El 19 de junio, decenas de miles de manifestantes hemos salido nuevamente a la calle en todo el Estado, demostrando que no nos resignamos y que hay voluntad para cambiar las cosas y luchar contra los ataques que estamos padeciendo. En Asturias, una nueva manifestación multitudinaria recorrió las calles de Gijón, como ya lo habíamos hecho el 5 de junio en Avilés, sumándose en esta ocasión a la convocatoria estatal.

¿Comisión de respeto o comisión de censura?

Lamentablemente las actitudes sectarias por parte de un sector de los organizadores, que ya habíamos padecido en la manifestación del día 5, también estuvieron presentes en esta ocasión, de manera además mucho más acentuada. Desde que los compañeros de El Militante y del Sindicato de Estudiantes llegamos a la manifestación comenzó un hostigamiento consistente en pitadas de individuos de la irónicamente bautizada “comisión de respeto” a algunos de nuestros compañeros, otros se colocaron a nuestro lado con carteles que decían “no me representas” y una flecha señalándonos, con la clara intención de hacernos aparecer como elementos ajenos a la manifestación, además de tener que soportar un estrecho “marcaje” por parte de diferentes miembros de dicha comisión.
Pensamos que el objetivo de todo este despliegue no era solamente impedir que pudiéramos repartir nuestras hojas o vender nuestra prensa, como llevamos haciendo en las manifestaciones desde hace más de 30 años, sino tratar de aislarnos del resto de la gente, hacernos aparecer como provocadores y generar así una situación violenta que justificara nuestra expulsión de la manifestación. Resulta inaceptable que en un movimiento como éste, donde las reivindicaciones democráticas ocupan un papel central, algunos sectores pretendan reprimir la libertad de expresión de las organizaciones de la izquierda, muchas de las cuales llevamos décadas luchando precisamente por muchas de las cuestiones que ahora están en la mente de cientos de miles de jóvenes y trabajadores.
Por ese motivo, la primera pregunta que nos hacemos es ¿a quién favorece esta censura de las ideas de la izquierda marxista y revolucionaria? Pese a que este sector insiste en que el movimiento 15-M es un movimiento apolítico, donde caben todas las ideologías y todas las clases sociales, los hechos se han encargado en más de una ocasión de desmentir esta cuestión. Precisamente ha sido el carácter netamente de izquierdas y anticapitalista del movimiento el que ha permitido a amplios sectores de la clase obrera y la juventud identificarse con el mismo y utilizar este cauce de expresión para manifestar su descontento y su hartazgo con la actual situación de crisis. En este mismo periódico hemos desarrollado ampliamente esta cuestión en más de una ocasión.

¿Reivindicar solamente ‘lo asumible para todos los partidos políticos’?

Recientemente, a la web de Democracia Real Ya (DRY) en Asturias llegaba una propuesta que entre otras cosas indicaba que “…las demandas se agruparán en torno a principios como por ejemplo la transparencia o la democracia interna. Tienen que ser concretas pero asumibles para todos los partidos políticos, independientemente de su orientación política. Por tanto se centrarán en reformas del sistema político y no en políticas como la económica o social que tienden a dividir a las personas según su ideología”. Esta propuesta está en total sintonía con quienes mantienen la tesis del “apoliticismo” del 15-M, pero choca frontalmente con los intereses de la mayoría de la población, cuyos problemas son esencialmente económicos y sociales.
La represión de la libertad de expresión, la tutela de lo que el movimiento puede o no puede leer o, lo que es aún más escandaloso, el pretender arrogarse la representatividad de cientos de miles de personas, decidiendo lo que éstas quieren “recibir” (un único símbolo, una única declaración de intenciones, una única voz) cuando participan en una manifestación es algo intolerable. Y acusarnos de pretender manipular por el mero hecho de repartir una octavilla o de vender la prensa obrera es sólo una cortina de humo para impedir que ideas como la necesidad de la huelga general o la necesidad de la nacionalización de la banca se popularicen entre el movimiento. Esta actitud nada tiene que ver con la democracia y sí mucho con las maniobras burocráticas que en numerosas ocasiones hemos denunciado en nuestro periódico.
¿O acaso no recuerda esta actitud a las peores actuaciones de la burocracia sindical para silenciar a determinados delegados o afiliados que exigen un sindicalismo más combativo o denuncian los acuerdos lesivos para los trabajadores? Muchos de nuestros compañeros han vivido en carne propia esa situación, incluso la expulsión de CCOO y UGT por defender hasta el final los intereses de los trabajadores. Quienes ahora ejercen la coacción sobre nosotros para impedirnos que podamos expresar libremente nuestras ideas dentro del movimiento 15-M hacen gala de un comportamiento idéntico al de esa burocracia sindical que tanto critican o incluso peor, actúan como policías reprimiendo a los trabajadores por expresar ideas con las que no están de acuerdo. En realidad son ellos quienes intentan manipular el movimiento, ocultándose bajo el cómodo “anonimato” de las asambleas, cuando pretenden impedir que las ideas de la izquierda estén presentes en las manifestaciones.

Opinar no es manipular

El hecho de expresar con seriedad y respeto las ideas que pensamos que pueden contribuir al avance de la lucha, el no escondernos bajo escritos anónimos, el que reivindiquemos nuestro derecho y el de cualquiera a opinar (no sólo verbalmente, en las asambleas, sino también por escrito, llegando a muchos miles que no participan de esas asambleas regularmente) y aportar al movimiento de forma organizada no tiene nada que ver con buscar “protagonismos”, ni mucho menos con ningún tipo de “manipulación”. Todo lo contrario, hacerlo de este modo significa que nos responsabilizamos de nuestros actos, que nos sometemos a la crítica del movimiento en su conjunto y que lanzamos nuestras propuestas con claridad para que cada cual pueda conocerlas y asumirlas o desecharlas libremente.
De hecho, en la mayoría de las manifestaciones que se han producido el 19 de junio, los marxistas de El Militante y los jóvenes del Sindicato de Estudiantes hemos participado en ellas con nuestra propaganda, que ha sido recibida con mucha simpatía y total normalidad, demostrando una vez más la enorme sed de ideas que existe, y la absoluta naturalidad con la que se acepta la presencia de compañeros repartiendo hojas dónde aportamos nuestros planteamientos de cara a la lucha, ofreciendo la prensa, etc.; algo completamente lógico, pues es una práctica habitual en cualquier manifestación.
Por el contrario, criminalizar a todas las organizaciones políticas y sindicales de la izquierda por el mero hecho de serlo, independientemente de su trayectoria política, es el caldo de cultivo para que se den agresiones como la que recientemente sufría el coordinador general de IU, Cayo Lara. Además, este discurso beneficia claramente a la derecha y a la burguesía, que puede así sumarse al coro de los apolíticos para descafeinar las reivindicaciones, limitándolas a peticiones de reformas de escasa importancia para los intereses de la mayoría de la sociedad.

Prejuicios dañinos para el avance de la lucha

Pensamos sinceramente que este tipo de actitudes reflejan básicamente los prejuicios de determinadas capas del movimiento, más vinculadas a la pequeña burguesía, que anteponen el individualismo más feroz a los métodos de lucha tradicionales del movimiento obrero y la juventud. Reconocer que estos prejuicios existen no puede ser una justificación para alentarlos.
Es una responsabilidad de las organizaciones de la izquierda tratar de combatir este tipo de cuestiones, reivindicar con claridad el ejercicio de los derechos democráticos que tan duramente se han conquistado y por supuesto, contribuir de forma positiva al avance de este movimiento, aportando de forma honesta y compañera sus puntos de vista y su experiencia y dejando que los trabajadores y la juventud puedan valorar en el terreno concreto de la propia lucha los errores o aciertos de estas propuestas.
Quienes, frente a esto, pretenden limitar el debate, vetando las ideas revolucionarias o la participación de las organizaciones de izquierda, y tratan de extender prejuicios reaccionarios dentro del movimiento ponen de relieve sus propias carencias democráticas y, desde nuestro punto de vista, están suponiendo ya un obstáculo para elevar el nivel de la movilización.
Si queremos que la lucha avance en la consecución de objetivos concretos, debemos ser conscientes del difícil periodo histórico que estamos atravesando, donde nos enfrentamos a un ataque sin precedentes contra los niveles de vida de los trabajadores y sus familias, a un desmantelamiento meticuloso del Estado de bienestar y a un saqueo constante de las arcas públicas para satisfacer el ansia de beneficios de los capitalistas. En este contexto, incorporar más sectores a la lucha, atraer a las capas decisivas del movimiento obrero, en base a la defensa de un programa revolucionario y de clase, es más necesario que nunca.

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