La inflación se desboca, crece el desempleo, cae la recaudación fiscal, se desploman las ventas de pisos y coches, el PIB se estanca

La característica más llamativa de la economía española en las últimas semanas es su acelerado y profundo deterioro. La entrada en un cambio de ciclo era evidente y aceptada de forma general; a lo que todavía se resiste el gobierno es a admitir que, muy probablemente, la economía se esté encaminando a una situación de crisis grave, con hondas repercusiones en la situación social y política.

La inflación se desboca, crece el desempleo, cae la recaudación fiscal, se desploman las ventas de pisos y coches, el PIB se estanca

La característica más llamativa de la economía española en las últimas semanas es su acelerado y profundo deterioro. La entrada en un cambio de ciclo era evidente y aceptada de forma general; a lo que todavía se resiste el gobierno es a admitir que, muy probablemente, la economía se esté encaminando a una situación de crisis grave, con hondas repercusiones en la situación social y política.

Los datos más recientes casi siempre son peores que los anteriores, ¡y de qué manera! Aunque Zapatero y Solbes se nieguen a emplear la palabra "crisis", la economía  ha sufrido una caída tan brusca que apenas se puede hablar de crecimiento: el PIB del primer trimestre del año tan solo ha crecido un 0,3% respecto al último de 2007.  La compraventa de pisos y la concesión de hipotecas cayeron en marzo un 40% respecto al mismo periodo del año anterior; el desplome de los visados fue aún mayor, un 60%. La venta de coches, un dato siempre muy relevante de la situación del consumo y por su incidencia en la actividad industrial, cayó un 24,3% respecto a mayo de 2007 (se trata de otro desplome, sin precedentes desde que se iniciara la serie en 1989; ni siquiera en el mes de mayo de 1993, en plena crisis, el descenso fue tan abrupto).

Los tópicos sobre la fortaleza económica

La gravedad del panorama que están dibujando tales cifras está dejando seriamente en entredicho todos los tópicos sobre la "fortaleza" de la economía española repetidos hasta la saciedad en los últimos años, tanto por la derecha como por la socialdemocracia, y utilizados hasta hace muy poco tiempo para "relativizar" la situación. Se suponía que la construcción iba a tener un "aterrizaje suave", pero en realidad la caída del sector está siendo muy brusca y aún no ha tocado fondo. Se suponía que la industria iba a sustituir el papel de la construcción como motor de la actividad económica  pero esto no está ocurriendo: los datos más recientes indican una caída del 0,2% de la actividad industrial. La inversión, para utilizar el eufemismo de la prensa económica, "está perdiendo dinamismo". Respecto a la banca española, que se suponía un modelo de solidez y responsabilidad para el resto del mundo, ahora las cosas ya no están tan claras. Recientemente el gobernador del Banco de España ha advertido que la banca española no permanecerá "inmune" a los problemas financieros si persisten las turbulencias y se producen nuevos desequilibrios macroeconómicos graves. En realidad, estas turbulencias ya se están dejando sentir y la morosidad está incrementándose a velocidad de vértigo. En las cajas de ahorros, según los resultados de abril, los activos dudosos suman 13.000 millones de euros, un 140% más que el mismo mes del año pasado. Lo más revelante es que de este total acumulado, 2.026 millones corresponden tan sólo al mes de abril. Otro rasgo distintivo de la economía española, que hasta hace cuatro días se presentaba como el gran parapeto contra la crisis, el superávit presupuestario, todo el mundo da ya por hecho que no resistirá el año 2008.

Efectos negativos para las familias obreras

La crisis económica está teniendo una repercusión negativa clarísima en la situación de las familias obreras. En mayo el paro registra un incremento anual acumulado del 19%. Hay 318.000 desempleados (oficiales) más que hace un año. Algunos estudios prevén que la tasa de desempleo puede superar los dos dígitos en verano. En abril la inflación alcanzó una tasa interanual del 4,2%, un nivel que no se alcanzaba desde principios de 1994; para finales de año, o antes, la inflación podría superar el 5%, una verdadera dentellada al ya castigado poder adquisitivo de los salarios. Suben los precios de los alimentos, de la gasolina (un 8% en cinco meses), de las hipotecas (un 50% más caras que hace tres años). Y toda esta situación se está produciendo nada más empezar el ciclo recesivo.
Otro aspecto que se está deteriorando aceleradamente es la capacidad recaudatoria del Estado. En el primer cuatrimestre del año se ha producido una caída del 5,2% respecto al mismo periodo de 2007. Es la primera vez en quince años que caen los impuestos que pagan particulares y empresas. Pero como en otros parámetros, lo más revelador de la velocidad del deterioro es el dato más reciente: si contabilizamos sólo el mes de abril la recaudación cae un 20,5% respecto al mismo mes del año anterior. En el ingreso fiscal se está produciendo otro desplome, uno más. La mayoría de las previsiones dan por hecho que las administraciones públicas empezarán 2009 con déficit Y esto ocurre cuando la economía, al menos teóricamente, aún está creciendo. La conclusión de estos hechos es clara: la presión de la burguesía para recortar los gastos sociales se hará cada vez más intensa.

Calma tensa

Los hechos perceptibles y  los datos son bastante esclarecedores de las perspectivas que se abren y esto está incrementando la inquietud y la tensión en todas las esferas de la sociedad. La burguesía comprende perfectamente el cariz que está tomando la situación (aunque los grandes monopolios siguen batiendo records de beneficios en el primer trimestre), y quiere preparar el terreno más propicio para poder dar una vuelta de tuerca en las condiciones laborales y de vida de la clase obrera, con el fin de descargar el peso de la crisis sobre sus espaldas. Recientemente se están escuchando críticas cada vez más abiertas a la postura del gobierno, incluso a Solbes, que es un hombre de confianza de los empresarios y de los banqueros, por su actitud de negar la gravedad de la situación económica. "La inquietud que se destila en los ambientes económicos no parece haber empapado en las esferas oficiales", se podía leer en un artículo editorial titulado ‘La crisis que Solbes no ve' (El País, 1/06/08). En el fondo, esto es una queja de que el gobierno no está preparando psicológicamente a los trabajadores para medidas duras y "excepcionales", impuestas por una crisis "inesperada". En parte, la gravedad y la aceleración de la crisis ha pillado por sorpresa al propio gobierno, y un sector quizás aún esté demasiado hipnotizado por los "milagros" de la economía española en los últimos años como para haber asimilado todas las implicaciones que conllevan el cambio de escenario. De todas maneras, el gobierno y los capitalistas están navegando por un campo plagado de minas. Son conscientes de que hay una calma tensa que es muy fácil de romper, y que empeoraría el panorama aún más. El reconocimiento abierto por parte del gobierno de la gravedad de la crisis, necesaria para justificar medidas contra la clase obrera, tiene el inconveniente de ser un factor adicional de aceleración de la propia crisis; por otro lado, y a pesar de todas la cautelas, un cambio brusco de mensaje del gobierno (que hasta ahora ha venido defendiendo, de palabra, un incremento constante de la protección social), y más aún la puesta en marcha de medidas contundentes contra los trabajadores, puede ser bastante costoso políticamente para el gobierno y abrir un periodo de confrontación laboral y social que están tratando de retrasar al máximo.

A la búsqueda del ‘consenso'

El gobierno está preparando para aprobar antes de verano un "paquete de reformas estructurales" con el fin de "volver a la senda del crecimiento potencial de España". Por lo que ha trascendido hasta ahora de este paquete, el gobierno reducirá un 30% las cargas administrativas de las empresas, pero obviamente los empresarios quieren mucho, muchísimo más. Mientras Zapatero se empeña en "ilusionar a la sociedad" elucubrando sobre el "nuevo patrón" de crecimiento, basado en la tecnología, el valor agregado, en la productividad, en el conocimiento, etc., etc., la CEOE exige al gobierno que  "realice más reducciones de cargas fiscales, sobre todo en el impuesto de sociedades (que empezó a rebajarse el año pasado), y de las cuotas sociales (Seguridad Social, desempleo y Fondo de Garantía Salarial), así como mantener una disciplina de gasto y abordar una nueva reforma del mercado laboral". La CEOE quiere salarios "de forma acorde con las exigencias de la competencia internacional" (El País, 29/05/08). ¡Olé con el nuevo patrón de crecimiento, sin "uso intensivo de la mano de obra"!
La presión de la CEOE va a ir a más, y va a tratar de que sus exigencias sean aceptadas y presentadas como el fruto del "consenso social" con los dirigentes de CCOO y UGT para "sacar al país de la crisis". Por supuesto que la cúpula sindical, profundamente comprometida con el capitalismo, actuará como siempre de forma "realista". En todo caso, su margen de maniobra no es infinito. Durante años los dirigentes sindicales se han convertido en el principal dique de contención de la movilización de la clase obrera por sus derechos. Han actuado con plena dedicación y conciencia para mantener una "paz social" en el terreno laboral que no se corresponde para nada con el ambiente que se vive en las fábricas, en los tajos, en los centros de estudio, en los hospitales. El precio que han pagado es un profundo descrédito político ante los trabajadores. Las recientes movilizaciones de los profesores (y estudiantes) en Madrid y Barcelona, o la lucha de los trabajadores de Justicia hace unos meses, por mencionar los casos más conocidos, son ejemplos clarísimos de la disposición a la lucha y del ambiente muy crítico que hay hacia la cúpula sindical. Estos dos factores: ganas de luchar y crítica hacia la política de consensos de los dirigentes sindicales, son una combinación explosiva que podría tener una expresión generalizada en el futuro próximo.

Hacia un escenario de conflictividad

Es muy sintomático el reciente estudio realizado por la CEOE, dado a conocer en junio, en el que concluye que "la desaceleración económica y el aumento en la inflación tiene efectos colaterales en la conflictividad laboral". En el texto se señala que "las horas perdidas por huelgas aumentaron un 72,08% en el primer cuatrimestre, en relación con el mismo periodo de 2007". Hasta abril las huelgas han afectado a más de medio millón de trabajadores. Esto indica que se pueden estar produciendo cambios importantes en este terreno.
La crisis económica hará florecer a la superficie el enorme descontento acumulado en los últimos años de "crecimiento económico", y esta expresión tendrá el sello de la gran experiencia política adquirida por un sector decisivo de la clase trabajadora y de la juventud. Hagan los que hagan los dirigentes sindicales, el gobierno y los empresarios no podrán evitar que la clase obrera acabe expresando masivamente su malestar y que su sector más conciente busque una alternativa revolucionaria al impás que supone el capitalismo. Cualquier accidente, además, podría ser un acelerador de este proceso de toma de conciencia que ha operado bajo la superficie durante mucho tiempo. Por eso es absolutamente necesario exigir a las direcciones sindicales que abandonen su pasividad, su complacencia con la actual situación, y organicen ya un calendario de movilizaciones en todo el país, contra el paro, a favor del aumento de los recursos dedicados al desempleo, contra la privatización de los servicios públicos, y en defensa del poder adquisitivo de los salarios.
Se están dando todas las condiciones para la cristalización de una nueva capa de activistas y dirigentes obreros cuyo papel activo en la vida política será un factor clave en el futuro. Será con las ideas del marxismo como esta savia fresca de nuestra clase podrá desplegar su máximo potencial revolucionario y crear una sólida palanca en la lucha por la transformación socialista de la sociedad.

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