¡Basta de especular con el agua! ¡Nacionalizar AGBAR ya!

El déficit de precipitación en Catalunya subió en 2023 hasta el 31% (llueve tres veces menos que la media), y se acumula en los déficits de los años anteriores (21% en 2022 y 15% en 2021).

Aunque las últimas semanas han dejado algunas precipitaciones importantes, después de tres años con los registros de lluvias más bajos desde que se tienen cifras (hace más de cien años) los niveles de los embalses y ríos están en límites históricos (15,8% de media ). La sequía se pone de manifiesto en imágenes como la del Pantà de Sau, completamente vacío (al 4% de su capacidad), que inundan las redes sociales e impactan a cualquiera.

Pero este escenario apocalíptico no es un castigo divino sino resultado de la actuación destructiva sobre el ecosistema de los grandes bancos y grupos empresariales, empezando por Agbar y las eléctricas (Endesa, Iberdrola) y siguiendo por Caixabank, Sabadell y el resto de capitalistas catalanes y españoles, que son quienes controlan en la práctica la explotación del agua. Por supuesto, cuentan con la complicidad de los Gobiernos que sostienen la economía de mercado y ceden a sus presiones e intereses.

Por eso resultan tan escandalosas las declaraciones de Pere Aragonès cuando el pasado 2 de febrero decretaba la fase de emergencia por sequía, la última fase y la más grave dentro del Pla de Sequera 2020, en más de 230 municipios de Barcelona y Girona, diciendo que es necesario “un esfuerzo compartido, colaboración y planificación” en el gasto del agua. Pero la realidad es tozuda. La escasez del agua no es responsabilidad de todos por igual, sino de unos pocos.

El derroche del agua, una cuestión de clase

Los datos hablan por sí solos. La industria del turismo, sus piscinas, jacuzzis, campos de golf y cruceros de lujo son los sectores que más agua consumen. Cada uno de los cruceros que atracan en el Puerto de Barcelona gasta una media de 628.000 litros de agua, y en 2023 llegaron nada más ni nada menos que 880.

En la ciudad de Barcelona solo las piscinas y jacuzzis de los hoteles representan un 10% del global. En los establecimientos de cinco estrellas, que no reparan en lujos, el consumo diario medio por turista llega a los 545,5 litros; en los de cuatro estrellas a los 373,3 litros; en los de tres unos 232 litros; y en los de dos 165 litros. Todos ellos están muy por encima del consumo medio de un barcelonés (106 litros diarios). Sin embargo, aunque las grandes empresas hoteleras lideran el despilfarro del agua, ¡el verano pasado quedaron exentas de las restricciones de la Generalitat![1]

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La industria del turismo, sus piscinas, jacuzzis, campos de golf y cruceros de lujo son los sectores que más agua consumen. 

Los datos del consumo de agua por barrios en Barcelona son claros. En Sarrià-Sant Gervasi, el consumo medio doméstico es de 128 litros por persona y día, mientras que en Nou Barris es de 92[2]. Es decir, el consumo de agua en los barrios más ricos es un 40% más elevado que el de los barrios más pobres. Es una auténtica salvajada.

La situación es aún más escandalosa si comparamos el gasto de las familias obreras con los campos de golf, lujos innecesarios pero útiles para un puñado de parásitos especuladores. En un país con más de 300 días de sol al año, los setenta campos de golf catalanes consumen 7,9 hm3/año de agua (lo mismo que la ciudad de Barcelona entera en todo un mes). Los ocho parques acuáticos que engordan los bolsillos de los grandes magnates como Josep Maria Cama (propietario de Water World, Aquadiver e Illa Fantasia, con más de 7 millones de euros de facturación anual) consumen 55 hm3/año. Y todavía tienen el morro de decirnos que “no son grandes consumidores de agua”[3] y acusarnos a la gente normal de estar 10 minutos en la ducha, en lugar de 5.

El capitalismo condena al planeta a un cambio climático de consecuencias imprevisibles

La sequía es consecuencia directa del cambio climático, que provoca cada vez más fenómenos extremos sin precedentes en la historia y que, como ha demostrado un estudio científico tras otro, es resultado directo del control de la economía mundial por un puñado de grandes multinacionales.

Episodios de calor insoportable, incendios masivos, plagas y epidemias, temporales devastadores, inundaciones, etc. se suceden a lo largo y ancho de todo el mundo, y afectan a la población causando miles de muertes diarias, pérdida de biodiversidad y migraciones climáticas.

El sistema capitalista busca el beneficio privado de un puñado de grandes ricos, y con este objetivo se justifica todo tipo de aberraciones ecológicas y medioambientales.

Lo vemos a nivel internacional, en las políticas de destrucción de baluartes de la naturaleza como la selva del Amazonas[4] o la banquisa ártica[5]. También en la extracción de litio y otros minerales, que destruyen regiones enteras[6]. Del mismo modo lo vemos en Catalunya, con macroproyectos como la ampliación del Aeroport del Prat, que pide la reconducción del rio Llobregat y exige llenar de cemento la zona de humedales de l’Estany de la Ricarda; el Hard Rock, cuyo proyecto incluye una piscina de 6.000 metros cuadrados que consumiría unos 150 millones de litros anuales; o la construcción de los tramos que faltan de la B-40 que acabarían afectando espacios muy ricos medioambientalmente. Todas estas obras han sido defendidas tanto por la derecha españolista, como Junts y el PSC, y han sido aceptadas el Govern de ERC.

No es sequía, es saqueo. ¡Nacionalizar ya AGBAR y las eléctricas!

No hay solución posible bajo la lógica del sistema capitalista. Un ejemplo especialmente escandaloso lo tenemos en Catalunya con AGBAR.

Esta empresa privada –propiedad mayoritaria de la multinacional Veolia, con un 15% de Caixabank y otro 15% de la AMB– controla más del 70% del agua de Catalunya.

Como han señalado distintas organizaciones ecologistas, el carácter privado de AGBAR y su búsqueda del máximo beneficio “es a expensas de comprometer las inversiones necesarias o de imputar a la tarifa del agua sobrecostes o costes no asociados al servicio”, generando  “graves situaciones de pobreza hídrica (...) en las que familias y personas no pueden hacer frente al pago de los recibos. Esta coyuntura, sumada a la crisis habitacional y a la mercantilización de la energía, es un cóctel molotov para la generación de pobreza, desigualdades y exclusión social[7]”.

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Macroproyectos como la ampliación del aeropuerto de El Prat, la B-40 o el Hard Rock, destruyen la naturaleza, explotan a los trabajadores, fomentan lacras como la ludopatía y suponen un desperdicio de agua insoportable. 

Aunque acumula denuncias por todo tipo de irregularidades, sobreprecios y prácticas lesivas para el medioambiente, el PSC y la antigua CiU siempre han impedido que la concesión de AGBAR (aprobada hace más de 100 años) sea anulada. Tampoco este problema fue atajado bajo las alcaldías de Ada Colau: en 2015 su municipalización fue paralizada por los jueces sin que Barcelona En Comú llamaran a no aceptar esta imposición y movilizar en las calles.

Tras aumentar los precios más de un 60% entre 2008 y 2015, la presión social que exigía la municipalización consiguió congelar nuevas subidas de precios. Pero recientemente han vuelto a imponer su avaricia patronal: más del 56% de la tarifa corresponde a conceptos no relacionados con el suministro de agua.

Otros ejemplos son la industria cárnica y la explotación de las macrogranjas. Según Datadista, una macrogranja con 7.200 cerdos necesita al menos 31 millones de litros de agua al año, casi el doble de lo que reclama un municipio pequeño de unos 400 habitantes[8]. O la propia gestión de los embalses. Grandes compañías eléctricas como Iberdrola, Endesa, etc. los vacían cuando los precios de la electricidad están altos, lanzando al mar las reservas de agua cuando más negocio pueden hacer[9].

Luchar por el socialismo para defender el ecosistema

La conclusión es evidente. El problema no es cuánto rato pasamos en la ducha, sino la impunidad con la que actúan las grandes empresas.

Es urgente nacionalizar AGBAR, las eléctricas y las grandes empresas del sector turístico y la hostelería, la banca y las grandes palancas fundamentales de la economía. Necesitamos establecer un sistema racional de utilización y consumo de los recursos naturales respetuoso con el medioambiente y que asegure su sostenibilidad y pervivencia en el tiempo.

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El dominio de las grandes empresas provoca la destrucción del medio ambiente. Hay que nacionalizar Agbar, las eléctricas, el oligopolio turístico, la agroindustria y la banca. ¡Hay que recuperar la movilización en las calles y construir una izquierda de combate! 

Para hacer esto posible hay que recuperar la movilización en las calles. De la mano de los defensores del sistema –ya sea el PSOE, la derecha catalanista de Junts o los dirigentes socialdemócratas de ERC– los grandes grupos empresariales seguirán saliéndose con la suya.

Las movilizaciones contra la ampliación del Aeroport del Prat, el Hard Rock o la B40 mostraron la disposición a luchar. Este es el camino. Unificar estas batallas, vincularlas entre sí, extender el apoyo y unir todas las reivindicaciones para levantar una izquierda de combate que luche por poner fin al desastre ecológico al que nos conduce la depredación capitalista.

 

Notas: 

[1] El turisme no consumeix aigua.

[2] “La bretxa de l’aigua: crisis urbanes pel consum poc sostenible de les rendes altes.”

[3]  L’imperi dels parcs aquàtics a Catalunya

[4] https://twitter.com/WxNB_/status/1710989047324119355?s=20

[5] Biden aprueba el proyecto Willow para extraer petróleo en Alaska, allende el círculo polar ártico.

[6] ¿De dónde sale el agua para cubrir la demanda de litio?

[7]  ¿Por qué hay sequía? La gestión del agua en el Mediterráneo (opcions.org)

[8] “Catalunya té més porcs que ciutadans i 856 macrogratges que consumeixen milions de litres d'aigua”. Leer en este link.

[9]  Iberdrola vuelve a vaciar pantanos en Extremadura para producir electricidad en mitad de la sequía

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