¿En qué condiciones trabajan los jornaleros?

 

Hay dos cuestiones fundamentales que determinan las penosas condiciones laborales de los trabajadores del campo. Una es la extremada temporalidad, la eventualidad con la que se desarrollan las faenas en el campo que alcanza al 90% de los trabajadores del sector, y la otra es la explotación laboral a través del destajo principalmente en las campañas de la aceituna y la naranja. Si dividimos el número de peonadas o jornales (cada día de trabajo) por el número de obreros agrícolas, apenas resultan 50 días de trabajo por persona al año. ¿Cómo se puede sobrevivir con eso? El subsidio agrario o programas como el PER son un derecho ganado con la lucha de los jornaleros para compensar la falta estructural de trabajo en el campo y el desempleo crónico de los temporeros agrícolas. Respecto a la explotación, la extensión del trabajo por cuenta ha anulado en la práctica el convenio sectorial, ni hay jornada ni salario establecido. Se obliga a los trabajadores a llenar un número de cajas o espuertas totalmente abusivo. Esta explotación es la que pone límite a la jornada (cuando se llena el camión o se completan las cajas) y al salario.

¿Desde cuando se lleva produciendo esta situación?

La crudeza del trabajo y la temporalidad siempre han existido en las zonas rurales, condenando históricamente a las familias jornaleras a una existencia miserable. La extensión de la maquinaria y sobre todo los convenios laborales ganados a base de lucha y movilización dieron ciertos derechos y dignidad, que no estabilidad, al trabajador agrícola. Lo que no puede ser admisible es que desde hace algunos años se haya retrocedido en el tiempo, y las cotas de explotación, de abusos y de paro sean similares a las de principios del siglo pasado, cuando se trabajaba de sol a sol por un jornal de hambre.

¿Existen diferencias salariales entre nativos y extranjeros?

Los inmigrantes son los que sufren más duramente las condiciones de explotación. Su indefensión provocada por la necesidad y el aislamiento hace que tengan que aceptar 20 ó 30 euros al día por jornadas agotadoras e interminables. La empresas de trabajo temporal, que ya controlan el mercado de trabajo en el campo a través de una red mafiosa de encargados y “manijeros” (jefes de cuadrilla) se aprovechan de su situación, los utilizan como mano de obra semiesclava y al mismo tiempo les hacen entrar en competencia con los trabajadores autóctonos, inoculando el veneno del racismo y extendiendo la idea de que son los extranjeros los culpables de la falta de trabajo. Esto está creando un ambiente explosivo en muchas poblaciones.

¿Qué solución propone para evitar esto?

No existe una solución aparte para los trabajadores inmigrantes. Como hemos dicho, la diferencia entre inmigrantes y nativos es que a aquellos les imponen condiciones laborales y salariales aún peores, pero el sistema de explotación es el mismo para todo el mundo. Por esto, la tarea fundamental de los sindicatos es unir a todos los trabajadores cualquiera que sea su nacionalidad o procedencia, combatir los prejuicios xenófobos y explicar pacientemente y a través de las intervenciones en los conflictos puntuales la comunidad de intereses de todos los explotados frente a las empresas de trabajo y la patronal. La reivindicación de la composición mixta de las cuadrillas entre inmigrantes y autóctonos puede ser muy útil para que, al menos, se les aplique los mismos salarios y jornada de trabajo que a sus compañeros nativos. Esto ayudaría a la necesaria confraternización entre los trabajadores y al mismo tiempo rompería la tendencia a la baja de los salarios que las empresas están implantando a través de los abusos a los inmigrantes.

¿Y para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores del campo?

En principio, se trata de que se cumpla el convenio del campo. Que desaparezca la        imposición del destajo, que se respete la jornada y el salario establecido y el resto de los derechos laborales, así como la regulación de la actividad y la responsabilidad de las empresas intermediarias, las ETT. Ahora bien, precisamente estas empresas obtienen su margen de beneficios del comercio y del tráfico de mano de obra, de la sobreexplotación de los trabajadores a través del destajo y de la desregulación laboral. Para estos “empresarios”, el cumplimiento del convenio y de la legalidad significa que se les acabó el negocio. El interés de la patronal colaboracionista y de las empresas intermediarias es que este régimen de explotación perdure por los siglos de los siglos. El respeto a unas condiciones dignas y humanas en las campañas agrícolas sólo puede ser impuesto por los trabajadores y sus organizaciones obreras por medio de la movilización y la más dura lucha. Esta es la responsabilidad que tienen ante sí las organizaciones obreras tanto sindicales como políticas.

¿En qué situación se encuentran ahora los trabajadores del campo y sus familias? ¿A qué dificultades tienen que hacer frente?

La renta de las familias trabajadoras en las zonas rurales ha bajado de manera alarmante. El hundimiento de la construcción ha condenado a miles de trabajadores a volver al campo. Muchos de ellos deambulan por los bares, donde los manijeros reparten el trabajo, casi suplicando un puesto en alguna cuadrilla. La crisis ha disparado el desempleo y muchos trabajadores están llegando a situaciones de desesperación y marginalidad que como suele suceder están siendo aprovechadas por las empresas imponiendo las peores condiciones y encima tienes que estar agradecido porque te dan unos días de trabajo. Los Ayuntamientos son los receptores impotentes de todas las dificultades económicas y la necesidad general de la población más vulnerable, los cortes de luz por impago, los desahucios, libros para el curso escolar, etc.

¿Qué opina acerca de las movilizaciones de los jornaleros? Movilizarse es el camino a seguir?

Sin duda es el único camino y la experiencia y las condiciones materiales en las que se desarrollan campañas como la naranja o la aceituna confirman  claramente este planteamiento. La política sindical de intentar negociar sin apoyarse en la movilización consciente de los trabajadores sólo ha conseguido dejar el terreno libre y abonado para la implantación de las subcontratas esclavistas y sus métodos de explotación. La única forma de defender los derechos de los trabajadores consecuentemente es recuperando las mejores tradiciones del sindicalismo democrático, asambleario y combativo, llamando a la lucha y la movilización.

¿Fueron las huelgas convocadas por el SAT-SOC en Palma del Río durante la pasada campaña útiles para los jornaleros? De qué modo?

La huelga de Palma del Río (Córdoba) en Noviembre de 2009 responde plenamente a este patrón. De hecho es la única respuesta seria que se han encontrado los explotadores. Los sindicalistas del SAT, con su autoridad de luchadores intachables y con unas consignas claras y combativas sobre la problemática en la campaña de la naranja fueron capaces de transformar una concentración de más de 400 trabajadores y trabajadoras que venían a protestar “contra los rumanos que nos quitan el trabajo” en piquetes de huelga contra los verdaderos opresores  y causantes del paro masivo: la patronal y sus empresas intermediarias. La huelga pronto se extendió por toda la comarca ¡incluso los trabajadores inmigrantes participaron en los piquetes! El resultado fue que las empresas tuvieron que hacer concesiones reales en el cumplimiento del convenio, aumentando el número de trabajadores por cuadrilla,  asumiendo las cuadrillas mixtas, jornada laboral y salario.

¿Y las de la Sierra Sur del 14 de abril? ¿Qué se consiguió?

La huelga de la sierra sur de Sevilla, al igual que la convocada en los pueblos de Cádiz dirigida por este mismo sindicato tenía un contenido más general, más político. Se trataba de movilizar a todas las capas de la población, a los trabajadores, a los autónomos, etc., de llamar la atención sobre unas zonas especialmente castigadas por el paro y la falta de inversión productiva y reclamar a las administraciones públicas, planes de empleo e inversiones públicas. Hay que señalar que la convocatoria tuvo un amplio seguimiento, con importantes manifestaciones en varias localidades que no pudieron ser obviadas ni por la prensa ni por los poderes públicos. Esta movilización supuso un salto cualitativo en la dirección y el contenido de la lucha que venía desarrollando el SAT, centrada hasta entonces en acciones directas y puntuales tales como cortar la vía del AVE, encierros, etc, que, lamentablemente, fuera del impacto mediático, sólo habían traído represión policial y un rosario de multas y procesos judiciales.

¿Qué balance hace de la huelga indefinida de la naranja convocada por CC.OO. y UGT?

Había razones más que sobradas para organizar una huelga en la campaña de la recogida de la naranja en Sevilla. El problema es que la convocatoria de huelga indefinida por parte de CC.OO. y UGT del campo en Octubre no ha seguido ni una sola de las valiosas lecciones de Palma del Río. Ha sido una huelga con gravísimos errores de planteamiento y planificación y sin tiempo material para prepararla. Aunque lo peor es que no se contó en ningún momento con la participación activa de los trabajadores que se han encogido de hombros ante un llamamiento confuso y sin consignas claras. La huelga tuvo que ser abandonada cinco días más tarde sin conseguir mejora alguna y por supuesto, sin acabar con la brutal explotación y el tráfico de jornaleros impuesto por las empresas intermediarias de contratación.

¿A pesar del fracaso de la huelga, es posible que se produzca otra en la campaña de la naranja? En ese caso, ¿cómo debería convocarse para que esta fuese un éxito?

Todo indica que en los próximos meses la tendencia no es a mejorar, sino a empeorar las condiciones de vida del mundo rural. La campaña de la naranja reúne todos los ingredientes para provocar una crisis, una explosión social o una lucha en cualquier momento. Algo así como lo que ocurrió en Palma del Río. Por tanto, no pueden descartarse huelgas o enfrentamientos protagonizados por los trabajadores que pueden ser el detonante de una movilización mayor. Lo que, lamentablemente, sí parece complicado es que las actuales direcciones de CCOO y UGT del campo aprendan de sus errores y preparen una lucha a la altura de las circunstancias. Esto es, invitando al SAT-SOC a la conformación de un frente único sindical, teniendo como objetivo la paralización de toda la producción cítrica y llamando a la participación de los trabajadores del campo por medio de asambleas en los tajos, las fábricas y los pueblos con consignas claras y de clase: cumplimiento del convenio, unidad entre los explotados y lucha contra los causantes de tanta miseria y explotación, la patronal y sus intermediarios.

¿Existe alguna alternativa a las actuales condiciones de explotación en el campo?

La alternativa  que defendemos es la adopción de una política revolucionaria para transformar la sociedad en líneas socialistas. Levantarse de manera organizada y combativa contra los abusos, significa, como hemos visto, poner en cuestión las bases sobre las que se asienta la producción capitalista en el mundo agrario, y una lucha de estas características pondrá en el orden del día la cuestión de la propiedad de la tierra y la función social de la misma. ¿Cuál es el sentido, no ya desde una perspectiva histórica, sino simplemente práctica de un régimen de propiedad y un sistema económico que condena a la mayoría de la población rural al desempleo la mayor parte del año? Que ya no es capaz  ni de ofrecer trabajo directamente y tiene que poner a los trabajadores en manos de esclavistas y explotadores sin escrúpulos que están creando las condiciones para un verdadero estallido social. En fin, que vive de los subsidios comunitarios precisamente por no producir, por mantener la tierra calma y no aprovechar la riqueza natural y agrícola y en consecuencia, por provocar la escasez y la falta de trabajo. La movilización y las luchas en el campo emergerán con fuerza contra los abusos y en el camino destaparán el parasitismo y la irracionalidad de este sistema. El programa de la Reforma Agraria, es decir, la expropiación de los grandes latifundios y su puesta en producción como propiedad social, no puede plantearse como una buena idea para un tiempo futuro sino como la continuación natural de la lucha por las mejoras concretas de vida para los trabajadores agrarios.

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