¡Derecho a la autodeterminación SÍ, pactos con la derecha nacionalista NO!

Por una política socialista, revolucionaria e internacionalista

La cuestión nacional catalana vuelve a situarse en el centro de la lucha política. Desde el gobierno del PP y la cúpula del aparato del Estado, pasando por la dirección del PSOE y de Ciudadanos, se atiza la campaña españolista alegando “respeto a la legalidad” y defensa de la Patria”. Una unión sagrada que suma refuerzos en una cruzada que recuerda épocas pasadas: la Conferencia Episcopal dicta su condena contra las pretensiones independentistas, los empresarios se muestran temerosos por la fuga de “capitales” de Catalunya, los medios de comunicación publican editoriales apocalípticos, y Rajoy comparece de forma solemne desde Béjar (Salamanca) asegurando “que nadie ni nada romperá España”.

El carácter antidemocrático del españolismo llega al punto de tratar de impedir que el derecho a decidir se debata —tal como hicieron PP y Ciudadanos—, algo que finalmente rechazó hasta el propio Tribunal Constitucional. Todas las declaraciones pomposas en defensa de la democracia resultan una auténtica burla cuando al final tratan de impedir que los catalanes puedan ejercer plenamente el derecho de autodeterminación, votar y decidir libremente.

Pero la crisis en torno a la cuestión catalana no tiene sólo este frente abierto; se agudiza también por las dificultades de la derecha nacionalista para ganar el apoyo de la CUP a la investidura de Mas. Las contradicciones en este caso son tan evidentes que, sin descartar nada, la posibilidad de unas elecciones anticipadas se abre paso.

Ciudadanos, PP y PSC se ofrecen a salvar a Mas

Tras la urgencia de Rajoy, Albert Rivera y Pedro Sánchez para reunirse y discutir los pasos a dar ante la terrible amenaza que supone la aprobación de una resolución en el Parlament, se esconde un completo cinismo. ¿Por qué no han tenido esta misma reacción ante los miles de desahuciados expulsados de sus hogares? ¿Por qué no mostrarse tan vehemente ante el aumento vertiginoso de la pobreza, que afecta ya a casi el 30% de la población? ¿No merece eso un “pacto por España”?

Obviamente aquí también entra el cálculo electoral. Los tres partidos piensan en los votos que la cuestión catalana les puede proporcionar de cara al 20D. Por supuesto eso no les impide tender la mano a Mas para abrir negociaciones y garantizar un Gobierno estable en Catalunya. Desde el PSC no se han cortado en plantear a Convergència un “Govern de progreso”. También la portavoz de Ciudadanos —la misma que “abandera” la crítica a Mas por la corrupción que ahoga a su partido— ha declarado que no tendría problema alguno en sostener un nuevo gobierno de los mismos corruptos, si Mas y CDC abandonan sus veleidades independentistas. Aquí vemos dónde quedan los principios en la política burguesa, y el cinismo y la demagogia con que actúan los defensores de la patria y la unidad de España. Lo importante es asegurar la gobernabilidad: que los de siempre, los bancos y las multinacionales, que la élite política continúen haciendo buenos negocios a costa del sufrimiento de la mayoría.

Mas y Converegència acorralados: hay que echarles definitivamente de la Generalitat

Artur Mas y su partido, inmerso en una crisis profunda y acorralado por los constantes y sangrantes casos de corrupción (3.000 millones se han descubierto a los Pujol en paraísos fiscales), tratan desesperadamente de mantenerse en el Govern. Estos hechos, y la oposición de la CUP a la investidura de Mas en las primeras votaciones, está abriendo fisuras muy serias en las filas de CDC y del Govern en funciones. El veterano dirigente de Convergència Antoni Fernández Teixidó ha dimitido de sus cargos orgánicos: “No me reconocía en la hoja de ruta esbozada en el programa electoral de Junts pel Sí, muy alejada de nuestra tradición política”. También el conseller de Economía, Mas-Colell, manifestó por primera vez en público su rechazo completo a las cesiones realizadas a la CUP, alertando de la ruptura con su base social. Pero las declaraciones más llamativas, y de mayor carga, han sido las pronunciadas por Francesc Homs, mano derecha de Mas durante los últimos años como portavoz del Govern y actual candidato de CDC a las generales. Homs rebajó claramente las expectativas del proceso independentista, abogando por abrir un proceso de diálogo con el gobierno central orientado a una reforma constitucional pactada, e indicando que no hay una mayoría suficiente para culminar la independencia. Más claro agua.

Parece evidente que el “ardor independentista” de CDC está cediendo. Como señalamos los marxistas, en ocasiones el aparato político de la burguesía —en este caso de la burguesía catalana— puede trazar una línea propia y de objetivos contradictorios con los intereses globales de la clase a la que representa. La madeja de ventajas políticas y económicas tejida en torno a la Generalitat, de la que viven miles de arribistas y que ha sido alimentada por los gobiernos de Convergència, presionó para que Mas y sus afines se subieran al carro del independentismo. Era la mejor coartada para sortear la fuerte movilización social que cuestionaba su política de recortes salvajes. La bandera independentista, y los ataques reaccionarios del PP y del aparato del Estado, les proporcionaron combustible para mantener su base de apoyo. Pero de ninguna manera el gran capital catalán respalda esta deriva, y mucho menos convertirse en rehenes de la CUP.

Llevar adelante la resolución de “desconexión” frente a la oposición del aparato del Estado requeriría de un proceso masivo de desobediencia civil, contando con la participación y organización de las masas y especialmente de las masas trabajadoras, como ocurrió en Irlanda y otros procesos de autodeterminación. No es este el caso. Convergència jamás afrontará este camino, todo quedará de su parte en palabras, preparando cuanto antes la retirada.

La CUP tiene que ser coherente. Ningún apoyo a Mas ni al partido de los recortes

La negativa de las CUP a investir a Mas está colocando en una situación crítica al partido de la oligarquía catalana. Estanegativa y sus planteamientos y lenguaje anticapitalistas —que son atacados constantemente desde Convergència y su entorno— han colocado a la CUP como una referencia para miles de jóvenes y trabajadores en Catalunya, que ven posible un cambio real.

La presión ejercida sobre la CUP trata de romper con estas resistencias, y atraerles a la lógica del parlamentarismo burgués y la colaboración de clases. Por eso es completamente negativo que los dirigentes de la CUP sigan insistiendo en las negociaciones con Convergència, que las lleven a cabo además de manera secreta, y que siguan manteniendo cualquier atisbo de esperanza de alcanzar un pacto con la burguesía catalana que al mismo tiempo beneficie la causa de los explotados. Cualquier fórmula que encubra tanto la investidura de Mas como la formación de un Govern con Convergència sería un tremendo error, y daría oxígeno al partido de los recortes y la corrupción para aplicar las mismas políticas con otro discurso.

También Catalunya Sí que es Pot, y Podemos, tienen una gran responsabilidad. La defensa de un referéndum legal vinculante no es creíble si luego se vota junto al bloque del No la resolución de “desconexión”. Una posición de clase independiente hubiera sido la abstención, jamás votar NO, y presentar una declaración propia a favor de la autodeterminación y de la lucha por el socialismo, denunciando la posición españolista y antidemocrática del PP, y manifestando un completo rechazo a la política y las maniobras de la burguesía catalana.

Durante cuatro años millones de trabajadores nos hemos enfrentado en las calles a los recortes de Convergència y del PP. Y si algo ha demostrado la experiencia es que no basta con el voto, no basta con contar con más fuerzas en los ayuntamientos y en los parlamentos. La clave para el cambio político es la movilización de masas, la organización y la defensa de un programa socialista, revolucionario, internacionalista, que ataque el fondo del problema. Sólo así lograremos hacer realidad también el derecho a la autodeterminación.

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