La cuestión nacional ha jugado, juega y jugará un papel fundamental en la lucha de la clase trabajadora en el Estado español y cualquier sindicalista con conciencia de clase debe prestarle la máxima atención.

Históricamente ha sido la debilidad de la burguesía española y su la larga tradición de represión de los derechos democrático de las nacionalidades históricas, Euskal Herria, Galiza y Catalunya, la responsable de la persistencia de un fuerte sentimiento de opresión nacional entre las masas. Esta situación ha sido utilizada por la burguesía vasca, catalana o gallega para dividir a la clase trabajadora y explotarla a su antojo. Mientras utilizan demagógicamente el sentimiento de opresión nacional, las burguesías de las nacionalidades históricas nunca han desaprovechado la oportunidad de llegar a acuerdos con la burguesía centralista para reprimir al movimiento obrero, y apoyar todas aquellas leyes que les permiten ampliar su cuota de explotación de la clase obrera de estas nacionalidades. Su defensa de los derechos democráticos termina allí donde empiezan sus intereses de clase.

Pero la existencia de la cuestión nacional, y la incapacidad de la burguesía centralista y nacionalista para resolverla, también han contribuido a la división de la clase trabajadora en líneas reaccionarias. Este hecho encuentra un apoyo esencial en la política de la socialdemocracia, que con su defensa del chovinismo español, su negativa a reconocer los derechos democráticos de las nacionalidades históricas, y su política de claudicación ante los grandes capitalistas, hace el juego a la burguesía españolista. Esta política, lamentablemente, la han seguido en líneas generales las direcciones de las  principales organizaciones sindicales estatales, UGT y CCOO, que a la caída de la dictadura defendían el derecho de autodeterminación y posteriormente se han sumado, en la práctica, a una política de negación de los derechos democrático-nacionales y de pactos sociales que han alimentado las tendencias centrífugas entre la clase trabajadora vasca y gallega. Estas son las condiciones objetivas que han permitido la consolidación de fuertes sindicatos nacionalistas en Euskal Herria, ELA y LAB, y en Galiza con la CIG.

Los sindicatos nacionalistas y la unidad de acción

Esta política practicada durante décadas por parte de los sindicatos estatales, y especialmente los acontecimientos de los últimos años tras el estallido de la crisis económica mundial, ha fortalecido a los sindicatos nacionalistas y les ha hecho aparecer como una referencia más combativa y más a la izquierda ante decenas de miles de trabajadores, especialmente entre la juventud obrera.

En el caso de Euskal Herria, ELA y LAB impulsaron como respuesta a los EREs, los despidos masivos y las contrarreformas aprobadas por el gobierno, las huelgas generales del 21 de mayo del 2009, 29 de junio del 2010 y 27 de enero del 2011. En esta última fecha, también la CIG convocó huelga general en Galiza contra la ampliación de la edad de jubilación a los 67 años. Frente a la desmovilización que han practicado en el mismo período las direcciones de UGT y CCOO, estas luchas, aunque parciales, eran un paso adelante para unir, en el marco de una huelga general, las fuerzas de la clase trabajadora atomizadas empresa a empresa. Los sindicalistas y trabajadores marxistas de El Militante apoyamos estas huelgas e insistimos en la necesidad de poner en primer plano la defensa de la Unidad de Acción del movimiento obrero por encima de fronteras nacionales. Era necesario en cada una de estas convocatorias hacer un trabajo paciente y sistemático por unir y ganar para la lucha a las bases de UGT y CCOO. Así mismo exigimos a las direcciones de UGT y CCOO que abandonasen su política de pacto social y diesen su apoyo a las mismas extendiéndolas a todo el Estado español. Para ello insistimos en que la mejor manera de lograr su éxito era mediante la concrección de una plataforma reivindicativa que incluyese la oposición frontal a todos los ataques y contrarreformas, junto a la defensa de la nacionalización de la banca, las empresas en crisis y los grandes medios de producción social bajo control democrático de la clase trabajadora. Hemos defendido además que era absolutamente necesario que dichas luchas formasen parte de una escalada de movilización a nivel estatal y europeo.

Por otra parte, la convocatoria de la huelga general del 29 de septiembre del 2010 contra la Reforma Laboral por parte de las direcciones de UGT y CCOO era una oportunidad maravillosa para que los sindicatos nacionalistas la hubiesen apoyado, ganando así el oído y la confianza del movimiento obrero en todo el Estado. Su negativa ha hacerlo restó fuerzas a la convocatoria posterior del 27 de enero de 2011. Sin embargo esta sucesión de luchas y acontecimientos ponen en evidencia la tremenda importancia de que el movimiento sindical tenga una postura absolutamente correcta sobre la cuestión nacional.

Por un programa de clase, socialista e internacionalista para resolver la cuestión nacional

Además de impulsar la movilización, la alternativa de los sindicatos nacionalistas es volver a propugnar un marco autónomo de relaciones laborales como eje estratégico de su acción. Como marxistas, debemos señalar que bajo el capitalismo la consigna de la clase dominante es dividir y atomizar lo máximo posible al movimiento obrero. Esa es su orientación en el pacto de negociación colectiva y en las constantes declaraciones de la banca y la patronal, que pretenden precisamente potenciar los convenios a nivel de empresa frente a los de ámbito superior, recurriendo además a las cláusulas de descuelgue. La crisis del capitalismo ha dejado claro que no conoce de fronteras. Este hecho refuerza la idea que dio origen al sindicalismo de clase: la unión de los trabajadores por encima de fronteras nacionales. Lejos de reducir nuestra acción sindical a un marco local o nacional, la clase trabajadora en el Estado español, en Europa y en el mundo necesitamos avanzar colectivamente al alza en las condiciones laborales reivindicando marcos de relaciones laborales a escala europea e internacional que impidan la creciente competencia entre obreros como consecuencia de la crisis y el aumento del paro.

El llamamiento internacionalista del Manifiesto Comunista ¡Proletarios de todos los países uníos! alcanza hoy en día toda su plenitud. Sin embargo los fundadores del marxismo científico diferenciaron claramente entre naciones opresoras, entre las que el imperialismo alcanza su máxima expresión, y naciones oprimidas. Lenin fue quien contribuyó de una manera más amplia al desarrollo del marxismo en el terreno de la cuestión nacional mediante la defensa de la unidad voluntaria, no impuesta, de la clase trabajadora de las distintas naciones y nacionalidades a través de la defensa del derecho de autodeterminación. Los bolcheviques explicaron cómo era imprescindible que los obreros de las naciones opresoras luchasen contra todo tipo de opresión de sus burguesías hacia las naciones oprimidas y defendiesen de la manera más consecuente los derechos democrático-nacionales en general y, en particular, el derecho de las naciones oprimidas a usar su propia lengua y a formar si así lo deseaban su propia nación mediante el libre ejercicio del derecho de autodeterminación. Esta defensa del derecho a la separación no suponía en ningún momento la idea de que era positivo formar nuevos estados y estimular los particularismos nacionales en todas partes. Por el contrario, la idea central de la defensa del derecho de autodeterminación es precisamente conseguir la más amplia unión, al ser una unión consciente, democrática y voluntaria.

La cuestión nacional ha polarizado casi por completo la vida política durante años. En numerosas ocasiones, las cuestiones de clase han quedado difuminadas tras una cascada de demagogia reaccionaria. Detrás de la agitación patriotera del nacionalismo español, o de la cínica propaganda de la burguesía vasca, catalana o gallega, se ocultaban los planes reaccionarios de la clase dominante en su agresión permanente a los derechos de los trabajadores y a sus condiciones de vida. La explotación en las fábricas ha aumentado escandalosamente, las jornadas laborales se han prolongado, la precariedad se ha extendido como una lacra... mientras, los salarios y la capacidad adquisitiva de los trabajadores y sus familias, tanto en Euskal Herria, Catalunya o Galiza, como en el Estado español, se han reducido considerablemente, y los servicios públicos esenciales, como la educación y la sanidad, están bajo ataques permanentes y sometidos a planes de privatización.

La clase trabajadora y la juventud de las nacionalidades oprimidas, unida a sus hermanos de clase del Estado español, deben poner su sello en los acontecimientos enarbolando la bandera del socialismo internacionalista y de una política de independencia de clase. Solo con este programa, basándonos en la lucha de masas, será posible alcanzar el derecho de autodeterminación y levantar una alternativa viable a la resolución del problema nacional.

* Por un sindicalismo de clase, democrático y combativo. Por la Unidad de Acción de las organizaciones de la clase obrera.

* Derogación de todas las leyes represivas contra los derechos democráticos de las nacionalidades históricas, especialmente la Ley de Partidos.

* Contra de todo tipo de opresión, de clase, nacional o racial. Por el derecho a la autodeterminación de las nacionalidades históricas. Por la Federación Socialista de Nacionalidades Ibéricas y la Federación Socialista de Europa.

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