¡Por una huelga general para echar al PP, Cs y Vox del Gobierno de Madrid!
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24 horas después de que decenas de miles de trabajadores y jóvenes protagonizáramos una movilización histórica contra el confinamiento clasista decretado por el Gobierno del trifachito, Pedro Sánchez corría a reunirse con Díaz Ayuso para ofrecerle todo su apoyo. La población obrera de los barrios de Madrid que sufrimos los desastres de la pandemia, que hemos soportado la muerte de nuestros mayores abandonados en las residencias, que sobrevivimos acosados por el hacinamiento y los desahucios, con contratos basura o arrojados al desempleo y la pobreza, no podemos esperar nada de la derecha. Pero era difícil imaginar esta actitud desde el Gobierno de coalición.
En un escenario propio de otras épocas, con 11 banderas españolas desplegadas y otras tantas de la CAM, el espectáculo de la rueda de prensa conjunta de Sánchez y Ayuso no ha podido ser más lamentable y, en algunos momentos, bochornoso. El presidente del Gobierno de coalición del PSOE y Unidas Podemos mostraba su respaldo inequívoco a una reaccionaria que ha convertido la capital en el epicentro de la pandemia. ¿Acaso Sánchez ha olvidado que este Gobierno del PP, Cs y Vox impulsó las movilizaciones del barrio de Salamanca en pleno pico de los contagios, y que es el mismo que continúa recortando la sanidad y la enseñanza pública? No, lo sabe y muy bien.
El apoyo de Sánchez al Gobierno del PP madrileño, precisamente cuando se encuentra en sus horas más bajas y es más cuestionado, obedece a la estrategia política de la “Unidad Nacional” que con tanto ahínco han defendido los ministros del PSOE y, lamentablemente, también los de Unidas Podemos. ¿Cómo se ha podido llegar a esta situación? ¿No nos aseguraba Pablo Iglesias que su entrada en el Gobierno tenía el fin de arrastrar al PSOE a la izquierda? ¿No ven que está sucediendo justamente lo contrario?
En la rueda de prensa no han podido escucharse más elogios y deseos de colaboración. Ayuso reconoció estar encantada con una reunión que “abre una nueva etapa para caminar juntos”. Sánchez afirmó que no venía “a valorar, ni a juzgar” sino a apoyar. Pero ¿toman por imbéciles al pueblo madrileño, a las familias trabajadoras confinadas en guetos, a la juventud sin futuro que es criminalizada todos los días? ¿Cómo se puede ser tan cínico para pretender ocultar que no se haya tomado ninguna medida efectiva para frenar el avance de la pandemia en Madrid?
Porque este es el verdadero trasfondo de la cuestión. El acuerdo que se ha hecho público únicamente establece la formación de una comisión técnica integrada por responsables de la administración. Ni una sola propuesta para reforzar la atención primaria y rescatar nuestros ambulatorios del colapso que sufren. Ni una decisión sobre contratar a miles de sanitarios. Ayuso, con la aquiescencia de Sánchez, ha tenido la poca vergüenza de decir que no hay médicos y enfermeros que contratar, mientras la sanidad privada sigue haciendo negocio para quien pueda pagar. ¡Qué se lo digan a los miles de sanitarios que soportan jornadas extenuantes, contratos basura por horas y salarios de miseria! ¡Y el presidente Pedro Sánchez apoya estas palabras!
Hoy, los barrios obreros confinados han amanecido plagados de policías haciendo controles y patrullas. Una forma descarada de intimidar a la población, especialmente a nuestros hermanos de clase inmigrantes que padecen las consecuencias del trabajo sin contratos. ¿Y esto es lo que va a evitar la progresión de los contagios? Por supuesto que no. Los informes de los especialistas han echado por tierra estas medidas poniéndolas en la picota. El problema es que desde el Gobierno del trifachito en Madrid no se ha hecho nada en estos meses por reforzar la sanidad y tomar medidas sociales efectivas en nuestros barrios, abandonados desde hace años por todas las administraciones y Gobiernos. Y lo peor de todo es que esa fuerza policial intimidatoria puede aumentar su despliegue en los próximos días gracias al apoyo que prestará el Gobierno central, que incluso ha propuesto movilizar al Ejército y a la Guardia Civil.
La política de “Unidad Nacional”: un cáncer para la izquierda
¿Tiene esto algo que ver con una política de izquierdas? Rotundamente NO. Y lo más lamentable es que tendremos que seguir escuchando a los portavoces del Gobierno de coalición que estemos alerta por el avance de la extrema derecha. Es precisamente esta actuación que desarma a la izquierda lo que allana el terreno a la reacción.
La política de “Unidad Nacional”, de colaboración de clases, tiene consecuencias nefastas. Cuando Pedro Sánchez inauguró el curso político con un acto bajo el lema España puede, lo hizo rodeado de lo más granado de la burguesía española. Bajo la atenta mirada de Ana Patricia Botín (Santander) José María Álvarez Pallete (Telefónica), Carlos Torres (BBVA), Florentino Pérez (ACS), José Ignacio Sánchez Galán (Iberdrola) o Pablo Isla (Inditex), el presidente arrancó el aplauso y las alabanzas de todos los oligarcas.
Los grandes capitalistas no pueden ocultar su satisfacción por el rumbo que Pedro Sánchez ha elegido. Aunque obviamente el Gobierno de coalición no era su opción preferida, una vez se conformó dejaron de lado cualquier prejuicio y movilizaron su capacidad de presión y persuasión para imponer su agenda en las cuestiones de fondo. Por su propia experiencia saben que los dirigentes del PSOE tienen una aptitud más que probada en la gestión del capitalismo, especialmente en los periodos más tormentosos. Lo que no tenían tan claro era la respuesta de los líderes de Podemos y, particularmente, de Pablo Iglesias. Pero, a la vista de los resultados, están bastante confiados. Los llamamientos desde Moncloa a la unidad, a la estabilidad política y a la paz social son su mejor garantía.
A pesar de todo el esfuerzo de propaganda para convencernos de que la salida a esta crisis sería completamente distinta a la de 2008, los hechos demuestran que no es así. El famoso escudo social se ha mostrado insuficiente e incapaz de dar solución a los problemas que sufren hoy millones de familias trabajadoras. La sanidad y la educación públicas se encuentran al borde del colapso y sin recursos para hacer frente a este nuevo rebrote, mientras el Ingreso Mínimo Vital no ha llegado ni a un 1% de los solicitantes. La tasa de pobreza afecta al 21% de la población, al tiempo que estalla una nueva oleada de desahucios sin que el Gobierno haga nada relevante por impedirlos. Las cosas, sin embargo, son completamente distintas para los grandes capitalistas.
La banca y el Ibex 35 han recibido un chorro de 100.000 millones de euros, y la patronal se está ahorrando los salarios de millones de trabajadores gracias a que el erario público los paga en forma de ERTE. Pablo Iglesias dijo que “se habían nacionalizado los salarios”. En efecto, pero las ganancias siguen siendo privadas. Estamos ante el sueño de cualquier capitalista.
Pero esto ha sido sólo el principio. El acercamiento de Sánchez a Ciudadanos y el mensaje que ha mandado al Partido Popular —arropado por los principales empresarios del país—, no deja lugar a dudas. “El diálogo” y la “unidad” que reclama están cargados de intencionalidad: llevar a acabo una política que contente a Merkel, al IBEX y a la CEOE. Así se explica el espectáculo dado por Pedro Sánchez arropando a Díaz Ayuso. Están escenificando el guión que marcan los grandes poderes económicos, a costa del sufrimiento del pueblo trabajador.
Para que este plan llegue a buen puerto es indispensable otro ingrediente: la paz social. Y aquí es donde entran en juego los grandes sindicatos, CCOO y UGT, cuyas cúpulas aseguran que harán todo lo posible para que se mantenga a toda costa, y las luchas que estallen se reconduzcan los más rápidamente posible con acuerdos beneficiosos para quién dicta este guión. Así ha ocurrido con el conflicto de Nissan, saldado con la destrucción de más de 20.000 empleos, o con su negativa a unificar la lucha del profesorado y convocar una huelga general de toda la comunicad educativa contra el caos del inicio de curso.
El papel que se asigna en esta estrategia a Unidas Podemos va en la misma dirección: cubrir el flanco izquierdo y que la situación no se desborde. En política hay que ser siempre concretos, partir de la realidad y no de lo que nos gustaría que ocurriese. La novedad no es que la burguesía, la derecha y la socialdemocracia haga todo lo que esté en su mano para garantizar la estabilidad del capitalismo español y del régimen del 78. La cuestión es que Unidas Podemos se embarque en esta misión, amague con diferencias retóricas para retroceder inmediatamente, e insista en comprometer su crédito político para dar cobertura a una operación estratégica que va contra los intereses de las clases populares.
Si Pablo Iglesias piensa que así demuestra su “realismo”, y que evitará el avance de la derecha, está muy equivocado: esto conduce no solo a nuevos desastres electorales, como se ha comprobado en Galiza y Euskadi, también profundiza la ruptura con su base social y con las aspiraciones de transformación de los millones de personas que con su acción en las calles permitieron la irrupción de Podemos. Como se ha visto en el caso de Madrid, esta política fortalece a la reacción.
Sin ánimo de caer en el sectarismo sino de hacer una crítica constructiva —porque lo que está en juego es mucho—, tenemos que decir que la aceptación de la lógica del mal menor y la justificación de que no hay margen para cambiar las cosas en función de la aritmética parlamentaria son un gravísimo error. La correlación de fuerzas, como muy bien sabe Pablo Iglesias, solo se puede modificar en el transcurso de la lucha. Sosteniendo la política de la colaboración de clases que quieren Sánchez, Botín, Garamendi y compañía, contribuirán a que la mayoría de la población se enfrente a consecuencias muy amargas.
Por una huelga general en la Comunidad de Madrid ¡Ayuso dimisión!
El acuerdo escenificado entre Sánchez y Ayuso habrá hecho recordar a miles de activistas los gritos de las grandes movilizaciones del 15-M: Lo llaman democracia y no lo es, PSOE-PP la misma mierda es. Pero no se puede volver al pasado. Lo que hay que hacer es extraer las lecciones de la experiencia y construir una alternativa de lucha para el presente y el futuro.
Desde Izquierda Revolucionaria defendemos que sí existe la fuerza, el compromiso y la determinación para cambiar radicalmente esta realidad y levantar una política de independencia de clase contra la derecha y los grandes poderes capitalistas. Lo ocurrido el domingo 20 de septiembre en los barrios de Madrid lo confirma. La clase trabajadora tiene el potencial para torcer el brazo a nuestros opresores, pero esa fuerza se tiene que organizar y movilizar, no paralizar mediante la conciliación con la reacción.
Es necesario que toda la izquierda que lucha, que toda la base militante de los sindicatos de clase, de Unidas Podemos, de los movimientos sociales, impulsemos una gran campaña por la convocatoria de una Huelga General para echar a la derecha clasista y racista del Gobierno de Madrid. Lejos de dar ninguna tregua, como pretende Pedro Sánchez, hay que intensificar la movilización en los barrios y transformar las manifestaciones que se convoquen en estos días en un clamor para exigir la dimisión de Ayuso y la huelga general para lograrlo.
Sánchez ha dado un severo golpe a la credibilidad del Gobierno de coalición. Si Pablo Iglesias y los dirigentes de Unidas Podemos no quieren ser participes de este grave error deben rectificar su política y oponerse firmemente a este rumbo, y lo deben hacer públicamente, rechazando la sumisión a una socialdemocracia que solo quiere gobernar para los poderosos. Los dirigentes de UP tienen la obligación de escuchar las demandas de su base social, y resolver las necesidades de los que padecemos las consecuencias de la pandemia y la crisis.
No podemos confiar más que en nuestras fuerzas. La idea de que en el parlamento cambiaremos la sociedad es una utopía reaccionaria. Los cambios reales dependen de nuestra capacidad de movilización y organización en las calles, defendiendo una política de izquierdas consecuente. Es la hora de dar un paso al frente y transformar la indignación en organización. Es la hora de militar y construir una alternativa de lucha contra el capitalismo, de llamar a las cosas por su nombre, de levantar con fuerza la bandera de la revolución socialista. Te animamos a que te unas a Izquierda Revolucionaria para luchar por esta alternativa y este programa.
1. Plan de choque para rescatar la sanidad pública, sus centros de salud y hospitales. Fuera los recortes. Inversión mínima de 100.000 millones de euros, lo mismo que ha entregado el Gobierno central al IBEX 35 y la banca. Contratación inmediata de 80.000 médicos, enfermeros y enfermeras, personal de limpieza y celadores.
2. Pruebas PCR para toda la población y resultados en 24 horas. Contratación inmediata de miles de técnicos sanitarios y de rastreadores. Nacionalización de todos los laboratorios privados e integración de los mismos en los servicios públicos sanitarios.
3. Nadie puede lucrarse con nuestra salud. Nacionalización de la sanidad privada. Los medios y recursos de estas multinacionales deben pasar a gestión pública bajo control democrático de los trabajadores sanitarios y sus organizaciones.
4. Plan de choque para rescatar la enseñanza pública y una vuelta segura a las aulas. Nacionalización de la enseñanza privada y concertada. Contratación de 165.000 profesores y reducción de ratios a 15 alumnos por aula.
5. Permisos retribuidos para todos los trabajadores y trabajadoras de cara a poder conciliar la atención familiar y cubrir las cuarentenas.
6. Seguro de desempleo de 1.200 euros para todos los parados y paradas hasta encontrar un puesto de trabajo. Escudo social sí, pero de verdad.
7. Prohibición por ley de los desahucios. Expropiación inmediata de más del millón de pisos vacíos en manos de los bancos. Creación de un parque público de vivienda social con alquileres no superiores al 10% de los ingresos mensuales.
8. Prohibición de los despidos. Vivimos con el miedo de dar positivo, contagiarnos y ser despedidos.
9. Nacionalización de la banca, las empresas estratégicas, la energía y el transporte, para crear millones de empleos y resolver las necesidades de la población.