En Venezuela las fuerzas de la contrarrevolución están ocupadas en una ofensiva general contra Chávez y la revolución. Los estudiantes de derechas organizaron provocaciones armadas en los campus y en las calles; los medios de comunicación burgueses, nacional e internacionalmente, han montado una campaña histérica contra la “tiranía” y la “dictadura”. El imperialismo norteamericano, con la ayuda de Juan Carlos y la burguesía española, intenta aislar a Venezuela y crear un bloque antirrevolucionario en América Latina, con base en Brasil, Colombia, Chile y Argentina.

Como en ocasiones anteriores, el golpe de 2002, el cierre patronal, el referéndum revocatorio y las elecciones de 2005 y 2006, los reaccionarios utilizan la consigna de la supuesta “defensa de la democracia”, como una manera de movilizar a las fuerzas contrarrevolucionarias, creando un clima de temor e inestabilidad para preparar el terreno para un golpe de la derecha.

En esta batalla ¿quién se opone a la reforma de la Constitución? Fedecámaras, es decir, los terratenientes, los banqueros y los capitalistas; la Conferencia Episcopal, que representa a la jerarquía reaccionaria de la Iglesia; los medios de comunicación de derechas y el imperialismo. Al otro lado de las barricadas están los trabajadores y los campesinos, los pobres y los desposeídos, la juventud revolucionaria y la intelectualidad progresista, en otras palabras, todas las fuerzas vivas de la sociedad venezolana.

¿Por qué la clase dominante odia la reforma constitucional? Dicen que es porque Chávez desea introducir una dictadura, ser elegido presidente de por vida y otras cosas por el estilo. Pero la propuesta de reforma de la Constitución no otorga estos poderes ni nada parecido. Simplemente elimina la restricción que tiene el presidente que no puede ser elegido en más de dos ocasiones.

En Europa no existe esta limitación. Sarkozy y Merkel pueden presentarse las veces que deseen, igual que Gordon Brown. En cualquier caso, la Constitución reformada solo permite a Chávez presentarse a las elecciones. Será la población la que decida elegirle o no.

Este debería ser el procedimiento normal para elegir al jefe de Estado en una democracia. En Gran Bretaña, que se supone es una democracia, tenemos un jefe de Estado hereditario que nunca fue elegido ni lo será. Lo mismo ocurre en España donde Juan Carlos, que se permite el lujo de mandar “callar” al presidente electo de Venezuela, nunca fue elegido por nadie sino que fue nombrado por el dictador fascista Francisco Franco. ¿Quién eligió al episcopado venezolano? ¿Quién elige a los editores de los periódicos de derechas? ¿Quién eligió a los representantes empresariales? No fue el pueblo de Venezuela que votó masivamente a Hugo Chávez hace menos de un año, y que sin duda lo hará de nuevo en el referéndum dentro de unas pocas semanas.

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La Constitución reformada solo permite a Chávez presentarse a las elecciones. Será la población la que decida elegirle o no. 


La reforma de la Constitución, por lo tanto, no es una receta para una dictadura, pero sí contiene mucho puntos favorables a los intereses de las masas. Contiene la jornada laboral de 36 horas semanales, una de las razones para que a Fedecámaras no le guste esta reforma. Tampoco les gusta a los empresarios cláusulas que facilitarían la nacionalización de sus bancos, latifundios y fábricas. No les gusta la idea de la formación de milicias bolivarianas o consejos obreros en las fábricas. No les gusta el compromiso con la construcción de una economía socialista en Venezuela. Por eso luchan contra la reforma, por eso piden el No en diciembre. Por esa razón la clase obrera debe luchar con una determinación aún mayor por el en el referéndum.

Una Constitución, incluso la más democrática, es solo un pedazo de papel. No significa nada a menos que la lleves a la práctica. Y esto depende de la correlación de fuerzas de clase, de la disposición de las masas a luchar. El resultado final de la revolución no se decidirá en los bufetes de abogados o en reuniones parlamentarias, sino en las calles, en las fábricas, en los pueblos y en los barracones del ejército.

Sobra decir que la lucha por el socialismo no terminará con el referéndum. Pero el referéndum es más que una serie de batallas parciales, el resultado puede influir en las luchas de las masas en un sentido positivo o negativo. Cuando las masas avanzan hacia la transformación socialista, los contrarrevolucionarios cada vez se desesperan más y se vuelven más agresivos. La revolución debe hacer frente de una manera decidida a esta amenaza.

La única manera de desarmar a los contrarrevolucionarios es dando pasos firmes en dirección a completar la revolución. El primer paso es conseguir un masivo en el referéndum, este resultado asestaría un duro golpe a la contrarrevolución y abriría el camino para más medidas contra la oligarquía.

Hay algunos en la izquierda que se niegan a ver esto como una lucha entre las clases y que defienden la abstención o incluso el No en el referéndum. Es una postura funesta. Es necesario comprender que la victoria del No sería un triunfo de la oposición contrarrevolucionaria. Desanimaría a las masas y animaría a la oposición a intensificar su agitación y conspiraciones contrarrevolucionarias. Si hay personas que se consideran revolucionarios o incluso “marxistas” que no comprenden este hecho elemental, solo podemos sentir pena por ellos.

Las declaraciones de Baduel

Las declaraciones del general Raúl Isaías Baduel el 5 de noviembre fueron una parte clave de esta ofensiva contrarrevolucionaria. Hasta su retiro el pasado mes de julio, Baduel era ministro de Defensa y aparentemente aliado de Hugo Chávez. Ahora Baduel se ha posicionado en contra del presidente. En una conferencia de prensa, describió los cambios propuestos por el presidente como un “golpe de Estado de hecho” y una “imposición no democrática que nos haría retroceder de una manera trágica”. Este ataque tenía claramente la intención de provocar una escisión en las filas del Movimiento Bolivariano y promover el No en el referéndum sobre los cambios constitucionales previsto para el 2 de diciembre.

¿Cómo podemos evitar que la revolución venezolana siga el mismo camino que Chile? Los marxistas decimos: solo haciendo avanzar la revolución, golpeando de manera contundente a la burguesía contrarrevolucionaria, expropiando a los banqueros, terratenientes y capitalistas, haciendo que la revolución sea irreversible. Para conseguirlo será necesario armar a los trabajadores y a los campesinos para luchar contra las fuerzas contrarrevolucionarias, tanto dentro como fuera del país.

Eso es lo que nosotros decimos. Pero hay otras voces que dicen cosas bastante diferentes. Una de estas voces más persistentes es la de Heinz Dieterich, un profesor alemán que vive en México que en los últimos años ha estado realizando una campaña estridente a favor de lo que él denomina  Socialismo del Siglo XXI, una especie de socialismo que difiere muy poco del capitalismo.

Heinz Dieterich se ha opuesto sistemáticamente a las expropiaciones y al control obrero. Está en contra de tocar la propiedad de los banqueros, los terratenientes y los capitalistas. Y, como es natural, se opone a tocar el Estado burgués y el ejército.

No es una coincidencia que el general Baduel escribiera el prefacio del libro de Heinz Dieterich El Socialismo del Siglo XXI (Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI), y que ayudara en su presentación en Venezuela. Se puede decir que Heinz Dieterich no es responsable de las ideas y acciones de Baduel. ¿Pero cuál fue su reacción ante las declaraciones del general? ¿Se distanció de Baduel? ¿Rechazó lo que dijo Baduel? En absoluto.

El 8 de noviembre apareció en Rebelión un artículo de Heinz Dieterich titulado La ruptura Chávez-Baduel: impedir el colapso del proyecto popular. Reproducimos a continuación todo el texto para que nuestros lectores puedan juzgar por sí mismos, para que no se pueda hacer ningún tipo de sugerencia sobre si nosotros malinterpretamos las palabras del compañero Dieterich.

El compañero Dieterich habla por sí mismo, aquí está el texto completo del artículo:

La ruptura Chávez-Baduel: impedir el colapso del proyecto popular

(Heinz Dieterich)

 1. Lo que está en juego

La convocatoria pública del exgeneral en jefe y ministro de Defensa venezolano, Raúl Isaías Baduel, de votar en contra de la reforma constitucional propuesta por el presidente Hugo Chávez y avalada por la Asamblea Nacional, ha sacudido un orden nacional que parecía estable. Al mismo tiempo, ha abierto una fase de incertidumbre que podría tener graves consecuencias para el proyecto popular venezolano y la integración bolivariana de América Latina. Entender las causas objetivas, posibles consecuencias y soluciones de este conflicto es, por lo tanto, fundamental para evitar un triunfo de la oligarquía y del imperialismo.

Pese a tener una relación personal de aprecio de muchos años con ambos personajes, no haré una apología de ninguno de los dos protagonistas, sino un análisis racional que pretende contribuir a una solución progresista de la grave situación. Una variable clave para entender el conflicto es la personalidad de ambos militares, pero no es el momento de introducir esa variable en el análisis.

2. Las causas del conflicto

Las acusaciones de que Baduel se ha vendido a la extrema derecha, que su anticomunismo le ha ganado o que es un traidor, no llevan al meollo del problema. Desde que fue comandante de la 42ª Brigada de Infantería de Paracaidistas, ha habido muchos intentos de sobornarlo y varias conspiraciones para asesinarlo y no ha claudicado ante ninguna. Es un hombre que actúa por convicciones, no por conveniencias y esa es la razón por la que se enfrentó al golpe del 11 de abril, pese a que los golpistas lo trataron de sobornar para que colaborara. Y el hecho de que no participó el 4 de febrero y 27 de noviembre tiene su explicación, que los líderes involucrados conocen y que algún día será pública.

La afirmación de que se autoexcluyó del proyecto bolivariano del presidente, con su posicionamiento del 5 de noviembre, contra la reforma, es la clave para entender la actual situación. Baduel no pudo autoexcluirse del proyecto gubernamental, porque ya estaba excluido. Estaba marginado, y la responsabilidad principal de esta marginación es del Gobierno.

3. El modelo de Lucius Quinctius Cincinnatus

Al salir del Ministerio de Defensa en julio del 2007, el general declaró que se iba a retirar un tiempo de la vida pública para trabajar en su finca y reflexionar sobre su futuro como hombre público, tal como había hecho el cónsul Lucius Quinctius Cincinnatus hace 2.500 años en Roma. El lunes, 5 de noviembre, esa fase de meditación terminó con la dramática irrupción pública en el debate de la reforma constitucional.

Hay, sin embargo, dos diferencias fundamentales con el modelo histórico: a) el general no fue convocado por las fuerzas del Estado para “salvar a Roma”, sino motu proprio, por su propia iniciativa y, b) escogió el momento y el terreno que garantizara el máximo efecto del golpe de sorpresa que iniciara su carrera política del futuro. Parte del efecto consistió en que unos 18 días antes todavía había apoyado públicamente la reforma constitucional.

Están en lo cierto, sin embargo, los observadores que constatan que había señales públicas inconfundibles de preocupación en Baduel frente a la evolución del proyecto bolivariano que él veía: tales como el escaso vigor en el combate a la corrupción, el desarrollo inflacionario de la economía, la discrecionalidad en el uso de los ingresos de PdVSA y la falta de definición de la institucionalidad del Socialismo del Siglo XXI.

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El 8 de noviembre apareció en Rebelión un artículo de Heinz Dieterich titulado La ruptura Chávez-Baduel.


4. La ofensiva del general procura ocupar el centro político del país

El terreno del golpe político escogido por el general fue la reforma constitucional y el momento, el inicio de la campaña oficial por el , y de las protestas violentas de la derecha. Raúl Baduel es un extraordinario militar, con visión estratégica, lo que explica el contenido y el momento de la declaración pública. Contrariamente a lo que dice la propaganda oficial y el sectarismo, no es un hombre de la extrema derecha que, por definición, es extraconstitucional, sino un hombre de leyes. Su pronunciamiento a favor de la Constitución de 1999, contra la aglomeración excesiva del poder ejecutivo, es el discurso para ocupar el centro político del país.

Careciendo de una organización nacional y de fondos adecuados para iniciar una campaña política nacional, el general convirtió la creciente controversia sobre los contenidos y procedimientos de la reforma constitucional en lo que, en términos militares, es la reserva estratégica de un beligerante: una fuerza preorganizada en stand by, para fines ofensivos o defensivos eventuales. En la dramática situación del lunes, después de las manifestaciones en pro y contra de la reforma, una declaración del tipo que hizo, le daría de inmediato un foro mundial mediático y, dentro de Venezuela, un liderazgo en el centro político, que el país ahora no tiene.

5. La ruptura con el presidente y la batalla decisiva

La declaración del general significa, como es obvio, la ruptura abierta con el presidente y el proyecto bolivariano, que el mandatario está configurando desde 2003 a la fecha. El momento escogido puede parecer brutal, porque inicia una “guerra” sin cuartel al estilo de Bolívar. El retiro inmediato de las escoltas del general y de su familia, por parte del Ministerio de Defensa, al terminar la conferencia de prensa, es uno de los ejemplos de esta situación. Pero es obvio que Baduel consideraba todas las naves quemadas y que, al pasar a la ofensiva, juzgó que el golpe tenía que ser contundente.

La intervención del general equivale a una batalla decisiva, porque si el presidente no gana el referendo o si no lo gana al menos con el 60% de los votos, estaría obligado a convocar nuevas elecciones. Es decir, la convocatoria al No es mucho más que una simple cuestión electoral o un debate sobre prerrogativas constitucionales del Estado y del pueblo: es, por ahora, la batalla decisiva sobre el proyecto de país configurado por el presidente en los últimos cuatro años, desde el “socialismo a la venezolana” hasta los cambios fundamentales que se pretenden introducir en la constitución de 1999.

6. Venezuela entra en una fase de incertidumbre

Es indudable que la intervención del general ha causado dos efectos importantes: a) ha reforzado a todas las fuerzas del No, desde los radicales hasta los moderados; esta es una responsabilidad histórica de enormes dimensiones que sin duda pesará sobre la conciencia del general hasta el fin de su vida; b) ha anulado la abstención como opción.

Sin embargo, es difícil prever con precisión las consecuencias. Raúl Baduel ha perdido, sin duda, el gran apoyo que tenía dentro del “chavismo” duro. Habrá que ver si el apoyo que gana en el centro y con los bolivarianos decepcionados puede compensar esa pérdida de capital político. De parte del presidente habrá que ver si logra movilizar contingentes de electores en su favor, que antes estaban indecisos o inertes.

Dentro de este cálculo es necesario recordar que una característica política de Venezuela es que, desde el año de 1999, el Gobierno no ha logrado reducir el bloque opositor, que tiene una base dura de alrededor de 35 a 40% de la población; lo que es una plataforma bastante alta para un salto hacia el Gobierno, en cualquier crisis.

7. La salida: alianza estratégica entre Chávez y Baduel

Con el peligro de una derrota, absoluta o relativa del , se abre nuevamente una fase tendencialmente caótica en Venezuela que en pocos años podría terminar con el Gobierno de Hugo Chávez. Y si Chávez sale del Palacio de Miraflores, la integración de América del Sur podría pararse. Esto es lo que está en juego.

Para evitar ese futuro incierto e impedir que la derecha y el imperialismo puedan hacerse con el poder en Venezuela, será necesario que Chávez y Baduel lleguen a un acuerdo negociado que se base en una alianza estratégica entre el centro político del país y el bolivarianismo. Sería conveniente dejar de sacralizar la nueva constitución y verla por lo que es: un modus vivendi normativo construido sobre la correlación de las fuerzas reales en un momento histórico. Si no, se corre el peligro de pagar el precio político que está pagando Evo Morales en Bolivia por la Asamblea Constituyente.

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La declaración del general Baudel significa, como es obvio, la ruptura abierta con el presidente y el proyecto bolivariano. 


Es evidente, que la nueva constitución no es necesaria para avanzar el carácter antiimperialista y popular del proceso bolivariano que encabeza el presidente en los ámbitos nacional e internacional, ni tampoco es necesaria para avanzar hacia el Socialismo del Siglo XXI. Y es igualmente obvio que el modelo actual tiene una serie de debilidades estructurales, que pueden hacer crisis el próximo año, particularmente en la economía y en la falta de dialéctica en los órganos de conducción del país.

A la luz de lo que está en juego para el pueblo venezolano y los pueblos latinoamericanos, un pacto estratégico entre ambas fuerzas no solo es necesario para proteger el proceso, sino también, para volver al espíritu democrático colectivo original del Samán del Guere. Quien piense que esto es imposible después de la declaración de Raúl Isaías Baduel está olvidando el conflicto entre el teniente coronel Arias Cárdenas, del MBR-200 y el presidente Hugo Chávez.

En el año 2002 Arias Cárdenas dijo textualmente durante un programa en vivo en el canal RCTV que Chávez era un “asesino”, una “persona enferma, paranoica” y “jefe de esa banda de delincuentes” que está en el Gobierno. Años después fue nombrado por el presidente como embajador de la República Bolivariana de Venezuela ante las Naciones Unidas y hoy es el jefe del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) en el Estado más poderoso del país, Zulia.

La política es el arte de las alianzas posibles y, a la luz de lo que está en juego, la responsabilidad histórica ineludible de ambos ex compañeros de armas, Hugo Chávez y Raúl Isaías Baduel, es resolver la crisis política actual —y económica futura—, de tal manera que la oligarquía y el imperialismo no puedan adjudicarse otro triunfo estratégico en la Patria Grande.

¿Qué significan estas palabras?

En primer lugar, debemos observar que Dieterich no critica la esencia del discurso de Baduel, menos aún lo rechaza. Todo lo contrario, asume el papel de testigo de la defensa. En la primera parte del artículo dice que Baduel “ha sacudido un orden nacional que parecía estable”. No sabemos de qué país habla el compañero Dieterich, pero no puede ser Venezuela. El “orden nacional” allí no es estable en absoluto ni lo ha sido durante un tiempo.

En Venezuela existe una feroz lucha de clases. Las masas luchan por conseguir un cambio fundamental en la sociedad, es decir, luchan por la revolución socialista, mientras que un puñado de parásitos adinerados, la oligarquía, se aferra a su riqueza, poder y privilegios. Para conseguirlo, la oligarquía está dispuesta a cualquier cosa, movilizar a la muchedumbre en las calles para provocar violencia y caos, realizar un sabotaje económico, organizar conspiraciones para derrocar a un Gobierno elegido democráticamente, intrigar con potencias extranjeras. Si esta situación es la que el compañero Dieterich llama “estabilidad” nos gustaría entonces saber qué es la inestabilidad.

El enloquecido odio hacia Chávez y el deseo de librarse de él a toda costa es, en el fondo, un odio de clase. La burguesía y los imperialistas saben que detrás del líder bolivariano están las masas venezolanas: los trabajadores, los campesinos, los pobres y los oprimidos, a los que ha despertado la revolución bolivariana y que ahora desafían la propiedad privada y los “sagrados derechos” de la dirección. Las masas están aprendiendo de su experiencia y empujan hacia adelante la revolución, en dirección a la expropiación de los terratenientes y capitalistas. Ese es el verdadero temor de la clase dominante. Esa es la razón de que chillen por la “tiranía” y la “dictadura”.

La constitución de 1999 limita a los presidentes a dos mandatos de seis años cada uno, por lo tanto, la presidencia de Chávez terminaría en 2012. Esa es el principal objetivo de la oposición y el ala proburguesa del Movimiento Bolivariano: librarse de Chávez tan pronto como sea posible. Calculan que sin él, el movimiento se disiparía y fracturaría. A lo que realmente ponen objeciones es a las 69 enmiendas que incluyen medidas a favor de las masas y contra la oligarquía. Incluyen la jornada laboral de 36 horas semanales y más expropiaciones. Esto implica un movimiento mayor en dirección anticapitalista, algo intolerable no solo para la oligarquía venezolana y sus amigos en Washington, sino también para aquellos sectores del Movimiento Bolivariano que se oponen a la revolución socialista.

El principal peligro de la revolución, como hemos dicho en muchas ocasiones, no es tanto el enemigo externo como el enemigo interno: los agentes de la contrarrevolución dentro del Movimiento Bolivariano, la quinta columna burguesa, esos “bolivarianos” que llevan una camiseta roja pero que, en secreto, se oponen al socialismo, que temen a las masas y flirtean con la oposición. Esas personas quieren frenar la revolución y llegar a un acuerdo con la oposición contrarrevolucionaria.

La nueva carta permitiría a Chávez ser reelegido y reducir la influencia de los gobernadores y alcaldes. La razón es que no se puede confiar en muchos de ellos. Baduel no es un caso aislado. Otros supuestos seguidores de Chávez también han roto con él, incluido Ismael García del partido Podemos, que se ha pasado a la oposición.

Este hecho no debería sorprendernos. La polarización entre las clases, entre trabajadores y capitalistas, campesinos y terratenientes, pobres y ricos, se refleja en una diferenciación interna dentro del Movimiento Bolivariano. Un sector de los dirigentes, alarmados por el ascendente movimiento revolucionario y totalmente opuestos al socialismo, giran rápidamente a la derecha, hacia la contrarrevolución, mientras que las masas y la base bolivariana giran incluso más rápidamente a la izquierda, en dirección a la revolución socialista.

Las masas se han puesto alrededor de Chávez, a quien ven como el representante de sus intereses. Una vez más, Chávez demostró que era capaz de movilizar a sus seguidores en una manifestación de masas a favor del socialismo y de la nueva constitución. Una vez más las calles de Caracas se llenaron de trabajadores y jóvenes con camisetas rojas. En el mitin, el presidente describió correctamente a los líderes estudiantiles como “mocosos burgueses ricos” y también atacó a la jerarquía de la Iglesia Católica Romana por su papel. Estos sentimientos fueron aplaudidos de forma entusiasta por los manifestantes. Las masas no están dispuestas a aceptar de manera pasiva la agresión de la contrarrevolución. Esta es la respuesta a todos aquellos que afirman que la revolución está acabada, que las masas no lucharán, que la correlación de fuerzas es desfavorable y que debemos llegar a un compromiso con la oposición contrarrevolucionaria.

¿Qué intereses defiende Baduel?

Lenin explicó que el Estado, en última instancia, se reduce a cuerpos de hombres armados. El ejército es la cuestión clave en la revolución venezolana. Aunque está claro que la aplastante mayoría de la base de los soldados apoya la revolución, la situación en las filas superiores no es tan clara. Muchos oficiales son leales al presidente, pero no se aplica a todos, como ha demostrado Baduel. Se suponía que era un chavista leal, pero Pinochet también era supuestamente un demócrata y seguidor leal de Allende, hasta el 11 de septiembre de 1973.

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Las masas se han puesto alrededor de Chávez, a quien ven como el representante de sus intereses. 


¿Qué efecto podría tener Baduel dentro de las fuerzas armadas? Es imposible de predecir. Pero se sabe que existe una intensa discusión interna en el ejército. El ejército, cualquier ejército, es solo el reflejo de la sociedad en general. ¿Cuántos Baduel hay en los escalafones superiores a la espera de que llegue su momento para actuar? La única manera de tratar este problema y desarmar a los elementos contrarrevolucionarios antes de que sean capaces de volver sus armas contra la revolución es que la revolución penetre en las fuerzas armadas.

En su discurso, Baduel eligió cuidadosamente las palabras. Utilizó la palabra “golpe”, como una provocación deliberada. Es la oposición, no el presidente, los que intentan preparar el terreno para un golpe. Pero, como solía decir Churchill, la mejor defensa es el ataque. Cilia Flores, presidente de la Asamblea Nacional, dijo lo siguiente de Baduel: “Es un traidor y aquí el pueblo reniega de los traidores”. Está muy bien dicho. Es una cuestión muy seria. La intención es provocar el máximo de caos y preparar el camino para un golpe militar. José Vicente Rangel, el anterior vicepresidente, avisó el fin de semana de que él tenía información de inteligencia sobre que algunos en la oposición política estaban preparando el terreno para un golpe. No lo dudamos.

El interés de la contrarrevolución es causar el máximo caos e inestabilidad. ¿Qué intereses defiende Baduel cuando ataca a Chávez? Dieterich continúa:

“Al mismo tiempo, ha abierto una fase de incertidumbre que podría tener graves consecuencias para el proyecto popular venezolano y la integración bolivariana de América Latina”.

¡Claro que podría! Precisamente esa es la intención de Baduel. Abiertamente juega la carta de la contrarrevolución. Espera jugar el papel de Bonaparte y el de sepulturero de la revolución. Habría que estar ciego para no comprenderlo. Pero como dice el refrán, no hay más ciego que el que no quiere ver.

Cómo plantea Dieterich la cuestión

Heinz Dieterich nos dice que “entender las causas objetivas, posibles consecuencias y soluciones de este conflicto es, por lo tanto, fundamental para evitar un triunfo de la oligarquía y del imperialismo”. ¿Cuáles son las “causas objetivas”? Dieterich, de manera modesta, nos informa de que él tiene “una relación personal de aprecio de muchos años con ambos personajes”. A Heinz siempre le gusta decir que está cerca de tal o que se ha reunido con cual. Su intención es dotarse de una autoridad especial y perspicacia en los asuntos de Estado. Cree tener el derecho no solo a decirnos lo “que realmente significa Chávez”, sino también decirle al propio Chávez lo que realmente él quiere decir.

Desgraciadamente, ahora se encuentra en dificultades porque Baduel y Chávez están enfrentados totalmente. ¿Cómo sale Heinz de esta pequeña dificultad? A pesar de su amistad con ambos hombres, “no haré una apología de ninguno de los dos protagonistas, sino un análisis racional que pretende contribuir a una solución progresista de la grave situación”.

La Sybila [oráculo, N.d.T] en la antigua Grecia hacía declaraciones misteriosas que nadie podía comprender. Los sacerdotes después interpretaban estas declaraciones para el público ignorante. Necesitaríamos los servicios de tales sacerdotes para responder a una pregunta muy simple: en el conflicto entre Chávez y Baduel ¿dónde se posiciona Heinz Dieterich? Está en el medio. Intenta actuar como un árbitro entre los dos, en este proceso se sitúa por encima de ambos, ya que el árbitro siempre decide en caso de conflicto y la decisión arbitral es la final.

Una explicación trivial

Intentando cumplir su papel de Sybila-árbitro, Heinz nos informa:

“Una variable clave para entender el conflicto es la personalidad de ambos militares, pero no es el momento de introducir esa variable en el análisis”.

Esto es clásico de Heinz Dieterich. Significa: “Conozco a estos dos hombres mejor que vosotros. Los conozco mejor que nadie. En realidad, los conozco mejor que ellos mismos. También conozco que esto, en el fondo, solo es un conflicto de personalidades. Pero no os diré cómo o por qué lo sé, porque entonces ¡sabríais tanto como yo!”.

Solo una mente superficial intenta interpretar los acontecimientos políticos importantes en términos de personalidades. Se trata de una aproximación trivial a la historia y la política. Está al nivel de las novelas sentimentales y el periodismo de chismorreo. No explica nada en absoluto. Si las personalidades de Chávez y Baduel ahora son diferentes, también lo eran hace cinco o diez años. ¿Por qué el enfrentamiento ocurre ahora y no entonces?

En realidad, el conflicto entre Chávez y Baduel es, en el fondo, una cuestión de clase. Los elementos psicológicos y personales juegan, en el mejor de los casos, un papel secundario. Estos hombres no actúan en el vacío social. Baduel refleja las ideas, los intereses y la psicología de la burguesía, mientras que Chávez expresa las aspiraciones, los intereses y la psicología de las masas de pobres y oprimidos. Por eso Baduel, inmediatamente, fue recibido como un héroe y salvador por la burguesía y los medios de comunicación, a nivel nacional e internacional, mientras que Chávez recibió el apoyo de los trabajadores y los campesinos. Una vez más, solo un ciego no podría comprender esto.

Ahora llegamos a las causas del conflicto, Heinz nos dice:

“Las acusaciones de que Baduel se ha vendido a la extrema derecha, que su anticomunismo le ha ganado o que es un traidor, no llevan al meollo del problema”.

¡En realidad es una formulación muy extraña! O Baduel se ha vendido a la derecha y es un traidor, o no lo ha hecho y no lo es. ¿Qué piensa el compañero Dieterich? No sabemos. No lo dice. Todo lo que dice es que estas acusaciones “no llevan al meollo del problema”. ¿Qué tipo de afirmación es esta? Es de la clase de circunloquio de un abogado y una sofistería que se supone explica algo pero que solo intenta desviar la atención de alguien.

Dieterich defiende a Baduel

Dieterich está muy ansioso por presentar a su amigo de la manera más favorable. Nos dice: “Es un hombre que actúa por convicciones, no por conveniencias”. Estas palabras suponen la defensa del general que está atacando la revolución y apoya a la oposición contrarrevolucionaria. Incluso si aceptamos lo que dice Dieterich, que Baduel solo actúa por convicción, esa no sería una justificación. Un contrarrevolucionario que actúa por convicción, no por conveniencia, es más peligroso que un enemigo que está guiado por consideraciones personales de corto plazo.

Nos recuerda que él “se enfrentó al golpe del 11 de abril” [2002] y nos dice que el hecho de que no participara en el intento de golpe de Chávez de 1992 “tiene su explicación, que los líderes involucrados conocen y que algún día será pública”. Una vez más se pone la capa de Sybila e insinúa que él (Heinz Dieterich) conoce muchos secretos que ignoramos y sobre los que no puede hablar. Es un argumento muy interesante. Es como un hombre al que se le pide que pague el alquiler al final de mes con el siguiente argumento: conozco una fórmula secreta que te permitirá ganar a la lotería, pero no puedo hablar ahora de ello. Esto podría impresionar a muchas personas, pero no convencerá al terrateniente ni le impedirá que eche al inquilino, junto con sus fórmulas secretas, a la calle.

¿Por qué Baduel se opuso a la reforma el 5 de noviembre? Baduel era incapaz de aceptar el proyecto del Gobierno porque él ya estaba excluido, Dieterich nos dice: “Estaba marginado, y la responsabilidad principal de esta marginación es del Gobierno”. ¡Aquí lo tenemos! El fallo de la situación no es de Baduel, porque el pobre ya estaba “excluido”. ¿Entonces, por qué falló? Por el Gobierno y el presidente. ¡Por supuesto! ¿Qué significa esto? En este conflicto que, como ya hemos explicado, es un enfrentamiento de clase, un choque entre las fuerzas de la revolución y la contrarrevolución, Dieterich está al lado de la segunda contra la primera. Ningún tipo de sofistería ni ambigüedad podrá ocultarlo.

La línea de argumentación utilizada por Dieterich es absolutamente típica: es la sofistería del abogado. Haremos una analogía que lo aclarará. Un hombre es acusado de quemar la casa de su vecino con él dentro. Es llevado a juicio y su abogado defensor es un amigo al que conoce desde hace muchos años. ¿Su amigo puede decir que no es culpable? No, no puede hacer eso, porque la casa fue quemada a la luz del día y todo el mundo vio lo que hizo. El caso parece perdido, entonces el abogado recurre a un truco para salvar a su amigo. ¿Qué argumento utiliza? No niega la acusación (porque no puede) pero dice que la acusación “no va al meollo del problema”.

De esta manera comienza a confundir al jurado y desviar la atención de la acusación central, después continúa creando una cortina de humo con cuestiones irrelevantes:

1) Conozco al acusado desde hace muchos años y es un hombre bueno.

2) El acusado solo actúa por convicción. Solo quemó la casa por convicción, en realidad, siempre quema casas por convicción.

3) La casa era muy fea y merecía ser quemada.

4) Los vecinos le habían dejado de invitar a cenar y esta situación le hizo sentirse marginado. Por lo tanto, los vecinos son los responsables de sus acciones y merecen ser quemados.

Con esta retórica de abogado se despoja de todo adorno, y su deshonestidad es clara para cualquier persona inteligente. El abogado no niega que su cliente es culpable de los cargos, pero le defiende como una persona honesta e intenta presentar sus acciones criminales de la mejor manera posible. Después procede a justificar el propio crimen y hace que las víctimas del crimen parezcan los agresores y el criminal como la víctima real. Si el abogado es lo suficientemente habilidoso, algunas veces puede tener éxito en convencer al jurado para que libere al criminal, que inmediatamente procede a quemar más casas.

Un contrarrevolucionario ‘sincero’

Heinz Dieterich, como hemos visto, no niega que Baduel se haya pasado a la oposición contrarrevolucionaria. No puede negarlo porque todos en Venezuela saben que es verdad. Por esa razón intenta justificar sus acciones, presentando su discurso contrarrevolucionario como la acción de un verdadero demócrata y un patriota. Dice que actúa solo por convicción, no desde el soborno u otros motivos.

Como no hemos estado presentes en las reuniones entre el general y la oposición no tenemos acceso a su cuenta bancaria, no tenemos forma de saber si es verdadero o falso. Sin embargo, debemos observar que Dieterich se contradice cuando escribe: “Parte del efecto [de la declaración de Baduel] consistió en que unos 18 días antes todavía había apoyado públicamente la reforma constitucional”. ¿Cómo un “hombre de convicción” cambia sus convicciones sobre la constitución en un espacio de 18 días? Evidentemente, las convicciones del general se parecen a las del político que decía: “Bien, ¡si no te gustan mis principios, los cambiaré!”.

Incluso si aceptamos que él ha actuado solo por convicción, este argumento no dice nada. Muchos de los mayores villanos de la historia han actuado por convicción. El loco emperador Nerón no dudó en actuar por convicción cuando quemó Roma y culpó a los cristianos. Adolfo Hitler siempre actuó sobre la base de convicciones muy profundas, convicciones de superioridad racial y fascismo. Tanto Tony Blair como George Bush dijeron que estaban motivados por profundas convicciones, convicciones imperialistas, tienen un dios que les da derecho a gobernar el mundo. Para justificar su apoyo a la invasión criminal de Iraq, Blair le dijo al pueblo británico: “Lo hice porque yo creía sinceramente que tenía razón”. ¿Este hecho hace que los crímenes de estos hombres sean menos atroces ya que eran sinceros y “actuaban por convicción”?

Muchos en la oposición venezolana están profundamente convencidos de que Chávez es un revolucionario peligroso, una amenaza para el orden social existente que debe ser derrocado e incluso asesinado para salvar a la patria. Sí, lo creen sinceramente. Y desde su punto de vista de clase están en lo correcto. Están actuando por convicción. La oposición contrarrevolucionaria defiende con sinceridad el punto de vista de los terratenientes, los banqueros y los capitalistas. Baduel francamente defiende a la oposición contrarrevolucionaria. Y Dieterich defiende con franqueza (asumimos) a Baduel. Sin embargo, no estamos interesados en si ellos son sinceros o no, sino en qué intereses defienden.

La única manera de que podamos juzgar las acciones de Baduel no es desde el punto de vista de la sinceridad personal sino desde un punto de vista de clase. Por nuestra parte, defendemos sinceramente el punto de vista del socialismo y la clase obrera. Defendemos al presidente Chávez contra los ataques de la contrarrevolución. No hacerlo en esta situación sería una traición. Y también la única forma de que podamos interpretar las acciones de aquellos que actúan con la sofistería del abogado para defenderle. Si a un pirómano se le permite escapar de la justicia debido a los argumentos de abogados inteligentes, entonces estará libre para quemar casas. Si se tolera a un contrarrevolucionario, él participará en conspiraciones contrarrevolucionarias que amenazan la vida de muchas más personas que un solo pirómano.

En nuestra opinión, la revolución bolivariana ya ha sido demasiado indulgente con los contrarrevolucionarios. ¿Cuántos golpistas de abril de 2002 están en prisión? Hasta hace poco, ninguno, por lo que sabemos. Este es un error serio y la revolución pagará un precio muy caro por esta indulgencia.

La ‘preocupación’ de Baduel

“Sin embargo, los observadores que constatan que había señales inconfundibles públicas de preocupación en Baduel frente a la evolución del proyecto bolivariano que él veía: tales como el escaso vigor en el combate a la corrupción, el desarrollo inflacionario de la economía, la discrecionalidad en el uso de los ingresos de PdVSA y la falta de definición de la institucionalidad del Socialismo del Siglo XXI” (El subrayado es nuestro).

No tenemos la más mínima duda de que Baduel y toda la derecha del Movimiento Bolivariano estaban preocupados por la evolución del proyecto bolivariano. ¿Por qué estaban preocupados? Estaban preocupados porque la revolución comenzaba a ir más allá de los límites del capitalismo y amenaza la riqueza y la propiedad de la oligarquía. Estaban preocupados por las nacionalizaciones y la no renovación de la licencia a RCTV, ese nido de agitación contrarrevolucionaria y centro neurálgico de los golpistas.

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En nuestra opinión, la revolución bolivariana ya ha sido demasiado indulgente con los contrarrevolucionarios. ¿Cuántos golpistas de abril de 2002 están en prisión? 


También estaban preocupados por la corrupción, pero no por las razones que da Heinz Dieterich. Todo el mundo sabe que Chávez personalmente es incorruptible pero que está rodeado por una capa de burócratas corruptos y arribistas que están saboteando la revolución desde dentro. Estos elementos son la quinta columna de la contrarrevolución y son más peligrosos que los contrarrevolucionarios abiertos.

Se quejan del “uso discrecional de los ingresos de PdVSA”. ¡Vaya chiste! ¡Como si los ingresos de PdVSA no se hubieran usado siempre para fines políticos! La única diferencia es que en el pasado los enormes recursos de PdVSA eran utilizados para beneficio de la oligarquía, sus amigos y sirvientes políticos. Ahora estos recursos ya no están controlados por la burguesía y eso no les gusta. Sus protestas por la corrupción apestan a hipocresía.

Es bastante cierto que hay burócratas en PdVSA, pero no solo en PdVSA, que necesitan ser purgados. ¿Pero como se hace esta tarea? Es necesario coger una gran escoba y barrer a todos estos funcionarios “bolivarianos” corruptos y crear un nuevo Estado que sea adecuado para la transformación socialista de la sociedad. Esto solo se puede hacer con la implicación activa de las masas, los trabajadores y los campesinos, en la gestión de la industria, la sociedad y el Estado.

Lo que hace falta es la expropiación de la oligarquía y el desmantelamiento de la vieja maquinaria estatal burocrática y corrupta. Esa es la única manera de conseguir una clara “definición de la institucionalidad del Socialismo del Siglo XXI”. ¿Eso es lo que Baduel y Dieterich proponen? No. Se oponen con vehemencia a ello. Están en contra de la nacionalización y del control obrero. Cuando hablan de ‘Socialismo del Siglo XXI’ en absoluto significa socialismo, sino solo capitalismo pero con otro nombre. Lo que les “preocupa” es la dirección que ha tomado el proyecto bolivariano. Están decididos a detener en seco la revolución.

En realidad, el propio Baduel explicaba cuál era su verdadera preocupación en el momento de su discurso de despedida como ministro de Defensa. Aunque vistió su discurso con fraseología socialista, lo que dijo está muy claro. Por ejemplo, dijo que “el socialismo es la distribución de la riqueza, pero antes de que se pueda distribuir la riqueza hay que crearla”, este es un argumento típico de los reformistas en todas partes contra el socialismo y la nacionalización. Añadió que “un régimen de producción socialista no es compatible con un sistema político que es profundamente democrático con contraofertas y divisiones de poder”, añadiendo que “debemos alejarnos de la ortodoxia marxista que dice que la democracia con la división de poderes es solo un instrumento de dominación burguesa”. Y añadió: “sí, debemos ir hacia el socialismo, pero se debe hacer sin caos ni desorganización”. Y utilizando una analogía extraña con la Nueva Política Económica de Lenin declaró: “no podemos permitir que nuestro sistema se convierta en un tipo de capitalismo de Estado, donde el Estado es el único propietario de los medios de producción”. Y añadió: “el comunismo de guerra en la Unión Soviética nos enseñó que no se pueden implantar cambios profundos en el sistema económico... la abolición total de la propiedad privada y la socialización brutal de los medios de producción siempre tienen un efecto negativo en la producción de bienes y servicios, y provoca descontento general entre la población”. Está bastante claro lo que estaba diciendo. Estas analogías incorrectas con el comunismo de guerra y la NEP en Rusia solo son una cobertura de lo que realmente estaba diciendo: “no deberíamos avanzar hacia la nacionalización de la economía”.

Algunas personas en ese momento dijeron que el discurso de Baduel no era una crítica de Chávez, sino más bien, que solo estaba planteando su idea del “socialismo democrático” (es decir, reformas dentro de los límites del capitalismo). A propósito, estas son las mismas ideas que Heinz Dieterich ha estado planteando con el nombre de Socialismo del siglo XXI, socialismo sin nacionalización de los medios de producción, es decir... ¡capitalismo! Por esta razón Baduel era tan entusiasta con las ideas de Dieterich y escribió el prólogo de la edición venezolana de su libro Hugo Chávez y el Socialismo del Siglo XXI. En este prólogo Baduel dice cosas muy elogiosas sobre el libro de Dieterich: “Primero, el gran honor que siento al hacerlo, ya que reconozco en esta obra una grandísima contribución a la construcción de la teoría de la nueva sociedad no capitalista”, añade que a pesar del llamamiento hecho por el presidente a participar en el debate sobre el socialismo: “sin embargo pasado un tiempo, el aporte de Heinz Dieterich, permanece como una referencia casi única y obligada debido a la claridad y sencillez de sus ideas”. Baduel estaba en realidad tan impresionado con las ideas de Dieterich que sugirió que el capítulo 7 de su libro “pudiese muy bien ser publicado como una obra aparte y ser reproducido para su distribución masiva en escuelas, universidades, sindicatos, fábricas, hospitales, comunidades campesinas, consejos comunales y en fin en todos los espacios donde hace falta generar un debate y sana discusión sobre el socialismo que queremos construir”.

¡Estas palabras deben ser realmente embarazosas para Dieterich! La persona que hace solo unos pocos meses alababa tanto sus ideas, ahora ha roto con el proyecto bolivariano y se ha unido a la contrarrevolución. Quizá esta sea la razón por la que Dieterich es tan entusiasta a la hora de argumentar que Baduel no es realmente un contrarrevolucionario y que, en última instancia, Chávez y Baduel deberían formar una alianza. Pero se podría decir que las ideas de Baduel han cambiado y que, por lo tanto, Dieterich no es realmente responsable de su última evolución ideológica. Nada podría estar más alejado de la verdad. Lo que atrajo a Baduel de Dieterich fue la idea de este último de que se puede tener “socialismo” sin la nacionalización de los medios de producción. Ese era el tipo de “socialismo” con el que Baduel podría vivir. Y eso es lo que explicó en su discurso de despedida el 23 de julio. ¿Qué dijo en su discurso el 5 de noviembre? Exactamente lo mismo. Citemos con detalle:

“Según esto, la motivación de la reforma constitucional, tal como se ha presentado, es llevar al pueblo venezolano hacia un proceso de transición, hacia algo que se denomina de manera genérica “socialismo” sin indicar claramente a qué se refiere este término. Como ya indiqué en otra ocasión, cuando entregué el Ministerio de la Defensa, la palabra socialismo no tiene un significado uniforme y puede incluir regímenes como el de Pol Pot en Camboya y la Unión Soviética estalinista, hasta el llamado Socialismo Nórdico o el Socialismo Democrático Europeo. ¿A qué socialismo se nos quiere llevar? ¿Por qué no se le dice al pueblo claramente hacia dónde se piensa conducir a la nación? Tenemos como pueblo que exigir que se nos diga claramente el destino de nuestro futuro y no se nos mienta con un supuesto socialismo a la venezolana”.

¡El propio Baduel admite que sus ideas no han cambiado! Y el mismo Dieterich describía el discurso de despedida de Baduel como “un gran paso hacia el Socialismo del Siglo XXI” (ver Hugo Chávez, Raúl Baduel, Raúl Castro y el Bloque Regional de Poder Popular avanzan el Socialismo del futuro, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=54425).

La razón por la que Baduel se ha pasado a la oposición es clara: ve que todo lo que se habla de socialismo podría realmente significar socialismo y no está de acuerdo con eso. Estaba contento con aceptar el socialismo de variedad Dieterich (es decir, socialdemocracia), pero se opone totalmente al genuino socialismo. Chávez explicó esto muy bien cuando dijo: “cuando un submarino se sumerge, la presión se incrementa y puede soltar un tornillo flojo, los puntos débiles van a ir saliendo. Es bueno que salga”.

Una analogía engañosa

Después de comenzar a confundir la cuestión, Dieterich continúa por el mismo camino, solo que en esta ocasión nos remonta a hace 2.500 años, a la antigua Roma. Baduel, veis, está siguiendo el modelo de Lucius Quinctius Cincinnatus:

“Al salir del Ministerio de Defensa en julio del 2007, el general declaró que se iba a retirar un tiempo de la vida pública para trabajar en su finca y reflexionar sobre su futuro como hombre público, tal como había hecho el cónsul Lucius Quinctius Cincinnatus hace 2.500 años en Roma. El lunes, 5 de noviembre, esa fase de meditación terminó con la dramática irrupción pública en el debate de la reforma constitucional”.

Cualquiera que haya leído los libros y artículos de Heinz Dieterich sabrá que le gusta citar todo tipo de analogías históricas. Con ello pretende dar una impresión de gran erudición y de esta manera situarse en una posición de autoridad intelectual incuestionable. Este método juega un papel similar al de un calamar que, cuando desea distraer al enemigo, suelta una gran cantidad de tinta. La cantidad de tinta esparcida por Heinz Dieterich distraería a todos menos al oponente más persistente, porque somos conscientes de que las analogías históricas de Heinz son, con frecuencia, engañosas.

Cincinnatus era un noble en los días de la República Romana. A diferencia de nuestros terratenientes venezolanos modernos, él trabajaba el campo con sus propias manos. Un día, un mensajero llegó para informarle de que Roma estaba siendo atacada. Como buen ciudadano patriota romano abandonó su arado y se fue a la ciudad a dirigir el ejército y la ciudad hacia la victoria.

En aquellos remotos tiempos, en época de emergencia nacional se elegía a un dictador romano por un periodo seis meses, durante ese tiempo él tenía todo el control. Al final de su periodo de mandato, entregaba el poder y regresaba a su granja. Los romanos estaban muy orgullosos de que su líder solo quisiera servirles. En esta época, a los ciudadanos estadounidenses les gusta comparar a George Washington con Cincinnatus. Washington también regresó a su arado, regresó a su granja de Mount Vernon, donde, a diferencia del general romano, no trabaja con sus manos sino que dependía de los servicios de sus esclavos negros.

¿Qué tiene esto que ver con el caso de Baduel? No tiene nada que ver y lo ha sacado a relucir, como es habitual en Dieterich, para confundir la cuestión. Baduel fue ministro de defensa, que es un cargo importante, pero difícilmente un dictador con poder absoluto. No llegó al poder por aclamación universal del pueblo de Venezuela, sino que fue nombrado por el presidente Chávez, que ahora ha decidido prescindir de sus servicios.

Baduel no renunció voluntariamente al poder para trabajar la tierra con sus manos. Fue destituido y abandonó el cargo a regañadientes, se negó a pronunciar el juramento de lealtad: Patria, Socialismo o Muerte. Este fue un acto criminal de insubordinación que indicaba claramente el modo de pensamiento del general. No le supuso nada de tiempo considerar si plantaba patatas o no. Su mente ya estaba preparada. En realidad, llevaba preparada hace mucho tiempo.

Baduel estaba dispuesto a seguir a Chávez mientras la revolución bolivariana permaneciera dentro de los límites de la propiedad privada y el capitalismo. Pero la revolución está superando estos límites y Baduel era incapaz de detenerla desde dentro. Era inevitable un enfrentamiento con Chávez y Baduel supo exactamente que debía hacer. La razón de la demora no tenía nada que ver con Cincinnatus, las patatas o la meditación, sino solo logística de la planificación.

“Hay, sin embargo, dos diferencias fundamentales con el modelo histórico: a) el general no fue convocado por las fuerzas del Estado para ‘salvar a Roma’, sino motu proprio, por su propia iniciativa y, b) escogió el momento y el terreno que garantizara el máximo efecto del golpe de sorpresa que iniciara su carrera política del futuro. Parte del efecto consistió en que unos 18 días antes todavía había apoyado públicamente la reforma constitucional”.

Sí, toda analogía histórica es buena dentro de ciertos límites. Pero esta idea es falsa de principio a fin. El pasaje anterior es tan peculiar que deja a uno rascándose la cabeza para encontrar algún sentido en él (es una sensación que se experimenta con frecuencia al leer algo escrito por este autor). Nuestro Cincinnatus moderno “no fue convocado por las fuerzas del Estado para ‘salvar Roma”, ¡Realmente no! Las “fuerzas del Estado” despidieron al general precisamente porque Roma estaba en peligro (es decir, Venezuela).

Nuestro Cincinnatus venezolano ahora está atacando públicamente a esas mismas “fuerzas del Estado” y apoya abiertamente a la oposición contrarrevolucionaria. Y por supuesto lo hace motu proprio, es decir, por su propia iniciativa, y por supuesto elige el lugar y el momento adecuado “para garantizar el máximo impacto y sorpresa”. En otras palabras, elige el momento y el lugar adecuados para infligir el máximo daño a la revolución bolivariana, la campaña para el referéndum de diciembre. Eso es lo que está haciendo, como Dieterich se ve obligado a admitir, no para el beneficio de la República, sino para iniciar “su carrera política del futuro”. Es lo mismo que decir, hace precisamente lo contrario de lo que hizo Cincinnatus. Heinz le ve como una figura heroica en la tradición del héroe romano. Este hecho nos dice mucho sobre cómo Heinz entiende la historia antigua, y también la política moderna.

Un candidato para el bonapartismo

Heinz Dieterich es un reformista utópico, un académico que vive en un mundo de sueños y (por alguna razón) se considera un supremo realista político. No sería justo describirle como un contrarrevolucionario. No, el profesor detesta la contrarrevolución y desea evitarla. No sería correcto describirle como un revolucionario, porque también teme la revolución, que es impulsada hacia delante por las “masas poco instruidas”, que irá mucho más lejos (ya ha ido muy lejos) y provocará (ha provocado ya) a la contrarrevolución. Para Heinz todos los extremos son malos y debe haber moderación en todas las cosas. Por lo tanto, la respuesta está en el centro.

Heinz Dieterich insiste en que el general no ha girado a la derecha. ¿Entonces hacia dónde ha girado? Ahora es el candidato del centro, nos dice Heinz. ¿Qué es el centro? En Venezuela no hay centro, excepto en la febril imaginación de Heinz Dieterich. En Venezuela hay una profunda polarización entre izquierda y derecha, es decir, una intensa polarización entre las clases que ahora se ha convertido en un abismo insalvable. Todo el mundo lo sabe. La oposición lo sabe, las masas también, Hugo Chávez lo sabe, Baduel también, el Departamento de Estado de EEUU es consciente de esta situación, un niño de seis años lo comprende, incluso George W. Bush lo sabe. Pero Heinz Dieterich no. Él pretende resolver todos los problemas de la revolución uniendo a todos en el centro y formando una alianza entre Chávez y Baduel.

Esto significa unir la revolución con la contrarrevolución, que solo es un poco más difícil que unir el fuego con el agua, que convertir el plomo en oro o cuadrar el círculo. Sin embargo, nuestro amigo Heinz no es un hombre que se desanime con estos pequeños detalles. Baduel, nos dice, es muy inteligente al posicionarse como candidato a líder del centro. Pero el general tiene un pequeño problema. El centro no existe. Después de haber roto con el Movimiento Bolivariano (donde siempre ha estado a la derecha) no tiene otra alternativa excepto girar aún más a la derecha.

Baduel no tiene otra alternativa sino encontrar una causa común con la oposición, con quien no tiene diferencias reales. Algunos de los opositores más estúpidos no le quieren. Ven todo lo remotamente conectado con el chavismo como un enemigo. Pero los más inteligentes que dirigen la oposición le darán la bienvenida con los brazos abiertos. Más importante aún, el Departamento de Estado norteamericano, que mueve los hilos de la oposición, le dará seguro la bienvenida con los brazos abiertos. Esta circunstancia tiene su propia lógica.

Baduel elige el momento para garantizar el máximo impacto sobre la opinión pública, nacional e internacionalmente. Es natural, los medios de comunicación controlados por las grandes empresas le han dado mucha publicidad, le han alabado como un héroe. Es el héroe del momento, para los contrarrevolucionarios. Se está proponiendo como el futuro salvador de la nación, una nación que ha abandonado el camino de la “democracia” y se desliza hacia el caos y la anarquía. Es necesaria una mano firme para salvar la nación. Eso significa la mano de un general y este es Baduel.

Para cualquiera que tenga el más mínimo conocimiento de la historia, este es el lenguaje del bonapartismo. La verdadera analogía histórica para Baduel no es Cincinnatus sino Napoleón Bonaparte, que llegó al poder sobre el cadáver de la Revolución Francesa. Fue Bonaparte el que se aupó al poder con la consigna de la unidad nacional y el orden. Eso significó aplastar a las masas revolucionarias que bajo los jacobinos habían “ido demasiado lejos”. Fue la destitución y el asesinato de Robespierre y los demás líderes revolucionarios y el Terror Blanco contra sus seguidores. Supuso la restauración del rango y el privilegio, la dominación de Francia por los banqueros y capitalistas, aliados con los que habían conseguido sus fortunas de la revolución mediante la corrupción y el arribismo, y que estaban convencidos de que la revolución había ido demasiado lejos.

Si lo consigue, Baduel no será el candidato del centro inexistente sino el candidato de la reacción. No será el candidato de la clase media, sino de la oligarquía que explota los temores y prejuicios de la clase media. No será el candidato de la moderación y la democracia, sino de la violenta contrarrevolución. Cuando él habla de unidad lo que quiere decir es la noción bonapartista de situarse por “encima de todas las clases” y hablar por la nación. Pero no existe la nación aparte de las clases que conforman la nación. El líder bonapartista que pretende hablar por la nación en realidad habla por los ricos y poderosos que poseen la riqueza de la nación y que celosamente la guardan.

Al citar el ejemplo del héroe romano Cincinnatus, Dieterich lo que hace es dar crédito a la propaganda de la clase dominante y los imperialistas. ¿No fue Cincinnatus un héroe? ¿No salvó a la patria en el momento que lo necesitaba? La oligarquía está desesperada y busca un hombre fuerte que pueda presentarse frente a Chávez y detener la revolución. Cuando ellos hablan de “salvar Venezuela” lo que quieren decir es salvar el poder y el privilegio de la oligarquía que están amenazados por el movimiento de las masas. Gritan por el orden, y eso significa un golpe y una dictadura que ponga fin a la revolución y que enseñe a las masas una lección que nunca puedan olvidar.

¿Centro o derecha?

Todo el mundo sabe que Baduel ha girado a la derecha, directamente al campo de la contrarrevolución, todo el mundo, excepto Heinz Dieterich. Él está convencido de que “la ofensiva del general procura ocupar el centro político del país”. Y Dieterich expresa su admiración ilimitada por las tácticas del general:

“Raúl Baduel es un extraordinario militar con visión estratégica lo que explica el contenido y el momento de la declaración pública”.

Y continúa: “El terreno del golpe político escogido por el general fue la reforma constitucional y el momento, el inicio de la campaña oficial por el , y de las protestas violentas de la derecha”.

Y una vez más:

“Careciendo de una organización nacional y de fondos adecuados para iniciar una campaña política nacional, el general convirtió la creciente controversia sobre los contenidos y procedimientos de la reforma constitucional en lo, que en términos militares, es la reserva estratégica de un beligerante: una fuerza preorganizada en stand-by, para fines ofensivos o defensivos eventuales. En la dramática situación del lunes, después de las manifestaciones en pro y en contra de la reforma, una declaración del tipo que hizo, le daría de inmediato un foro mundial mediático y, dentro de Venezuela, un liderazgo en el centro político, que el país ahora no tiene”.

Dieterich escribe como el comentarista de un partido de béisbol, destacando de manera favorable la técnica de uno de los jugadores, pero de modo intencionado se niega a decir qué equipo apoya. Sí, podemos estar de acuerdo en que Baduel era un contrarrevolucionario habilidoso y que su técnica y ritmo son excelentes desde el punto de vista de la contrarrevolución. Su intervención estuvo organizada cuidadosamente para coincidir con las provocaciones violentas de los estudiantes de derechas en las calles y campus universitarios. El general consiguió añadir caos e inestabilidad, ayudó materialmente al campo del voto al No. ¡Bravo por Baduel!

Si buscamos analogías históricas podemos encontrar muchas otras más recientes que la de Cincinnatus. Mussolini era un táctico incluso más inteligente que Baduel. Sus tácticas en 1919-1923 fueron impecables y le llevaron a la toma del poder absoluto y el establecimiento de un Estado fascista en Italia. ¿Eso nos da derecho a escribir con admiración sobre Mussolini? ¿A presentarle como un militar extraordinario con una visión estratégica?

Los miles de trabajadores, socialistas, comunistas, sindicalistas italianos que fueron asesinados, torturados y encarcelados por Mussolini encontrarían algo difícil compartir tal admiración. Y en Venezuela, las consecuencias de la victoria de la contrarrevolución no serían menos serias. No debemos olvidar que antes de su conversión al fascismo, Mussolini había sido uno de los dirigentes del Partido Socialista Italiano. A pesar del hecho evidente de que Baduel actúa en coordinación con la derecha, Dieterich lo sigue negando:

“Contrariamente a lo que dice la propaganda oficial y el sectarismo, no es un hombre de la extrema derecha que, por definición, es extraconstitucional, sino un hombre de leyes. Su pronunciamiento a favor de la constitución de 1999, contra la aglomeración excesiva del poder ejecutivo, es el discurso para ocupar el centro político del país”.

Estas palabras se basan en varias malinterpretaciones. La extrema derecha no necesariamente es “por definición extraconstitucional”. Recordemos que Hitler hizo un uso habilidoso de la constitución de Weimar para maniobrar en el poder. Con la ayuda de las grandes empresas se presentó a las elecciones e incluso llegó al poder por medios parlamentarios en 1933, gracias a la política criminal de los estalinistas y socialdemócratas alemanes. Lo mismo ocurrió con otros fascistas como Dolfuss en Austria y Gil Robles en España. Incluso hoy la extrema derecha se presenta a las elecciones y tiene representantes parlamentarios en varios países e incluso (hasta hace poco) un grupo parlamentario en el Parlamento Europeo, que incluía a la nieta de Mussolini.

En Venezuela, la oposición contrarrevolucionaria hace uso o no de todos los mecanismos democráticos y constitucionales que tiene a su disposición, según sus consideraciones tácticas. Utilizaron el mecanismo de la revocación que les proporcionaba la constitución de 1999 para intentar librarse de Chávez. De haberlo conseguido, inmediatamente habrían abolido el derecho de revocación y liquidado la constitución. No lo consiguieron debido al elevado nivel de conciencia revolucionaria de las masas. En 2005 boicotearon las elecciones legislativas porque sabían que serían derrotados y querían sembrar dudas sobre la legitimidad de los resultados. No lo consiguieron, así que el pasado mes de diciembre participaron en las elecciones presidenciales y movilizaron a sus seguidores en manifestaciones masivas. Una vez más las masas mostraron un alto nivel de madurez, salieron a las calles y votaron masivamente a Chávez. Ahora la oposición combina métodos extraparlamentarios (provocaciones armadas, tumultos y sabotaje económico) con tácticas parlamentarias (defendiendo el No en el referéndum). En otras palabras, para ellos es puramente una cuestión táctica.

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En Venezuela, la oposición contrarrevolucionaria hace uso o no de todos los mecanismos democráticos y constitucionales que tiene a su disposición, según sus consideraciones tácticas. 


Para llegar a la conclusión de que el general Baduel se ha pasado a la derecha y se ha unido a las filas de la oposición contrarrevolucionaria no necesitamos hacer referencia a la “propaganda oficial” o al “sectarismo” (sea lo que sea). Solo nos referimos a los hechos, y los hechos son algo testarudos. ¿La campaña del No en Venezuela está organizada por la oposición contrarrevolucionaria con el apoyo del imperialismo norteamericano? Sí, así es. ¿La intención de esta campaña es desacreditar y derrocar a Chávez y dar marcha atrás a la revolución?. Sí, así es. ¿Está coordinada con las provocaciones violentas de los estudiantes de derechas? Sí, así es. ¿Estos últimos pretenden sembrar el caos y la inestabilidad, crear una atmósfera favorable para un golpe como el de abril de 2002? Sí, lo intentan.

¿Cuál es el papel de Baduel en esta situación? ¿Ocupar el centro político del país? No, no lo es. Públicamente se ha alineado con la extrema derecha que busca destruir la revolución y hacer retroceder a Venezuela. Su intención (que Dieterich encuentra técnicamente excelente) es sembrar el caos y la inestabilidad, que es lo mismo que persiguen los provocadores de derecha. Frente a estos hechos ¿cómo alguien puede negar que el general se ha pasado al lado de la contrarrevolución? ¿Por qué él se considera un demócrata y hace referencia a la constitución de 1999? Lo mismo ocurre con otros demagogos de derechas en Venezuela (¡aunque se opusieran a la constitución de 1999 en su momento!).

Pero miremos lo que Baduel dijo realmente en su discurso en el que rompió con Chávez. Es verdad que no hizo un llamamiento abierto a un golpe militar, pero sí dijo lo siguiente: “Este proyecto de una nueva constitución promueve la polarización y contribuye al enfrentamiento entre los venezolanos, siendo absurdo tratar de fabricarla en torno a una ideología, debiendo ser esta un pacto social de máximo consenso amplio entre todos los venezolanos; si no es así, una amplia mayoría no aceptará y tratará siempre de cambiarla aunque deba acudir a vías violentas para hacerlo”. (El subrayado es nuestro).

Lo que dice claramente es que a menos que Chávez retire la reforma constitucional y acepte una que complazca a la oposición contrarrevolucionaria, entonces ellos utilizarán medios violentos de oposición. ¡Estas ideas son una amenaza clara! Y no es democrática ni parlamentaria.

Además, Baduel terminó su declaración con aviso a no “subestimar la capacidad de los militares venezolanos de analizar y penar”, que solo se puede interpretar como un llamamiento en clave a las fuerzas armadas para que salgan contra la reforma y el referéndum.

Si algo parece una salchicha, huele como una salchicha y sabe como tal, entonces hay muchas posibilidades de que sea una salchicha. Si un hombre actúa como un contrarrevolucionario, piensa como un contrarrevolucionario y habla como tal, entonces es igualmente muy posible que pueda ser un contrarrevolucionario.

Ruptura con Chávez

En la parte titulada La ruptura con el presidente y la batalla decisiva, podemos leer:

“La declaración del general significa, como es obvio, la ruptura abierta con el presidente y el proyecto bolivariano, que el mandatario está configurando desde 2003 a la fecha. El momento escogido puede parecer brutal, porque inicia una ‘guerra’ sin cuartel al estilo de Bolívar. El retiro inmediato de las escoltas del general y de su familia, por parte del Ministerio de Defensa, al terminar la conferencia de prensa, es uno de los ejemplos de esta situación. Pero es obvio que Baduel consideraba todas las naves quemadas y que, al pasar a la ofensiva, juzgó que el golpe tenía que ser contundente”.

Dieterich señala de pasada que Baduel ha roto con el presidente y el proyecto bolivariano. Hace esta observación como si fuera un detalle insignificante, algo perfectamente natural que no debería provocarnos ninguna sorpresa excesiva o conmoción: “Oh, a propósito, Baduel ha roto con Chávez y la revolución bolivariana, por favor, pásame la mostaza”.

¿Por qué lo hace de esta manera? Porque desea presentar la traición de Baduel como algo sin importancia. Además, como veremos, desea un acuerdo entre Baduel y Chávez. Continúa dulcificando a Baduel. No satisfecho con compararle con el héroe romano Cincinnatus, ahora le compara con Simón Bolívar, el Libertador: “El momento escogido puede parecer brutal, porque inicia una ‘guerra’ sin cuartel al estilo de Bolívar”. ¿También es del estilo de Bolívar ponerse al lado de los ricos y poderosos contra los pobres y explotados, con los opresores frente a los oprimidos? Pensamos que no.

El momento fue brutal porque tenía el objetivo de coincidir con las provocaciones violentas de la derecha y la agitación contrarrevolucionaria contra los cambios constitucionales. Pero Dieterich entrecomilla la palabra “guerra”, una vez más, para hacer que el acto de agresión de Baduel parezca menos severo, una simple insignificancia, en absoluto una guerra real, sino solo un pequeño juego alegre, una “guerra” de palabras, un pequeño malentendido entre amigos que quieren reconciliarse lo más pronto posible y así poner fin a la “guerra”.

Pero no, esto no es un juego sino precisamente una guerra, una guerra de clase, y la guerra que se ha iniciado es seria. Es una guerra entre dos campos mutuamente antagónicos e irreconciliables. Y como dice correctamente Dieterich, es una guerra sin cuartel. Tanto los revolucionarios como los contrarrevolucionarios lo saben. Saben que juegan con las apuestas lo más altas posibles. En cuanto a Heinz Dieterich, él adopta la política de “una de cal y otra de arena”. En una frase pone “guerra” entre comillas y en la siguiente dice:

“La intervención del general equivale a una batalla decisiva, porque si el presidente no gana el referendo o si no lo gana al menos con el 60% de los votos, estaría obligado a convocar nuevas elecciones. Es decir, la convocatoria al No es mucho más que una simple cuestión electoral o un debate sobre prerrogativas constitucionales del Estado y del pueblo: es, por ahora, la batalla decisiva sobre el proyecto de país configurado por el presidente en los últimos cuatro años, desde el ‘socialismo a la venezolana’ hasta los cambios fundamentales que se pretenden introducir en la constitución de 1999” (El subrayado es nuestro).

Así que en un par de frases pasamos de falsa “guerra” a una batalla decisiva, una batalla para decidir el tipo de país en que se convertirá Venezuela. Y eso, en parte, es correcto. La revolución venezolana ha pasado por una serie de batallas donde las clases antagónicas han luchado sin cesar para conquistar el terreno, palmo a palmo. El terreno ha sido defendido intensamente por la clase dominante y por aquellos que tienen fortunas e intereses poderosos que defender. La última batalla es la reforma constitucional y el referéndum de diciembre, que en realidad es una etapa importante en la lucha por determinar qué tipo de sociedad tendrá Venezuela.

En esta importante batalla, Baduel ha tomado parte por la contrarrevolución. Y Heinz Dieterich ha tomado parte por Baduel. En un sentido, no obstante, podemos estar de acuerdo con Heinz Dieterich. Quienquiera que gane esta batalla, la guerra aún no se habrá ganado. Una constitución, después de todo, es solo un pedazo de papel, refleja la correlación de fuerzas existente. Es necesario ganar esta batalla, pero una vez ganada, debemos continuar con la movilización y luchar para que el programa socialista sea puesto en práctica. Hechos, no palabras y pedazos de papel, eso es lo que necesita la revolución para triunfar.

Sin embargo, antes de llegar a X, Y y Z, primero debemos pasar por A, B y C. La batalla por el referéndum de diciembre hay que ganarla antes de que la revolución pueda ser vencida por sus principales enemigos. Y para derrotar a sus principales enemigos, primero hay que aclarar el terreno, echar a un lado a todos estos supuestos “amigos” que constantemente aconsejan el compromiso, la retirada y la rendición, y no dar la batalla porque se podría perder. Si Simón Bolívar hubiera escuchado el consejo de estos “amigos” cuando inició la revuelta con solo un puñado de seguidores, los pueblos de América Latina aún languidecerían bajo la bota del colonialismo español. ¡Y todavía el profesor Dieterich presume de hablar en nombre de Bolívar!

La cuestión del Estado y las fuerzas armadas ocupa ahora una posición clave en la ecuación revolucionaria. El Estado burgués ha estado desintegrado durante algún tiempo, pero en su lugar no se ha creado un nuevo poder estatal. Esta situación es peligrosa. La formación de un nuevo poder estatal necesariamente implica un nuevo tipo de ejército, un ejército del pueblo, una milicia de trabajadores y campesinos. La nueva constitución incluye previsiones para la creación de la Milicia Popular Bolivariana (Art. 239), “como una parte integral de las fuerzas armadas bolivarianas” y afirma que deberían estar formadas por “unidades de la reserva militar”. En ellas hay más de millón y medio de venezolanos. Esta fuerza sería un poderoso instrumento revolucionario para luchar contra los enemigos de la revolución tanto dentro como fuera de las fronteras nacionales.

No es casualidad que una de las cuestiones que provocaron la destitución de Baduel como ministro de defensa fuera su oposición a la cuestión de un ejército de milicias en su debate contra Müller Rojas.

Si los sindicatos fueran organizaciones dignas de la clase, inmediatamente habrían tomado esta propuesta y creado milicias obreras en cada fábrica y centro de trabajo. Los trabajadores deben aprender el uso de las armas para defender sus conquistas, defender la revolución contra sus enemigos y proceder a nuevas conquistas.

En cuanto al ejército, como cualquier otro ejército, refleja la sociedad en la que vive y respira. La aplastante mayoría de los soldados, suboficiales y jóvenes oficiales están con la revolución, como la aplastante mayoría de la población. En las filas superiores hay oficiales honestos que sirven lealmente al pueblo y a la revolución. Pero cuanto más se sube en las filas superiores la situación ya no es tan clara.

La única manera de garantizar que todos los Baduel son eliminados del ejército es con la introducción de la democracia en el ejército, permitiendo a los soldados total libertad para unirse a los partidos políticos y sindicatos. Los oficiales deberían estar sometidos periódicamente a la elección, como todo funcionario público. Aquellos que son leales a la revolución no tendrían nada que temer.

La correlación de fuerzas

El profesor Dieterich ahora demuestra una tierna preocupación por el destino del presidente Chávez:

“La intervención del general equivale a una batalla decisiva, porque si el presidente no gana el referendo o si no lo gana al menos con el 60% de los votos, estaría obligado a convocar nuevas elecciones”. (El subrayado es mío).

Heinz Dieterich no quiere que el presidente celebre el referéndum, ¡porque podría perderlo! Sobre esta lógica, Chávez nunca debería haberse presentado a unas elecciones o celebrado ningún referéndum en el pasado, porque podría haberlos perdido en su momento. Este es un argumento, no contra las reformas de Chávez, sino contra la democracia en general. Sabemos que las masas, los trabajadores y los campesinos, no existen para Heinz Dieterich. No tiene tiempo para ellos, no tiene fe en ellos, no confía en ellos. Toda su confianza está depositada en burócratas y generales como Baduel. Pero la principal fuerza motriz de la revolución ha sido el movimiento de las masas.

Para empeorar las cosas, Dieterich inventa un nuevo obstáculo: Chávez debe conseguir al menos el 60% de los votos o si no convocar elecciones. ¿Por qué? ¿Quién lo dice? Un referéndum, como cualquier elección, se gana o se pierde por mayoría simple. Chávez no tiene ninguna obligación de convocar unas elecciones porque hace poco ha ganado unas elecciones por una mayoría aplastante, en realidad, la mayor victoria de la historia de Venezuela. Una vez más, Heinz Dieterich intenta asustar la revolución con el redoble de la retirada.

La correlación de fuerzas de clase sigue siendo enormemente favorable para la revolución socialista en Venezuela. Esto se demostró una vez más con el resultado de las elecciones presidenciales del pasado mes de diciembre. Aunque han pasado nueve años (¡y qué años!), a pesar de todas las dificultades, las escaseces, las privaciones, el sabotaje y la corrupción, la persistente ofensiva de los medios de comunicación, las masas han permanecido absolutamente firmes e inquebrantables en su apoyo a la revolución y el socialismo. Pero los escépticos como Dieterich no lo ven. Solo ven problemas, dificultades y peligros. Cuando valora las oportunidades de Baduel y Chávez escribe:

“Sin embargo, es difícil prever con precisión las consecuencias. Raúl Baduel ha perdido, sin duda, el gran apoyo que tenía dentro del ‘chavismo’ duro. Habrá que ver, si el apoyo que gana en el centro y con los bolivarianos decepcionados, puede compensar esa pérdida de capital político. De parte del presidente habrá que ver si logra movilizar contingentes de electores en su favor, que antes estaban indecisos o inertes”.

Es cierto que Baduel ha perdido todo el apoyo entre las masas bolivarianas que representan a la mayoría decisiva de la sociedad venezolana. Los rumores sobre los “partidarios” simplemente se hacen eco de la propaganda venenosa de los medios de comunicación de derechas. En cuanto a los “bolivarianos decepcionados” difícilmente apoyarán a Baduel. Si los bolivarianos están decepcionados no es porque la revolución vaya demasiado deprisa sino todo lo contrario, porque no va lo suficientemente rápido, no porque haya ido demasiado lejos, sino porque no ha ido lo suficientemente lejos.

Por eso es esencial y necesario que, después de ganar el referéndum, se pongan en práctica inmediatamente todas las medidas prometidas, dejando a un lado toda la resistencia. La única manera de que el presidente pueda movilizar a su favor las fuerzas electorales que anteriormente estaban indecisas o inertes, no es llegando a acuerdos con la oposición o retirando su programa, sino mostrando la absoluta determinación de llevar a cabo la transformación socialista de la sociedad. Todo indica que las masas una vez más se arremolinarán en defensa de la revolución y el voto por el .

Uno por uno, hemos desenmarañado los argumentos falsos y demagógicos de Heinz Dieterich, que ahora prácticamente están tan desnudos como el día que nació. Pero le dejaremos una chaqueta para que cubra su desnudez y de su manga saque su última carta:

“Dentro de este cálculo es necesario recordar que una característica política de Venezuela es que, desde el año de 1999, el Gobierno no ha logrado reducir el bloque opositor, que tiene una base dura de alrededor de 35-40% de la población; lo que es una plataforma bastante alta para un salto hacia el Gobierno, en cualquier crisis”. (El subrayado es nuestro).

La oposición ha sido regularmente derrotada en cada una de las elecciones y referéndos durante estos últimos nueve años. En 2005, ni siquiera se presentaron a las elecciones legislativas porque sabían que conseguirían un resultado ridículo. En las elecciones presidenciales de diciembre de 2006 fueron aplastados. Como una pista repetida en un viejo gramófono, Dieterich mantiene la misma idea de que la oposición es tremendamente fuerte y que las fuerzas revolucionarias son enormemente débiles.

Esta idea no tiene sentido. Las fuerzas revolucionarias son más fuertes que nunca, y este hecho se ha podido ver en el impresionante crecimiento del PSUV, que, con 5,5 millones de militantes, debe ser el partido político más grande de cualquier país. Además, la lucha de clases no solo es una cuestión de estadísticas electorales. Los millones que votan a la oposición son principalmente elementos pequeño burgueses. Las tropas de choque de la contrarrevolución son hijos de papá, mocosos consentidos de clase media, como correctamente llama Chávez a los provocadores estudiantiles. Ellos serían aplastados rápidamente en cualquier enfrentamiento serio con los trabajadores y campesinos.

Una fase de incertidumbre’

La mayor preocupación de nuestro amig‘Una fase de incertidumbre’o Heinz Dieterich es entrar en una fase de incertidumbre. ¿Pero quién es responsable de esta incertidumbre? Por parte de las masas no hay incertidumbre ya que reiteradamente han demostrado su ardiente deseo de cambiar la sociedad, derrocar a la oligarquía y moverse hacia el socialismo. Esta voluntad de cambiar la sociedad se demostró una vez más en las elecciones presidenciales de diciembre pasado.

La oposición es la que hace todo lo que está en su poder para crear una atmósfera de temor e incertidumbre, para desestabilizar al Gobierno elegido democráticamente y crear las condiciones para un golpe de Estado. En este trabajo sucio, la oposición cuenta con uno de los activos más valiosos en la persona de Baduel. Dieterich admite este hecho en sus palabras:

“Es indudable que la intervención del general ha causado dos efectos importantes: a) ha reforzado a todas las fuerzas del No, desde los radicales hasta los moderados; esta es una responsabilidad histórica de enormes dimensiones que sin duda pesará sobre la conciencia del general hasta el fin de su vida; b) ha anulado la abstención como opción”.

Ahí lo tenemos: la intervención del general ha reforzado todas las fuerzas del No, es decir, ha reforzado a la oposición contrarrevolucionaria. Y se nos dice que “es una responsabilidad histórica de enormes dimensiones que sin duda pesará sobre la conciencia del general hasta el fin de su vida”. Dieterich teme que la revolución “vaya demasiado lejos”. Pero también teme que la contrarrevolución “vaya demasiado lejos”. Por lo tanto, pide al general que piense cuidadosamente antes de actuar, apelar a la conciencia de Baduel. ¡Un detalle muy conmovedor!

Sin duda el general perderá mucho sueño por este llamamiento a sus más finos instintos. En las cuestiones serias como la lucha de clases, la conciencia de los generales raramente tiene problemas. Pero mientras que Dieterich apela a Baduel solo a que examine su conciencia, en el caso de Hugo Chávez le exige mucho más. Le pide rendición total a la contrarrevolución. ¿Qué propone? Solo lo siguiente: una alianza estratégica entre Chávez y Baduel.

Sí, ¡lo habéis leído correctamente! Para salvar la revolución, Chávez debe aliarse con la contrarrevolución. ¿Cómo llega Dieterich a esta maravillosa conclusión? Como es habitual, intenta asustarnos con el espectro de la derrota:

“Con el peligro de una derrota, absoluta o relativa del , se abre nuevamente una fase tendencialmente caótica en Venezuela que en pocos años podría terminar con el Gobierno de Hugo Chávez. Y si Chávez sale del Palacio de Miraflores, la integración de América del Sur podría pararse. Esto es lo que está en juego”.

Este es el escenario que él presenta: si hay un referéndum sobre la reforma constitucional, Chávez no ganaría (una absoluta derrota), o si lo hace, lo haría con menos del 60% (una derrota relativa). La posibilidad de que pueda ganar no entra en los cálculos de Heinz. Prevé la peor de las variantes: la derrota (absoluta o relativa) en el referéndum de diciembre abrirá una fase caótica crónica que terminará con Chávez expulsado del Palacio y un frenazo a la integración de América del Sur.

Dejamos a un lado la observación de que la única manera de conseguir una unificación genuina y duradera de América Latina solo se puede lograr por medios revolucionarios, como comprendía muy bien Simón Bolívar. Mientras los oligarcas continúen dominando, todas las palabras sobre la integración de América del Sur son solo humo. Los últimos doscientos años son una prueba suficiente de ello. Una vez que la revolución venezolana se lleve hasta el final, lo que significa la expropiación de los terratenientes y los capitalistas, los trabajadores y campesinos de toda América Latina seguirían su estela, y crearían las condiciones para una federación socialista de América Latina.

La primera tarea es acabar lo que se ha empezado: llevar a cabo la revolución socialista en Venezuela. Pero eso es lo que no quieren Baduel ni Dieterich:

“Para evitar ese futuro incierto e impedir que la derecha y el imperialismo puedan hacerse con el poder en Venezuela, será necesario que Chávez y Baduel lleguen a un acuerdo negociado que se base en una alianza estratégica entre el centro político del país y el bolivarianismo”.

Lo que propone Dieterich es unir revolución con contrarrevolución, es decir, unir el fuego con el agua. ¿Cómo se puede conseguir este milagro? Ambas partes deben hacer concesiones. ¿Qué concesiones pide a Baduel? Sugiere que el general examine su conciencia. ¡Realmente no es una concesión tan grande! ¿Qué concesiones exige al presidente Chávez? Dejemos que sea él mismo quien lo explique:

“Sería conveniente dejar de sacralizar la nueva constitución y verla por lo que es: un modus vivendi normativo construido sobre la correlación de las fuerzas reales en un momento histórico. Si no, se corre el peligro de pagar el precio político que está pagando Evo Morales en Bolivia, por la Asamblea Constituyente”.

¿Qué significan estas palabras? Significan que, para complacer al general Baduel (que solo se representa a sí mismo), Hugo Chávez (que representa a la aplastante mayoría de la población), debe cambiar la política por la que salió elegido, suspender el referéndum y abandonar la reforma constitucional. Este hecho significaría abandonar el movimiento hacia el socialismo, dejar la tierra en manos de los terratenientes, los bancos en manos de los banqueros y las fábricas en manos de los capitalistas. También supondría que la mayoría se rendiría ante la minoría. Eso es precisamente lo contrario a la democracia. Pero para Heinz Dieterich la democracia solo significa: el mundo al revés.

Si el presidente Chávez está lo suficiente loco como para prestar atención a Heinz Dieterich, la realidad es que perdería el poder y muy rápidamente. Esta rendición lamentable a las fuerzas de la reacción desmoralizaría a millones de personas que votaron por un cambio decisivo el pasado mes de diciembre y que miran al presidente para que lleve a cabo esa tarea. Una vez que los reaccionarios vieran que las masas ya no están dispuestas a luchar, organizarían una ofensiva en todos los frentes. Iniciarían las provocaciones y causarían caos a tal escala que se crearían las condiciones para un golpe de Estado, pero en esa ocasión triunfaría. Ese es el escenario real que ocurriría si escucháramos a Dieterich. Afortunadamente, no le escucharán.

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La revolución solo puede triunfar avanzando, golpeando a la burguesía contrarrevolucionaria, expropiando a los banqueros, terratenientes y capitalistas, haciendo que sea irreversible. 


El ejemplo de Evo Morales es relevante, pero no en el sentido que pretende Dieterich. El problema con Evo Morales no es que se enfrentara a la oligarquía, sino que no lo hizo con la fuerza y determinación suficientes. El tipo de política defendida por Dieterich la ha intentado Evo Morales con resultados fatales. Es imposible llegar a un acuerdo con la burguesía contrarrevolucionaria con la moderación y la negociación. Eso solo la anima a intensificar su campaña de sabotaje y provocación.

Aquellos que como Heinz Dieterich defienden que la revolución bolivariana ha ido demasiado lejos y que debe dar marcha atrás, juegan un papel pernicioso. Es imposible detener la revolución a medio camino. O la revolución avanza y golpea a la contrarrevolución o comenzará a desenmarañarse y decaer, permitiendo así que la iniciativa pase a la reacción. El llamado “realismo” de Dieterich de esta manera se convierte en su contrario. Como dice un refrán inglés: la debilidad invita a la agresión.

 

 

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Este artículo ha sido publicado en la revista Marxismo Hoy número 17. Puedes acceder aquí a todo el contenido de esta revista. 

 

 

 

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