Joe Biden no habla de otra cosa. La ­guerra en Ucrania lo copa todo. Es la mejor con­firmación de que es él mismo y no Zelenski quien dirige esta operación. La inflación desbocada y la crisis social cada vez más descarnada que atraviesa los Estados Unidos han pasado a un segundo plano.

El imperialismo norteamericano se juega mucho en esta guerra. Ni más ni menos que su posición como gendarme mundial, y no puede permitirse una derrota ante el bloque de Rusia y China. Pero, propaganda aparte, las muestras de firmeza del presidente estadounidense no se corresponden con el descrédito y la debilidad que sus políticas le están granjeando dentro de sus fronteras.

“EEUU no puede proyectar fortaleza en el exterior  si es débil en casa”

El debate sobre el estado de la Unión, celebrado pocos días después del comienzo de la guerra, fue una arenga bélica de Biden: “Creyó que Occidente y la OTAN no responderían. Creyó que nos podría dividir aquí, en casa. Putin se equivocó. (…) Vamos a por vosotros”. La gobernadora republicana encargada de darle la réplica le echó en cara el derrumbe de la superpotencia: “la desastrosa retirada de Afganistán (…) animó a los enemigos (…) EEUU no puede proyectar fortaleza en el exterior si es débil en casa (…) Un gobierno débil no puede dirigir una potencia fuerte”.

Ninguna puesta en escena puede esconder la estela de fracasos en su política exterior, el declive económico de EEUU y el potencial explosivo, que se vio en las históricas movilizaciones por el asesinato de George Floyd. Demócratas y republicanos son conscientes de que los días dorados del imperio son cosa del pasado.

El nivel de aprobación de Biden ha caído del 61% en marzo de 2021 al 40% un año después, según la encuesta IPSOS para Reuters. Las razones no las puede tapar la propaganda de ­guerra, menos aún revertirlas. Desde el estallido de la pandemia, que ha acabado con un millón de vidas y mil personas siguen muriendo a diario, la clase trabajadora no ha ­dejado de ser golpeada. Ahora se enfrenta a una inflación sin precedentes en casi cuarenta años, alcanzado la cifra oficial del 8,5% en marzo; la gasolina aumentó un 38% en un año, la energía en su conjunto un 32% y los alimentos un 8,8%, los alquileres están disparados. La desigualdad social y el empobrecimiento general, ya espeluznante, se agudizarán aún más.

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El nivel de aprobación de Biden ha caído del 61% en marzo de 2021 al 40% un año después, según la encuesta IPSOS para Reuters. Las razones no las puede tapar la propaganda de ­guerra, menos aún revertirlas.

Donde dije programas sociales digo presupuestos militares récord

Es significativo que pese a la apabullante propaganda belicista, Biden no logra arrancar el apoyo que en otras intervenciones imperialistas sí se logró. ¿Qué tiene que ver la respuesta social actual con la que consiguió la clase dominante al lanzar la ofensiva en Afganistán? Hoy apenas el 26% de los estadounidenses cree que el país debe tener un papel protagonista en el conflicto ucraniano.

Y es que el descrédito creciente está alimentado por hechos incontestables. ¿Dónde quedó el Biden que decía que iba a defender los derechos sociales y “reconstruir mejor” el país? ¿Qué pasó con el “nuevo Roosevelt” que recibía aplausos y alabanzas de la izquierda reformista internacional e iba a conjurar la amenaza trumpista? Ni siquiera ha sido capaz de aprobar las mínimas medidas sociales prometidas, porque ¡el propio Partido Demócrata! votó en contra.

Eso sí, ahora están de acuerdo en una inversión extraordinaria en el presupuesto militar para financiar la guerra, y también para fortalecer al aparato represivo interior. El presupuesto de defensa aumentará 31.000 millones, alcanzando el récord de 813.000 millones. En palabras del presidente: “una de las mayores inversiones en seguridad nacional de nuestra historia, (...) para garantizar que el ejército siga siendo el mejor preparado, entrenado y equipado del mundo”.

Lo que también trasluce todo esto es el temor a lo que pueda ocurrir “dentro de casa”. Biden, que hablaba de poner fin a la violencia y el racismo policial, a las persecuciones de los migrantes en la frontera..., propone ahora: más de 32.000 millones de dólares para combatir la “delincuencia”, 15.300 millones adicionales para Aduanas y Protección Fronteriza, 8.100 para el “muro” de Trump, 309 para tecnología de seguridad fronteriza...

Es difícil encontrar diferencias entre esta política y la de Trump. Biden le está superando en militarismo, en la guerra comercial, en nacionalismo económico y en chovinismo reaccionario. Lo mismo ocurre con sus políticas a favor de los ricos, que se han hecho de oro con la pandemia y ahora con la guerra. Una guerra de esta magnitud y de esta importancia estratégica para la burguesía norteamericana solo puede hacerse a costa del sudor y la sangre de nuestra clase.

La juventud obrera  entra en acción

Un informe de Americans for Tax ­Fairness proporciona datos que ayudan a ­entender la inquietud de la burguesía ante un ­nuevo estallido social. Desde la pandemia, los diez mayores multimillonarios del país han sumado cada día mil millones de dóla­res en conjunto a sus fortunas: 1.260 dólares al segundo cada uno. Según el estudio, “cada uno de ellos ha ganado en un minuto la media de lo que gana un hogar norteamericano en un año completo”.

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La creación del primer sindicato en Amazon, en Statten Island (Nueva York), ha sido protagonizada por estos jóvenes que han retorcido el brazo al poderosísimo Jeff Bezos.

En el terreno político, las masas se encuentran desamparadas por una izquierda que ha decidido colaborar con el enemigo, es el caso de Ocasio-Cortez, Sanders o los dirigentes de la AFL-CIO, entregados a los planes del presidente. Pero también vemos a la juventud obrera, la llamada “Generación U” (de union, sindicato), que está logrando verdaderos hitos.

Con todo en contra, a través de la auto­organización desde abajo, están conquistando importantes victorias en los empleos más precarios. La creación del primer sindicato en Amazon, en Statten Island (Nueva York), ha sido protagonizada por estos jóvenes que han retorcido el brazo al poderosísimo Jeff Bezos[1]. Es la misma generación que ha logrado diez victorias de once batallas por la creación de un sindicato en Starbucks. Ni las intimidaciones ni los despidos, tampoco las campañas antisindicales han logrado pararles los pies.

Todavía son minoría, pero el alcance de sus victorias y su repercusión social son un síntoma de que su ejemplo va a cundir. Como ocurrió en 2018 con los profesores de West Virginia. Son los jóvenes que se enfrentaron con la policía y desafiaron el estado de alarma tras el asesinato de Floyd los que han visto que su vida no valía nada para sus jefes durante la pandemia. La juventud obrera encabezará batallas decisivas.

Es muy posible que las elecciones de medio mandato en noviembre acerquen a Trump a la Casa Blanca. Las políticas de los demócratas le ayudan en su objetivo. Pero la lucha de clases no cesa. Esta joven generación ha mostrado su determinación y todo lo aprendido en estos años. La tarea es levantar una alternativa revolucionaria que no pacte ni se arrugue ante las maniobras y los intereses de los ricos, una organización de combate que defienda un programa auténticamente socialista.

 

[1] Ver Los trabajadores ganan la partida a Jeff Bezos y crean el primer sindicato de Amazon en Nueva York, en izquierdarevolucionaria.net.

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