Las ideas de Toni Negri, expresadas en su libro Imperio (escrito junto a Michael Hardt), se han puesto de moda entre aquellas tendencias que quieren negar la esencia del marxismo y, al mismo tiempo, quieren ponerse las ropas del marxismo. Publicamos una crítica del libro realizada por Pietro Di Nardo. El autor destaca las contradicciones existentes en el pensamiento de Negri y mantiene que el marxismo es tan válido como antes.
En 2001 el libro de Toni Negri, Imperio, apareció en las librerías de toda Italia. El autor1, que fue una figura dirigente del movimiento Autonomia Operaria [Autonomía Obrera] durante los años sesenta y setenta en Italia, hoy, junto a Michael Hardt2, es el principal defensor de una teoría que reivindica la muerte de la época imperialista.
El libro, escrito a finales de los años noventa, ya se ha publicado en muchos otros países y ha despertado un alto nivel de interés en círculos académicas de todo el mundo, desencadenando un acalorado debate dentro de la propia izquierda europea.
Sin embargo, nuestra emoción ante la inminente publicación del libro, rápidamente se convirtió en desencanto cuando comenzamos a leer las primeras páginas de las cuatrocientas que tiene. Aunque sin duda desde un punto de vista estilístico está muy bien escrito (su manera lineal de escribir y el uso de metáforas hace que no sea aburrido), básicamente no dice nada que fundamentalmente no supiéramos ya. Simplemente, pone por escrito una serie de viejas ideas que ya se han debatido dentro del movimiento obrero a lo largo de muchos años. En algunos casos, los autores incluso han conseguido empeorar estas ideas, por otro lado, ideas que se han utilizado reiteradamente para bajar el nivel de comprensión político de la clase obrera (y de este modo paralizarla en momentos cruciales de la historia).
¿Está superado el ‘imperialismo’?
La premisa principal del libro es que la era del imperialismo está superada y que ahora vivimos en la era del llamado Imperio. Los autores también hacen varias afirmaciones que se deben abordar si se pretende un análisis acertado del libro.
Por ejemplo, entre otras cosas, dicen que la Ley del Valor ha desaparecido, que la clase obrera ha sido reemplazada por la multitud y que el concepto de activista político ha cambiado.
No deberíamos abordar la discusión de estas cuestiones desde el punto de vista de un ejercicio académico abstracto. En la época actual, cada vez es más importante y urgente criticar estas ideas, especialmente en un momento en que de nuevo los trabajadores están comenzando a tensar los músculos en todo el mundo, con manifestaciones y huelgas, o en el caso de Argentina, con genuinos movimientos revolucionarios. Si estas ideas consiguieran ganar la mayoría en la dirección del movimiento obrero internacional, esto significaría que el movimiento estaría firmando su propia sentencia de muerte.
En cada uno de los continentes del planeta, en el próximo periodo histórico, la clase obrera junto a las otras clases sociales oprimidas, se enfrenta a la tarea de preparar el camino para la revolución socialista mundial. Sin embargo, si no somos capaces de depositar las ideas defendidas por el compañero Negri en el cubo de basura de la historia, donde merecen estar, todos nuestros actos serán en vano. La ausencia del factor subjetivo capaz de dirigir a la clase obrera en Italia, provocaría la derrota del actual movimiento, como ocurrió en los años sesenta y setenta. Por lo tanto, esta es la tarea más urgente de todas, cuando el movimiento ya ha demostrado su carácter explosivo y ha avisado a los empresarios de que busca una alternativa radical al orden establecido.
‘Imperio’ contra ‘Imperialismo’
Quizás la parte más significativa del libro es donde los autores tratan el concepto de Imperio. Negri y Hardt han intentado demostrar que el sistema capitalista ha ido más allá de la etapa imperialista y ha entrado en una nueva fase que se puede definir como imperial.
Creo que lo mejor es utilizar las propias palabras de los autores para describir su teoría del Imperio:
“El Imperio solo puede ser visto como una república universal, una red de estructuras de poder y contrapesos, estructurada en una arquitectura inclusiva e ilimitada. La expansión del Imperio no tiene nada en común con la expansión imperialista, no se basa en estados nacionales inclinados a la conquista, el saqueo, la masacre o la colonización de pueblos en la esclavitud. A diferencia de este imperialismo, el Imperio expande y consolida sus estructuras de poder [...] Finalmente, recordar que las bases del desarrollo y la expansión del Imperio es la búsqueda de la paz”3.
La “gran idea” de Negri es la “red global de distribución de poder”, que es una estructura horizontal de dominio capitalista en la cual, debido a la completa eliminación del centro, ha creado una nueva forma de explotación de la multitud. Los autores creen que en lugar de luchar entre sí, los distintos países imperialistas ahora están en un periodo en el cual interactúan mutuamente dentro del Imperio y en sus intereses, la búsqueda de la paz.
Esta clase de pensamiento es similar en muchos sentidos al desarrollado por el renegado Kautsky4 quien, en contraposición con las ideas de Lenin, inventó la teoría del superimperialismo, que se puede resumir en sus propias palabras:
“Desde un punto de vista puramente económico, no es imposible que el capitalismo entre ahora en una nueva fase, una fase caracterizada por la transferencia de métodos de trust a la política internacional, una clase de super-imperialismo. En lugar de luchar mutuamente, los imperialismos de todo el mundo se unirían y entraríamos en una época menos bélica bajo un régimen capitalista, en la cual, los países imperialistas podrían dedicarse a la explotación colectiva del mundo en nombre de una coalición del capital financiero internacional”5.
Como podemos ver, ambos hacen referencia a una estructura de poder global donde dejarían de existir los conflictos entre los distintos países imperialistas. Sin embargo, Negri es plenamente consciente de esta disputa entre Lenin y Kautsky y va un paso más allá al decir que en realidad:
“Lenin estaba de acuerdo con el argumento básico de Kautsky según el cual, el desarrollo capitalista contiene dentro de sí una tendencia creciente hacia la cooperación internacional entre los distintos capitales financieros nacionales y que, probablemente, crearía una única organización global. Sin embargo, Lenin estuvo enérgicamente en contra de los esfuerzos de Kautsky de utilizar esta perspectiva para justificar su previsión de un futuro de paz y negar la dinámica de la situación contemporánea”.
Ante esta distorsión de la teoría de Lenin, los autores de Imperio intentan defenderse de las acusaciones de revisionismo pretendiendo desarrollar sus ideas marxistas. En realidad, Lenin dijo algo muy diferente sobre la creación de un trust económico mundial. Lenin, en El imperialismo, fase superior del capitalismo6, afirma claramente que aunque las distintas potencias imperialistas son capaces de llegar a acuerdos ente sí a escala mundial, estos acuerdos son solo temporales y reflejan solamente la correlación de fuerzas existente entre los diferentes países imperialistas en un momento determinado.
Resulta obvio que si esta correlación de fuerzas cambia, también cambiarán los acuerdos. Por lo tanto, esta situación no se puede describir como una cooperación pacífica y estable, sino simplemente como una serie de acuerdos temporales destinados a obtener el máximo beneficio de un sector específico del mercado.
Marx escribe que el capitalismo no siempre necesita la guerra para establecer su hegemonía sobre los mercados. Algunas veces, la correlación de fuerzas específica creada por el nivel de desarrollo de las fuerzas productivas en un país determinado, es suficiente para imponer las condiciones requeridas.
Hoy, los países capitalistas desarrollados pueden conseguir ventajas con la firma de tratados comerciales entre sí. Mañana, pueden necesitar una guerra para capturar y asegurarse nuevos mercados. Al capitalismo le vale cualquiera de los dos métodos, todo depende de cual se adecua mejor al momento en particular.
Por esta razón no solo es incorrecto, también es reaccionario defender que el concepto de imperio o super-imperialismo está “dedicado a la paz”.
Esta distorsión de las ideas marxistas no acaba aquí, reaparece varias veces en los escritos de Negri y Hardt. Por ejemplo, en una entrevista en el periódico Mattino, Negri dice lo siguiente para apoyar su teoría de que se ha superado la época del imperialismo. “No hay exterioridad que esté conquistada o colonizada”7. De esta forma, borra de un plumazo uno de los puntos fundamentales del análisis marxista del imperialismo.
Lenin explica claramente en El imperialismo, fase superior del capitalismo —particularmente en los capítulos V y VI— que el imperialismo y el colonialismo se expandieron en paralelo durante un periodo determinado de la historia del capitalismo. Sin embargo, después de que las distintas potencias imperialistas terminaran de repartirse el mundo entre sí, a principios del siglo XX, quedó poco margen para una nueva expansión colonial. En otras palabras, Lenin creía que, una vez el mundo estaba dividido entre los países capitalistas desarrollados, la lucha entre las fuerzas inter-imperialistas sería la que mantendría el control de lo que ellas ya habían conquistado.
Por ejemplo, Alemania, que a principios del siglo XX todavía no había desarrollado lo suficiente sus fuerzas productivas —y por lo tanto tenía una parte más pequeña del mercado mundial que sus rivales—, haría todo lo que estuviera en su poder para conseguir nuevos pedazos del mercado en detrimento de los otros Estados.
Una vez más, el factor determinante en la división de zonas de influencia entre los estados, sería la capacidad de una nación imperialista en particular de desarrollar, en mayor o menor grado, sus propias fuerzas productivas. Y una vez más, independientemente de si esta división de zonas de influencia entre los países era pacífica o no, su motivación principal sería la búsqueda del mayor nivel de beneficios.
La crítica de Negri, en cierto modo, está basada en el libro de Rosa Luxemburgo La acumulación de capital8, donde la revolucionaria polaca defendía la idea de la necesidad de la existencia para el desarrollo del imperialismo de un área de subsistencia no capitalista. Sin embargo, sería un error pretender que esta teoría de Rosa Luxemburgo representa la más perfecta de las teorías relacionadas con el imperialismo. El concepto de imperio no solo cambia nuestra visión de las actuales estructuras económicas, también cambia profundamente el concepto de intervención militar. Los autores de Imperio insisten profundamente en los cambios en lo que llamaremos la psicología de la intervención militar. En su análisis, Negri hace referencia frecuentemente al filósofo francés Foucault9, que en muchas ocasiones a lo largo de su vida trató las diferentes formas de castigo e intervención aplicadas a través de la historia.
Los límites revelados en el análisis precedente aquí, probablemente, alcanzan sus consecuencias extremas y, por lo tanto, nos limitaremos a citar una frase que creemos harto simbólica: “el policía mundial estadounidense actúa en interés del Imperio y no en los intereses del imperialismo”10. EEUU no es la cabeza del Imperio, solo es un componente muy específico del último, por lo tanto, cuando actúa, sea militar o económicamente, lo hace, supuestamente, en interés del Imperio.
Llegados a este punto debemos preguntarnos ¿dónde ha estado el compañero Toni Negri durante estos últimos años? ¿Quién puede afirmar, conscientemente, que los intereses estadounidenses en la antigua Yugoslavia eran los mismos que los intereses alemanes? ¿Acaso los intereses alemanes eran los mismos que los intereses franceses? Durante todo el conflicto, estadounidenses y europeos se enfrentaron entre sí frecuentemente en relación a las tácticas que se deberían emplear en la intervención. Estos enfrentamientos no solo se produjeron por las tácticas militares, eran principalmente un reflejo de los intereses divergentes de las distintas clases capitalistas nacionales en la antigua Yugoslavia.
Lo mismo ocurre hoy en Afganistán. ¿Quién puede decir que EEUU tiene los mismos intereses que las demás potencias europeas en ese país? Le Monde publicó recientemente un artículo sobre los acuerdos firmados entre los estadounidenses y los talibanes, antes del 11 de septiembre, para permitir que las petroleras estadounidenses construyeran un oleoducto en el país. Al final, los acuerdos fracasaron, pero aquí tenemos un ejemplo ilustrativo de que los intereses estadounidenses son diametralmente opuestos a los intereses de las potencias europeas.
Como señalan Ted Grant y Alan Woods11 en uno de sus últimos artículos, EEUU ha adoptado el papel de policía mundial (por el que tarde o temprano pagará las consecuencias). Sin embargo, el objetivo de los estadounidenses en la guerra es conseguir la posición más ventajosa para el momento en que haya que repartir el botín entre los vencedores.
En el mundo capitalista, no ha habido, ni probablemente habrá, una situación en la cual una potencia mundial emprenda un conflicto militar solo para conseguir su parte del botín para el imaginario imperio al que supuestamente pertenece.
En conclusión, es correcto decir, como hace Negri, que la sociedad moderna es una sociedad realmente globalizada, que el capitalismo ha alcanzado tal nivel de expansión que es capaz de extender sus tentáculos a cada rincón y grieta del planeta. Sin embargo, al mismo tiempo, los límites impuestos por el estado nacional, que son la expresión de las distintas clases capitalistas nacionales, no se pueden superar dentro de la propia economía capitalista y representa un inmenso freno para el futuro desarrollo de la humanidad. Hoy, más que nunca, esta contradicción solo se puede resolver con la destrucción del capitalismo, creando las condiciones para poner fin a las fronteras y al estado nacional, y con la unión de los trabajadores de todas las nacionalidades en una federación socialista mundial.
El concepto de ‘multitud’
Otro argumento, que absorbe tanto espacio como imprecisión tiene, es la idea de la multitud. Es imprecisa porque lo más sorprendente es que los autores nunca han explicado claramente que quieren decir con el concepto de la multitud. Cada vez que se ha discutido esta cuestión ha quedado cubierta con una nube de niebla. Incluso en sus apariciones públicas, el compañero Negri no hace ningún esfuerzo por proporcionar una explicación más clara de las características de esta multitud. Los autores han evitado hábilmente responder a la cuestión de “¿qué es la multitud?” cada vez que se les ha preguntado en actos públicos.
No pretendemos insinuar que los propios escritores no están completamente seguros de su propia teoría, pero sí intentamos demostrar la escasa claridad y la ausencia de bases científicas que realmente tiene esta idea. Marx definió con extrema claridad su concepto de clase obrera en diferentes textos y no tiene nada en común con el concepto de la multitud, que se menciona en numerosas ocasiones en las páginas de Imperio.
Para proporcionar un poco más de claridad sobre lo que quieren decir los autores con este concepto, es interesante citar una entrevista concedida por Negri poco después de la publicación de su libro en Italia. En esta entrevista, Negri da una definición del concepto de la multitud, aunque una vez más se caracteriza por la vaguedad: “La multitud”, dice Negri, “es un concepto de clase, una nueva versión de clase...”. Eso implica que las clases trabajadoras están en minoría, al menos en los términos tradicionales o fordistas. Sin embargo, se convierten en mayoría, cuando uno de los factores es empleado en el trabajo intelectual, inmaterial, autónomo e inevitablemente subordinado.
Aunque Negri cree que el trabajo no está menos explotado que en el pasado, añade que en la sociedad moderna es la inteligencia la que crea capital: “[...] lo esencial es la producción de la vida, y esto es más importante que la producción tradicional de mercancías: genética, imágenes, tecnología de la información, educación”. Negri explica que “el sistema ha cambiado porque la explotación ha cambiado. Las luchas de los trabajadores en la era Ford obligaban al sistema a cambiar y a reinventarse. El trabajo simple ahora es una forma compleja diferente de trabajo, se ha convertido en inteligencia, como Marx había previsto”12.
En estas pocas palabras, además de intentar vincular el concepto de multitud al concepto de clase obrera, Negri y Hardt distorsionan completamente varios de los principios fundamentales del análisis marxista. Es evidente su gran deseo de eliminar de la fase de producción la posibilidad de una transformación revolucionaria de la sociedad.
Intentan, a través de numerosos métodos, transformar una fase secundaria del sistema capitalista —la distribución y el consumo— en una fase de primera importancia. Esto no es casual y responde a un objetivo político concreto.
La única clase capaz de poner fin al proceso de producción capitalista y construir una economía socialista es el proletariado, y Negri es plenamente consciente de este hecho. Al eliminar la importancia del proceso de producción, también elimina la importancia del proletariado. Además, al insistir en la importancia del proceso de distribución y consumo, se le da significado revolucionario no solo al proletariado, también a las clases sociales que están subordinadas o incluso opuestas a este proceso. Por ejemplo, en la multitud se encuentran sectores de la pequeña burguesía, capas del proletariado y en algunos casos, actuando como un contrapeso, incluso sectores de las grandes empresas, todas unidas en una gran masa amorfa.
Con esta clase de razonamiento, los autores llevan a nuevos extremos el pensamiento del movimiento Autonomía Obrera de los años setenta. Este movimiento creía en el sin sentido de llevar a cabo una ruptura revolucionaria dentro de la sociedad. Muchos en el movimiento Autonomía Obrera creían que, simplemente con continuas huelgas y manifestaciones, sería posible modificar las estructuras de la sociedad capitalista de tal manera que así serían capaces de conseguir el socialismo.
Solo si crees que no es necesario tomar el poder, puedes eliminar la importancia de las clases sociales y afirmar que tienen intereses comunes. Los marxistas sabemos muy bien que los intereses del proletariado nunca serán los de la burguesía, y que la toma del poder estatal para establecer la dictadura del proletariado, el gobierno de la clase obrera, es y será siempre el único camino hacia delante.
El pasaje citado arriba también demuestra cómo Negri intenta una vez más referirse a Marx, utilizando uno de los temas favoritos de Autonomía Obrera, es decir, la referencia a Marx sobre la maquinaria13, en la cual se supone que la ley del valor ha desaparecido debido a la producción de inteligencia por el proletariado.
En este pasaje, Negri hace dos afirmaciones incorrectas: en primer lugar, que el proletariado industrial está disminuyendo; y en segundo lugar que, de acuerdo con Marx, la ley del valor tiende a desaparecer del todo.
Según los últimos datos de la OCDE, el proletariado industrial en el mundo está creciendo y, en cualquier caso, ningún marxista puede cometer el error de limitar su caracterización de la clase obrera a ese sector particular del proletariado. La clase obrera no es simplemente el proletariado industrial, aunque este último tiene una importancia clave. Los marxistas deben esforzarse en organizar a las nuevas capas de asalariados que han surgido de los cambios de la propia producción. Estas nuevas capas también están sometidas a la misma vieja explotación por parte de los empresarios.
Y en cuanto al pasaje sobre la maquinaria de Marx al que hace referencia Negri, es también muy cuestionable. No está en absoluto claro que en él diga que la ley del valor está desapareciendo del todo. Si Marx hubiera dicho eso, también habría dicho que el sistema capitalista colapsaría por su propio peso. Sin embargo, Marx luchó la mayor parte de su vida contra esta idea.
Finalmente, hay que preguntar si el método organizativo y el objetivo de esta multitud es el internacionalismo que durante tanto tiempo ha caracterizado al movimiento obrero. La respuesta que da el libro Imperio es muy clara: ¡no! Negri dice lo siguiente: “El internacionalismo era el testamento de una masa activa sujeta que reconocía que los estados nacionales eran agentes clave de la explotación capitalista y que la multitud era continuamente arrastrada a luchar sus guerras sin sentido [...] La solidaridad internacional realmente era un proyecto para la destrucción del estado nacional y la construcción de una nueva comunidad global [...] Hoy deberíamos reconocer claramente que ha pasado ya el tiempo del internacionalismo proletario”14.
Después de negar que el internacionalismo puede ser una forma moderna de lucha para el proletariado, Negri se hunde él mismo en un agujero profundo, cuando utiliza el ejemplo del topo al que Marx se refirió en su análisis del ciclo de la lucha de la clase obrera en el siglo XIX.
El topo que Marx describe sale a la superficie durante periodos de aumento de la lucha de clases para regresar bajo la superficie en los periodos de calma, no para hibernar, sino para cavar más túneles y así poder resurgir durante nuevos periodos de lucha. Para Negri ese topo ha muerto. Lo sustituye con la serpiente y sus movimientos retorcidos y serpenteantes. Negri dice lo siguiente: “Quizá la incomunicabilidad de las luchas, la ausencia de túneles de comunicación bien estructurados, es en realidad más una fortaleza que una debilidad, una fortaleza porque todos los movimientos son, en sí mismos, inmediatamente subversivos y no esperan ninguna clase de ayuda externa o extensión para garantizar su efectividad”15.
Consecuentemente, el autor de Imperio cree que no existe la esperanza de que el movimiento que comenzó en Argentina se extienda a otros países. Sería también imposible para los trabajadores, en esta época histórica, adoptar como propia la batalla que están llevando a cabo otros trabajadores en otras zonas del mundo. Y con relación a esto, dice lo siguiente: “en nuestra muy celebrada era de la comunicación, las luchas se han hecho casi incomunicables”16.
La inexactitud de esta afirmación ha quedado demostrada por los recientes acontecimientos. En Italia, el movimiento obrero que parecía en crisis hace muy poco tiempo, demostró ser capaz de convocar una manifestación de masas y una huelga general en 2002. Y al mismo tiempo, se producían acontecimientos similares en Grecia, España, Portugal, Gran Bretaña y otras partes; además hoy en el orden del día hay huelgas generales con un significado histórico.
En Venezuela, los trabajadores que salieron a las calles para frenar el golpe de estado en abril de 2002 llevaban banderas cubanas y argentinas junto a las venezolanas. En Uruguay, en respuesta a la grave crisis económica, los trabajadores y los parados se manifestaron al grito de “¡Argentina! ¡Argentina!”. Incluso las burocracias sindicales, que han girado a la izquierda bajo la presión de los trabajadores, se ven obligadas a hablar de “internacionalismo” y, en algunos casos, han convocado huelgas generales en paralelo a otros países (en Italia hubo una huelga general regional al mismo tiempo que había una huelga general en España).
Aunque se pudiera decir que estos ejemplos no son realmente relevantes, creemos que estas señales importantes son una buena muestra del nivel actual de la conciencia de clase en todo el mundo. Incluso aunque es un proceso inevitable, los trabajadores no se convierten inmediatamente en una clase consciente. Por eso Marx utilizó la analogía del topo, que es un animal que, aunque oculto, continúa cavando y mejorando sus medios de ataque.
Cuando tenemos las calles llenas de manifestaciones y los trabajadores cada vez más convertidos en una clase consciente, mientras que luchan en nombre del internacionalismo proletario que sienten como propio, es absolutamente incorrecto decir que el centro ha desaparecido porque no hay un enemigo físico. Todo lo contrario, los trabajadores en Argentina, unidos con los parados, saben muy bien quién es su enemigo y son completamente conscientes de que los trabajadores en huelga en Italia, España y el resto del mundo, están luchando contra el mismo enemigo.
Solo daremos un ejemplo. Durante un reciente viaje a Europa, Neca Jara, una representante de uno de los sectores más militantes del movimiento piquetero, apeló más de una vez a la clase obrera italiana y a la fuerza poderosa que podía generar la unidad de los trabajadores alrededor del mundo. Todo esto refuta claramente la incomunicabilidad de las diferentes luchas y demuestra lo contrario, que solo el movimiento internacional de los trabajadores puede ofrecer una alternativa al capitalismo. Todo esto está más claro ahora, cuando los trabajadores están sacando conclusiones revolucionarias en la medida que en aumenta la presión de las cada vez más profundas contradicciones del sistema capitalista.
La idea de ‘militancia’ [activismo político] de Negri
Negri y Hardt dedican el último párrafo de su libro a esta cuestión, aunque probablemente es la parte con mayor significado y consecuencias prácticas. Para dejar clara la importancia de este párrafo, así como la gran cantidad de conceptos utilizados en el texto, tendremos que incluir un largo extracto. El extracto es muy relevante por sí mismo ya que, aunque las ideas incorrectas que criticamos anteriormente tenían una cierta lógica, las relacionadas con la teoría de la “militancia” no tienen ninguna.
Negri escribe lo siguiente:
“En la era postmoderna, cuando se disuelve la figura del pueblo, el militante es la que mejor expresa la vida de la multitud: el agente de la producción biopolítica y la resistencia contra el Imperio. [...] Cuando hablamos del militante, no estamos pensando en algo como el agente triste y ascético de la Tercera Internacional. [...] No estamos pensando en alguien que actúa sobre la base del deber y la disciplina, quien pretende que sus acciones están deducidas de un plan ideal [...] Hoy el militante no puede siquiera pretender ser un representante, ni incluso de las necesidades fundamentales del explotado. Todo lo contrario, hoy, la militancia política revolucionaria debe redescubrir lo que siempre ha sido su forma apropiada: la actividad constituyente no la figurativa. [...] Los militantes resisten el dominio imperial de una forma creativa. En otras palabras, la resistencia está inmediatamente vinculada a la inversión constituyente en la esfera biopolítica y a la formación de aparatos cooperativos de producción y comunitarios. [...] Hay una leyenda antigua que podría servir para ilustrar la vida futura de la militancia comunista: la de San Francisco de Asís. Examinar su trabajo. Al denunciar la pobreza de la multitud adoptó la condición común y descubrió el poder ontológico de la nueva sociedad. El militante comunista hace lo mismo, identificando en la condición común de la multitud, su enorme riqueza. San Francisco, en oposición al naciente capitalismo, rechazó toda disciplina instrumental, y en oposición a la mortificación de la carne (en la pobreza y en el orden constituyente), propuso una vida gozosa, incluyendo todo el ser y la naturaleza [...] Una vez más, en la posmodernidad, nos encontramos en la situación de San Francisco, contraponiendo a la miseria del poder, el goce del ser. Esta es una revolución que ningún poder controlará, porque el biopoder y el comunismo, la cooperación y la revolución, permanecen juntas, en el amor, la simplicidad y también la inocencia. Esta es la claridad incontenible y el goce de ser comunista”17.
Una vez más, en este párrafo, es particularmente difícil encontrar ideas que guarden relación con el marxismo clásico. Para Negri, el militante [activista] se convierte en un individualista que se enfrenta al sistema capitalista de una forma “creativa” y que extrae su propia fuerza revolucionaria de su propia unicidad y de su capacidad para identificar las condiciones de las masas.
Pero sobre todo, ¡el héroe de este tipo de militancia es San Francisco de Asís! La realidad es que los verdaderos activistas marxistas, son capaces de situarse a la vanguardia de la clase obrera, no solo porque han ganado la confianza y el respeto de los trabajadores a través de sus ideas, también porque son capaces de conectar con la conciencia política de la clase obrera en un momento dado particular y elevarla para la realización de la transformación socialista de la sociedad.
Esta clase de activistas nunca actúan basándose en su propia individualidad, saben como utilizarla para vincularla con las individualidades de los otros activistas y ponerla al servicio de la revolución. El activista político no es un aguafiestas, es la fuerza motriz de una clase, el proletariado.
Para el activista, ser parte del proletariado también significa no tener miedo a representarlo. Todo lo contrario, cada día de la vida del activista está dedicado a hacer avanzar a la clase obrera en su conquista de la victoria final. El deber revolucionario de un activista marxista es organizar y dirigir, sin separarse de su propia clase.
En este punto, nos permitiremos utilizar las palabras de uno de los mayores activistas revolucionarios de todos los tiempos, Lenin. El líder de la Revolución Rusa, en una crítica a la concepción del partido de Rosa Luxemburgo —que él veía como una vanguardia basada en la disciplina revolucionaria—, dice lo siguiente en el libro La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo sobre como se debe mantener la disciplina en el partido revolucionario del proletariado:
“En primer lugar, por la conciencia de clase de la vanguardia proletaria y por su dedicación a la revolución, por su tenacidad, autosacrificio y heroísmo. En segundo lugar, por su capacidad de vincular, mantener el contacto más estrecho y —si lo deseas— fusionarse, en cierta medida, con las más amplias masas de la clase obrera, primeramente, con el proletariado, pero también con las masas no proletarias de la clase obrera. En tercer lugar, por la corrección de la dirección política ejercida por esta vanguardia, por la corrección de su estrategia y táctica políticas, probando ante las masas, a partir de su propia experiencia, que están en lo correcto”18.
Todo esto tiene poco que ver con el activista ideal descrito en las páginas de Imperio. En conclusión, tenemos que dar una buena sugerencia, y es que la teoría de Negri tiene que enfrentarse cara a cara con la realidad. ¿Qué ocurriría si el “activista” de Negri fuera a las puertas de una fábrica, o a cualquier otro centro de trabajo, cuando empieza el turno de mañana e invitara a los trabajadores a “pasárselo bien” y “desobedecer” para subvertir el orden establecido?
No pretendemos conocer las condiciones de cada uno de los centros de trabajo o fábrica, pero lo que sí podemos decir es que en aquellos centros de trabajo que conocemos y donde hemos ido a menudo con nuestros panfletos y organizado campañas, el nivel de alienación y fatiga provocado por el trabajo es muy elevado.
Si los activistas van a los trabajadores y les proponen el tipo de actividad que Negri sugiere, tendrían suerte en salir con menos de un rasguño. Una vez más, las teorías pequeño burguesas se enfrentan a la realidad de la situación y demuestran la total bancarrota de su naturaleza.
Notas:
1. Antonio Negri ha enseñado Ciencia Política en las universidades de Padua y París VIII.
2. Michael Hardt es profesor del Departamento de Literatura de la Universidad Duke.
3. Toni Negri, “il vasto impero”.
4. Teórico de la Segunda Internacional que se distanció de las ideas del marxismo al final de su vida. Acabó apoyando las acciones de la burguesía y la socialdemocracia alemanas.
5. Karl Kautsky, Superimperialism.
6. Lenin, El imperialismo fase superior del capitalismo.
7. Entrevista con Corrado Ocone por Toni Negri.
8. Rosa Luxemburgo, La acumulación de capital.
9. Filósofo francés y autor de varios libros sobre la locura y el surgimiento de las prisiones y los métodos de castigo.
10. Toni Negri, Oltre la guerra fredda.
11. Ted Grant y Alan Woods, El nuevo desorden mundial.
12. Entrevista concedida por Toni Negri a Bruno Gravagnuolo.
13. Carlos Marx, Grundisse.
14. Toni Negri, Ritornelli dell’internazionale.
15. Toni Negri, La talpa ed il serpente.
16. Toni Negri, La talpa ed il serpente.
17. Toni Negri, Il militante.
18. Lenin, La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo.