Nuestras vidas están al límite. Con un saldo de 100.000 muertos por la covid-19, millones de contagiados y una sanidad pública arrasada, la crisis del sistema nos arroja al paro masivo y a un empobrecimiento que crece exponencialmente. El capitalismo es un sistema en descomposición, pero una minoría de banqueros y empresarios siguen llenándose los bolsillos a costa nuestra y de los recursos públicos.
La formación del Gobierno PSOE-UP levantó enormes expectativas como no podía ser de otra forma, pero un año después muchas ilusiones se están frustrando. Pedro Sánchez sigue negándose a derogar la contrarreforma laboral, a meter en vereda a los reaccionarios y fascistas que dominan el aparato del Estado, o reconocer el derecho a decidir. Ha incumplido uno tras otro los acuerdos de Gobierno con Unidas Podemos, manteniendo la Ley Mordaza, rechazando poner límite al precio abusivo de los alquileres, o inyectando cientos de miles de millones al IBEX 35 y la banca.
La idea con la que Pablo Iglesias y los dirigentes de UP justificaron su entrada en el Ejecutivo fue que lograrían arrastrar al PSOE hacia la izquierda. Pero esta hipótesis no se ha cumplido. Al contrario, UP ha sido utilizada para dar una cobertura “progresista” a una gestión que no ha evitado la muerte de miles de ancianos en las residencias de mayores privatizadas, que consiente a la sanidad privada lucrarse con la salud pública, y a los especuladores hacer su agosto con la vivienda.
El magro “escudo social” no frena la miseria ni las colas del hambre. Por supuesto, para amplios sectores de los trabajadores este Gobierno es una opción mucho mejor que el PP y Vox. Pero es precisamente la frustración por las promesas incumplidas y la negativa a acabar de una vez por todas con los recortes, lo que está dando alas a la demagogia de la ultraderecha y a su avance electoral.
La barbarie a la que nos aboca el sistema no es inevitable. Se puede enfrentar si los enormes recursos que controlan un puñado de parásitos, y que salen de nuestra explotación, estuvieran bajo el control democrático de los trabajadores. Así podríamos acometer un plan de choque para resolver las necesidades de empleo, vivienda y educación, combatir la pobreza y salvar millones de vidas.
Si queremos conquistar un futuro digno solo hay un camino: construir una izquierda revolucionaria, antifascista, feminista y antirracista que lleve a cabo verdaderas políticas transformadoras. ¡Solo el pueblo salva al pueblo!
• Para vencer la pandemia: contratación inmediata de miles de trabajadores sanitarios. Nacionalización de la sanidad privada y de los monopolios farmacéuticos. Acabar con las patentes privadas de las vacunas.
• Subsidio de desempleo de 1.200 euros al mes financiado con impuestos a las grandes fortunas y la banca. Derogación íntegra de las contrarreformas laborales y de las pensiones.
• Prohibición por ley de los desahucios. Por un parque de viviendas públicas con alquileres sociales.
• Plan de choque en defensa de la enseñanza pública. Gratuidad total de la educación desde infantil hasta universidad.
• Contra el fascismo y el racismo. ¡Basta de violencia policial y de criminalización contra la juventud!
• ¡Fuera la Ley Mordaza! ¡Libertad para los presos políticos!
• Contra la violencia machista y la justicia patriarcal. Plenos derechos para la comunidad trans.
• Derogación de la Ley de Extranjería y de los CIE.
• Frenar la catástrofe medioambiental: por una planificación socialista, ecológica y sostenible de la economía.
• Nacionalización de la banca y los grandes monopolios bajo control de los trabajadores.
• ¡Abajo la monarquía franquista! Por el derecho de autodeterminación y la república socialista.