En enero, el comité de empresa anunció a la plantilla de Navantia, la empresa que engloba a los astilleros públicos, que la plataforma reivindicativa del convenio estaba lista. A ese anuncio le siguió una ausencia total de información durante varios meses, hasta que en junio, sorprendentemente, el comité repite el anuncio. Esta tardanza propició que la empresa presentase en mayo su propia "plataforma reivindicativa", que de aplicarse liquidaría de un plumazo todas las conquistas obreras de los últimos treinta años. Aunque en julio hubo alguna reunión, a efectos prácticos la negociación del convenio empezó en septiembre y quedó rota en los primeros compases.
En enero, el comité de empresa anunció a la plantilla de Navantia, la empresa que engloba a los astilleros públicos, que la plataforma reivindicativa del convenio estaba lista. A ese anuncio le siguió una ausencia total de información durante varios meses, hasta que en junio, sorprendentemente, el comité repite el anuncio. Esta tardanza propició que la empresa presentase en mayo su propia "plataforma reivindicativa", que de aplicarse liquidaría de un plumazo todas las conquistas obreras de los últimos treinta años. Aunque en julio hubo alguna reunión, a efectos prácticos la negociación del convenio empezó en septiembre y quedó rota en los primeros compases.
El convenio se anuncia duro porque la situación económica, que se agrava día a día, indudablemente repercutirá en las directrices de la SEPI y el ministerio de Industria a los negociadores empresariales. Además, hay poco ambiente de convenio entre los trabajadores, entre otras cosas porque muchos opinan que el comité desperdició la oportunidad de negociar en febrero, cuando la recesión aún parecía lejana y con la posibilidad de usar como armas de presión la campaña de las elecciones generales del 9 de marzo y la botadura prevista para el día siguiente en la factoría ferrolana, a la que acudió el rey.
Tras el verano, el comité intercentros convocó algunas movilizaciones en septiembre, y definirá un nuevo calendario para octubre. Pero una lucha obrera no es una mera suma de movilizaciones; esas movilizaciones tienen que tener el objetivo de ejercer un nivel de presión (ya sea presión sobre la producción, presión política o una combinación de ambas) que permita obtener nuestras reivindicaciones. Además, si no se dota a los trabajadores de una perspectiva para el convenio, será más difícil involucrarlos en la lucha por el mismo. Y esto es precisamente lo que se echa en falta: no se acaba de saber cuál es la estrategia del comité, si es que tiene alguna.
La estrategia que
necesitamos
En nuestra opinión, la mejor estrategia para conseguir un convenio digno pasa por ser capaces de transmitir al resto del movimiento obrero que las propuestas de nuestra empresa son un ejemplo de cuál va a ser -o, mejor dicho, de cuál está siendo- la política real del gobierno hacia los trabajadores, política que contradice el discurso de Zapatero sobre la defensa de los más débiles: 3.000 millones de euros (medio billón de las antiguas pesetas) para las constructoras, pero el 2% de aumento salarial en 2009 para los funcionarios y no actualización con la inflación de los tramos del IRPF, lo cual equivale a subir los impuestos. O sea, el objetivo estratégico sería que el gobierno viese un riesgo en que nuestra lucha animase a otros trabajadores a salir también a la calle.
Claro que para que nuestras movilizaciones tengan este efecto necesitan un requisito: ser masivas. En los últimos años la composición de la plantilla cambió. Ahora la gran mayoría de los trabajadores pertenecen a las compañías auxiliares, recortándose la plantilla de la principal. Por tanto, sería imprescindible implicar a los trabajadores subcontratados en la lucha por nuestro convenio, implicación que también ayudaría a ejercer una presión mucho mayor sobre la producción, hoy en sus manos en gran medida. Esto sólo es posible con un cambio en la estrategia de las direcciones sindicales, que durante todo este tiempo, con su política de pactos y consensos y su estrecho posibilismo, ha contribuido a deteriorar nuestras condiciones laborales y a dividir a la clase obrera en trabajadores de primera y de segunda. Muchos compañeros de las auxiliares opinan que siempre les toca movilizarse por la principal, pero que la principal no se moviliza por ellos. No les falta razón. Ese sentimiento se basa en una realidad: los dirigentes sindicales de la principal, siguiendo el modelo de las cúpulas confederales, llevan años sin hacer nada serio contra la brutal explotación que sufren los trabajadores subcontratados. El resultado es que los trabajadores de las compañías no se sienten representados por el comité de la principal. Éste es un problema grave porque esa separación nunca trae nada bueno para nadie. Como siempre insistimos los marxistas, la clase obrera avanza o retrocede en conjunto, como clase: cuando las empresas grandes avanzan, tiran hacia arriba de las pequeñas; pero cuando las pequeñas se hunden, arrastran a las grandes al fondo.
Nos necesitamos los unos a los otros. Dentro de la factoría tiene que volver a haber un único movimiento obrero, que el problema de unos sea el problema de todos, que nos defendamos y luchemos unidos. Mientras esto no sea así, los retrocesos inevitablemente continuarán. La actual crisis económica y la experiencia acumulada demostrarán la necesidad de que los trabajadores participemos en nuestros sindicatos, para transformarlos de arriba abajo y que adopten un sindicalismo c