¡Urge construir la izquierda socialista y revolucionaria!

Las elecciones del 24 de enero se han celebrado en un momento de terrible sufrimiento para nuestra clase, en el que el Gobierno ha puesto el peso de la devastadora crisis económica y sanitaria sobre los hombros de quienes trabajan. La gestión del Ejecutivo ha traído consigo una ola de despidos, ataques a los derechos laborales, degradación democrática, una erosión acelerada de servicios públicos, a la vez que las políticas que ha aplicado para combatir la pandemia han sido totalmente erráticas.

La jornada del sufragio interrumpió un encierro durante el cual se ha incrementado brutalmente la  represión y que está teniendo duras consecuencias para la salud mental de jóvenes y trabajadores, pero que ha mantenido en funcionamiento empresas no esenciales y hemos seguido expuestos al virus en el transporte y en los lugares de trabajo.

Mientras se votaba, el SNS (el sistema de salud público) estaba colapsado y ese mismo día se producía la dramática cantidad de 275 muertes, un número que no ha dejado de crecer. Las consecuencias criminales de los recortes sociales de los sucesivos Gobiernos pro capitalistas se imponen ahora cruelmente, con el Estado permitiendo la muerte de decenas de miles de personas para salvaguardar los beneficios de un puñado de capitalistas.

En este contexto, los resultados mostraron, en primer lugar, una profundización de la crisis de la democracia burguesa. La asombrosa abstención del 60,51% deja patente el descrédito de las instituciones del Estado entre la mayoría de la población y, en particular, entre la juventud y la clase trabajadora.

La contundente victoria de Marcelo Rebelo de Sousa, a su vez, requiere una explicación seria. Las divagaciones de un “giro a la derecha” o de una “orientación al centro” no explican nada. Al contrario, generan confusión y desmoralización. Quien elabora estas explicaciones intenta ocultar que los resultados del pasado domingo son consecuencia de la política de conciliación de clases seguida por las direcciones de la izquierda.

Marcelo apuesta por la conciliación de clases

Con 2.533.799 votos (60,7%)[1] Marcelo se aseguró el segundo mandato. Con un resultado tan abrumador no son necesarias encuestas para llegar a la conclusión de que una gran parte de estos votos fueron de votantes del PS.

La encuesta de la empresa Aximage realizada poco antes de las elecciones, sirve de aproximación a esta realidad, y tiene resultados contundentes: el 45,3% de los votos de Marcelo habrán venido de quienes votaron al PS en las legislaturas de 2019. ¿Quiénes son estas personas? En términos generales, los sectores de las clases medias - profesionales liberales, funcionarios públicos -, así como capas políticamente atrasadas de la clase obrera y trabajadores mayores, conservadores y con estabilidad profesional.  En definitiva, aquí estamos hablando de los estratos sociales que mantienen ilusiones en el sistema y miran a la presidencia de Marcelo como garantía de moderación y estabilidad.

Pero, aun reconociendo que esta base electoral de Marcelo se había consolidado en sus años de presidencia con crecimiento económico, es importante señalar que el aparato del PS contribuyó a esta votación tan masiva al candidato de derecha.

La dirección del partido en su conjunto, con Antonio Costa a la cabeza, otorgó el apoyo tácito al presidente y dio la espalda a Ana Gomes, la única militante del PS que se postuló para ser candidata. Costa buscó así fortalecer a Marcelo, la pieza central de la estabilización del régimen.

La presidencia de Rebelo de Sousa, fue un gran punto de apoyo para el Gobierno en los momentos más difíciles, cuando la juventud y los trabajadores -directamente en huelgas y protestas, o indirectamente a través de la presión sobre la izquierda parlamentaria- obligaron a Costa a maniobrar y apoyarse en el PSD. Marcelo, en los momentos críticos, disciplinó no solo a la derecha sino a la izquierda.

Según la misma encuesta, los votantes del PSD de 2019 también votaron por Marcelo en su mayoría. Hablamos aquí de empresarios de los más variados sectores, de los pequeños terratenientes que todavía no han entrado en la completa desesperación con la crisis, de la pequeña burguesía acomodada y de casi toda la burguesía nacional.

Es una masa reaccionaria que mira a Marcelo como el pacificador de las masas, el hombre fuerte que no duda en prohibir las huelgas, decretar el estado de emergencia, poner orden en el “Gobierno de izquierda” y proteger los intereses del sector privado contra “el socialismo”. Es por eso que el presidente también recibió miles de votos de los votantes de Chega[2].

Así, la victoria de Marcelo significa un nuevo salto bonapartista en el aparato del Estado, con la figura del presidente elevándose cada vez más por encima de las clases en lucha en un periodo de creciente polarización social a escala nacional y mundial.

Marcelo se presentó como independiente de su propio partido y se apoyó sólidamente en una mayoría de la pequeña burguesía. Al mismo tiempo, de manera hábil, buscó asimilar políticamente el giro de la juventud y la clase trabajadora hacia la izquierda y el giro de las clases medias arruinadas hacia la extrema derecha, en un esfuerzo por preservar la respetabilidad de las instituciones estatales.

El caso es que su programa real, detrás de los zigzags y maniobras, no es más que el programa para defender las ganancias multimillonarias de las empresas del PSI20 y la dictadura del capital financiero, y esto es cada vez más difícil de ocultar.

Cualquiera que piense que estos resultados muestran una prueba de consenso entre clases y de “unidad nacional” se llevará una sorpresa. El terreno social en el que Marcelo puso su candidatura sufrirá un terremoto, oscilando violentamente hacia la izquierda y hacia la derecha. Las condiciones para una lucha de clases sin precedentes se están acumulando y tendrán que estallar tarde o temprano.

La izquierda paga el precio de la conciliación de clases

Los resultados de Ana Gomes (PS), João Ferreira (PCP) y Marisa Matias (BE), suman en conjunto, un 21,24%, 886.549 votos, poco más de un tercio de los votos de Marcelo.

Es indudable que se trata de una derrota electoral de la izquierda. Pero es necesario profundizar en estos resultados. Casi 900.000 votos no son un detalle. Las capas más avanzadas y organizadas de la clase obrera y la juventud salieron a votar en la izquierda, como en las legislativas, y mostraron el enorme potencial que existe para la lucha.

Como sucedió en las elecciones al Parlamento, los mejores resultados de la izquierda se dieron en las zonas más proletarias de las ciudades y sus periferias. En los distritos de Lisboa y Oporto, la izquierda alcanzó el 23,38% (224.947 votos) y el 22,82% (171.229 votos), respectivamente.

Los votos, no se distribuyeron de manera uniforme. Ana Gomes tuvo un resultado del 12,97% a nivel nacional, un total de 541.345 votos. Esto es más del doble de los votos conjuntos de Marisa Matias  y João Ferreira.

La dirección de BE intenta explicar la derrota utilizando todo tipo de sofismas. Lo ineludible es que la candidatura de Marisa es la de un partido que se ha dedicado incansablemente a la conciliación de clases y se ha negado a movilizar a la juventud para luchar durante los últimos cinco años y por eso su candidatura no se ha distinguido en lo fundamental de la de Ana Gomes.

En el debate electoral televisivo, Marisa trató de evitar incluso el choque con Marcelo. El precio a pagar por toda esta política ha sido una bajada electoral del 10,12% de 2016 al 3,95% de ahora.

El PCP, en cambio, encaja mejor esta derrota porque ya tuvo una semejante en 2016. João Ferreira recibió 180.473 papeletas, el 4,32% de los votos. Este ligero aumento relativo (0,38%), cuando se mira en números absolutos es, en realidad, una pequeña caída de 2.533 votos en comparación con los que fueron los peores resultados de su historia, logrados por Edgar Silva hace cinco años.

Los argumentos de la burocracia del PCP muestran su quiebra política y su desmoralización. En el comunicado del Comité Central del partido se lee que el resultado se ha producido “en un contexto marcado por circunstancias de salud pública que limitaron el alcance de la acción de esclarecimiento y movilización y en el que hubo elementos adversos en el ámbito ideológico y en el tratamiento mediático de la campaña”.

La receta es la misma después de cada derrota electoral: se culpa a los medios y a las circunstancias (esta vez, la pandemia y la crisis económica). Al igual que la del BE, la dirección del PCP en ningún momento admite ningún error en la política que demuestra una y otra vez -en todos los niveles electorales y también en la calle y en el lugar de trabajo- ser el camino más seguro a la derrota.

Los dirigentes del BE también han recurrido a estos factores e incluso a un supuesto “giro al centro”. Los medios burgueses, por supuesto, han producido toneladas de propaganda contra la izquierda y a favor del candidato favorito de la burguesía. Esto es completamente inevitable. Desde la izquierda no cabe ampararse en estas dificultades, y mucho menos sugerir que puede existir bajo el capitalismo unos medios de comunicación social que no hagan esto.

La pandemia, por su parte, sin duda explicará parte de la abstención, pero no explica esta derrota.

Quienes culpan a Ana Gomes de "dividir a la izquierda" -como ella también ha hecho contra Marisa y Ferreira- ignoran el problema central: que ninguno de los candidatos presentó un programa alternativo al de "defender la Constitución". Mientras BE y PCP sean malas copias de la socialdemocracia, los jóvenes y los trabajadores preferirán el producto original.

Finalmente, cabe destacar que tan alta abstención es también síntoma de la ausencia de una izquierda que presente una alternativa a este sistema y movilice a la juventud y a los trabajadores que tantas veces han llenado las calles en los últimos años y dejado clara su disposición combativa, incluso bajo la crisis sanitaria.

La lucha de clases pasa por el PS

Lo más relevante de la candidatura de Ana Gomes es que supuso un salto cualitativo en las luchas internas del PS. Como dijimos, la candidata no obtuvo el apoyo de la propia dirección de su partido. Antonio Costa, apoyando objetivamente la victoria de Marcelo, defendió la  “libertad de voto”.

Esto no impidió, sin embargo, que parte de la derecha del partido apoyara explícitamente a Marcelo, con 22 dirigentes elogiando al presidente por defender la “estabilidad” y los “intereses nacionales”. Entre ellos, además de exministros y personajes históricos del PS, se encontraba Fernando Medina, alcalde de Lisboa. El objetivo era asestar un golpe al ala izquierda del partido.

Por otro lado, Pedro Nuno Santos -ministro de Infraestructura- chocó con Costa dentro del aparato del partido y apoyó fuertemente a Ana Gomes. En este apoyo se destacó no solo su contundente oposición a la extrema derecha -Gomes fue la única candidata que propuso la ilegalización de Chega- sino también la oposición al propio Marcelo. En sus palabras: “Nunca se le ocurriría a Ana Gomes presidenta, reunirse con grupos privados de salud (...) en uno de los momentos más críticos que estamos viviendo”.

A Pedro Nuno se unieron Duarte Cordeiro, secretario de Estado de Asuntos Parlamentarios, y Tiago Barbosa Ribeiro, líder del PS en Oporto. Este ala pudo demostrar que, al girar a la izquierda y afirmarse como el principal enemigo del fascismo, la socialdemocracia puede apropiarse de la base electoral del BE y del PCP. Y el hecho de que la Juventud Socialista diera como directriz el voto a la izquierda -que incluía no solo a Ana Gomes sino también a Marisa y Ferreira- muestra el ambiente que se vive en la juventud.

Esto no es nuevo. En la última década, hemos visto en varios países europeos como la decadencia del capitalismo provoca violentos trastornos en el aparato socialdemócrata: la implosión del PASOK y el ascenso de Syriza, el ascenso de Corbyn a la presidencia del Partido Laborista, la ruptura de Mélenchon con el PS francés y el ascenso de France Insoumise, la batalla de Sánchez por tomar las riendas del PSOE ... Todos estos procesos tienen particularidades, pero muestran una tendencia general. El PS portugués, con su cúpula burguesa y su base obrera, sigue la tendencia.

El ala de Pedro Nuno Santos enfatiza la necesidad de hacer gestos y discursos de izquierda para mantener y expandir la base social del PS, e incluso para intentar ganar control sobre el movimiento obrero y los movimientos de masas, mujeres y jóvenes. Pero los gestos no serán suficientes para afrontar la explosión social que se avecina.

Es muy evidente que no se debe confiar en los socialdemócratas reformistas de izquierda, pero eso no nos permite ignorar este proceso y el potencial que representa. El punto fundamental aquí es que la táctica del ala izquierda del PS solo puede tener éxito con la cooperación de la dirección del BE y del PCP.

Si el PCP y el BE continúan con la política de colaboración de clases, negándose a movilizar a la juventud y los trabajadores y limitando “la lucha” a las instituciones de la democracia burguesa, se entregarán al PS. Para cambiar el rumbo, es necesario levantar la bandera del socialismo y declarar la guerra al sistema capitalista. La tarea es construir una izquierda combativa y armada con el programa de la revolución socialista, la única capaz de dar una solución a la crisis del capitalismo decadente.

La crisis de la derecha y los límites de la extrema derecha

Francisco Rodrigues dos Santos, dirigente del CDS-PP, y Rui Rio, del PSD, declararon su victoria frente al PS. La encuesta electoral más reciente para legislativas demuestra que trasladar los resultados de las elecciones presidenciales a las parlamentarias es una alucinación.

El PS de Costa tiene ahora el 39,9% de intención de voto. El PSD baja al 26,6% y el CDS-PP con un 0,8%, está por debajo de lo necesario para recibir subvenciones e incluso para conseguir un solo diputado.

Es Chega quien aparece en las encuestas como la tercera fuerza política. Los "demócratas cristianos" fueron devorados por los fascistas.

En 2019 escribimos: “la nueva recesión profundizará inevitablemente la polarización social dentro de la pequeña burguesía, y eso pone solo dos opciones a la derecha: extinción o radicalización. (...) André Ventura prometió que Chega será la mayor fuerza política de Portugal dentro de ocho años, solo se rieron los estúpidos. Si la izquierda mantiene su política actual, las condiciones para el crecimiento futuro de la extrema derecha se presentan como posibles, consecuencia de la próxima gran recesión, con la descomposición del régimen democrático burgués (...) pondrá en el orden del día al bonapartismo más reaccionario, a través de figuras como Trump, Salvini o Bolsonaro. (...) La amenaza de Ventura debe tomarse con la mayor seriedad”.

Estas perspectivas se están confirmando y las direcciones de la izquierda no han cambiado de rumbo en ningún tema fundamental. Ante los resultados del 24 se mueven entre el pánico y la negación. El ala izquierda del PS y BE presenta a la extrema derecha como una omnipotente amenaza a la democracia abstracta, justificando así alianzas sin principios en torno a la Constitución. El PCP, por su parte, pretende ver en los resultados de Ventura el producto de “promoción y centralidad que algunos quisieron atribuirles para desviar la atención”... para luego sumarse también a la defensa de la democracia abstracta y la Constitución. ¡El servicio proporcionado por estas direcciones es lamentable!

No se puede subestimar ni sobrestimar a la extrema derecha. Lo que se requiere es un análisis serio de este crecimiento, una comprensión de lo que significa y sus peligros reales.

André Ventura obtuvo el 11,9% de los votos, es decir, 496.583 papeletas. Lo primero que hay que destacar es que este resultado es significativo y que la crisis crea condiciones favorables para un mayor crecimiento. Buena parte de los votos de Marcelo podrían, en determinadas circunstancias, ser votos de extrema derecha.

Pero es necesario comprender en primer lugar cuáles son estos estratos sociales. En las ciudades, Ventura tuvo votos importantes entre la pequeña burguesía más rancia y reaccionaria y entre los propietarios arruinados por la crisis, pero de ninguna manera entre la clase obrera y la juventud, al igual que en Grecia Amanecer Dorado o en el Estado español Vox.

Son las clases medias desesperadas las que buscan una solución autoritaria ante la amenaza no solo de perder su propiedad - es decir, de transformarse en asalariados - sino también de perder el pan y hundirse en la pobreza.

En el campo, al igual que sus socios europeos, Ventura obtuvo los mejores resultados. Esto no es un detalle. La extrema derecha no solo cuenta con el apoyo de latifundistas y terratenientes que explotan a los inmigrantes en condiciones similares a las de la esclavitud, sino que cada vez más se alimenta del apoyo electoral de la pequeña burguesía rural, los pobres e incluso las capas más atrasadas de trabajadores del campo que habitan regiones envejecidas y desertificadas donde los servicios públicos fueron destruidos por los recortes sociales.

Finalmente, la extrema derecha cuenta con el fiel apoyo de las iglesias evangélicas, de una parte importante de la jerarquía de la Iglesia Católica, de miembros de los órganos represivos del Estado -policías, oficiales del ejército, guardias de prisiones, etc.- y en sectores del lumpemproletariado - es decir, criminales de trata de personas y proxenetismo, tráfico de drogas y armas, cabezas rapadas y grupos fascistas, etc.- Las conexiones delictivas ya han producido pequeños escándalos mediáticos en torno a Chega.

El polvo social que Chega fusiona, es sin duda peligroso, en el sentido más físico e inmediato, para los trabajadores, militantes y activistas de izquierda, mujeres, negros, personas LGBT y todos los grupos oprimidos.

La brutalidad policial racista, el acoso y las amenazas, las agresiones e incluso los asesinatos han sido evidentes durante el último año. Pero la clase obrera, por su lugar en la producción, es una fuerza infinitamente mayor que estas capas desconectadas de la producción y profundamente individualista. En la lucha política concreta, las acciones de masas, las huelgas, las ocupaciones y las tomas de empresas, son armas poderosas que no están al alcance de la extrema derecha.

El "ejército" de Ventura es, después de todo, polvo social. Y una parte, la mayor parte, puede ser ganada fácilmente por una izquierda que se atreva a presentar una salida alternativa a la crisis. En este combate, lo decisivo es la existencia de una dirección revolucionaria que, al contrario de los reformistas, no bloquee sino que anime, movilice y organice a la clase trabajadora y a la juventud para que aplique su fuerza a las tareas de aplastar al fascismo y tomar el poder.

¡Urge construir la izquierda socialista y revolucionaria!

Una lectura correcta de estas elecciones elimina las lamentaciones de los reformistas sobre la correlación de fuerzas “desfavorable”. Para hacer realidad el potencial que se demuestra una y otra vez en las calles, en las manifestaciones masivas contra la explotación y la opresión capitalista, es fundamental construir una izquierda revolucionaria, con fuertes raíces en el movimiento obrero, juvenil y social, una izquierda que se atreva a levantar la bandera de la revolución socialista.

Esta es la tarea del momento, preparar las fuerzas de nuestra clase para la lucha venidera. ¡O socialismo o barbarie!

 

[1] Este artículo fue escrito cuando quedaban por escrutar pocos votos, lo que puede traducirse en diferencias insignificantes en los resultados.

[2] Partido de extrema derecha portugués de características similares a Vox.

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