Aunque la cuestión de la pedofilia relacionada con los sacerdotes de la iglesia católica no es una novedad, la gran cantidad de países, de violadores y de víctimas, todas menores, que diversos informes y noticias recientes han destapado, ha situado el tema en el primer plano de la política mundial.
Aunque la cuestión de la pedofilia relacionada con los sacerdotes de la iglesia católica no es una novedad, la gran cantidad de países, de violadores y de víctimas, todas menores, que diversos informes y noticias recientes han destapado, ha situado el tema en el primer plano de la política mundial.

No es para menos. Un informe publicado en EEUU revelaba que en este país, desde 1950 hasta principios de la actual década, más de 4.300 sacerdotes católicos estuvieron implicados en delitos sexuales contra menores. En Irlanda, más de cien sacerdotes católicos de la diócesis de Dublín están acusados o son sospechosos de abusar de centenares de menores desde 1940. Durante décadas la iglesia irlandesa actuó impunemente y en connivencia con el Estado, que obstruía sistemáticamente todas las investigaciones sobre el caso.
También está el caso Maciel en México, fundador de una orden ultraderechista, los Legionarios de Cristo, que sistemáticamente abusó sexualmente de seminaristas y de sus propios hijos. En 2006, el propio Ratzinger, detuvo las investigaciones relacionadas con el asunto, alegando su avanzada edad. Murió en 2008 y estuvo a punto de ser santificado. En Roma hasta tiene un mausoleo.
En Alemania, Ratzinger también estuvo implicado en el encubrimiento de casos de pederastia. Hay denuncias de abusos en 19 de las 27 diócesis católicas alemanas. Entre las revelaciones más recientes figuran abusos contra los pequeños cantores de la coral de Ratisbona, dirigida de 1964 a 1994 por el hermano del Papa, monseñor Georg Ratzinger.
Los casos conocidos afectan a México, EEUU, Canadá, Irlanda, Chile, Colombia, Brasil, Alemania, Austria, Italia, Francia, Reino Unido, Holanda, Polonia, varios países africanos y también al Estado español.

Encubrimiento

La actitud de la jerarquía católica ante los casos de pedofilia de los que tenía conocimiento ha sido la de apartar al violador del lugar donde ejercía el delito y enviarlo a otro, multiplicando así el número de víctimas y dejando al criminal impune. Antes de convertirse en Papa, Ratzinger, era responsable de evitar los abusos sexuales en la Iglesia, pero en mayo de 2001 envió una carta a todos los obispos prohibiendo expresamente que los casos de abusos contra menores fueran denunciados a la policía. Estos casos -advertía el que sería luego máximo representante de Dios en la tierra- estaban sujetos a "secreto pontificio, y no debían ser denunciados a las fuerzas públicas hasta que las investigaciones internas fueran completadas".
La preocupación por los escándalos de pederastia y de ocultación del delito por parte de la jerarquía sacerdotal ha llegado a tal punto que incluso la Asociación de Teólogos Juan XXIII ha publicado un manifiesto pidiendo que el Papa Benedicto XVI dimita ante su incapacidad de "responder adecuadamente a los graves y urgentes problemas que hoy tiene la Iglesia".
Desde las organizaciones de la izquierda se debería reivindicar una amplia investigación y encarcelamiento inmediato a todos los pederastas de la iglesia. Es escandalosa la impunidad de estos delincuentes que, en la práctica, tienen un estatus separado de los demás mortales ante la justicia.

Justificación

Recientemente, el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, ha llegado al punto de justificar públicamente la pedofilia, al decir: "Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan".
Monseñor Antonio Cañizares -Cardenal Prefecto de la Congregación por el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, una de las posiciones más importantes en la jerarquía vaticana- una personalidad muy próxima al Papa y que ha sido Cardenal Primado de España hasta que fue convocado por Benedicto XVI a la Santa Sede afirmó recientemente que "no es comparable lo que haya podido pasar en unos cuantos colegios [de Irlanda] con millones de vidas destruidas por el aborto". En una entrevista en la radio COPE, de la Conferencia Episcopal, Cañizares señaló que "quitarle la vida a uno [refiriéndose al aborto] es más grave que originarle unos traumas".
"Cuando se banaliza el sexo, se disocia de la procreación y se desvincula del matrimonio, deja de tener sentido la consideración de la violación como delito penal", escribía, en la primavera de 2009 en un artículo titulado "La violación, ¿fuera del Código Penal?" Ricardo Benjumea, redactor jefe de Alfa y Omega, la publicación del Arzobispado de Madrid que cada jueves se distribuye con la edición madrileña del diario Abc.

Poder y dinero

Los casos de pederastia y la reacción ante ellos de la jerarquía de la iglesia está poniendo muy a las claras la profunda decrepitud y decadencia de una institución reaccionaria y que es uno de los pilares que sostienen el sistema capitalista. No se puede hablar de "casos aislados" sino de una profunda descomposición y degeneración moral de la jerarquía católica, hecho que es un exponente más de la decrepitud moral de la clase dominante, con la que la casta eclesiástica mantiene numerosos vínculos y "costumbres".
En pleno siglo XXI, la Iglesia católica sigue sólidamente incrustada al aparato del Estado en numerosos países. Además de manejar negocios millonarios, de su enorme riqueza en tierras, edificios y cuentas bancarias, recibe regularmente subvenciones del Estado, con los impuestos pagados por todos los ciudadanos, independientemente de si son religiosos o no, aunque al pueblo nunca se le haya consultado sobre esta medida.

Nada que ver con los primeros cristianos

La iglesia católica hoy representa todo lo opuesto a lo que eran los primeros cristianos, que organizaron un movimiento de masas de carácter revolucionario formado por los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad, eran personas con gran arrojo que no temieron ofrecer su vida en la lucha contra el inhumano estado esclavista romano. El ideario de los primeros cristianos poco tenía que ver con la Iglesia actual, y se parecía más a un comunismo temprano. Esto se puede ver con claridad al leer los Hechos de los Apóstoles 4:32: "La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos". Incluso la tradición cristiana sitúa al propio Jesucristo andando entre los pobres y desposeídos y con frecuencia atacando a los ricos. No es casualidad que su primer acto al entrar en Jerusalén fuera atacar a los mercaderes del templo, Lucas 19: 45-46: "Entrando en el templo comenzó a echar fuera a todos los que vendían y compraban en él, diciéndoles: Mi casa es casa de oración,  pero vosotros la habéis hecho cueva de ladrones". En la epístola de Santiago podemos también leer como el apóstol lanza un ataque implacable contra los ricos opresores. Santiago 5:1-5: "Ahora bien, vosotros, ricos, llorad y dad alaridos por las desgracias que están para caer sobre vosotros. Vuestra riqueza está podrida y vuestros vestidos están apolillados; vuestro oro y vuestra plata están tomados de herrumbre y su herrumbre será testimonio contra vosotros y devorará vuestras carnes como fuego. Habéis acumulado riquezas en estos días que son los últimos. Mirad; el salario que no habéis pagado a los obreros que segaron vuestros campos está gritando; y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Habéis vivido sobre la tierra regaladamente y os habéis entregado a los placeres; habéis hartado vuestros corazones en el día de la matanza".
Podríamos citar muchos más versículos donde se dan muestras suficientes del rechazo que los primeros cristianos tenían a las riquezas y el lujo. Sin embargo, la jerarquía de hoy disfruta de una vida de ricos y es completamente copartícipe de su total decrepitud ideológica y moral. Los objetivos originales de los primeros cristianos fueron traicionados cuando la casta dirigente de la iglesia cedió ante las riquezas y la opulencia del Estado, convirtiéndose en un instrumento al servicio de los opresores, rompiendo con las tradiciones revolucionarias de las primeras comunidades cristianas.
Desde entonces, la jerarquía católica, en nombre del Amor, de la Paz y del Bien no ha dudado en respaldar y dar sustento ideológico y moral a gobiernos, a las clases dominantes, en justificar guerras de rapiña o dictaduras sanguinarias como la de Pinochet en Chile o sin irnos tan lejos al régimen franquista.

El cielo y el infierno
están en la tierra

Cuando era pequeño mi padre me decía que el cielo y el infierno existían y que estaban aquí en la tierra, que de nosotros dependía que fuese una cosa u otra. Los marxistas al igual que los primeros cristianos tenemos una deuda que cumplir con todos los que dejaron su vida en la arena luchando contra la opresión del estado esclavista romano y contra la opresión del estado capitalista. Ochocientos millones de seres humanos están a un paso de morir de hambre por la barbarie capitalista. Los proletarios del mundo tenemos que unirnos para luchar juntos por una sociedad donde no exista el hambre, las miserias, las guerras y las injusticias. Los antiguos cristianos llamaban a esta sociedad  justa en el Reino de Dios, nosotros los marxistas lo llamamos socialismo, una sociedad donde la producción esté al servicio de las necesidades humanas con la planificación de la economía bajo el control democrático de la inmensa mayoría, la clase trabajadora. Cuando se establezca esta sociedad y se libere la humanidad del sometimiento  por parte de una minoría de ricos, entonces será cuando podremos disfrutar del paraíso, pero no en el cielo sino en la tierra.

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