En 2005 el ayuntamiento de Vitoria recalificó los terrenos de la antigua fábrica de Esmaltaciones San Ignacio para construir viviendas, implicando unas plusvalías para la empresa de unos 22 millones de euros. Con ese dinero la empresa construyó en el Polígono de Júndiz lo que calificó como una de las "más modernas instalaciones de Europa" en la producción de menaje de cocina. Así mismo, usó millones de las antiguas pesetas para pagar deudas que tenía contraídas con las administraciones públicas.
La dirección de Esmaltaciones se comprometió públicamente, y así lo firmó con el ayuntamiento y la comisión de trabajadores, al mantenimiento de la plantilla. Sin embargo, dicho compromiso nunca se cumplió. Esmaltaciones, que tenía en aquella época una plantilla de unos 340 trabajadores, ha pasado a 99 trabajadores y trabajadoras en 2010, eliminando 241 puestos de trabajo. El objetivo estaba claro. Crear un ambiente de sufrimiento intenso en la plantilla para echar a la mayor parte de los trabajadores más mayores. Lo peor es que muchos de los trabajadores que aceptaron irse con una jubilación anticipada ni siquiera recibieron lo que la empresa les había prometido y han estado más de un año movilizándose en la calle con pancartas.
En 2007, pillando por sorpresa al comité y a toda la plantilla, la empresa declaró un procedimiento concursal que ha durado hasta 2010 y durante el cual se dieron continuos atrasos de nóminas y pagos a los trabajadores.
Aprovechándose de la crisis, la empresa presentó un ERE de extinción de contratos en 2008 que provocó una escalada de luchas y movilizaciones de los trabajadores exigiendo el cumplimiento de los acuerdos y contra los despidos traumáticos. Finalmente la empresa tuvo que retirar, debido a la resistencia de los trabajadores, las listas de despedidos que había presentado y negociar nuevamente bajas voluntarias. El salario ha estado tres años congelado y ahora que se sale del procedimiento concursal la empresa vuelve a presentar otro ERE más, que el comité de empresa ha rechazado. La intención de la empresa, que antes parecía apuntar a sustituir trabajo estable y con derechos por trabajo precario, apunta en estos momentos a la posibilidad de que quieran liquidar definitivamente toda la parte productiva para quedarse con la red comercial y los almacenes, despidiendo progresivamente a toda la plantilla.
La lucha de los trabajadores de Esmaltaciones y Gateor y de todo el grupo IAG es por defender sus puestos de trabajo y los derechos adquiridos que la empresa ataca sin descanso. Para ello es necesario conseguir la máxima unidad sindical y del movimiento obrero.

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