El 18 de abril el presidente ecuatoriano, Daniel Noboa, decretaba el estado de “alerta máxima”. Esta declaración, reservada para catástrofes o amenazas de guerra, significa instaurar el toque de queda y suspender derechos democráticos esenciales como los de reunión, manifestación e inviolabilidad del domicilio. Noboa también ordenaba al ejército, la policía y los servicios secretos perseguir a quienes “promuevan protestas”.
La excusa para estas medidas propias de un régimen dictatorial es un montaje fabricado por el Comando Conjunto de las Fuerzas Armadas sobre la delirante acusación de que la izquierda que denunció fraude en las elecciones del pasado 13 de abril prepara “manifestaciones y atentados” contra Noboa “en colaboración con el narco”[1].
Unas elecciones a punta de pistola
Tras la primera vuelta electoral, que arrojó un empate técnico entre Noboa y Luisa González, candidata del partido correísta Revolución Ciudadana[2], el líder ultraderechista dejó claro que nunca aceptaría su derrota y que estaba dispuesto a provocar un baño de sangre para imponer su reelección.
La víspera de la segunda vuelta y violando la Constitución —que le obligaba a dejar la jefatura de Estado mientras fuese candidato— decretó el estado de excepción en ocho regiones, incluyendo las dos más pobladas y aquellas donde había perdido en primera vuelta[3], prohibiendo cualquier manifestación durante sesenta días y garantizando que el escrutinio se realizaba bajo los fusiles de unas fuerzas armadas que controla con mano de hierro.

Además, durante la campaña anunció la contratación por el Estado de la agencia de mercenarios Blackwater, conocida por sus asesinatos y violaciones de derechos humanos en Irak, para “mantener la seguridad y el orden”. También aprobó medidas clientelares como bonos de 400 y 500 dólares a policías, soldados y familiares, desempleados y sectores de la economía informal, buscando movilizar en apoyo a sus medidas a capas atrasadas y desesperadas de la población.
En estas condiciones, el Consejo Nacional Electoral (CNE) proclamaba ganador a Noboa con 12 puntos de ventaja y algo más de un millón de votos de diferencia frente a su rival. Esto, a pesar de que la participación fue similar a la primera vuelta y de que la tercera fuerza más votada entonces (el Movimiento Pachakutik, con 500.000 papeletas, 5,25%) pidió el voto en esta ocasión para Luisa González. ¡Un más que sospechoso trasvase de votos de la izquierda a la ultraderecha que se concentra (¡cómo no!) en las zonas controladas por el ejército!
González y Correa han denunciado estos resultados como un “fraude grotesco”. Gobiernos latinoamericanos como el colombiano de Petro, el mexicano de Claudia Sheinbaum y otros se negaron a reconocer Noboa. Pero en lugar de llamar a la movilización en la calle y la huelga general, los dirigentes de Revolución Ciudadana apelaron a la “comunidad internacional” y a las mismas autoridades electorales que avalaron el fraude pidiéndoles un recuento transparente.
Este síntoma de debilidad ha sido aprovechado por Noboa para moverse rápidamente. Ha avanzado en sus planes para establecer un régimen bonapartista semidictatorial bajo fachada democrática con el apoyo unánime de la oligarquía ecuatoriana, el imperialismo estadounidense y la ultraderecha global. El autogolpe de este oligarca de extrema derecha está siendo facilitado por la complicidad de esos mismos Gobiernos que pusieron el grito en el cielo tras las elecciones venezolanas y dan ahora por buenas estas elecciones celebradas a punta de pistola.
Dirigentes socialdemócratas como Lula o Boric, en aras de la estabilidad capitalista y la paz social, no han dudado en felicitar a Noboa de forma bochornosa. Igual que ha hecho el Gobierno de Pedro Sánchez a través del ministro de Exteriores, José Manuel Alvares.

La oligarquía ecuatoriana, Washington y la ultraderecha global, al ataque
Para comprender cómo hemos llegado a este punto y qué políticas hacen falta para derrotar a Noboa hay que partir del desarrollo de la lucha de clases en Ecuador estos últimos años y de su posición estratégica en la pugna interimperialista entre Washington y Beijing por la hegemonía económica y política en Latinoamérica.
Durante años, la juventud, la clase obrera y el movimiento indígena ecuatorianos han sido un punto de referencia para los oprimidos de todo el continente, protagonizado levantamientos revolucionarios que han superado la represión policial y militar, poniendo a la clase dominante contra las cuerdas en diferentes ocasiones, las más recientes fueron las insurrecciones de 2019 y 2022.
Las huelgas generales impulsadas por la Confederación de Nacionalidades Indígenas (CONAIE) y los sectores más combativos del movimiento sindical paralizaron el país. Las masas formaron asambleas populares y cabildos abiertos. Con una dirección y un programa revolucionario, unificando esos organismos para luchar por el poder, habrían podido derrocar a la oligarquía e iniciar el camino para transformar la sociedad. Estas oportunidades fueron desaprovechadas por los llamamientos a la negociación de los dirigentes del correísmo. Pero también por la CONAIE y su expresión política: Pachakutik.
La burguesía ecuatoriana y el imperialismo estadounidense pasaron al ataque, aprovechando el colapso económico y la ola de violencia que sacudía Ecuador, que de ser el segundo país más seguro de Latinoamérica en 2016 pasó a liderar las estadísticas de muertes violentas. Una violencia alimentada por las políticas impuestas por la oligarquía, como la dolarización de la economía y la apertura total del país al saqueo de los grandes especuladores y el blanqueo de capitales del narcotráfico[4].
Las elecciones de agosto y octubre de 2023 se celebraron en medio de una crisis institucional sin precedentes. Tras el asesinato de varios líderes políticos, destacando el candidato presidencial Fernando Villavicencio, el país estaba en shock. La viuda de Villavicencio ha denunciado que Noboa (un multimillonario nacido y criado en Miami, perteneciente a una de las familias más ricas de la oligarquía), quien antes del asesinato apenas tenía apoyo, utilizó ese crimen para auparse al poder[5], presentándose como el Bukele ecuatoriano y prometiendo mano dura contra el narco y la violencia.
Un narcotráfico con el que su propio clan familiar ha sido vinculado[6], y una violencia que sus políticas de recortes, privatización y utilización del ejército (implicado hasta las cejas en la narcoviolencia y la corrupción) han incrementado exponencialmente. Desde su llegada al poder, en octubre de 2023, Noboa ha decretado nueve militarizaciones parciales o totales del país. Los homicidios en los primeros cincuenta días de 2025 alcanzaron el mayor número en la historia: 1.300, uno por hora.

Para lo que sí ha servido la militarización es para golpear al movimiento obrero e indígena y convertir a Noboa en árbitro entre sectores de la clase dominante, reforzando el control de la oligarquía tradicional sobre los negocios vinculados al narco y las actividades extractivas, y disciplinando a sectores más díscolos y menos poderosos[7].
Tras fracasar sus ofensivas golpistas en Venezuela y Bolivia y el golpe de Bolsonaro en Brasil, con Milei enfrentado a un levantamiento de masas, Donald Trump y el imperialismo estadounidense han visto en el régimen bonapartista cada vez más autoritario y represivo de Noboa un punto de apoyo para sus planes de intentar dinamitar el avance imparable de China en una zona clave, el Pacífico, para sus intercambios comerciales con América Latina. Durante la campaña electoral Trump y Noboa sellaron un acuerdo para establecer bases militares estadounidenses en Ecuador (algo que prohíbe la actual Constitución, elaborada en 2008 bajo el Gobierno de Correa) y enviar tropas para “luchar contra el narcotráfico” y otras “amenazas internas y externas”.
Levantar una política revolucionaria para echar a Noboa
La militarización impuesta por Noboa ha permitido a la clase dominante desarrollar su agenda: privatización de la electricidad, ataques a los salarios y condiciones laborales, subida del IVA, recortes salvajes en inversiones y servicios públicos... El resultado ha sido una crisis energética sin precedentes, con cortes de energía de entre 12 y 14 horas diarias, y disparar la pobreza y las desigualdades. Sobre una población de 18 millones, 5 millones sobreviven con menos de 3 dólares diarios.
Todos estos problemas se agudizarán a lo largo de 2025 a causa de la crisis de la deuda y la negociación con el FMI, que en un contexto de crisis internacional exigirá nuevos y más duros recortes[8]. La oligarquía se prepara para imponer una agenda de ataques brutales. Este es el contexto en el que se inscriben los decretos de excepción y alerta máxima de Noboa y sus planes para organizar una Asamblea Constituyente —que pretende controlar con métodos similares a los empleados en estas elecciones— y eliminar artículos de la Constitución de 2008 que obstaculizan su objetivo de concentrar aún más poder en sus manos.
Frente a una amenaza como la que representa este elemento ultraderechista, el único camino es recuperar la autoorganización y movilización de las masas con un plan de lucha claro y una política revolucionaria que permita desplegar toda su fuerza y confianza. No hay tiempo que perder.

La vanguardia obrera, indígena y estudiantil, al tiempo que exige a los dirigentes de Revolución Ciudadana, Pachakutik, CONAIE y los sindicatos la organización de una huelga general y un plan de lucha ascendente para echar a Noboa, tiene que impulsar la autoorganización desde abajo, organizando asambleas y comités de acción y autodefensa en cada barrio, pueblo y centro de trabajo contra la represión del ejército y el aparato estatal. Junto a ello hay que hacer un llamamiento internacional a la organización de movilizaciones de solidaridad con la izquierda ecuatoriana en todo el mundo y contra el fraude y las medidas dictatoriales de Noboa.
Hay que acompañar estas consignas con un programa comunista, revolucionario, que plantee la expropiación de la oligarquía y las multinacionales bajo control obrero como única forma de responder a las necesidades sociales y acabar con la pesadilla del narco, la violencia y la represión militar y policial.
Notas:
[1]Ecuador está en “alerta máxima” tras un informe militar de posibles atentados contra Noboa
[2]Sorpresa y empate técnico entre Daniel Noboa y Luisa González en las presidenciales de Ecuador
[3]Noboa decreta el estado de excepción en Quito y en siete provincias en vísperas de las elecciones
[4]Ecuador: por qué la violencia narco arrasa al país que dolarizó la economía
[5]Viuda de Villavicencio dice que fiscal general de Ecuador le presionó para culpar a Correa
[6]Empresa de familia de Daniel Noboa, presidente de Ecuador, involucrada en tráfico de cocaína a Europa
[7]Ecuador: una espiral de violencia pone en evidencia la descomposición capitalista
[8]La bomba de tiempo de la deuda, lo que debe pagar el gobierno de Daniel Noboa en 2025