Necesitamos una alternativa anticapitalista
El pasado 5 de marzo Ximo Puig, presidente de la Generalitat, anunció la convocatoria de elecciones autonómicas para el 28 de abril, haciéndolas coincidir con las generales. Con este adelanto de un mes el PSPV-PSOE, guiado por los pronósticos de crecimiento del voto útil para frenar al bloque reaccionario, busca aumentar sus escaños en el País Valencià.
El ejecutivo autonómico, formado por PSPV y Compromís —el conocido como Govern del botànic—, con el apoyo de Podem, ha sido el primero de la izquierda después de 20 años de gobiernos del PP. La clase trabajadora y la juventud expresaron su rabia en las urnas apoyando a estas formaciones y el PP cosechó un fuerte batacazo, perdiendo casi la mitad de su electorado. Esta victoria se enmarcó en las elecciones autonómicas de 2015, donde la movilización electoral de la clase trabajadora contra el PP dio a las llamadas “fuerzas del cambio” las principales autonomías y ayuntamientos del Estado español. Tras años y años de corrupción enquistada, de ataques a la educación y sanidad públicas, y a todos los servicios sociales; tras el expolio absoluto de los recursos públicos de la Generalitat por parte de los principales capos de las tramas corruptas del PP, se abría la posibilidad de dar un giro radical a la situación.
Balance de cuatro años de cambio ausente
Sin embargo, aunque PSPV, Compromís y Podem difunden como un éxito los resultados de su gobierno, la realidad es que no ha habido ningún cambio sustancial en nuestras condiciones de vida. El 33,4% de la población en edad laboral se encuentra en riesgo de pobreza y exclusión social; estos datos no han variado desde 2017, según el informe Un empleo contra la exclusión de la Fundación Adecco. Un ejemplo de la respuesta social habida ante esta situación ha sido la gran cantidad de conflictos protagonizados por diferentes sectores: huelgas de los profesores asociados de la UV y UPV, de los bomberos forestales, de los trabajadores de la EMT y los Ferrocarriles de la Generalitat, de las trabajadoras de educación especial y de la limpieza de institutos y edificios públicos. También han protagonizado protestas los profesores interinos, entre otros colectivos.
Por otro lado, la red privatizadora de la derecha prácticamente sigue intacta mientras la Generalitat se escuda en que no puede incumplir ni romper con las leyes; en que quiere cambiarlas pero que eso requiere tiempo; la misma cantinela de siempre. Las subcontratas de la limpieza de institutos y edificios de la administración y las de la red de barracones en colegios e institutos públicos —tras cuatro años, la mitad de los barracones siguen ahí— son una clara muestra de esto.
Otro ejemplo es el hospital de La Ribera, en Alzira, modelo puntero en explotación privada de la sanidad y un escándalo de derroche de dinero público. La Generalitat vaciló, pero llevó adelante la conversión. A pesar de esto, las condiciones de trabajo del personal no han cambiado cualitativamente: el mismo esquema de explotación que antes continúa, guardias de 24 horas de manera ilegal y horas extras que no se cobran.
El Govern del botànic presume de haber logrado una reducción del déficit, pero esto no ha revertido nada en los trabajadores. Lo único que se arregla son los balances de los negocios privados. La factoría de Ford ha recibido 54,3 millones de euros públicos en estos cuatro años mientras empeora las condiciones de trabajo, realiza EREs y despide. Esta es la alternativa de cambio que ha ofrecido la política reformista del Govern, creando descontento en su base social. Aunque las últimas encuestas indican una posible victoria del PSPV, que aglutinaría el voto útil contra la derecha, y la posibilidad de reeditar el Govern actual, el escenario de las elecciones está muy abierto.
Desde Esquerra Revolucionària defendemos que la forma más eficaz y contundente de frenar al bloque reaccionario en las urnas es intensificando la lucha en la calle y la defensa clara de una alternativa al capitalismo, de un programa de transformación socialista, capaz de ilusionar y movilizar la inmensa reserva social de la izquierda.