Al borde de agotarse la legislatura de Rodríguez Zapatero, millones de jóvenes y trabajadores del Estado español se preguntan en beneficio de quién gobierna el Partido Socialista. La luz de gas que proyecta en el conjunto del debate político la ofensiva insidiosa del PP, que ha mostrado con rotundidad los rasgos más rancios y brutales de la burguesía española, hace que la labor del gobierno apenas sea criticada desde posiciones de izquierda.
Al borde de agotarse la legislatura de Rodríguez Zapatero, millones de jóvenes y trabajadores del Estado español se preguntan en beneficio de quién gobierna el Partido Socialista. La luz de gas que proyecta en el conjunto del debate político la ofensiva insidiosa del PP, que ha mostrado con rotundidad los rasgos más rancios y brutales de la burguesía española, hace que la labor del gobierno apenas sea criticada desde posiciones de izquierda.
Los dirigentes de CCOO y UGT callan, otorgan y respaldan acríticamente al gobierno, asumiendo orgullosamente su papel de hombres de Estado que garantizan la paz social en aras del crecimiento económico. La política de la dirección de IU es imposible de distinguir, en los hechos, de la que lleva a cabo su homóloga socialista, si acaso destaca ese interés desbocado por "tocar poder" abandonando cualquier pretensión de defender una política genuinamente de izquierdas, mientras su apoyo electoral mengua irremisiblemente.
En estas circunstancias se hace necesario recordar el grito que más destacó en la jornada del 14 de marzo de 2004: ¡Zapatero no nos falles!
La socialdemocracia es el doctor democrático de las enfermedades del capitalismo
El gobierno de Rodríguez Zapatero no ha roto en ningún terreno (vivienda, sanidad, empleo) con la lógica que le impone el sistema capitalista, ni se ha basado en la movilización de la clase trabajadora para aplicar siquiera un programa de reformas en beneficio de la mayoría. Su santo y seña ha sido propiciar la desmovilización y apurar el juego del cretinismo parlamentario. Esta es la causa fundamental de la tendencia abstencionista en los barrios obreros, la clave de las elecciones municipales. Incluso en su apuesta de resolución de la cuestión nacional en Euskal Herria, ha cedido constantemente a las presiones de la derecha -incluso amagando con reeditar el "frente único" con el PP en este punto, que tan funestas consecuencias políticas ha tenido en el pasado- y de un aparato del Estado sin depurar de elementos reaccionarios, manteniendo la política represiva anterior y apuntalando la Ley de Partidos. Un auténtico estado de excepción jurídico que va a ser utilizado no sólo en la llamada lucha antiterrorista, sino contra el conjunto del movimiento obrero y sus sectores más combativos, como prueba de manera descarnada el encarcelamiento de los sindicalistas asturianos Cándido y Morala, un hecho sin precedentes que se produce al amparo del gobierno del PSOE.
En materia de política exterior, que es una continuación de la política doméstica, Rodríguez Zapatero inició su mandato con la retirada de las tropas de Iraq. No podía ser de otro modo si el PSOE quería afianzar su credibilidad después de las movilizaciones masivas que recorrieron las calles de todo el Estado español en el año 2003. Pero esta decisión le ha servido como coartada para mantener e incrementar la presencia de tropas españolas en otras intervenciones imperialistas aunque disfrazadas con el eufemismo de "operaciones de paz".
La reciente muerte de seis soldados en el Líbano ha vuelto a poner sobre el tapete este hecho incuestionable. En estos momentos cerca de 3.000 efectivos del Ejército español están desplegados fuera de nuestras fronteras, y desde 1999 los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE han enviado 40.000 soldados a participar en intervenciones de esta naturaleza. De esta manera, se dedicarán en 2007, bajo el gobierno de Rodríguez Zapatero, 23.000 millones de euros al gasto militar, la mayor cifra registrada en los últimos años.
¿Los capitalistas? Muy bien, gracias
En política económica la acción del gobierno tiene una orientación similar. Recientemente, el ministro de Economía, Pedro Solbes, alardeaba del crecimiento de la economía española en el primer trimestre del año: un 4,1%, al que sumar medio millón de empleos creados en los últimos doce meses. Pero la algarada montada en torno a estas cifras oculta otra realidad menos lustrosa para los trabajadores. Según un reciente informe de la OCDE, el salario real medio ha caído un 4% en los últimos diez años pese al fuerte crecimiento económico.
Esta es la prueba del algodón para un gobierno que se dice de izquierdas. En este mismo periodo los beneficios empresariales se han incrementado un 73%. El trasvase de plusvalía de los trabajadores a los bolsillos de los grandes capitalistas ha alcanzado niveles sin precedentes: la remuneración de los asalariados representó un 46,6% del PIB en 2006 cuando en el año 2000 rozaba el 50%.
No, no es extraño que los grandes capitalistas estén exultantes con la política económica del gobierno de Rodríguez Zapatero. Lo que realmente es deplorable es que los dirigentes sindicales continúen manteniendo a toda máquina una acción sindical basada en la desmovilización, los pactos sociales y topes salariales que ha sido la condición política excepcional para esta cosecha de beneficios desorbitados. Una política que no tiene nada que ver con el auténtico latir de las fábricas y del movimiento obrero, expresado en las últimas grandes huelgas que se han producido a lo largo y ancho del Estado (Huelga general de Cádiz, Metal de Vigo, Construcción de Andalucía y Pontevedra, Transportes y Limpieza en Asturias, Metal en Tarragona, Enseñanza en Euskadi...).
Todas las condiciones están maduras para pasar a una ofensiva sindical que recupere ampliamente el poder adquisitivo de los salarios. Todas menos una: la política de las cúpulas sindicales, que son un obstáculo para la recuperación de la lucha obrera.
Las cifras cantan: la temporalidad sigue en el 34%, a pesar de todas las reformas laborales (66% en el caso de los jóvenes menores de 25 años). El mismo informe de la OCDE señala que la proliferación de empleos precarios y con bajos sueldos, que ha sido la tónica en este periodo de bonanza económica, ha alimentado la bolsa de personas que viven por debajo del umbral de pobreza relativa, esto es, con menos del 60% de la renta media nacional y que en 2005 superó los dos millones de asalariados (en 1994 era de 1,3 millones).
Sueldos de miseria, jornadas extenuantes, incremento de los ritmos de producción, por no hablar de la siniestralidad. La explotación inmisericorde contra la clase obrera, nativa e inmigrante, es la que llena las cuentas de resultados de los capitalistas. Y todo, auspiciado y justificado por el gobierno y su ministro de Economía. Este último se ha atrevido a declarar, después de conocerse estas cifras, que los salarios deben regirse por ¡la productividad! ¿A qué se refiere el señor Solbes? ¿Que todavía no es suficiente? ¡Qué insulto a la clase obrera desde un gobierno que se proclama socialista!
La socialdemocracia está actuando como un defensor consecuente de los intereses de los grandes monopolios, las grandes empresas y la gran banca. De esta manera están minando su base de apoyo electoral y creando las condiciones para una explosión de la lucha de clases. Y no podrán contar eternamente con el auxilio de los dirigentes sindicales, que han abandonado cualquier principio socialista en su acción cotidiana. Llegados a este punto no puede sorprender que setenta empleados de CCOO de sus sedes de Vigo, A Coruña, Ourense, Pontevedra, Lugo, Santiago, Ferrol y Vilagarcía se pusieran en huelga por demandas salariales: "Somos un engendro rarísimo" declaraba a la prensa uno de los trabajadores en huelga contra el sindicato, "nos manifestamos para demandar un convenio justo en una empresa que se dedica a demandar convenios justos para otros trabajadores que no son los suyos". La plantilla tiene una media de 15 años en CCOO, y "sólo llegan a los mil euros los que tienen prorrateadas las dos pagas extras". El resto rozan los 900.
León Trotsky señaló hace ya bastante tiempo que, en la época de decadencia capitalista, hay una característica común en el desarrollo, o para ser más exactos, en la degeneración de las direcciones sindicales de todo el mundo: su acercamiento y su vinculación cada vez más estrecha con el poder estatal. Este es un hecho absolutamente reconocible en el Estado español y fuera de nuestras fronteras.
Precisamente con su política, los dirigentes reformistas del PSOE y de los sindicatos están propiciando que se acumule gran cantidad de material inflamable en la base de la sociedad. No se trata de reír ni de llorar sino de comprender los acontecimientos convulsos que van a sacudir de nuevo al movimiento obrero en el Estado español y en el resto del mundo. Acontecimientos que no nos pueden pillar desprevenidos y para los que hay que prepararse desde ahora, forjando una fuerte corriente marxista revolucionaria en los sindicatos de clase, en las empresas, en los tajos, en los barrios y en los centros de estudio.
· Crecimiento de la economía española en el primer trimestre de 2007: 4,1% · El salario real medio ha caído un 4% en los últimos diez años, mientras los beneficios empresariales se han incrementado un 73%. · En 2006: las empresas del Ibex 35 aumentaron sus ganancias en un 31% (42.768 millones de euros). La remuneración de los asalariados representó un 46,6% del PIB (en 2000 rozaba el 50%). Los consejeros y altos directivos de las empresas mejoraron sus sueldos un 28% respecto a 2005. · La temporalidad sigue en el 34% (66% entre menores de 25 años). · En 2007 se dedicarán 23.000 millones de euros al gasto militar, la mayor cifra de los últimos años. |