En julio pasado entró en vigor la "Carta de Invitación", un nuevo documento obligatorio para todos los ciudadanos extranjeros, no comunitarios, que deseen visitar a sus familiares o amigos residentes en el Estado español. Podría parecer una simple formalidad, pero no lo es. Tanto el que reside aquí como el visitante deben zambullirse en un sinfín de trámites absolutamente imprescindibles para que te concedan dicha carta.
En julio pasado entró en vigor la "Carta de Invitación", un nuevo documento obligatorio para todos los ciudadanos extranjeros, no comunitarios, que deseen visitar a sus familiares o amigos residentes en el Estado español. Podría parecer una simple formalidad, pero no lo es. Tanto el que reside aquí como el visitante deben zambullirse en un sinfín de trámites absolutamente imprescindibles para que te concedan dicha carta.
Entre otros documentos se pide, por parte de quien invita: escritura pública o título de propiedad, contrato de arrendamiento, certificado municipal acreditativo del número de personas que conviven en la vivienda, certificado o justificante del presidente de la comunidad de propietarios a la que pertenece la vivienda destinada al alojamiento, especificando el número de personas que conviven en la misma o cualquier otro documento análogo que atribuya al solicitante la disponibilidad de vivienda.
En cuanto a la persona que va a realizar la visita, debe enviar desde su país de origen los siguientes documentos: Fotocopia del pasaporte, documento que acredite el parentesco o vínculo, en el supuesto de familiares: certificación de inscripción de nacimiento, certificación pública u oficial del vínculo familiar debidamente legalizada y traducida y certificación oficial acreditativa del domicilio del invitado, igualmente legalizada y traducida.
Una vez reunidos todos estos documentos y después de que un instructor de la policía verifique que los trámites están en orden, se concede la carta, no sin antes pagar 101 euros por cada invitado, matando así dos pájaros de un tiro: pongo obstáculos a la posible entrada de inmigrantes y de paso llenamos las arcas.
Hacia un endurecimiento en política de inmigración
Desde luego esta nueva medida no es casualidad. Puede ser una de las primeras que se lleven adelante dentro de una política de mayor endurecimiento con respecto a la cuestión de la inmigración. Las declaraciones del nuevo ministro de Trabajo e Inmigración, Celestino Corbacho, no dejan lugar a dudas: "somos ciudadanos y debemos compartir los mismos derechos y deberes. Y las mismas obligaciones, ¿eh? Las dos cosas. Derechos y obligaciones. Un país en el que existe un contingente importante de inmigrantes no puede subsistir con un Estado de bienestar diseñado a la medida de cuando no los había" (El País, 20/04/08). Toda una declaración de intenciones.
Medidas como la "Carta de Invitación" sigue ahondando en la idea de relacionar a la inmigración con la picaresca y parten de la máxima de que "todos se vienen a quedar aquí porque se vive mejor trabajando menos". La realidad es bien diferente. Nada se dice desde el gobierno de cómo los inmigrantes son concebidos como mano de obra barata, debido a su desesperación, del abuso, de los accidentes laborales (que afectan especialmente a este colectivo), de las mafias que controlan los pisos patera, contra los que no se hace nada o de por qué un colectivo de cuatro millones de personas que trabajan y tienen obligaciones no tienen derecho a voto. Para este tipo de cuestiones no hay ningún replanteamiento de la política de inmigración.