Del 20 de noviembre al 18 de diciembre el mundial de fútbol de Qatar captará la atención de millones de personas. Como cada cuatro años, los grandes medios de comunicación nos bombardearán con imágenes y noticias de la cita mundialista. Esta vez, junto a los suculentos beneficios de siempre, esperan que el despliegue mediático haga olvidar el tsunami de denuncias levantado por este mundial.

Y es que Qatar 2022 ya ha entrado en la historia como el mayor escándalo de corrupción, especulación y blanqueamiento de una brutal dictadura asociados a un acontecimiento deportivo, y por el  que miles de trabajadores inmigrantes han muerto. Un espectáculo de sangre y explotación despreciable que muestra la hipocresía del gran negocio del fútbol profesional.

“El mundial de la vergüenza”

Así titulaba Amnistía Internacional su informe sobre violaciones de derechos humanos del régimen catarí[1]. Un régimen que prohíbe los partidos políticos, mantiene en condiciones de semiesclavitud a 1,7 millones de trabajadores inmigrantes (el 90% de la masa laboral), castiga con elevadas penas de cárcel la homosexualidad y relaciones extramatrimoniales y condena a las mujeres a una opresión y tutela intolerables.

Solo la obra faraónica de los estadios, levantados en pleno desierto con inversiones milmillonarias[2] para mantenerlos a 22º mientras la temperatura exterior supera los 40º, ha costado la vida a 6.500 trabajadores. Las brutales condiciones laborales, el trabajo a destajo, sin seguridad, con temperaturas extremas, hacinamiento en infraviviendas, retrasos e impago de salarios… está detrás de esta matanza y de los beneficios de las grandes constructoras y consorcios occidentales, entre ellos muchos españoles.

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Solo la obra faraónica de los estadios, levantados en pleno desierto con inversiones milmillonarias para mantenerlos a 22º mientras la temperatura exterior supera los 40º, ha costado la vida a 6.500 trabajadores. 


Unas condiciones que posibilita el kefala, legislación que Qatar comparte con otros regímenes dictatoriales con los que también hacen buenos negocios las empresas europeas. Estas leyes permiten al empleador requisar el pasaporte del trabajador, sometiéndole a condiciones inhumanas que, si rechaza, le dejarán en un limbo legal que puede acabar en la deportación o la cárcel. Muchos trabajadores vienen de Bangladesh, Nepal, India o Pakistán pagando a mafias o las propias empresas contratantes entre 400 y 3.500 dólares, contrayendo deudas que, de fallecer, “heredan” sus familias. A la sangría de muertes por accidentes laborales, se suman las causadas por estrés y los suicidios.

Según el informe de Human Rights Watch titulado “Todo lo que tengo que hacer está ligado a un hombre. Las mujeres y las normas de tutela masculina en Qatar”[3], las leyes cataríes exigen a las mujeres permiso de tutores masculinos para casarse, estudiar en el extranjero con becas gubernamentales, acceder a muchos empleos públicos, viajar al extranjero hasta cierta edad o recibir atención a su salud reproductiva. También les impiden ser tutoras principales, no pudiendo decidir sobre documentos, finanzas, viajes e incluso la escolaridad y salud de hijos e hijas. Es el hombre quién decide si la mujer puede divorciarse.

Decenas de miles son obligadas a soportar durante años situaciones de violencia de género y abuso para no perder a sus hijos. Como las relaciones fuera del matrimonio pueden ser castigadas con hasta 7 años de cárcel y 100 latigazos, si un violador aduce ser amante de la mujer violada puede ser ella la encarcelada[4]. Para relaciones no heterosexuales las penas de prisión son incluso superiores. 

Lágrimas de cocodrilo y beneficios multimillonarios

A medida que toda esta barbarie salía a la luz, organizaciones de derechos humanos, sindicatos, colectivos feministas y LGTBI exigieron que se retirase a Qatar la organización del Mundial. La respuesta de los Gobiernos, empresas e instituciones capitalistas ha brillado por su cinismo e hipocresía. La FIFA, organizadora de la competición espectáculo, y las multinacionales asociadas, han anunciado un fondo de 440 millones de dólares para indemnizar a las familias de los trabajadores fallecidos. Una gota en el océano de ingresos multimillonarios que tendrán.

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Organizaciones de derechos humanos, sindicatos, colectivos feministas y LGTBI exigieron que se retirase a Qatar la organización del Mundial. Los Gobiernos, empresas e instituciones capitalistas respondieron con cinismo e hipocresía. 


Qatar ha gastado en este mundial...¡200.000 millones de dólares! Para hacerse una idea, hasta ahora el mayor gasto vinculado a eventos deportivos eran los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, con 15.400 millones, y otra cita futbolística: Brasil 2014, con 15.000. No sabemos quién levantará la Copa el 18 de diciembre, pero el mundial ya tiene ganador: los grandes bancos y empresas multinacionales, que han visto en la explotación a la carta del régimen catarí un filón para multiplicar sus ya obscenos beneficios.

Solo los bancos y empresas occidentales, con  la UE liderando la lista (incluidos los españoles BBVA, Santander, Caixabank, OHL, Sacyr...) han invertido 86.000 millones de euros en proyectos y préstamos tanto al régimen como a empresarios cataríes[5]. Con esta lluvia de millones ¿a quién sorprende que los llamamientos al boicot hayan caído en saco roto? Eso sí, mientras hacen caja, las empresas, la FIFA, los Gobiernos de los 32 países participantes e instituciones internacionales, derraman lágrimas de cocodrilo y preparan campañas mediáticas por los derechos humanos.

Especialmente bochornoso es el caso de Gobiernos que se declaran de izquierdas o progresistas como los del Estado español, Portugal, México o Argentina, que no se han diferenciado en nada a la hora de participar en este “pan y circo” levantado sobre la sangre de miles de trabajadores y la opresión de millones. Por no hablar del escandaloso comunicado de apoyo al régimen catarí del Gobierno venezolano de Maduro.

Entre la inmensa mayoría de jugadores participantes -empezando por las grandes estrellas- también se ha impuesto el bozal de oro. Algunos, muy pocos, presionados por el movimiento internacional de rechazo, han hecho declaraciones críticas y planteado gestos simbólicos como llevar brazaletes en apoyo a la comunidad LGTBI pero sin atreverse a ir más allá. Incluso muchos ya lo han incumplido a la hora de la verdad.

No son “cosas del fútbol”, es el capitalismo

La versión más extendida de porqué, pese a todas las denuncias, Qatar 2022 ha terminado celebrándose es que los los corruptos directivos de la FIFA fueron sobornados y, como esta es “independiente” y “faltan pruebas concluyentes”, era imposible evitarlo. Esta “explicación” es tan falsa como cínica.

La corrupción de la FIFA, que ganará 5.600 millones de dólares con este mundial, es un secreto a voces hace décadas. El escándalo de las comisiones cataríes estalló en 2012. De los 22 responsables de designar la sede del mundial, 16 fueron procesados o encarcelados en 2015 por diferentes casos de corrupción. Pero Qatar 2022 siguió viento en popa. Ninguno de los bancos y multinacionales que dominan la economía mundial (y con ella el negocio deportivo) estaba dispuesto a renunciar a su pedazo del pastel.

Al interés económico se unía el geopolítico. En plena pugna entre las grandes potencias imperialistas por las materias primas, mercados y áreas de influencia, Qatar -uno de los principales productores petroleros y segundo exportador mundial de gas- representa un socio codiciado.  La clase dominante catarí apostó al mundial no solo por los beneficios económicos a corto plazo, también como medio para aumentar su influencia regional por la que rivaliza con Arabia Saudí. Cuando la FIFA adjudicó este mundial (2010), el imperialismo francés y otras potencias presionaron a favor de Qatar frente a la principal candidatura rival, EEUU, a cambio de concesiones para sus multinacionales energéticas y armamentísticas[6].

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Mientras bancos y empresas occidentales, con  la UE liderando la lista (incluidos los españoles BBVA, Santander, Caixabank, OHL, Sacyr...), hacen caja, preparan campañas mediáticas por los derechos humanos. 


La detención de decenas de directivos de la FIFA, tras investigación del FBI y fuertes presiones estadounidenses, fue presentada como un golpe decisivo a la corrupción en el fútbol. Pero Washington solo buscaba vengar la afrenta, dejar claro que quién le desafíe puede pagarlo y asegurar a sus multinacionales una posición dominante en el siguiente mundial. La Copa del Mundo 2026 ya ha sido adjudicada a la candidatura conjunta Canadá-México-EEUU. 

La transformación de los mundiales, Olimpiadas y otras competiciones deportivas nacionales e internacionales en negocios cada vez más turbios y lucrativos, que mueven cantidades obscenas de capital, donde los clubes -transformados en sociedades anónimas- son trampolines políticos y económicos para aventureros vinculados a la derecha y ultraderecha, pelotazos especulativos, blanqueo de capitales… hunde sus raíces en el funcionamiento del capitalismo.

Un deporte corrompido por un sistema en decadencia

La clase dominante siempre ha utilizado el deporte como arma económica y política. Los regímenes fascistas de Hitler, Mussolini o Franco y las dictaduras militares latinoamericanas de los 70 y 80 del siglo XX protagonizaron algunos de los casos más escandalosos, empleando éxitos deportivos para legitimar su brutal represión e intentar desviar la atención de sectores de las masas.

Esta utilización acaba encontrando límites. El principal, la propia crisis y decadencia capitalista y sus efectos sobre la lucha de clases. Momentos de ascenso en las luchas y giro a la izquierda, procesos revolucionarios y prerrevolucionarios han tenido su reflejo incluso en un mundo tan alejado de las condiciones de vida de los oprimidos como el deporte de élite. El movimiento por los derechos civiles y contra la guerra de Vietnam en EEUU, la revolución argelina o el ascenso revolucionario latinoamericano de los 70 y 80 fueron ejemplos destacados. Una capa de deportistas, influidos por las masas, giró a la izquierda.

Pero generalmente, y más en épocas “normales”, las condiciones privilegiadas del deporte de élite hacen que las voces críticas sean excepcionales, limitadas a gestos simbólicos o presentadas como excentricidades. Mientras, los medios dan todo el apoyo  a aquellos deportistas que apoyan a la derecha y ultraderecha, que son promocionados y tienden a ser mayoría. Esto se ha intensificado durante los últimos años.

Desde los años 70, cuando las multinacionales entraron masivamente al negocio deportivo, participando directamente en la organización de mundiales, olimpiadas y campeonatos de liga, este se ha convertido en un campo de inversión cada vez más atractivo y rentable para los capitales especulativos. Desde 2010 numerosos expertos e incluso directivos vienen advirtiendo de la burbuja del deporte[7], las contradicciones generadas por la entrada de fondos de inversión, casas de apuestas, etc., o las cantidades escandalosas, e insostenibles, gastadas anualmente en fichajes, traspasos y derechos televisivos[8]. Pero la orgía especulativa continúa.

Qatar 2022 no es la excepción sino la regla. El deporte refleja en su interior toda la corrupción, especulación y barbarie de este sistema podrido.

 

[1]     Qatar, la copa mundial de la vergüenza - Amnistía Internacional (amnesty.org)

[2]     Mundial Fútbol 2022 | Las escandalosas cifras del mundial de Qatar: estadios, telespectadores… (sport.es)

[3]     Qatar: La tutela masculina cercena los derechos de las mujeres

[4]     No es solo Paola Schietekat; en Qatar, la vida de las mujeres depende de un hombre

[5]     Fútbol | BBVA y Santander, primeros ganadores del Mundial de Qatar - El Salto - Edición General (elsaltodiario.com)

[6]     La venganza de Estados Unidos por el Mundial de Qatar

[7]     “El fútbol vive en una burbuja especulativa que está por estallar” Entrevista a Jean-Michel Aulas, Presidente del Olimpique de Lyon (El País, 15/2/2010) "El fútbol vive en una burbuja especulativa que está por estallar"

[8]     El informe de la FIFA que quiere acabar con la burbuja especulativa del fútbol - elEconomista.es

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