La batalla desatada en la cúpula de Izquierda Unida de Madrid en torno a la confección de las listas para las próximas elecciones municipales y autonómicas es la culminación de la etapa de declive político y organizativo más acusado de la organización. Mientras la dirección de Madrid, y las diferentes alas en la que se encuentra fragmentada, se dan cuchilladas con la mayoría del Consejo Político Federal, la base militante y miles de simpatizantes asisten perplejos a este nuevo espectáculo.
La defensa de una política revolucionaria, la intervención en la lucha de clases para construir entre los trabajadores y la juventud una alternativa de izquierdas consecuente, la táctica comunista de llevar a la tribuna parlamentaria la denuncia contra el capitalismo, han sido completamente abandonadas y sustituidas por la intrépida y exclusiva actuación en los pasillos de las instituciones burguesas. La dirección de IU se ha convertido en la quinta rueda del gobierno de Zapatero dando cobertura a su política en todos los aspectos fundamentales incluidos, por supuesto, aquellos más lesivos contra los trabajadores. De esta manera, la actual dirección encabezada por Llamazares, con el beneplácito de sus llamados "opositores", se ha convertido en un ejemplo acabado de lo que Marx llamó cretinismo parlamentario.
IU ha apoyado la política presupuestaria de Zapatero; ha secundado la contrarreforma laboral firmada entre el gobierno y los dirigentes sindicales; apoyó la Ley de Defensa Nacional que consagraba las intervenciones imperialistas del ejército español, y con sus votos el Gobierno pudo enviar soldados a Haití y Líbano; IU ha votado las leyes educativas del PSOE, leyes que hacen concesiones sustanciales a la patronal de la enseñanza privada y a la Conferencia Episcopal...
Este pronunciado giro a la derecha de la dirección ha tenido su correlato en la vida interna de la organización. Con este enfoque es imposible entusiasmar a la militancia. Muy al contrario, la base siempre es un estorbo en estas condiciones, cuando todo se urde en reuniones en sede parlamentaria y lo que cuenta son las rueda de prensa y que Rubalcaba se reúna en audiencia con nuestros líderes.
¿Por qué no podemos defender una política comunista?
La ruptura entre la mayoría que apoya a Llamazares en IU y la mayoría que controla el aparato central del PCE agrupada en torno a Frutos y Alcaraz es cada día más aguda. Lo que no está tan claro es dónde puede acabar este enfrentamiento ni el posicionamiento político de la mayoría de la dirección del PCE.
Durante años, los dirigentes del PCE han aceptado que el Partido permaneciera en el congelador, o para ser más realistas, se disolviese progresivamente en la maquinaria de IU. No han hecho nada serio por evitar la deriva derechista de IU, salvo intentar asaltar los órganos de dirección en los congresos. Pero ¿dónde está el PCE en el día a día de la lucha de clases? ¿Cuál es su acción concreta en los sindicatos para combatir la actual política de desmovilización y pacto social practicada por los dirigentes sindicales? ¿Cuál es su estrategia para construir una alternativa de izquierdas a la política del gobierno?
No basta con acusar a Llamazares en los Consejos Políticos Federales si en lo fundamental se tiene la misma visión reformista y parlamentarista de la organización. La dirección del PCE es la responsable en última instancia de lo que está ocurriendo.
Los acontecimientos de los últimos años ponen de manifiesto el espacio que existe para una alternativa de izquierdas anticapitalista y revolucionaria. Existe un terreno abonado para un programa comunista tal como demanda la base militante de IU y del PCE. Para ello es absolutamente imperioso abandonar la actual política reformista de la dirección y basarse en la movilización de la clase trabajadora. Romper con la política de "Pacto de Estado" con la dirección del PSOE respecto a la cuestión nacional, que lleva a respaldar en la práctica la Ley de Partidos. Impulsar la lucha de clases en las fábricas y en los tajos, en los centros de estudio y en los barrios, contra las agresiones a nuestros derechos y a nuestros salarios. Organizar el movimiento por una vivienda digna en base a un programa anticapitalista que sitúe la expropiación de las grandes constructoras y la banca como un eje central. Denunciar la política proimperialista del Gobierno y actuar contra la movilización de tropas en el exterior.
Sólo así se podrá reconstruir el Partido y volver a conectar con lo mejor del movimiento obrero y la juventud incorporando nuevas capas a la lucha. Pero esta tarea, visto lo visto, no se puede dejar en manos de dirigentes que han demostrado su capacidad tan solo para destruir el partido. Esta tarea será obra de los militantes que siguen creyendo en la causa comunista.