Pedro Sánchez apoya a Rajoy para anular la autonomía catalana

¡Hay que derrotar a la reacción con la movilización masiva y la huelga general!

El sábado 21 de octubre pasará a la historia de la “democracia” española por derecho propio. En ese día, un gobierno de corruptos y reaccionarios, secundado por un aparato del Estado heredado del franquismo, y con el apoyo firme de Ciudadanos y de la dirección del PSOE, perpetró un golpe de Estado contra la democracia anulando la autonomía de Catalunya. Las medidas adoptadas para desarrollar el artículo 155 de la Constitución han respondido a todos los que se han desgañitado pidiendo diálogo y pactos a un gobierno y a un Estado que sólo conoce el lenguaje de la represión. La actitud de Pedro Sánchez, cerrando filas con los partidarios de la España una, grande y libre, para aplastar el derecho a decidir del pueblo catalán, constituye una de las actuaciones más infames de la socialdemocracia española, comparable a cuando el PSOE colaboró con la dictadura de Primo de Rivera.

La burguesía española y la catalana, los medios de comunicación del sistema, todos los partidos del régimen del 78, la judicatura, las fuerzas de seguridad y la monarquía se han unido para someter la voluntad de millones de ciudadanos, jóvenes y trabajadores de Catalunya. Y lo hacen de la manera que la clase dominante española enfrenta situaciones que amenazan la estabilidad de su sistema y su poder político y económico: utilizando la violencia y la coacción del Estado para asegurar el orden establecido.

No hay que llevarse a engaños. Las medidas adoptadas en el Consejo de Ministros del pasado sábado, con el beneplácito de todos los actores señalados, han convertido a Mariano Rajoy en Virrey de Catalunya, le han entregado todo el poder para decidir sobre cualquier asunto político que afecte al pueblo catalán, eliminando de un plumazo la Generalitat y su capacidad de autogobierno, suprimiendo instituciones de la democracia burguesa como son el Parlament o las consejerías autonómicas, y amenazando con llevar a la cárcel a todos aquellos que no acepten su “legalidad” y su estado de excepción antidemocrático. A los presos políticos que ya disfrutan del régimen carcelario de la “democracia española”, como los dirigentes de ANC y Ómniun, Jordi Sánchez y Jordi Cuixart, se pueden sumar muchos más en las próximas semanas si atendemos a los requerimientos que ya se están cocinando en la Fiscalía General del Estado y en la Audiencia Nacional. La amenaza de ilegalizar formaciones “que desafíen el orden constitucional”, ya se ha vertido también con profusión, señalando hasta dónde están dispuestos a llegar los reaccionarios, y sus cómplices, en este golpe autoritario.

La historia se repite: Rajoy no hace más que emular a Lerroux, a Gil Robles y la CEDA cuando suprimieron la autonomía y encarcelaron a Companys tras la proclamación de la república catalana el 6 de octubre de 1934. La diferencia es que en aquel momento Companys estuvo acompañado de muchos dirigentes del PSOE que dieron con sus huesos en la prisión por haber participado en el levantamiento contra el fascismo. Hoy, los dirigentes del PSOE se sitúan al lado de los discípulos de Gil Robles, y les aplauden sus barrabasadas.

El 155: un golpe de Estado sin ambigüedades

Durante muchos días hemos escuchado a los dirigentes del PSOE afirmar en público que sólo apoyarían un 155 limitado que sirviera para convocar elecciones en Catalunya. Su astucia y experiencia en el juego de la simulación y la maniobra no les ha servido de nada. En el momento decisivo han capitulado de una manera vergonzosa, arrastrándose detrás del guión escrito por la derecha e intentando dar una cobertura de “izquierdas” a lo que simple y llanamente es un golpe brutal de la reacción. Insistimos en este hecho porque sin el apoyo de Pedro Sánchez, el mismo que hablaba no hace tanto de la “España plurinacional” y del “No es no”, Rajoy difícilmente se hubiera atrevido a perpetrar un ataque de estas dimensiones. Pero ha contado con el respaldo incondicional, y en muchos casos entusiasta, de los dirigentes del PSOE, que de esta manera unen su destino a la reacción españolista colocándose frente al pueblo de Catalunya con la porra del autoritarismo más despreciable.

Rajoy y sus aliados han insistido que con el 155 no se ha suprimido la autonomía, sólo se ha “intervenido” para garantizar el “orden constitucional”. Propaganda de la mala, que sólo sirve para desacreditar todavía más a un sistema que vela exclusivamente por los intereses de la oligarquía, del Estado apuntalado por el franquismo, y de unos partidos que sólo responden a los intereses del régimen.

Vamos a ser concretos. La decisión de aplicar el 155 supone, entre otras medidas, las siguientes:

  1. El Gobierno cesa a los responsables de la Generalitat, incluido el president Puigdemont: “El ejercicio de sus funciones corresponderá a los órganos o autoridades que cree a tal efecto o designe el Gobierno de la Nación”, reza el documento que aprobó el Consejo de Ministros. Las atribuciones de Puigdemont quedan en manos de Rajoy, que con un 8% de los votos en Catalunya pasa a gobernarla con poderes ilimitados, y las de las consejerías en manos de los ministerios del gobierno central desde Madrid. ¿Y todavía se afirma sin sonrojo que la autonomía no ha sido eliminada?
  2. Se limita las funciones del parlament, al punto de que en la práctica no podrá debatir ninguna medida, ley o resolución, que el Virrey Rajoy considere “contraria a la constitución y el ordenamiento jurídico”. Para empezar, la orden del gobierno del PP que activa el 155 prohíbe al parlament presentar candidato a president y votarlo. Pero hay más: “Los órganos o autoridades creados o designados por el Gobierno de la Nación [en sustitución de los cesados] podrán acordar el nombramiento, el cese o la sustitución temporal, con asunción de las funciones correspondientes, de cualesquiera autoridades, cargos públicos y personal de la Administración de la Generalitat de Cataluña”.
  3. El gobierno del PP, con el apoyo del PSOE, establecerá medidas inmediatas para hacerse con el control de los Mossos, que serán dirigidos por mandos de la policía nacional: “Se dictarán instrucciones directas y de obligado cumplimiento a los Mossos d'Esquadra (…) se acordará el despliegue de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado en Cataluña” y, “en caso de que sea necesario, los miembros de los Mossos d'Esquadra serán sustituidos por efectivos de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado”.                                                                    Se intervendrá la hacienda catalana. El Gobierno podrá controlar “la totalidad de los fondos que corresponda transferir del Estado a la Comunidad Autónoma”, además de todos los ingresos de Catalunya. Y, especialmente, el gobierno del PP se hará con el control de los medios de comunicación públicos, concretamente con TV3. El argumento para esto último es “garantizar la transmisión de una información veraz, objetiva y equilibrada, respetuosa con el pluralismo político, social y cultural y también con el equilibrio territorial, así como el conocimiento y respeto de los valores y principios contenidos en la Constitución”. ¡¡Y esto también lo apoya el PSOE!! Suena a chiste delirante si no recordara a la censura franquista más sangrante. ¿O sea que el partido de la corrupción, la mentira y la manipulación, que ha hecho de TVE un espantajo de propaganda nacional-españolista a todas horas, va a restablecer la veracidad en los medios de comunicación catalanes? ¿Y es así como se defiende el “Estado de derecho” y la democracia? ¿A quién pretenden engañar?
  1. En caso de desobediencia, si Puigdemont, Junqueras o cualquier otro miembro de la Administración catalana, incluidos los funcionarios, incumplen “las disposiciones, actos, resoluciones, instrucciones u órdenes de servicio dictadas por los órganos designados por el Gobierno”, podrían incurrir en un delito penal. Es decir, quien no acate las órdenes de Madrid se expone a un régimen de “responsabilidad disciplinaria” “sin perjuicio de las responsabilidades patrimoniales, contables, penales o de otro orden a que pudieran dar lugar”. Si Puigdemont propone en el Parlament la declaración unilateral de independencia como respuesta a esta agresión, el gobierno ya ha dado órdenes a la Fiscalía General del Estado para que sea acusado de rebelión, delito que puede ser castigado con treinta años de cárcel.
  2. Si todo va bien, el gobierno propondrá la celebración de elecciones en Catalunya en seis meses: “Las medidas contenidas en este Acuerdo se mantendrán vigentes y serán de aplicación hasta la toma de posesión del nuevo Gobierno de la Generalitat resultante de la celebración de las correspondientes elecciones al Parlamento de Cataluña”. Pero ese plazo es condicional y voces representativas del PP, como su portavoz nacional, Pablo Casado, o su presidente en Catalunya, Xavier García Albiol, ya han manifestado que se puede ilegalizar a los partidos que no acaten todas estas medidas.

Todas estas medidas ¿qué son si no un golpe de Estado contra los derechos democráticos y las libertades? Hoy se ejecutan contra el pueblo de Catalunya, pero mañana se utilizarán contra los trabajadores y la juventud de cualquier parte del Estado si los capitalistas ven amenazado su orden, es decir, sus privilegios y sus intereses de clase.

La izquierda que mantiene una posición equidistante. Una falsificación del marxismo

La furia del nacionalismo españolista, de la burguesía catalana subordinada a él, del Estado y de todos los partidos y medios de comunicación que defienden los intereses de los privilegiados y del orden capitalista, no es ninguna casualidad. La crisis política abierta en Catalunya por un movimiento de masas que ha planteado con valentía y determinación sus aspiraciones democrático-nacionales, que ha ejercido el derecho a decidir votando mayoritariamente a favor de la república el 1 de octubre, ha lanzado un obús a la línea de flotación del régimen oligárquico del 78. Las masas catalanas, con su acción directa, han provocado una crisis revolucionaria contestada duramente por las fuerzas de la contrarrevolución.

En este sentido, los capitalistas catalanes han comprendido mucho mejor que los dirigentes reformistas de la izquierda el significado revolucionario de los acontecimientos que se están viviendo. Exigiendo que se dé marcha atrás inmediatamente en la proclamación de la república, expanden el miedo y promueven el traslado de las sedes sociales de cerca de 1.000 empresas. La oligarquía, los banqueros, los grandes industriales de Catalunya, como siempre han hecho a lo largo de la historia, ligan su destino al de la burguesía española —la que se envuelve en la bandera rojigualda— frente a un movimiento que puede socavar su poder económico y político.

En una coyuntura histórica como la actual, todas las organizaciones se retratan. No se puede escapar con filigranas retóricas ante los hechos tozudos. Por eso es tan lamentable el naufragio político que han sufrido no pocos dirigentes que se posicionan formalmente a la izquierda de la socialdemocracia, pero que acusan las presiones de la campaña reaccionaria.

Estos dirigentes, como Alberto Garzón, coordinador de Izquierda Unida, han destacado por sus ataques al movimiento independentista catalán, comparando una posible declaración unilateral de independencia con la aplicación del 155 por parte del PP y del Estado. Negándose a apoyar las aspiraciones democrático-nacionales de millones de catalanes, ha despreciado un movimiento de masas que se ha enfrentado al PP y al Estado con una determinación que ha inspirado a los oprimidos de todo el mundo. Insistiendo en descalificarlo por el papel que juegan en él los políticos del PDeCAT, renuncian a intervenir en esta gran movilización de masas y se colocan en una posición equidistante entre la reacción y millones de ciudadanos, jóvenes y trabajadores que sufren su represión. Y lo peor: pretenden justificar su postura haciendo referencia a los grandes pensadores marxistas. La posición de Garzón, y de otros dirigentes que están utilizando su mismo discurso, no sólo representa una falsificación grosera del marxismo, les acerca de manera abierta a las posturas del chovinismo españolista.

Alberto Garzón ha escrito un libro donde se reivindica comunista y marxista. Pero no basta con reivindicarse, hay que defender el programa y los métodos del marxismo en el día a día, y especialmente cuando la crisis política y social abre una oportunidad excepcional para que avance la conciencia de clase y revolucionaria de las masas.

Garzón dice que es marxista. Pero el principio de la dialéctica marxista es claro: la verdad es siempre concreta. No ha sido Puigdemont ni el PDeCAT quienes han puesto en solfa el régimen del 78, sino el movimiento revolucionario de las masas catalanas. De hecho, las diferentes formaciones políticas de la burguesía catalana han sido baluartes durante décadas de la estabilidad capitalista, apoyando sucesivamente a los gobiernos de Felipe González y Aznar, defendiendo de manera clara los intereses de la oligarquía catalana.

Es cierto que el viraje hacia el independentismo de Mas, de Puigdemont, del PDeCAT y de la Generalitat representó, en su momento, una maniobra política de calado para desviar la atención sobre sus políticas de recortes, y neutralizar la gran contestación social que se había desatado contra ellos en las calles de toda Catalunya. Es absolutamente claro también que la posición de la CUP y de ERC, dando apoyo parlamentario al PDeCAT para aplicar su agenda neoliberal a cambio de que se mantuviesen dentro del bloque independentista, es un completo error.

Pero igual de erróneo, o más erróneo aún por lo que está en juego, es que cuando Puigdemont y el PDeCAT están completamente superados por un movimiento de masas que ha abierto una crisis revolucionaria que amenaza al régimen del 78, Garzón y muchos otros nieguen apoyo a este movimiento con acusaciones de que es reaccionario, y se implore a Rajoy y Puigdemont que arreglen el problema sentándose a negociar. Pero, ¿negociar el qué y con quién? ¿Un referéndum “pactado y legal” con el Estado español y su gobierno, el mismo que blande la porra de la policía y las medidas de excepción antidemocráticas contra el pueblo de Catalunya?

Alberto Garzón ha señalado en numerosas ocasiones que “sólo con el hecho de que Rajoy y Puigdemont se sentaran a dialogar ya se solucionaría parte de la tensión” que se vive en Catalunya. Seamos serios. ¿Qué tiene esto que ver con la posición de Marx y Lenin ante la opresión nacional y la revolución? Nada, no tiene nada que ver, pero sí mucho con la posición de Carrillo en 1976-1978 cuando la dirección del PCE —entonces el partido de masas de la clase obrera— llamaba al diálogo y al consenso con la burguesía española y los herederos de la dictadura para abortar una situación revolucionaria que se les escapaba de las manos.

Carrillo y el PCE, junto a Felipe González y el PSOE, fueron los principales artífices del régimen del 78. El PCE era el principal partido de masas de la clase obrera. Hoy, a pesar de la dignidad y el compromiso con la causa del socialismo de muchos de sus militantes, no es la sombra de lo que fue. ¿Su política en la Transición tendrá que ver con su derrumbe posterior? ¿Acaso la dirección del PCE no apoyó de manera entusiasta la bandera rojigualda, la monarquía de Juan Carlos, la ley de amnistía del 77 (la ley de punto y final que dejó impune los crímenes del fascismo)? ¿No fue la dirección del PCE la que sacrificó toda la lucha heroica de su militancia en aras de “consolidar la democracia”, esto es, permitir a la burguesía retomar el control de la situación? ¿No fue la dirección del PCE la que se opuso al derecho de autodeterminación de Catalunya, Euskal Herria y Galiza, quedando reducida a la insignificancia política en estos territorios? ¿Por qué Garzón no saca las conclusiones obvias de estos hechos?

La participación de más de dos millones de personas en la votación del referéndum del 1 de octubre representó un triunfo sin paliativos de la voluntad popular, mucho más teniendo en cuenta que se produjo en medio de un estado de excepción policial. ¿O es que Alberto Garzón resta importancia a este hecho, o lo niega, porque no tenía el aval legal del Estado y del gobierno del PP? Pocas veces hemos asistido en la historia reciente a un ejercicio de democracia directa tan elevado y generalizado, arrojando un resultado aplastante a favor de la república catalana.

A la jornada del 1 siguió la gran huelga general del 3 de octubre, y la movilización en Catalunya fue tan masiva que sólo hay un precedente histórico de algo semejante: cuando las masas del pueblo y los trabajadores de Catalunya se lanzaron el 18 y 19 de julio de 1936 a combatir el golpe militar fascista, y lograron desarmar tras horas de batalla enconada a las fuerzas reaccionarias. ¿Qué tiene que decir Garzón de esto? ¿Qué le da igual? ¿Que cómo “marxista” y “comunista” es indiferente ante estos acontecimientos? ¿Que el 1 de octubre y el 3 de octubre sólo echan “leña al fuego” y que es necesario el consenso y el diálogo?

La crisis revolucionaria que vive Catalunya ha sido impulsada por dos factores políticos de primer orden: la opresión nacional de la burguesía española y su Estado centralista, que se niegan a reconocer que Catalunya es una nación y rechazan el ejercicio del derecho de autodeterminación por la vía represiva; y la frustración generada por la crisis capitalista, el desempleo de masas, los desahucios, la precariedad y los bajos salarios, la falta de futuro para la juventud. La lucha contra la opresión nacional y la opresión de clase se han entrelazado, como en otras épocas (1909, 1931, 1934, 1936, 1977…), generando un potencial revolucionario que ha desafiado las formas de dominación política del régimen capitalista español.

Hace más de 100 años que Lenin escribió un magnífico texto, El derecho de las naciones a la autodeterminación, fijando la posición de los marxistas revolucionarios en este terreno. Lenin no era nacionalista, ni Marx, ni Engels. Eran internacionalistas, pero entendían que la defensa del derecho a la autodeterminación de las naciones oprimidas, como hoy es el caso de Catalunya, era algo prioritario en la batalla por el socialismo. Luchar contra la opresión nacional es igual de importante que luchar contra la opresión de clase. Por supuesto, en el movimiento de liberación nacional los marxistas nunca nos subordinamos a la burguesía de la nación oprimida, en este caso a la burguesía catalana, ni a su representación política hasta el momento, el PDeCAT, sino que, al mismo tiempo que abogamos por el derecho de autodeterminación — que significa obviamente el derecho a la independencia— lo ligamos a la lucha por un programa revolucionario y la transformación socialista de la sociedad.

La crisis actual en Catalunya, como en otras épocas de la historia, ha abierto la posibilidad de conquistar la república catalana por métodos revolucionarios, basados en la acción directa del pueblo, la juventud y los trabajadores. Eso es lo que aterroriza a la burguesía catalana, que rápidamente ha dictado un ultimátum a las masas: abandonad vuestras pretensiones revolucionarias o desataremos el caos económico y os hundiremos en la miseria. ¡Es lo mismo que hizo la burguesía griega y europea contra el pueblo griego!

Todos estos hechos ¿no hacen reflexionar al compañero Garzón? ¿Qué conclusión se puede sacar de la alianza entre la burguesía catalana y la española para evitar la proclamación de la república catalana? ¿Cuál es la alternativa de Garzón que se dice a sí mismo “comunista”, de la dirección de IU y de muchos dirigentes de Podemos ante esta alianza? ¿Que Rajoy y Puigdemont se sienten a hablar? ¿Un referéndum pactado y legal? Pero, repetimos, ¿con quién?

Garzón, y otros que defienden su posición, dicen que son marxistas e incluso leninistas. Pero, ¿dónde y cuándo abogó Lenin por un acuerdo con la burguesía rusa o con el régimen zarista para conquistar el derecho de autodeterminación de Ucrania, Polonia, Finlandia o los países bálticos? Lenin y los bolcheviques unieron a las masas de las naciones oprimidas por el zarismo y a los trabajadores de la nación opresora, la Gran Rusia, inscribiendo en su bandera el derecho a la autodeterminación —esto es, el derecho a la independencia— junto a la lucha por el derrocamiento del orden capitalista, por el socialismo.

¿Qué tiene que ver esta política revolucionaria, comunista, con llamar a que el pueblo de Catalunya se desmovilice, abandone la calle y vuelva a sus casas dejando a los políticos burgueses tranquilos para resolver el conflicto y consensuar una “solución pactada”? Ésta es la posición de un esquirol, no la de un marxista revolucionario.

Garzón y otros dirigentes de IU y de Podemos abogan por “un proceso constituyente”, incluso por la “República Federal”. No aclaran qué orientación de clase, capitalista o socialista, debería tener ese proceso constituyente o esa república federal. Pero más allá de eso, ¿cómo pretenden imponer ese proceso constituyente o esa república? ¿Mediante el acuerdo con el Estado franquista y el PP? ¿Alcanzando un consenso con la burguesía española?

La proclamación de la república el 14 de abril de 1931 fue el resultado de la acción revolucionaria de las masas, de la ciudad y del campo, que echaron abajo la dictadura de Primo de Rivera, y con sus huelgas y movilizaciones masivas a lo largo de 1930 y 1931 pusieron a Alfonso XIII rumbo al exilio. La proclamación de la república, que fue aceptada por los capitalistas y la burguesía como un mal menor, no pudo contener el movimiento de los trabajadores, los campesinos sin tierra y la juventud hacia la revolución socialista.

La analogía histórica tiene su importancia, pues una república catalana ganada mediante la acción revolucionaria implicaría necesariamente un combate frontal contra el PDeCAT y Puigdemont, contra toda esta oligarquía política y económica que ha gobernado Catalunya con las mismas recetas neoliberales que el PP, convirtiendo la batalla directa contra la opresión capitalista en el eje de la acción de masas. Abriría la puerta a un gobierno de la izquierda que debería acabar inmediatamente con los recortes y enfrentarse a la dictadura de los grandes poderes económicos, catalanes y españoles, nacionalizando la banca y las grandes empresas.

Los capitalistas catalanes, españoles, franceses y europeos lo saben perfectamente, y por eso intentan aplastar el movimiento con todos los medios de que disponen. ¿O no es así, compañero Garzón?

Derrotar a la reacción y el 155 con la movilización de masas y la huelga general. Por la república socialista catalana

La correlación de fuerzas en Catalunya sigue siendo favorable al pueblo, a los trabajadores y la juventud que han manifestado su determinación contra la represión policial, contra el 155 y por la república catalana.

La prisión sin fianza contra los dirigentes de ANC y Òmnium, Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, representó un salto cualitativo en la escalada represiva. Pero ahora, con la decisión de suspender la autonomía, la reacción quiere poner de rodillas al pueblo de Catalunya. La respuesta del movimiento ha sido inmediata, con una manifestación de medio millón el sábado 21 de octubre en Barcelona. Pero las manifestaciones no son suficientes. Necesitamos una estrategia y un programa a la altura del momento histórico y que nos permita obtener la victoria.

Tanto el sabotaje de los capitalistas catalanes, como el 155, o lo ocurrido el 10 de octubre cuando Puigdemont echó un jarro de agua fría suspendiendo la proclamación del resultado del referéndum demuestran que no se puede dejar ni la lucha contra la represión, ni la tarea de proclamar y hacer realidad la república catalana en manos del PDeCAT. Mas y Puigdemont son políticos experimentados que representan a sectores decisivos de la burguesía catalana. Empujados por la impresionante movilización de las masas tuvieron que ir más lejos de lo que querían y convocar el referéndum. Cuando la burguesía catalana ha comprobado que el movimiento derrotaba la represión y abría una crisis revolucionaria ha comenzado un chantaje intolerable y ha exigido a los dirigentes del PDeCAT que reculen, algo que están haciendo mediante maniobras de todo tipo.

Muchos de estos políticos de la derecha catalanista defienden meter los resultados del referéndum del 1 de octubre en el congelador, y frenar “temporalmente” la proclamación de la república apelando a la necesidad de conseguir “mediadores internacionales”, es decir, burgueses europeos que intercedan ante el gobierno del PP y les permitan obtener así un cierto margen de maniobra. Pero la Europa del capital, esa UE que el PDeCAT presenta como una panacea “democrática”, ya ha cerrado filas con Rajoy.

Aunque la aplicación del 155 pudiese empujar a Puigdemont a enfrentarse nuevamente al gobierno central, sería un grave error volver a dejar la iniciativa en sus manos y supeditarse al PDeCAT y la burguesía catalana. Sólo la organización y movilización desde abajo, como hicimos en 1 y el 3 de octubre, puede derrotar al PP y al Estado.

Analizando lo que ha ocurrido en estas semanas, cobra relevancia lo que los marxistas revolucionarios habíamos señalado reiteradamente a los compañeros de la CUP: que la burguesía catalana y sus representantes políticos del PDeCAT traicionarían la causa de Catalunya, la libertad del pueblo y la república catalana. Por encima de la demagogia a la que han recurrido en estos años, Puigdemont y los suyos defienden los intereses de la oligarquía. Por eso es fundamental que los compañeros de la CUP rompan de una vez por todas con el PDeCAT y la burguesía catalana. Atarse al carro de los ex convergentes sólo puede añadir más frustración y preparar nuevas derrotas.

Parafraseando a Lenin, la revolución necesita a veces del látigo de la contrarrevolución. Las detenciones de los “Jordis”, la aplicación del 155 y todo el carnaval de reacción españolista están actuando como un acicate fundamental para retomar la iniciativa desde abajo y promover la movilización masiva de la población mostrada el 1 y el 3 de octubre pero a un nivel superior. Sólo así podremos defender los derechos democráticos y que la voluntad popular expresada en el referéndum del 1 de octubre se haga efectiva. La huelga general estudiantil que el Sindicat d’Estudiants ha convocado para el miércoles 25 y el jueves 26 de octubre representa un gran paso en este sentido.

La tarea del momento está clara. Hay que responder al 155 paralizando Catalunya. Desde Izquierda Revolucionaria llamamos a la CUP, a Podem, Catalunya en Comú, ERC, a ANC y Òmnium, a los sindicatos de clase, a la comunidad educativa y sus organizaciones, a convocar de manera inmediata una huelga general contundente y continuada hasta derrotar la represión del Estado y conquistar la república catalana. Y en este proceso es absolutamente imprescindible dirigirse a la clase obrera catalana, volcarse hacia las fábricas y empresas más importantes.

La clase trabajadora debe ser protagonista fundamental en el combate contra la represión y por la república catalana, y para ello hay que ligar esta causa a la lucha contra los recortes y la austeridad, por el empleo y los salarios dignos, contra la precariedad y los desahucios, por la sanidad y la educación públicas de calidad. Éste es un aspecto estratégico. La enorme fuerza de la clase obrera catalana es un factor decisivo para enfrentar la ofensiva del Estado y del gobierno, y para conquistar nuestras reivindicaciones. Sin su participación activa y consciente será imposible lograrlo. Es necesario también poner todo el empeño en ampliar, extender y coordinar los Comités de Defensa del Referéndum (CDR), y crearlos en todos los barrios, centros de estudio y de trabajo, para convertirlos en los organismos democráticos y representativos de todo el pueblo en lucha.

Ante la escalada represiva y la aplicación del artículo 155, los dirigentes de Unidos Podemos y de los sindicatos tienen una enorme responsabilidad. ¿Hasta cuándo seguirán planteando que la solución es sentarse a hablar con el Estado y el gobierno de Rajoy, cuando éstos y sus aliados han demostrado que no están dispuestos a discutir sobre nada? ¿Hasta cuándo los dirigentes de CCOO y UGT seguirán manteniendo una posición pasiva o equidistante entre las masas que luchan porque su voluntad democrática sea respetada, y este gobierno de corruptos que niega al pueblo catalán sus aspiraciones con porras, la cárcel y el 155?

La única manera de esclarecer la situación, de acabar con la confusión y neutralizar la campaña del nacionalismo españolista es uniendo a los trabajadores y la juventud del resto del Estado con sus hermanos de clase en Catalunya, es a través de la movilización masiva contra el gobierno del PP. Ésta es la tarea de toda la izquierda, de todos los militantes y activistas conscientes. Ésta es también la responsabilidad de la dirección de Unidos Podemos, de Pablo Iglesias, de Ada Colau, que en estos momentos críticos deben pasar a los hechos y dirigir directamente a los trabajadores y a la juventud, especialmente a la base de CCOO y UGT, un mensaje claro de lucha contra la reacción.

Vivimos acontecimientos decisivos. La burguesía española, el PP, C's y la dirección del PSOE están dispuestos a eliminar derechos democráticos fundamentales y aplicar medidas propias de la dictadura franquista con tal de impedir que el movimiento revolucionario de las masas en Catalunya pueda vencer y contagiar a otros pueblos y al conjunto de la clase obrera del Estado español. Esas mismas medidas represivas serán utilizadas mañana en el resto del Estado contra cualquiera que amenace su sistema. Todos los que luchamos por un cambio político y económico real debemos organizarnos para responder a esta brutal ofensiva, debemos defender los derechos del pueblo catalán porque así defendemos los de la clase obrera y la juventud del resto del Estado.

La clase dominante española y catalana ve con terror la proclamación de la república catalana, y la razón no es sólo porque quebraría la idea de España, una, grande y libre. Saben que esta conquista del pueblo sería el preludio a una lucha aún más intensa y trascendental a favor de los oprimidos, contra la dominación de los capitalistas, contra el orden social establecido y por una república socialista en Catalunya y una república socialista federal basada en la unión libre y voluntaria de los pueblos y naciones que componen actualmente el Estado español. Una lucha que ya está conquistando la solidaridad activa de las masas oprimidas de Europa y de todo el mundo.

Visca Catalunya lliure, republicana i socialista!

¡Únete a Izquierda Revolucionaria!

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