La masacre desatada por el gobierno sionista, colonialista y fascista de Netanyahu contra el pueblo palestino continúa sin tregua. Tras arrasar el norte de Gaza, asediando incluso los pocos hospitales aún en funcionamiento con francotiradores y restringiendo su acceso a agua, alimentos y medicamentos, la ofensiva militar ha continuado sin piedad en la ciudad de Jan Yunis al sur, a menos de 10 kilómetros de Rafah, ciudad fronteriza con Egipto donde se hacinan ya un millón de gazatíes huidos, cerca de 12.000 por kilómetro cuadrado.
La violencia genocida desatada por el Estado sionista busca reducir a cenizas la Franja de Gaza y, si es posible, expulsar a su población a Egipto para anexionarse definitivamente el territorio[1]. Lo que parecía un sueño de los sectores más lunáticos y supremacistas de la ultraderecha sionista, recurriendo a la limpieza étnica y a métodos propios de los regímenes fascistas durante los años 30, se está convirtiendo en una realidad.
Un sueño que los sectores más fanáticos dentro del Gobierno y la cúpula militar, que están marcando el tono, querrían completar desplazando a la población palestina de Cisjordania y ampliando al sur de Líbano, hasta el río Litani, su intervención militar, tal y como ya han amenazado. De ahí las contantes provocaciones del Gobierno sionista, como el reciente asesinato en territorio libanés del responsable del ala militar de Hamas. El objetivo es evidente: expandir las fronteras y culminar su proyecto imperialista del Gran Israel.
El régimen sionista impone el terror nazi
Las cifras de esta destrucción bárbara resultan insoportables. Cerca de 30.000 muertos, el 1,4% de la población, más de 10.000 niños y niñas, y un 90% de víctimas civiles, se calcula que 7.000 bajo los escombros; más de 60.000 heridos y 1,9 millones de desplazados, prácticamente la totalidad de la población de Gaza. Decenas de miles de casas destruidas y cientos de miles de familias palestinas sin techo en que cobijarse en medio del invierno. Periodistas asesinados 89[2], más que en ningún otro conflicto anterior, buscando así silenciar el genocidio ante el mundo. Y una perspectiva de hambre y epidemias, por la ausencia de alimentos y la destrucción de hospitales y servicios sanitarios, que amenaza con un exterminio masivo. Tal y como señaló Kenneth Roth, jefe de Derechos Humanos de la ONU, nos encontramos ante un escenario apocalíptico que busca crear las condiciones para terminar de expulsar a la población de Gaza.
Pero esta estrategia de Israel, como la de cualquier régimen fascista y militarista, no es una casualidad, ni fruto solo de la locura de los sectores más fanatizados, sino una política calculada que busca generar el máximo terror y la máxima conmoción, para poder conseguir lo más rápidamente posible todos sus objetivos.
No se trata únicamente de los partidos ultraortodoxos de extrema derecha que llaman a exterminar abiertamente a los palestinos, se trata del Likud, partido tradicional de la derecha que comparte internacional con la CDU alemana, el Partido Conservador inglés o el PP en el Estado español, cuyos dirigentes también hablan sin tapujos de causar un nuevo Nakba. Se trata de la cúpula del ejército, de sectores amplios de la burguesía que quieren hacer negocio de la limpieza étnica[3], y de la propia oposición liberal y laica que se ha integrado en el Gobierno con Netanyahu o que se mantiene fuera pero sin cuestionar un ápice la actuación genocida del ejército israelí en Gaza.
Esta estrategia de terror está llevando, según ha publicado el diario Hareetz[4] y ha confirmado la organización de derechos humanos Euro-Med Human Rights Monitor, a ejecuciones de prisioneros de guerra y población civil capturada en Gaza o a que se hayan enterrado vivos a pacientes y heridos de un hospital, según ha denunciado la ANP[5]. Crímenes de guerra tan atroces que recuerdan cada vez más el modus operandi de las Waffen SS en el este de Europa, en su campaña de exterminio contra judíos, gitanos, rusos, polacos, etc…
También en Cisjordania, continúa el acoso y la matanza de palestinos a manos de las falanges fascistas de colonos o a través de incursiones militares en ciudades y campos de refugiados. Una ofensiva que desde el 7 de octubre ya ha asesinado a 301 palestinos, 73 de ellos menores de edad, imponiendo por ahora el terror en todo el territorio ocupado.
Un genocidio avalado y financiado por EEUU y Europa
Todos estos crímenes pueden ser llevados adelante con total impunidad por el Gobierno de Netanyahu, porque cuenta con el firme respaldo de la Administración Biden, de la UE y los Gobiernos europeos, y también de las corruptas dictaduras del mundo árabe. Sin este apoyo, que implica mantener todas las relaciones económicas y negocios con Israel, y el suministro masivo de material militar y materias primas decisivas para mantener la ofensiva, no sería posible esta matanza.
Las declaraciones de Biden o Blinken a favor de que Israel realice operaciones más “quirúrgicas”, y evite muertes “innecesarias” de civiles, o sobre la necesidad de respetar la solución de los dos Estados y garantizar que Gaza vuelva a manos de la ANP, muestran que hasta sus firmes aliados se dan cuenta de la envergadura del genocidio. Pero incluso estás llamadas, cargadas de hipocresía y un cinismo despreciable, han caído en saco roto.
Y es que el Gobierno ultraderechista de Netanyahu sabe muy bien que les necesitan y que tienen vía libre ya que, como dijo Alexander M. Haig, secretario de Estado con Reagan, "Israel es el mayor portaaviones estadounidense”. Más allá de algunos choques verbales, el apoyo diplomático norteamericano, frenando cualquier resolución en la ONU, y su vasta ayuda económica, continúa y continuará sin tregua.
Cada año la administración estadounidense garantiza 3.800 millones de dólares a Israel, el mayor receptor desde hace décadas de ayuda norteamericana. Pero es que además ahora, en medio de esta ofensiva genocida, se han aprobado por el Congreso y el Gobierno Biden otros 14.000 millones para sostener la ofensiva militar en Gaza, equivalente al 22% del presupuesto militar israelí de 2023 (63.000 millones de dólares). Es obvio que si EEUU quisiera, la masacre cesaría de inmediato.
Y otro tanto podemos decir de la UE y los Gobiernos europeos. Las lágrimas de cocodrilo de Borrell o Pedro Sánchez, y sus discursos vacíos sobre lo insoportables que resultan las muertes de civiles, no han impedido que se mantengan todos los acuerdos y negocios con Israel, ni que se impida la exportación de material militar para aplastar al pueblo palestino, o que ahora Borrell plantee una misión militar propia de la UE, junto a EEUU, para proteger la navegación por el Mar Rojo. Es decir, para proteger y apoyar al Estado sionista.
Las constantes declaraciones sobre el derecho de Israel a defenderse, que también Pedro Sánchez ha pronunciado, y las visitas de todos los mandatarios europeos para reunirse con Netanyahu, han supuesto un apoyo político crucial, legitimando a este criminal de guerra.
Una política de apaciguamiento que no es muy distinta a la que siguieron las llamadas potencias “democráticas” europeas, Francia y Gran Bretaña, y también EEUU, frente al ascenso de Hitler, permitiéndole, más allá de algunas críticas verbales, conquistar los Sudetes, apoyar a Franco, invadir Austria, imponer una dictadura fascista militar sangrienta, perseguir y masacrar a los judíos, a los militantes de izquierdas y a otras minorías como los gitanos, o rearmarse hasta los dientes preparando la masacre de la Segunda Guerra Mundial.
Ni los países árabes, ni Irán, ni China son aliados del pueblo palestino
Pero Netanyahu y sus socios fascistas no solo cuentan con el apoyo occidental. También se benefician de la política colaboracionista de los Gobiernos árabes, que de nuevo no han movido un solo dedo por el pueblo palestino, y con la completa pasividad del imperialismo chino y ruso, que hace gestos diplomáticos en la ONU pero lo único que quieren es seguir haciendo buenos negocios en la zona, consolidar sus acuerdos comerciales y evitar a toda costa una escalada militar.
Los ataques de los Hutíes en el mar Rojo, a pesar de sus limitaciones, ponen en evidencia las dificultades que podrían enfrentar el sionismo y el imperialismo norteamericano. La suspensión del tráfico marítimo por el estrecho de Bab el Mandeb, por donde pasa el 12% del comercio marítimo mundial y el 30% del tráfico de contenedores, se está convirtiendo en un problema serio, incrementando los costes del transporte un 40% al tener que rodear África. Una pesadilla especialmente crítica para el Gobierno Egipcio que depende del canal de Suez para poder financiar su derruida economía.
Si los países árabes, la OPEP y Rusia plantearan un embargo de petróleo y gas tanto a Israel como a EEUU y Europa, estarían en condiciones de forzar una tregua y evitar más atrocidades del Estado sionista. Pero no es el caso. En cuanto a Irán o Hizbulla en el Líbano, nos encontramos ante Gobiernos y organizaciones integristas y burguesas, ligadas a potencias imperialistas como China y Rusia, y que defienden, por encima de todo, sus negocios e intereses geoestratégicos, reprimiendo a sus pueblos con saña cuando se levantan exigiendo derechos democráticos y justicia social.
La causa del pueblo palestino jamás encontrará solución si se subordina a uno u otro bloque imperialista, o a una u otra potencia regional. Solo cuenta con un aliado firme y seguro: la solidaridad Internacionalista de la clase obrera y la juventud, que con sus movilizaciones masivas en las calles de EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania, España, o los países árabes, con las acciones contra empresas sionistas, y con el arma de la huelga, es la única fuerza que está generando problemas a muchos de estos Gobiernos y puede forzar al Estado sionista a detener esta masacre.
Israel, punta de lanza de la extrema derecha mundial
Que la extrema derecha en todo el mundo, desde Milei y Trump, hasta Meloni y Abascal, haya cogido con las dos manos la causa sionista, defendiendo abiertamente el genocidio, no es ninguna casualidad. El Gobierno de Netanyahu es el representante más avanzado y brutal de esta nueva realidad que algunos desde un doctrinarismo estrecho, que pasa por “teoría marxista”, continúan despreciando.
Netanyahu y sus aliados están aprovechando la guerra para profundizar su deriva dictatorial y una militarización aún mayor de la sociedad israelí. Han repartido más de 30.000 de armas entre grupos paramilitares de colonos de extrema derecha, no solo de cara a golpear a la población palestina, sino de cara a enfrentar a la disidencia interna, tanto a la población árabe israelí como a los sectores laicos, de izquierdas y feministas que se oponen a esta deriva dictatorial teocrática.
Recientemente se ha presentado una legislación en la Kesnet para poder intervenir las comunicaciones de cualquier ciudadano sin necesidad de autorización o control judicial, y se ha aprobado una norma que convierte en delito el simple “consumo de material terrorista”, sin especificar que se considera como tal. Se trata de poder encarcelar por el uso pasivo de las redes sociales. Una norma que supone según numerosas ONGs introducir la “vigilancia del pensamiento” al más puro estilo orwelliano y que no tiene equivalente aún en ningún otro país del mundo.
Por otro lado, desde el 7 de octubre se ha prohibido cualquier manifestación, protesta o acción contra la guerra o que suponga mostrar algún tipo de solidaridad con el pueblo palestino, interrogándose y deteniéndose a decenas de personas, al tiempo que se han permitido marchas ultraderechistas para reclamar la expulsión o el exterminio de los palestinos. Unas prohibiciones avaladas, frente a sentencias anteriores, por el propio Tribunal Supremo considerado por la oposición liberal como el último garante de la “democracia” frente a Netanyahu y su Gobierno. Ahora se ve también con claridad el papel de los tribunales como parte del aparato del Estado sionista.[6] Una gran lección para aquellos que en la izquierda española nos siguen sermoneando con qué hay que utilizar el Estado capitalista para beneficio de la gente.
Este proceso de militarización de la sociedad está suponiendo desviar cada vez más recursos a la guerra y al lobby militar en un país donde la pobreza y la desigualdad no han dejado de extenderse, afectando hoy al 30% de los niños, una de las cifras más altas de la OCDE. El propio Gobernador del Banco Central de Israel ya ha advertido que es necesario contener el gasto no militar, es decir, el gasto social, al tiempo que se aprobaba una nueva partida en defensa por otros 5.500 millones de dólares.
Netanyahu y sus socios, como toda la extrema derecha mundial, combinan la represión contra los derechos democráticos y un rabioso belicismo, con políticas ultracapitalistas para desmantelar los restos del Estado de bienestar y cualquier tipo de gasto social, imponer recortes y privatizaciones, y garantizar grandes negocios a los empresarios con exenciones masivas de impuestos, subvenciones y ayudas. Eso es lo que ha llevado a Israel en la última década a convertirse en uno de los países con mayor desigualdad y pobreza de la OCDE, atizando la lucha de clases dentro de sus fronteras.
Como ya hemos explicado en anteriores declaraciones, antes del ataque de Hamas y la actual ofensiva sobre Gaza, Israel estaba viviendo las mayores protestas de su historia. Unas protestas y una polarización social alimentadas, como en otros países, por la lucha contra la ultraderecha más reaccionaria, y que se manifestó incluso en la actitud de miles de reservistas que se negaban a servir en el ejército mientras continuará en el poder Netanyahu.
Esta lucha de clases ha sido conjurada a corto plazo por la ofensiva militar, y tardará en revivir con la potencia anterior. Obviamente el descontento sigue latente y se expresa en las protestas en Tel Aviv frente la casa de Netanyahu, en la sede del ejército para que se negocie la liberación de los rehenes, y en la reciente manifestación ante el asesinato por parte del ejército israelí de tres de los rehenes en Gaza. Pero el problema sigue siendo que estás movilizaciones, igual que las anteriores a la guerra, no contemplan una denuncia enérgica del genocidio contra el pueblo palestino y la responsabilidad del sionismo en la confirmación de un régimen de Apartheid y de opresión nacional despiadado.
La clase trabajadora, los movimientos sociales y la izquierda militante israelí solo podrán hacer frente a la amenaza de la reacción, y al serio peligro de una deriva dictatorial trufada de fanatismo religioso, combatiendo en primer lugar a su propio Estado, al Estado sionista y sus políticas racistas y colonialistas contra el pueblo palestino. De ahí la importancia de una reciente manifestación en Tel Aviv, la primera significativa, con más de un millar de personas, en solidaridad con el pueblo palestina y de denuncia del genocidio en Gaza. Mientras no se destruya ese Estado, expropiando en primer lugar a la burguesía sionista, y no se garantice la completa autodeterminación del pueblo palestino, no podrá haber justicia social y estarán cada vez más amenazados los derechos democráticos de las masas oprimidas israelíes.
La liberación del pueblo palestino implica luchar por el socialismo
La lucha de liberación nacional del pueblo palestino, su batalla contra el Estado sionista y su política supremacista y colonialista, ha sido traicionada en múltiples ocasiones y ha llegado a un callejón sin salida fruto de la política de sus dirigentes.
Cuando en 1987 la Intifada, un levantamiento revolucionario de masas en los territorios ocupados, puso contra las cuerdas al Estado de Israel, despertando entre otras cosas la solidaridad activa de importantes sectores de la clase obrera israelí, la dirección de la OLP llevó esta batalla a un completo fracaso con los Acuerdos de Oslo y la solución de los dos Estados patrocinada por el imperialismo norteamericano y que se ha convertido en una trampa letal.
La supuesta solución “realista”, que fue defendida como un inevitable paso intermedio hacia la liberación, ha arrinconado aún más a la población palestina en territorios tutelados por el Estado sionista y, en la práctica, convertidos en grandes cárceles a cielo abierto donde los ciudadanos son refugiados en su propia tierra.
Este régimen de apartheid ha sido legitimado internacionalmente de la mano de la OLP y la Autoridad Nacional Palestina (ANP), que actúa como contratista de Israel asumiendo el papel de policía y reprimiendo a su propio pueblo al tiempo que hace jugosos negocios con la burguesía sionista. El abandono de cualquier perspectiva socialista, subordinándose a la burguesía árabe y a la propia burguesía palestina, ha sido la causa de este desastre.
Una subordinación que también practica Hamas, dependiente financieramente de una dictadura ultracapitalista corrupta como la de Qatar, o del Estado islámico burgués de Irán, enemigo jurado del movimiento obrero y los oprimidos. Una alternativa revolucionaria y socialista choca inevitablemente con el programa reaccionario y burgués de Hamas, cuyos dirigentes en el exilio son altos ejecutivos de empresas que hacen grandes negocios con Sudan, Turquía e incluso con el Estado de Israel.[7] Que la izquierda militante, palestina e internacional, se subordine acríticamente a Hamas no ayudará en nada a la lucha de del pueblo palestino, como no ayudó en su día la subordinación a Arafat y a la OLP.
Las posiciones de Hamas en estos últimos años también ha sido clara, aceptando desde 2017 en sus propios estatutos los Acuerdos de Oslo y la solución de los dos Estados, bajo las fronteras de 1967, y negociando en 2021 su posible integración en la OLP a cambio de la celebración de elecciones pero garantizando que la presidencia seguiría en manos del corrupto Abbas, un Presidente que es rechazado según una reciente encuesta por más del 80% de la población palestina.
Un acuerdo que estaba cerrado pero que Israel bloqueo de cara a continuar con sus planes expansionistas. Ahora, en medio de la masacre en Gaza, uno de sus máximos dirigentes en el exilio, Abu Marzuk, número dos del brazo político de Hamas, ha planteado la posibilidad de reconocer el Estado de Israel. Un reconocimiento implícito del fracaso que ha supuesto el ataque del 7 de octubre.
La causa del pueblo palestino podrá triunfar con la lucha de masas, utilizando la herramienta de la huelga general, a través de comités populares que impliquen en la batalla al conjunto de los oprimidos, como ocurrió en la primera Intifada, con la solidaridad internacionalista, también dentro de Israel, y recurriendo a la autodefensa armada basada en la participación y el control democrático de los trabajadores y la juventud palestina, contra las camarillas integristas, cesaristas y corruptas.
La lucha por la liberación nacional de Palestina es una cuestión de clase y su éxito depende del triunfo de la revolución socialista en Oriente Medio. Una revolución que requiere de la unidad de los trabajadores palestinos, de Israel y del resto del mundo árabe para destruir el Estado sionista y expropiar a su burguesía, y también para derrocar a la burguesía árabe y palestina, ligada por infinitud de intereses y negocios a Israel, EEUU y Occidente.
El genocidio de Gaza ha puesto encima de la mesa está cuestión de manera franca y terrible.
Notas:
[1] Uno de los principales diarios de Israel, el Times of Israel, ha informado sobre la existencia de negociaciones por parte del Gobierno de Netanyahu con otros Gobiernos como el del Congo y otros países, de cara a que acojan refugiados palestinos. Israel en conversaciones con Congo y otros países sobre Gaza ‘voluntary migration’ plan
[2] En 6 años de Guerra Mundial murieron 67 periodistas, mientras que en 20 años de Guerra de Vietnam murieron 63.
[3] El negocio inmobiliario de la burguesía israelí impulsa el genocidio en Gaza
[4] Cientos de habitantes de Gaza arrestados en la guerra están encarcelados en el sur con la cubierta del ojo y las esposas la mayor parte del día
[5] Palestina pide investigar el enterramiento de pacientes y heridos vivos por excavadoras israelíes en Gaza
[6] Why Israel’s top court is greenlighting a civil rights crackdown
[7] Israel knew Hama's money source years before oct, 7 attacks