Después de un mes de la catástrofe provocada por el terremoto en Japón y a pesar del silencio informativo y la censura de noticias respecto a la evolución de la fuga radiactiva de Fukushima, las que aparecen en la prensa no son precisamente positivas. Al contrario, nos muestran cómo la energía nuclear de fisión en manos capitalistas es un negocio en el que la vida humana vale muy poco.
El 16 de abril aparecía esta noticia en Público: “La Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA) mantiene que la situación actual en la planta nuclear de Fukushima sigue siendo "muy grave". El Gobierno japonés ha comunicado a la citada agencia que 28 trabajadores de la central han recibido altas dosis de radiación. En concreto habrían acumulado dosis de más de 100 milisieverts”. La dosis media admisible para un trabajador de una central nuclear es de 50 milisieverts cada cinco años. El mes pasado, dos trabajadores de la central de Fukushima fueron trasladados a un hospital por haber tenido sus pies expuestos a una radiación de entre 170 y 180 milisieverts por haberlos tenido dentro de agua contaminada.
Por otro lado el Gobierno japonés ha obligado a la Tokyo Electric Power Company (TEPCO), que opera en la central de Fukushima, a indemnizar a las 50.000 familias evacuadas por la crisis nuclear. La compañía deberá pagar a cada familia un millón de yenes (unos 8.300 euros), o 750.000 yenes (6.200 euros) si se trata de una sola persona. Ni el Gobierno ni TEPCO han aclarado si las empresas, las granjas y el sector pesquero de la provincia recibirán compensaciones. Tampoco han aclarado si esas indemnizaciones saldrán del bolsillo de los accionistas de TEPCO o de alguna nueva ayuda del Gobierno, es decir del bolsillo de los trabajadores japoneses.
Según datos de los últimos meses, en Japón el 17% de la población está en la pobreza, es decir que perciben menos de 18.000 dólares al año por hogar. Más de dos millones de hogares reciben ayuda estatal. Y es que la crisis económica la están usando los empresarios para recortar plantillas y así ser más competitivos con los productos más baratos de otros países asiáticos. Después del terremoto las perspectivas no son precisamente buenas, dado que el gasto social puede recortarse más. La señal de alerta puede ser el anuncio del gobierno de que revisará la prestación de 150 dólares para los hijos, que el año pasado se amplió para ayudar a las familias con niños y niñas de menos de tres años.
Grandes subvenciones a las empresas nucleares
Esto contrasta con las ingentes sumas de dinero que las multinacionales de la energía han recibido de los gobiernos para llevar adelante el desarrollo de la energía nuclear que no es ni tan segura, ni tan barata: la energía nuclear sigue siendo demasiado cara y demasiado peligrosa. Se necesitan enormes cantidades de agua en un momento de aumento de escasez de agua. Los suministros de uranio son limitados. En Europa se ha invertido un billón de dólares en investigación nuclear, mientras que el conjunto para la investigación de las energías renovables no ha pasado de unos 50.000 millones de dólares. Hoy en día la generación de electricidad mediante energía nuclear es más cara que la eólica, comparable en precio a la hidroeléctrica y a la cogeneración con madera gasificada, pero más barata que la fotovoltaica y que las térmicas que consumen combustibles fósiles.
Pero no sólo es escandaloso la cantidad de subvenciones de los estados que van a parar a los bolsillos de las multinacionales eléctricas, sino que quien debe controlar la seguridad de las centrales nucleares en este caso la OIEA es un organismo muy cercano a los intereses de las centrales nucleares. Yuri Andreyev, responsable después del accidente de Chernóbil de descontaminar la ciudad considera a la OIEA muy débil para tratar catástrofes nucleares por su falta de independencia. Hay muy pocos expertos nucleares independientes en el mundo, todos trabajan para la industria nuclear o lo hicieron antes.
Japón para no depender del petróleo o del carbón, que no tienen, desarrolló la energía nuclear. Pero aunque sus ingenieros sean muy buenos, deben tener en cuenta todos los datos a la hora de poner una central nuclear en una zona sísmica como la falla del Pacífico. Según datos del Instituto Geológico de EEUU, en un mes después del terremoto que provocó el tsunami, se habían registrado en Japón al menos 1.001 temblores de más de 4,5 grados en la escala de Richter. Un portavoz de la Agencia Meteorológica nipona detalló por su parte que 408 seísmos han tenido una magnitud de 5 o más y que, de tener en cuenta aquellos de al menos magnitud 4, la cifra podría multiplicarse por diez.
Los japoneses ya empiezan a asumir que el terremoto no es el único culpable de todo lo que ha ocurrido. Hubo movilizaciones en Tokio y Nagoya contra TEPCO y el Gobierno por la desinformación. Ahora los sondeos publicados en tres periódicos de ámbito nacional, indican que los japoneses están perdiendo la paciencia, más de un mes después de que el país fuera golpeado por un seísmo de escala 9 y un tsunami devastadores.
Energías renovables
Como vemos, en la economía capitalista lo que mueve a los que invierten es la consecución del máximo beneficio en el menor tiempo posible, sin importarles las consecuencias que pueda tener para la salud de las personas o para el medio ambiente en el que se desarrolla nuestra existencia. En cambio con una economía planificada y controlada por los trabajadores a nivel mundial sería posible hacer un plan para extraer energía del sol combinándola con energía eólica, la energía de las mareas y el oleaje, etc. Pero esto es imposible bajo el capitalismo ya que se necesita inversión a largo plazo y eso los capitalistas no están dispuestos a hacer.
Los trabajadores debemos oponernos a esta energía insegura que nos produce enfermedades y no sólo cuando se produce algún accidente, sino que la radiactividad permanece durante miles de años y se extiende a través del aire, el agua, alimentos contaminados, etc. hasta los lugares más alejados de donde se ha producido el accidente.
El desarrollo de las energías renovables requiere dinero como decía y los capitalistas son reacios a desembolsar grandes cantidades para una rentabilidad que no la ven a corto plazo, ya que todavía hay petróleo y gas y la energía nuclear (a pesar de algunos “incidentes”) es segura y “barata”, según ellos. Por ello si los trabajadores somos capaces de derribar este sistema que sólo nos trae destrucción, hambre, enfermedades y demás, podríamos desarrollar la humanidad usando energías renovables (que son prácticamente inacabables), hasta límites insospechados.
En un primer momento el dinero que se utiliza para los planes de salvamento público orientados al estímulo de la demanda y sobre todo al rescate del sistema financiero y que han supuesto la inyección, en poco más de tres años, de 20 billones de dólares en las economías de EEUU, Japón, China y la UE, podría servir para desarrollar las energías renovables y poder conseguir que la vida en la tierra sea mejor.
Debemos ser conscientes de que la única manera de poder vivir en un planeta habitable es derribando el sistema capitalista en el que una minoría se apropia del trabajo de la mayoría y sustituirlo por otro en el que la mayoría decida en qué se va a invertir la riqueza creada por todos. En esa tarea estamos los compañeros de la CMR