La situación mundial está marcada por la disputa entre los bloques imperialistas rivales encabezados por EEUU y China. Esta pugna hace impredecible hasta donde puedan llegar en su confrontación y el alcance negativo que puede tener los efectos de esta guerra (desempleo, hambruna, pobreza, miseria, genocidio y barbarie) para la clase trabajadora y los pueblos del mundo

El holocausto que están organizando Trump y el régimen nazisionista de Netanyahu contra el pueblo palestino es el ejemplo más brutal, pero vemos también las deportaciones masivas de migrantes venezolanos, latinos y de otros pueblos, la guerra imperialista en Ucrania o el reparto criminal de Siria entre EEUU, Turquía e Israel.

El imperialismo estadounidense actúa como una fiera herida ante el desmoronamiento de su hegemonía, impulsando una política económica proteccionista y fascistoide. El imperialismo chino critica cínicamente las políticas salvajes de EEUU e Israel en Gaza, pero es el segundo socio comercial de Israel y ayuda con sus inversiones y negocios a mantener su máquina de guerra. China y Rusia son presentadas por el Gobierno de Nicolás Maduro y otros Gobiernos latinoamericanos como respetuosos de los pueblos pero son poderes imperialistas que solo defienden a sus propias multinacionales, intereses y negocios. 

Es urgente construir una alternativa de la clase obrera para enfrentar a genocidas capitalistas como Trump y Netenyahu incluso al resto de imperialistas y capitalistas que sostienen este sistema criminal.

La  política arancelaria de Trump y las sanciones golpean duramente al pueblo venezolano

A Trump no le ha bastado reactivar las sanciones a la industria petrolera venezolana, suspendiendo las licencias de exportación de Chevron, Repsol y otras empresas, y la campaña brutal contra los inmigrantes venezolanos. También ha decidido aplicar aranceles hasta de un 25% a las exportaciones hacia EEUU de países que se atrevan a comprar hidrocarburos de Venezuela.

Esta agresividad es aplaudida por sectores de la extrema derecha del Partido Republicano y por la ultraderecha fascista internacional, de la que forma parte María Corina Machado. Para la clase trabajadora y el pueblo de Venezuela esto significa nuevos golpes que agravan el sufrimiento y la crisis que llevamos sufriendo desde hace más de diez años. El poder de adquisición de los productos alimenticios disminuye a diario, la inflación crece espectacularmente, el acumulado anualizado ha superado el 136%, incluso en la actualidad la propia divisa, tuvo un incremento de 6 puntos, mientras escasean los dólares para el ciudadano común y el bolivar se desploma.

La respuesta del Gobierno de Maduro es asumir en la práctica las medidas de deportación de inmigrantes -más allá de discursos y palabras condenando a Trump- y aplicar la agenda que exigen los empresarios de Fedecámaras y la boliburguesía, liquidando todos los avances sociales y políticas antiimperialistas conquistados por el pueblo durante los Gobiernos de Chávez, liberando mercenarios e intentando restablecer las relaciones económicas con Washington.

Como parte de su alianza con los imperialistas chinos y rusos y otros aliados como los regímenes reaccionarios de Turquía e Irán, Maduro está aplicando una política capitalista y antiobrera que representa una ruptura total con las medidas que en su momento llevó adelante Chávez, quedando demostrado una vez más el fracaso del Gobierno, lo alejado que se encuentra de ser antiimperialista y su evidente desprecio y desconfianza hacia los trabajadores.

 Un decreto de emergencia económica para favorecer aún más a los empresarios

Las políticas del Gobierno, nos niegan un aumento del salario e imponen bonos que recortan derechos e ingresos y minan nuestra unidad como clase. Hace meses con el bono comprábamos 15 artículos, hoy apenas alcanza para la mitad. No se ve ninguna medida de fondo, poniendo freno al creciente aumento de los precios de los alimentos, medicamentos y otros artículos de primera necesidad, lo que lleva a la clase obrera a una situación deprimente y desesperada.

Eso sí, mientras, el Gobierno sigue entregando las divisas del petróleo a la banca privada en beneficio del empresariado extranjero y nacional, que aprovechan para sacarlos del país sin mayores obstáculos mediante el manejo opaco y las concesiones que les hace el propio Estado.

Ahora el Gobierno vende la idea que son necesarios más sacrificios del pueblo para el supuesto desarrollo económico interno, la diversificación de la economía y el aumento de las exportaciones que, supuestamente, están generando divisas para todos los venezolanos. Pero es falso. Solo ganan la burocracia corrupta del Gobierno y los empresarios, que además se ven favorecidos por nuevas leyes como la Ley de Inversión extranjera, que impone brutales condiciones de miseria a los trabajadores y en sus artículos 56 y 57 garantiza a la inversión extranjera  llevarse todos sus dólares, permitiendo a los exportadores reinvertir solo el 20% del total de las divisas ganadas en el país.

El 8 de abril se firmó el decreto de emergencia económica, que brinda facultades exclusivas al presidente de la República para aplicar medidas en este ámbito, como por ejemplo: suspender con carácter general la aplicación y cobro de tributos nacionales, estatales y municipales, así como de los trámites administrativos relacionados, a fin de proteger el aparato productivo, es decir las empresas en manos de los capitalistas.

Es muy importante abrir las compuertas a nuevas fuentes de inversión. Aquellos venezolanos o inversionistas internacionales que quieran traer sus recursos al país serán tratados de manera especial para que los traigan y circulen en el aparato productivo, en la economía nacional y sirvan como fuente poderosa de estabilidad e inversión para el crecimiento de los próximos meses y años, señalaba Maduro.

Pero los capitalistas venezolanos y extranjeros tienen décadas sin invertir en la economía productiva, dedicándose a especular y saquear la renta petrolera. El resultado de este nueva ley a su favor será llenar más sus bolsillos y aumentar la precariedad laboral, la pobreza y la desigualdad. Frente a esta realidad concreta  la clase obrera está llamada a encontrarse, reorganizarse, debatir y definir un programa y plan de lucha.

Organizar la fuerza de los y las trabajadoras para derrotar a los capitalistas y la burocracia

El Gobierno y la burocracia sindical oficialista, con el aparato del Estado, vienen socavando todas las conquistas conseguidas por los trabajadores antes y durante el propio Gobierno de Chávez, del que ellos falsamente dicen defender su legado. Justifican las desmejoras laborales y su accionar antiobrero, por las sanciones imperialistas de Estados Unidos y se preparan para dar un golpe aún más duro al pueblo con la Reforma Constitucional.

Tienen como objetivo desarrollar, contra quien sea y como sea, las Zonas Económicas Especiales con inversiones chinas, iraníes, turcas, rusas entre otras, para la extracción brutal de las riquezas naturales y minerales restringiendo drásticamente los derechos y la aplicación de las leyes laborales. Pretenden desaparecer totalmente las convenciones colectivas (convenios colectivos) y eliminar las prestaciones sociales, que fueron recuperadas por los trabajadores en el proceso bolivariano.

La lucha sindical del movimiento obrero exige un grado superior de organización frente a la actual situación. Los sectores sindicales que confrontan la política del Gobierno están obligados a superar la vieja y obsoleta forma del sindicalismo que toma las decisiones al margen de las bases y las asambleas de trabajadores y reconstruir un movimiento sindical de nuevo tipo basado en la toma de todas las decisiones en asambleas de trabajadoras, impulsando la máxima unidad de acción en la lucha y la organización de las y los trabajadores con un programa y plan de acción para combatir a los capitalistas, la derecha y la burocracia corrupta del Gobierno.

La lucha de clases en Venezuela y el mundo nos plantea a los trabajadores una prolongada y dura batalla. Tenemos que recuperar todas las formas de  organización de los trabajadores, llámese comité, núcleo, consejos o equipo de lucha, organismos que sean realmente autónomos e independiente de la burocracia sindical, donde prevalezca la elegibilidad y revocabilidad inmediata de todos los cargos de voceros o dirigentes, en el cual también se exprese la democracia obrera, la combatividad y  las asambleas como la máxima instancia para la toma de decisiones.

Además de impulsar los comités de lucha al margen de los sindicatos patronales hay que convocar ya asambleas y reuniones de trabajadores para construir un programa de lucha con nuestras reivindicaciones fundamentales: salario igual a la canasta básica, discusión y cumplimiento de los contratos colectivos, recuperación de las prestaciones sociales, por la libertad sindical, por el derecho a la huelga y por la reactivación del aparato productivo nacional con empleos dignos, por un sistema de salud y educación gratuito y 100% de calidad  entre otras reivindicaciones.

Para garantizar estas reivindicaciones hay que luchar también a la par por la confiscación de las grandes industrias, de las tierras baldías y la banca colocadas bajo control y gestión directa de los trabajadores y el pueblo humilde, con cargos elegibles y revocables de forma inmediata en asambleas de trabajadores.

¡Únete a Izquierda Revolucionaria para luchar por estas ideas!

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