El pueblo de Catalunya está protagonizando una movilización ejemplar en defensa de sus derechos democráticos y enfrentando una campaña de mentiras, desinformación y criminalización nunca vista desde la dictadura. Los resultados del 10-N en Catalunya confirman el giro a la izquierda y las conclusiones políticas cada vez más avanzadas que están sacando centenares de miles de jóvenes y trabajadores.

El bloque reaccionario (PP, Vox y Cs), que ya sufrió un batacazo histórico en las generales del 28-A sumando menos del 15% de los votos, recibe otro todavía mayor el 10-N: retrocede en 87.000 papeletas y consigue un escaño menos. Ciudadanos se hunde aún más estrepitosamente que en el resto del Estado, abandonado por más del 60% de su electorado: 216.373 votos frente a 479.374 en abril, y 2 diputados frente a los 5 de hace seis meses. Si lo comparamos con el más de millón de votos conseguido en las elecciones catalanas de diciembre de 2017, Cs ve esfumarse más del 80% de su base electoral. Por su parte, PP y Vox ganan 179.723 sufragios respecto a abril, lejos de recuperar los 263.001 que Rivera y Arrimadas pierden, y entre ambas formaciones rojigualdas suman 4 diputados de un total de 48.

El bloque independentista avanza

El PSC paga un precio por el apoyo a la represión de sus dirigentes: 171.675 votos menos, aunque consigue repetir sus 12 escaños. También Catalunya en Comú retrocede en 68.932 sufragios, aunque como en el caso del PSC mantiene los 7 diputados de abril. Considerando que Errejón logra solo 40.000 votos, a pesar del descenso de Podemos y PSC, resulta evidente que decenas de miles de jóvenes y trabajadores que votaron a Podemos —indignados con la negativa de sus dirigentes a apoyar la lucha por la república catalana— han depositado su papeleta a favor de ERC y la CUP como ya ocurrió en elecciones pasadas.

Con una participación cuatro puntos menor, solo el bloque independentista incrementa su apoyo: 5.000 votos más en un contexto de represión y criminalización sin precedentes. ERC vuelve a ganar las generales en Catalunya. Este voto no es un apoyo para congelar la república y buscar un acuerdo con el PSOE, o para aplicar recortes y privatizaciones, como están haciendo sus dirigentes desde el Govern. Expresa el rechazo a la derecha españolista y las amenazas de Pedro Sánchez, y la exigencia de llevar adelante la república aplicando políticas en favor de los trabajadores. De hecho, la crítica por la izquierda a sus dirigentes resta a Esquerra 160.458 votos.

Esta radicalización se expresa en la CUP, que por primera vez entra en el Parlamento con 2 escaños y 244.754 votos, doblando su apoyo respecto a las municipales del 26-M, cuando obtuvo 121.274, y también si se compara con lo que logró Front Republicà (coalición de un sector de la CUP con Som Alternativa, escisión de Podemos) en las generales de abril, 113.000 votos.

El carácter revolucionario del movimiento por la república catalana

El significado de estos resultados y de las impresionantes movilizaciones del último mes es muy claro. La situación en Catalunya no tiene nada que ver con la imagen apocalíptica que presentan los medios de comunicación de la clase dominante. Estamos ante el mayor movimiento de masas contra el régimen monárquico del 78 de los últimos cuarenta años. Un levantamiento popular contra la sentencia infame de un sistema judicial plagado de franquistas, y que exige que se haga realidad el derecho legítimo del pueblo catalán a decidir libre y democráticamente su destino, llevando adelante la república por la que votó masivamente el 1 de octubre de 2017.

La toma del aeropuerto de El Prat, las imponentes Marxes per la Llibertat organizadas por ANC, la huelga estudiantil de 72 horas convocada por el Sindicat d’Estudiants —con más de 200.000 jóvenes tomando masiva y pacíficamente las calles—, la huelga general del 18-O convocada por Intersindical-CSC e IAC que paralizó Catalunya con más de dos millones de personas en las manifestaciones, la movilización por la amnistía del 26 de octubre en la que participaron un millón de personas en Barcelona, y las decenas de acciones multitudinarias que se han venido desarrollando desde el día que se conoció la sentencia hasta el momento de escribir este artículo, dan cuenta de la envergadura histórica de este levantamiento.

Todas estas movilizaciones traen a la memoria las grandes luchas revolucionarias y antifascistas protagonizadas por la clase obrera catalana y del resto del Estado en los años 30 o 70 del siglo pasado. Eso es lo que quiere ocultar la burguesía catalana y española con sus mentiras y las imágenes de violencia que ellos mismos provocan mediante las cargas brutales de la policía nacional y los Mossos d'Esquadra y la acción de infiltrados.

Tan solo el éxito de la huelga general del 18-O demuestra que existen las condiciones para movilizar a la poderosa clase obrera catalana con un programa que unifique la lucha contra la represión y por la república con las reivindicaciones sociales y de clase. La huelga fue masiva en la enseñanza pública, administración y transporte de viajeros (Metro, Renfe, Ferrocarrils de la Generalitat, autobuses), así como entre los bomberos y en el puerto de Barcelona, donde los estibadores salieron en columna hacia la manifestación. El comercio cerró en un 60-80%, según el Departament de Treball. Las calles más importantes de las ciudades apenas tuvieron circulación y la patronal PIMEC tuvo que reconocer que paró el 30% de empresas industriales y un 68% de los trabajadores, y en los servicios un 40% de negocios con el 83,8% de los trabajadores secundando la huelga. Estos datos son aún más relevantes considerando que las direcciones de UGT y CCOO se opusieron a la convocatoria.

Y tras esta demostración de fuerza de la clase obrera y la juventud todavía tenemos que escuchar a intelectuales que se dicen “progresistas”, o a los dirigentes reformistas de la izquierda estatal, hablando de movimiento de las “élites catalanas”. ¡Qué forma tan patética de ocultar su claudicación ante el régimen del 78! En lugar de combatir seriamente la campaña de represión, calumnias y catalanofobia, estos dirigentes que llegaron denunciando a “la casta” y combatiendo al régimen del 78, se lavan las manos sermoneándonos para que acatemos la sentencia del Supremo y renunciemos a la república.

Con la economía mundial entrando en recesión, la burguesía española y catalana preparan nuevos recortes y ataques, y tienen pánico a que el ejemplo de lucha en Catalunya pueda extenderse al resto del estado. Por eso intentan introducir la máxima confusión y división posible dentro de la clase obrera catalana y entre esta y la del resto del Estado, agitando la “unidad de la patria” y todo tipo de prejuicios españolistas y calumnias.

Para dar mayor credibilidad a esta campaña han recurrido a Pedro Sánchez y los dirigentes del PSOE. En lugar de escuchar a todo un pueblo que reclama su derecho legítimo a decidir, han decidido envolverse en la bandera rojigualda para disimular su sometimiento al Ibex 35 y aliarse a los sectores más franquistas del aparato del Estado.

Sánchez ha amenazado con un nuevo 155, anunciado que incluirá como delito en el Código Penal la organización de referéndums no autorizados por el estado (que eliminó Zapatero y exigían recuperar PP, Vox y Cs) y apoyado la decisión de la Audiencia Nacional de cerrar las webs de Tsunami Democràtic tachándolas de “terrorismo” ... Una agresión frontal a la libertad de expresión que mañana será empleada contra cualquier colectivo que el sistema considere una amenaza.

Agitando el españolismo más reaccionario y mintiendo sobre lo que pasa en Catalunya, los dirigentes del PSOE han dado alas al PP y a Vox. Pero el avance de la ultraderecha, la ofensiva represiva contra los derechos democráticos y los recortes que prepara la burguesía provocarán una explosión de la lucha de clases, en Catalunya y en el resto del Estado.

Construir una izquierda combativa para conquistar una república catalana socialista

Todos los acontecimientos del último mes en Catalunya señalan que la crisis revolucionaria abierta hace dos años, cuando millones de personas decidimos romper con el régimen del 78 votando por la república, no solo sigue abierta, sino que está agudizándose.

Dentro del movimiento de liberación nacional de Catalunya existe un choque creciente entre amplios sectores de la población que queremos llevar hasta el final la lucha por una república catalana de los trabajadores y el pueblo, y el programa de la derecha catalanista que tiene un peso decisivo en el Govern, y también los dirigentes de ERC, que buscan un acuerdo con el Estado y el Gobierno del PSOE para vaciar las calles y hacer la misma política de siempre. Esta contradicción se ha hecho más evidente que nunca con la represión de los mossos, el clamor en las calles exigiendo la destitución del conseller d’Interior Buch, y el rechazo público en las manifestaciones a las políticas de recortes del Govern de JxCat y ERC.

Hay que sacar las lecciones de la experiencia de los últimos años. La izquierda política y sindical combativa, y los movimientos sociales que hemos dado cuerpo a este movimiento de masas, debemos levantar un plan de acción prolongado en el tiempo, con un calendario claro de nuevas huelgas generales, asambleas en los centros de trabajo, repartos masivos de propaganda y comités de acción que genere el apoyo masivo de la población. Esta es una responsabilidad en primer lugar de la CUP, que ha cosechado un apoyo especialmente importante entre la juventud.

Un movimiento de resistencia de esta envergadura exige dejar claro que luchamos por una república socialista en beneficio de los explotados y los excluidos, no para que continúe en el poder la oligarquía económica de siempre, aunque se envuelva con la estelada. Una república que nacionalice las palancas fundamentales de la economía, la banca y los grandes monopolios y acabe con la pesadilla de los recortes, la falta de vivienda pública y asequible, la precariedad y salarios miserables, la violencia patriarcal y la destrucción del medio ambiente. Así también convenceremos a los trabajadores y la juventud del resto del Estado, y a muchos otros en Catalunya, de que esta república es también la suya.

Las bases exigen una estrategia clara para enfrentar la represión del Estado franquista y hacer realidad la república. El factor fundamental que lo impide es el peso decisivo que siguen teniendo en la dirección del movimiento los sectores que aceptan el capitalismo como único sistema posible y rechazan unir la liberación nacional a la transformación socialista de la sociedad. Para superar este obstáculo no basta con la voluntad de luchar, hay que actuar conscientemente para construir un partido de los trabajadores y la juventud que levante este programa revolucionario e internacionalista.

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