límites de los institutos y universidades. Todas las mentiras de Wert han sido desenmascaradas y es ahora un ministro odiado, el peor valorado desde la caída de la dictadura. Hemos colocado la educación pública en el centro del debate político. También hemos logrado retrasar la aplicación de la LOMCE y librar a muchos jóvenes de sus terribles consecuencias, y que los partidos que se reivindican de izquierdas se hayan comprometido a derogar la LOMCE en cuanto haya un cambio de gobierno. Todo gracias a la movilización, y son logros importantes. Pero hay que decir que se podría haber llegado y se puede llegar mucho más allá. Hay fuerza de sobra para parar los ataques pero, para eso, la lucha debe continuar. Las urnas no nos traerán lo que no hayamos conseguido antes en las calles.
En la Marea Verde también hemos tenido que enfrentar la inacción que en estos años ha caracterizado a las direcciones sindicales de CCOO y UGT. Pese a que el sentir general de padres, madres y profesores era claramente de querer luchar hasta el final, sus direcciones no han estado a la altura. Se han comportado como un freno para el movimiento. Las dos huelgas que en estos años ha habido de toda la comunidad educativa fueron completamente impresionantes, especialmente la del 24 de octubre de 2013, una jornada con manifestaciones históricas. Continuar la lucha en aquel momento con un calendario ascendente, que fue lo que propusimos a las direcciones sindicales, hubiera supuesto el final de Wert y sus contrarreformas, y un golpe muy duro al gobierno del PP. Ese tipo de lucha, seria, unitaria y contundente es el que nosotros seguimos defendiendo para la Marea Verde. Estamos convencidos de que los ataques se pueden vencer sobre esa base.
EM.— En vuestras protestas hacéis referencias a otras luchas fuera del ámbito educativo. El caso más destacado es quizá el de los trabajadores de Coca-Cola, que han abierto las cabeceras de muchas de vuestras manifestaciones. ¿Qué tienen en común vuestras luchas?
AG.— Tanto los trabajadores de Coca-Cola como nosotros hemos explicado muchas veces nuestra lucha es la misma: la defensa de un futuro digno para la juventud pasa por la defensa de todos los puestos de trabajo de hoy, por defender la educación pública y luchar contra los ERES. En definitiva ambos peleamos por unas condiciones de vida dignas para los trabajadores y sus familias y contra todo lo que pone esto tan básico en peligro.
Nuestras movilizaciones tienen este fondo común y muchas similitudes, la más importante es que tanto la Marea Verde como la de los trabajadores de Coca-Cola se han convertido en un símbolo de combatividad, que contrasta con la actitud de paz social que han mostrado en estos años las direcciones sindicales. Si algo las hace especiales es haber demostrado con hechos que la gente sí está dispuesta a luchar, que sí se puede y que la única forma de lograr las cosas es a través de la movilización planteada de forma seria y contundente. Ese es el espíritu que ha conectado con el sentir de muchos jóvenes y trabajadores que se sienten identificados con esas ideas. Y ese es el camino que tanto desde Coca-Cola en lucha como desde el Sindicato de Estudiantes defendemos.
EM.— En 2013 fuiste elegida secretaria general del Sindicato de Estudiantes. Además de tu actividad en el movimiento estudiantil también militas en la corriente marxista El Militante. ¿Cuáles son los motivos de tu militancia política?
AG.— Entiendo que los problemas que padecemos la mayoría de la sociedad, las familias trabajadoras, incluidos los relativos a la educación, son el producto del sistema capitalista que funciona, no en base a las necesidades sociales, sino del beneficio privado de unos pocos. Es este sistema injusto y anárquico el que permite que, mientras existe de todo en grandes cantidades y no habría ningún motivo para que nadie pasase ninguna necesidad, sea una minoría de grandes empresarios y banqueros quienes controlen y acaparen toda la riqueza. Por ese motivo la única forma de terminar para siempre con todas estas injusticias es luchar contra el sistema que las promueve y para eso no basta con estar afiliado a un sindicato y luchar contra esta o aquella medida. Para acabar con el capitalismo y transformar la sociedad en beneficio de la clase trabajadora es imprescindible la lucha política. Mientras no transformemos la sociedad no habrá garantías: lo que ganemos en una lucha hoy nos lo tratarán de arrebatar en el futuro. Es justamente lo que vemos con el ejemplo de la educación o la sanidad públicas. Esa es la razón por la que yo milito políticamente desde hace años, y por la que animo a todos los jóvenes revolucionarios a unirse a la corriente marxista El Militante y luchar por una sociedad en la que la riqueza generada por la mayoría sea utilizada también en beneficio de la mayoría.