Los pasados 20, 21, 22 de junio se celebró en Valencia el XVI Congreso del PP, en el que Mariano Rajoy ha sido elegido presidente del partido y a la vez candidato a presidente del Gobierno para las elecciones generales de 2012 con el apoyo del 84,24% de los compromisarios. El aparato propagandístico del partido se esfuerza por trasladar la idea de que el PP ha salido de este congreso reforzado, más unido y en palabras de Alberto Núñez Feijoo (presidente del PP de Galicia), convertido en "un partido más cordial, de centro, en el que se mueve la mayoría de la sociedad". Veamos.

Los pasados 20, 21, 22 de junio se celebró en Valencia el XVI Congreso del PP, en el que Mariano Rajoy ha sido elegido presidente del partido y a la vez candidato a presidente del Gobierno para las elecciones generales de 2012 con el apoyo del 84,24% de los compromisarios. El aparato propagandístico del partido se esfuerza por trasladar la idea de que el PP ha salido de este congreso reforzado, más unido y en palabras de Alberto Núñez Feijoo (presidente del PP de Galicia), convertido en "un partido más cordial, de centro, en el que se mueve la mayoría de la sociedad". Veamos.

¿Unido?

Los votos a Rajoy han sido mayoritarios, pero no es menos cierto que el número de votos en blanco (409, casi el 16%) para elegir al máximo dirigente del partido nunca había sido tan alto. Las crónicas no idealizadas de lo que ocurrió en la reunión describían un ambiente de odios, miradas asesinas y desaires entre diferentes clanes. Realmente la situación de crisis previa al congreso había llegado bastante lejos y se corría el riesgo de llegar a un punto de difícil vuelta atrás, perjudicial para todos los sectores enfrentados. Claro que el PP ha salido "más unido" del congreso: es que más dividido hubiera significado la escisión. El miedo al vacío ha favorecido la tendencia a la "unidad" y el apego al sector que tenía un control más claro del aparato, pero las tensiones siguen ahí. Los llamados sectores "críticos", partidarios de mantener la línea dura, han preferido darse más tiempo antes de presentar una batalla más en serio, para la que aún tienen margen antes de 2012.
Sin embargo, los enfrentamientos siguen. A Esperanza Aguirre le faltó tiempo para lanzarse a una purga en el gobierno de la Comunidad de Madrid, llevándose por delante a dos consejeros que se declararon partidarios de Rajoy en Valencia. En Catalunya el PP se presenta completamente dividido en su congreso "regional". En el País Vasco se prevé un congreso "movidito".
Más allá de sus expresiones más visibles, todas estas tensiones, que en determinados momentos pueden cristalizar en aparatos y personas con sus propios intereses y objetivos, reflejan divisiones internas en la propia clase dominante respecto a la orientación a seguir, en un contexto económico, social y político extremadamente volátil y ante la perspectiva de endurecimiento de la lucha de clases. A esto hay que sumar la debilidad política crónica de la burguesía en el Estado español. Es un cúmulo de factores demasiado poderoso como para pensar en una fácil salida de la crisis de la derecha.
En el congreso se enfrentaban, por un lado, los partidarios de profundizar en el "teatrillo" del viaje al centro, la modernidad, el diálogo, etc. y por otro los defensores de la mano dura sin disimulos, de enfrentar a la movilización de la base social de la izquierda, la movilización de su base social. Pero en ambos casos el objetivo es el mismo: volver al gobierno y preparar el mejor escenario político posible para asestar duros golpes a las condiciones de vida y a los derechos de la clase obrera.

¿De centro?

Dentro del PP el resultado de las elecciones de marzo de 2008 ha sido un torpedo en la línea de flotación para las tesis del enfrentamiento continuo y abierto. La clase obrera se mantuvo movilizada en el terreno electoral, fundamentalmente, no por el apoyo a la política del Gobierno del PSOE, sino para evitar la victoria del PP.La tesis que defiende que la clave para ganar las elecciones es la desmovilización de la izquierda ha ganado fuerza hasta imponerse. Ahora una vez más, el PP es un partido de "centro", incluso cercano a la socialdemocracia y sus dirigentes vuelven a hablar catalán en la intimidad.
La línea surgida del congreso es la de intentar "recuperar" la reputación de partido moderado para desactivar las alarmas entre los trabajadores y esperar que la crisis económica queme al PSOE, consiguiendo así la desmovilización del voto de los trabajadores que posibilite la victoria electoral del PP en 2012.
Rajoy y sus colaboradores pueden sentirse muy optimistas, pero la realidad de la lucha de clases es más compleja y menos controlable desde los despachos de lo que ellos creen, esto es más cierto en un contexto de profunda polarización política, como el actual.
En primer lugar el PP también necesita mantener su apoyo electoral y este ha sido forjado en los últimos años en la estrategia del enfrentamiento; una reducción de la presión, puede ser vista por parte de su base social más radicalizado como una traición y llevar su voto hacia la abstención o hacia opciones más a la derecha.
El año 2009 será clave; las elecciones gallegas, vascas y europeas serán un test importante para Rajoy y su equipo. Nada está resuelto y 2012 está muy lejos.
Por otro lado todos los datos indican que entre los trabajadores, la paciencia demostrada hacia el Gobierno del PSOE empieza a agotarse; la crisis económica, el alejamiento del peligro de un gobierno del PP y el discurso más moderado de Rajoy, pueden acelerar la entrada en escena de la clase obrera para recuperar el terreno perdido en los últimos años. ¿Cuál va a ser la actitud de la derecha en este contexto? ¿Qué medidas tomará el PP en las comunidades que gobierna con la clase obrera movilizándose luchando por sus derechos?
Hay sólidos elementos para prever que el giro al centro pasará por fuertes turbulencias. La experiencia histórica de la derecha española y su tradición es uno de ellos. Ya la ponencia política del primer congreso de Alianza Popular, en 1977, decía: "Debemos insistir en todo momento, en que la alternativa que nosotros proponemos para España es la unión de la derecha civilizada y nuestro centro democrático verdadero". Aznar, que ahora es presentado por los defensores de la "nueva" línea del PP  como el mayor de los derechistas intransigentes (algo que no seremos nosotros quienes lo neguemos), no hace tanto era un gran estadista de centro y dialogante de toda la vida.
Todo este envoltorio manido de partido de centro será -como ocurrió a partir de 2002 con la huelga general del 20-J- arrollado por la realidad de la lucha de clases: una clase obrera a la ofensiva luchando por un mundo mejor frente a la tradición reaccionaria de la burguesía española, sus representantes políticos y su aparato estatal; en este contexto, las recomendaciones de los pseudoprogres, siempre suplicando por el surgimiento de una derecha civilizada, democrática y dialogante, tendrán un efecto bastante limitado.

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