¡Continuar la lucha hasta hacerle caer! ¡Existe la fuerza para conseguirlo!

La huelga general convocada para el 10 de abril por las centrales sindicales CGT y CTA contra la política de recortes salvajes de Milei viene a coronar dos meses de un torbellino ascendente de movilización social en Argentina. Esta oleada de luchas ha vuelto a mostrar la enorme fuerza que existe para hacer caer a este ultraderechista, enemigo jurado de la clase obrera y las masas oprimidas.

La negativa de los dirigentes sindicales a dar continuidad a las poderosas huelgas generales que se vieron obligados a convocar en enero y mayo de 2024, fiándolo todo a la debilidad parlamentaria del partido de Milei, La Libertad Avanza (con 38 de 257 diputados), solo ha servido para mantenerlo en el poder gracias al apoyo de la derecha tradicional agrupada en Juntos por el Cambio (JxC) y liderada por el expresidente Mauricio Macri y su cabeza de lista en las elecciones Patricia Bullrich.

Por eso es decisivo que después del 10 de abril no se cometa el mismo error de paralizar la lucha en las calles. Hay que anunciar y organizar ya un plan ascendente de movilizaciones, empezando por una nueva huelga general de 48 horas.

Un Gobierno de extrema derecha sostenido por la clase dominante

Tras la victoria electoral de Milei, Bullrich se convirtió en ministra de Seguridad para apuntalar el Gobierno y está dirigiendo su brazo represivo con un ensañamiento salvaje contra las masas.

La brutal ofensiva contra los derechos laborales, sociales y democráticos cuenta con el apoyo cerrado del capital especulador y exportador, cuyos beneficios se quintuplicaron durante 2024.

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Después del 10 de abril los sindicatos deben anunciar y organizar ya un plan ascendente de movilizaciones, empezando por una nueva huelga general de 48 horas. 

Los recortes y despidos masivos están suponiendo un trasvase descomunal de riqueza del pueblo trabajador a este puñado de oligarcas, que son quienes mueven los hilos del poder tras el Ejecutivo. Un auténtico Gobierno en la sombra no elegido por nadie al que poco importa, por ejemplo, que el 66% de los niños malviva en la pobreza, si eso significa mantener y aumentar sus ganancias. 

Junto al apoyo decidido de la oligarquía, la derecha macrista y otros partidos burgueses tradicionales como la UCR, un factor que sostiene a Milei es la pasividad de la oposición parlamentaria peronista de la Unión por la Patria (UxP) y la burocracia sindical de la CGT y las dos CTA. Estos dirigentes apuestan a que el descontento social con Milei les devolverá más pronto que tarde la presidencia y una mayoría en el Parlamento. Su política es esperar, no agitar demasiado el avispero de la lucha de clases y mantener la contestación dentro de ciertos límites para reconducirla en líneas parlamentarias. 

La respuesta del movimiento obrero y popular al primer gran ataque de Milei, la llamada Ley Ómnibus (porque contenía centenares de medidas golpeando los derechos laborales, democráticos y sociales), fue tan masiva e inmediata que forzó la convocatoria de una primera huelga general el 24 de enero de 2024, cuando apenas llevaba un mes al frente del país. Pese a la negativa de los dirigentes de la CGT de parar un sector clave como el transporte y limitarla a 12 horas, la huelga desató toda la fuerza del movimiento y obligó a retirar temporalmente algunas medidas de la ley.

Pero los dirigentes de la CGT y las dos CTA en lugar de ampliar y extender la movilización pusieron el freno, planteando que el camino era presionar a los diputados en el Congreso para que Milei no tuviera mayoría para sacar adelante sus planes.

Catorce meses de ataques brutales y movilización masiva en las calles

Milei aprovechó el respiro que le concedió el aplazamiento de movilizaciones generales para seguir con ataques por sectores mientras negociaba con el resto de partidos burgueses las medidas de la Ley Ómnibus. Recortó los comedores populares, condenando al hambre a decenas de miles de personas. Despidió a 35.000 trabajadores públicos, luego vendrían varias decenas de miles más. Rebajó sustancialmente las asignaciones a las provincias, que tienen competencias educativas, sanitarias y en otras áreas, golpeando las condiciones de vida de millones de personas…

Las luchas, marchas y huelgas contra cada uno de estos ataques obligaron a la burocracia sindical a  convocar una nueva huelga general el 9 de mayo. Esta vez sí fue de 24 horas y paralizó todo el país, incluido el transporte. Las imágenes de estaciones ferroviarias, aeropuertos y avenidas totalmente vacías mostraban la fuerza del movimiento. Pero la burocracia se negó a sacar esa fuerza a la calle. Para evitar que la presión de las masas les desbordase exigiendo una nueva huelga general decidieron no convocar manifestaciones. 

Como era de prever, la táctica sindical de  “presionar” a los diputados por arriba mientras se negaban a continuar y extender la lucha por abajo significó la aprobación en junio de la Ley de Bases. Es decir, la Ley Ómnibus remozada y suavizada en alguno de sus aspectos más escandalosos, pero manteniendo lo fundamental de la agenda elaborada por la clase dominante y el Gobierno de extrema derecha. Este no dudó en comprar los votos de congresistas y senadores de varios partidos regionales e incluso de los sectores más a la derecha del peronismo. 

No es ningún detalle que, como parte de su estrategia para dividir y contener la movilización social, Milei no haya utilizado la motosierra contra las subvenciones a las centrales sindicales.[1] La negativa de la burocracia sindical a dar continuidad a las huelgas generales durante toda la segunda mitad de 2024 no impidió multitud de luchas parciales y regionales, pero fue clave para darle oxígeno al Gobierno y permitirle lanzar nuevos ataques. Un buen ejemplo lo tuvimos con el veto presidencial a la Ley de Financiación Universitaria en octubre de 2024, que suponía recortar el 32% los presupuestos de las universidades públicas como parte de los planes de privatizar y elitizar la educación superior, gratuita desde 1949.

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Como era de prever, la táctica sindical de  “presionar” a los diputados por arriba mientras se negaban a continuar y extender la lucha por abajo fue un fracaso y significó la aprobación en junio de la Ley de Bases. 

Una vez más, la respuesta por abajo de la comunidad educativa fue contundente: decenas de facultades tomadas, los docentes desbordando a sus dirigentes, marchas masivas que arrastraron incluso a sectores que votaron por Milei... Pero la dirigencia juvenil y sindical peronista se negó a extender la lucha al resto del sector público, confluyendo con las huelgas que se desarrollaban en varios centros sanitarios.[2] Incluso plantearon que el veto de Milei era un derecho constitucional y no debía hacerse nada, ayudando a poner fin a las protestas.[3]

Orgullo y antifascismo, 8M, pensionistas… La explosión de luchas por abajo impone la huelga general

El balance de 14 meses de gestión de este ultraderechista es devastador. Milei saca pecho diciendo que la inflación bajó del 260% al 116%, una de las más altas del mundo. Además ese descenso se ha basado en un colapso histórico del consumo y los niveles de vida. El PIB cayó un 1,7% en 2024, la producción industrial un 9%. La población bajo el umbral de la pobreza supera el 50%, castigando especialmente a pensionistas y jóvenes, niños y adolescentes.

El rechazo al Gobierno es tan amplio que ha provocado crisis internas, cese de ministros y enfrentamientos públicos entre Macri y Milei, y de éste con su vicepresidenta. Tras la investidura de Trump, que fue una inyección de moral para la ultraderecha global, Milei pasó nuevamente al ataque. En esta ocasión contra el movimiento LGTBI, el feminismo combativo, la memoria histórica y los “zurdos”...

Esto ha alimentado aún más la indignación entre la clase obrera y los sectores populares que ya le confrontaban, pero también entre capas medias y sectores atrasados que le votaron, pero que ahora además de empezar a sufrir los recortes y el empobrecimiento están viendo con claridad su carácter cínico y corrupto. El escándalo de la criptomoneda $Libra, con Milei metido hasta el cuello en la trama, ha sido muy educativo: 40.000 inversores perdieron 90 millones de dólares a manos de nueve individuos.

La Marcha Federal del Orgullo Antifascista y Antirracista celebrada el 1 de febrero fue toda una demostración de fuerza de la izquierda y el movimiento de masas. Y esa misma potencia inundó las calles el 8M contra las políticas negacionistas de la violencia de género. Es una completa provocación que, tras un 2024 con 252 feminicidios (uno cada 30 horas) y de que esa cifra haya subido a uno cada 26 horas en lo que va de 2025, Milei decida eliminar este delito del código penal, desmantelar las políticas públicas en defensa de los derechos reproductivos de la mujer y contra la violencia machista y eliminar una moratoria que permitía acceder a la jubilación a miles de mujeres, dejando a nueve de cada diez mujeres que debían jubilarse este año sin poder hacerlo.

El recorte de las pensiones a los jubilados —un 73% de ellos vive en la pobreza, según HelpAge International y ONG locales— y la represión brutal con porras, cañones de agua, gases lacrimógenos y balas de goma ordenada por Bullrich contra sus manifestaciones ha sido la gota que ha colmado el vaso. La represión dejó 124 detenidos y 46 heridos, uno de ellos el fotógrafo Pepe Grillo, que sigue en estado crítico. La respuesta no se hizo esperar: una manifestación multitudinaria de jóvenes, trabajadores y pensionistas que derrotó la prohibición y amenazas de recrudecer la represión del Gobierno. 

La marcha del 24 de marzo, Día de la Memoria, que denuncia los 30.000 desaparecidos por la dictadura militar, se convirtió en otra gigantesca muestra de repudio al negacionismo del Ejecutivo del terrorismo de la dictadura.[4] Tras esta tercera manifestación multitudinaria en tan solo dos semanas, la dirección de la CGT —que participó con columna propia— no pudo resistir más la presión de sus bases y convocó la huelga general de 24 horas para este 10 de abril, inmediatamente secundada por la CTA. El empuje es tal que, en la práctica, serán 36 horas de movilización y 24 de huelga, porque las manifestaciones empezarán ya el día 9 por la tarde.

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El recorte de las pensiones a los jubilados —un 73% de ellos vive en la pobreza, según HelpAge International y ONG locales— y la represión brutal contra sus manifestaciones ha sido la gota que ha colmado el vaso. 

¡Levantar un plan de lucha que tumbe a Milei! ¡Defender un programa socialista que acabe con el capitalismo!

El 10 de abril será un duro golpe para el Gobierno. Pero para conseguir que caiga hay que continuar la lucha con un plan de movilizaciones en ascenso, empezando por una nueva huelga general de 48 horas.

La burguesía, la derecha y la ultraderecha no son los únicos que temen la lucha en las calles.  La izquierda reformista y la burocracia sindical ligada a ella tienen pánico a que las masas puedan desbordarles, como ocurrió durante el estallido social del Argentinazo (2001) que derribó a cinco Gobiernos capitalistas en una semana.

Quieren limitar la huelga a un solo día para soltar presión y volver a desviar la lucha al terreno electoral, planteando que todo pasa por ganar las elecciones parlamentarias de octubre. Pero el momento es ahora y está en las calles, en la organización del movimiento desde abajo. Si se desaprovecha la oportunidad de derrotar a Milei mediante la movilización masiva hoy, este ultraderechista —que tiene un programa claro e iniciativa para llevarlo adelante— podría recomponer su base de apoyo, dar una sorpresa en las elecciones y seguir con sus ataques. No hay tiempo que perder.

Esta situación pone a la izquierda combativa argentina ante la oportunidad, y la obligación, de dar una alternativa revolucionaria. Si sectores decisivos de la clase dominante apostaron por un ultraderechista como Milei es por el descrédito del parlamentarismo y la democracia burguesa. Si es derrotado, no dudarán en recurrir a todo tipo de maniobras parlamentarias para paralizar la acción independiente de las masas.

En un momento determinado, si la agudización de la lucha de clases les obligase, no dudarían en recurrir incluso a una Asamblea Constituyente, como vimos en Chile, para desactivar la lucha por transformar la sociedad, desmoralizar a las masas —que no pueden esperar meses o años mientras se elige un nuevo parlamento o se discute una nueva Constitución— y ganar tiempo para lanzar una nueva ofensiva contra la clase obrera y el movimiento revolucionario. 

Defender desde sectores de la izquierda anticapitalista la consigna de Asamblea Constituyente Libre y Soberana creemos que es un error grave y que se puede pagar muy caro. La alternativa pasa por levantar un programa socialista, desarrollando una agitación de masas que plantee clara y decididamente que lo único que puede resolver los problemas de las masas oprimidas es expropiar a los grandes capitalistas bajo control obrero.

Unido a ello hay que impulsar la creación de comités y asambleas de base que empiecen por organizar desde abajo la huelga general y debatir un plan de lucha para darle continuidad, que sirvan también para discutir planes de acción frente a la crisis en cada fábrica, barrio o centro de estudios, debatiendo las consignas y reivindicaciones a plantear en cada caso, la gestión de todos los asuntos, organizando la toma de las empresas que cierren…

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La izquierda combativa argentina ante la oportunidad, y la obligación, de dar una alternativa revolucionaria. Hay que levantar un programa socialista que plantee decididamente que hay que expropiar a los grandes capitalistas bajo control obrero. 

Hay que impulsar la autoorganización de las masas trabajadoras, la juventud y los vecinos y darle una coordinación democrática local, regional y nacional, mediante delegados elegibles y revocables, luchando por un Gobierno de los trabajadores y las masas oprimidas.

La principal expresión electoral de la izquierda combativa en Argentina, el FIT-U, tiene cinco diputados, dirigentes reconocidos con fuerte autoridad y una influencia real en el movimiento. Levantando este programa y llamando al mismo tiempo a luchar unitariamente por él a la izquierda peronista es posible ganar el apoyo de millones de jóvenes y trabajadores. El poder obrero y el socialismo es la única salida para el proletariado argentino. Cualquier otra alternativa significa prolongar la crisis capitalista y con ello la miseria y sufrimiento de las masas.

 

Notas:

[1] Dos escándalos de corrupción ponen en cuestión el discurso anticasta de Milei

[2] Las universidades públicas en pie de guerra contra Milei

[3] A fondo con la lucha universitaria ¡Fuera Milei!

[4] Decenas de miles de argentinos marchan contra el negacionismo de la dictadura que promueve Milei

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