El pasado 7 de junio se celebraron las elecciones europeas y como se preveía, la característica fundamental ha sido la abstención, que ha alcanzado casi un 60%. En algunos países como Gran Bretaña, Holanda, Portugal, o la mayoría de los países de Europa del Este, la participación no llegó al 40%. Estas elecciones se han celebrado en medio de una de las peores crisis económicas desde los años treinta, el primer trimestre de 2009 el PIB de la UE cayó un 4,4% y sin perspectiva de mejoría a corto plazo. Esta situación se traduce en más de 20 millones de parados y un aumento generalizado de la pobreza y la desigualdad social.
El pasado 7 de junio se celebraron las elecciones europeas y como se preveía, la característica fundamental ha sido la abstención, que ha alcanzado casi un 60%. En algunos países como Gran Bretaña, Holanda, Portugal, o la mayoría de los países de Europa del Este, la participación no llegó al 40%. Estas elecciones se han celebrado en medio de una de las peores crisis económicas desde los años treinta, el primer trimestre de 2009 el PIB de la UE cayó un 4,4% y sin perspectiva de mejoría a corto plazo. Esta situación se traduce en más de 20 millones de parados y un aumento generalizado de la pobreza y la desigualdad social.

Los trabajadores europeos no ven en las medidas que toma la Unión Europea una solución a sus problemas ya que en la mayoría de los casos son sinónimo de desregulación laboral, deslocalización, despidos masivos y desmantelamiento de las conquistas sociales y derechos laborales, como ocurrió con el caso de la infame "ley de las 65 horas semanales". Allí donde han podido, los trabajadores lo han expresado claramente contra un proyecto de UE basado en los intereses del gran capital, como sucedió en los refrendos sobre la Constitución Europea. En Francia, Holanda e Irlanda, donde hubo referéndum, el 79%, 68% y 64%, respectivamente, de los trabajadores votaron en contra de la constitución, mientras que en Alemania, Dinamarca, Suecia y Bélgica, donde no hubo referéndum, según las encuestas, el 69%, 72%, 74% y 62%, respectivamente, de los trabajadores habrían votado en contra.

¿Giro a la derecha?

Los medios de comunicación han presentado los resultados electorales como un giro a la derecha en Europa, pero si analizamos globalmente los resultados veremos que el panorama no es exactamente así. Para empezar, una característica común en las elecciones ha sido el castigo a los partidos en el gobierno, independientemente de si son socialdemócratas o de derechas, porque que son claramente identificados con las consecuencias de la crisis económica.
Por ejemplo, en Francia, a pesar de que el partido de Sarkozy, la UMP, es el partido más votado, pierde 12 puntos respecto a las elecciones generales de 2007, en Alemania, la CDU de Merkel pierde 7 puntos porcentuales respecto a las anteriores europeas, en Gran Bretaña se ha confirmado la debacle laborista quedando relegados a un tercer lugar, con un 16% de los votos, su peor resultado desde 1910, primer año que el Partido Laborista se presentó a las elecciones. Claro que a los tories tampoco les ha ido mucho mejor, porque aunque han quedado en primer lugar, sólo ha conseguido un 26,7%, muy por debajo de las expectativas. En Austria los socialdemócratas en el gobierno pierden 9 puntos, en Grecia, Nueva Democracia pierde un 9,51% de los votos respecto a las últimas elecciones nacionales, lo mismo se puede decir de Portugal, Irlanda y otros países de la UE.

Debacle del reformismo

Estas elecciones lo que sí han puesto de manifiesto es la crisis del reformismo de derechas, expresando su incapacidad de ofrecer una alternativa seria a los problemas que padecen millones de trabajadores europeos. Cuando los reformistas están en el gobierno aplican una política apenas diferenciable de los gobiernos de derechas. The Financial Times, el 9 de junio, lo expresaba con mucha claridad: "En un momento en que se plantea ‘el final del capitalismo' como una perspectiva seria, los partidos cuya misión histórica era sustituir al capitalismo con el socialismo no ofrecen una filosofía de gobierno. Su política contra la crisis es apenas distinguible de la que defienden sus rivales".  
En global, los partidos socialdemócratas y reformistas de derecha en Europa han recibido sólo un 22% de los votos, un 6% menos que en las anteriores elecciones europeas de 2004. En Alemania, el SPD, que ha estado once años en el gobierno, se ha quedado con tan solo el 21% de los votos, sin precedentes históricos. En Portugal, el apoyo al PS pasó del 45 al 27%. En Francia, donde el PSF lleva 7 años en la oposición, sólo ha conseguido un 17% de los votos, 12 puntos menos que hace cinco años. En Italia, el PD, se ha hundido del 31 al 26%, el Partido Laborista holandés cayó al 12% y en Austria los socialdemócratas han pasado del 33 al 24% de los votos.
En algunos países el vacío político lo han aprovechado algunos partidos de extrema derecha, que han utilizado la demagogia populista y xenófoba. Hay que tener en cuenta, de todas maneras, que el avance de partidos como el Partido de la Libertad de Geert Wilder en  Holanda (17% de los votos), el Partido Nacional Británico (6%) y el Partido por la Independencia del Reino Unido (17%) se han producido con una participación electoral inferior al 35% en ambos países. Por otro lado, partidos ultraderechistas clásicos como el Frente Nacional de Le Pen en Francia o el partido ultraderechista austriaco del desaparecido Heider han experimentado una importante caída de votos.

No tan malos resultados para la izquierda


Aunque el nuevo parlamento europeo esté dominado por la derecha, eso no quiere decir que hayan conseguido la mayoría de los votos. En estas elecciones la derecha se ha presentado menos fragmentada que la izquierda y eso significa que los partidos de derecha tenían más posibilidades de conseguir parlamentarios que pequeños partidos o formaciones de izquierdas que, aún sacando un número importante de votos, no han logrado el 5% necesario para obtener representación parlamentaria. Aún así, los partidos de izquierda no socialdemócratas han conseguido 85 escaños.
En Francia, a pesar del triunfo de la UMP de Sarkozy, la derecha en global consigue el 39% de los votos, mientras que la izquierda ha conseguido un 48% de los votos. En este caso, el Frente de Izquierdas (formado por el Partido Comunista y una escisión del Partido Socialista) ha conseguido un 6,3% y los Verdes, encabezados por el Daniel Cohn-Bendit ha conseguido un 16,28% de los votos, una parte muy importante son votantes socialistas desencantados con la política reformista de su dirección y que han visto en los Verdes una opción más radical. En Portugal a pesar de la caída del PS, la izquierda consigue superar a la derecha en casi 14 puntos, otro ejemplo sería Grecia, donde la izquierda supera en 2 puntos a la derecha.
Es evidente que los jóvenes y trabajadores europeos no han visto en estas elecciones ningún tipo de alternativa a sus problemas. Recientemente, el sociólogo Vicenç Navarro, en el diario Público, daba los datos de una encuesta por que se desprendía que un 72% de la población de la UE cree que las desi-gualdades sociales son demasiado grandes, un 68% que hacen falta medidas redistributivas que reduzcan la desigualdad, un 64% que es necesario un aumento de la progresividad fiscal y un 76% que era necesario extender los derechos sociales y laborales; estos eran los mayores porcentajes en treinta años. Además la última encuesta del European Election Study dice que el 58% de los europeos se consideran de izquierdas. Estas elecciones europeas deben situarse en su contexto. La elevada abstención y falta de alternativa por la izquierda, unido a su fragmentación, ha permitido a la derecha magnificar su peso electoral. Sin embargo, lo que hemos asistido en el último periodo en Europa ha sido un incremento de las luchas de la clase obrera y de la juventud, alcanzando un alto grado de radicalización en muchos casos, sin que las victorias electorales de la derecha hayan podido frenar esta tendencia. Estas elecciones no vaticinan un gélido periodo de reacción y desmovilización social, sino de endurecimiento de la lucha de clases y de grandes oportunidades para las ideas del marxismo.

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