El desenlace del conflicto de la estiba, con la imposición por parte de los trabajadores a la patronal (ANESCO) de la subrogación del 100% de los puestos de trabajo, es una buena noticia y pone de manifiesto una vez más que la lucha es el único camino para arrancar cualquier avance. El retroceso de la patronal, que pretendía no subrogar en tanto no se clarificaran las plantillas necesarias en cada puerto, es el fruto de la movilización de estos últimos meses.

Con este acuerdo se garantiza que todos los trabajadores que forman parte de las plantillas actuales conservan esa condición, en tanto que se negocia el V Acuerdo Marco. Frente al desfile diario de EREs que suponen la destrucción de cientos y miles de puestos de trabajo, el sentimiento entre los estibadores será positivo y de alivio.

Sin embargo, una vez despejado el futuro a corto plazo de las plantillas, queda la parte más difícil: tratar de combatir los efectos perniciosos que el Real Decreto Ley de Reforma y Liberalización de la Estiba, aprobado por el gobierno el pasado 18 de mayo, tendrá en las condiciones laborales y sociales del colectivo.

Como todos sabemos, y como denunciaron en multitud de ocasiones los propios estibadores, bajo el manido argumento de “liberalizar” el sector, el RD abre la puerta a la precariedad laboral, atentando contra los derechos que los trabajadores habían conseguido en el pasado, y establece una legislación a la medida de los empresarios, dotándoles de un arma poderosa para imponer sus condiciones a los trabajadores en temas como la organización del trabajo, la contratación, la formación, etc…

Por este mismo motivo, evitar la aprobación del decreto en el parlamento era una cuestión de vital importancia. Las condiciones para lograrlo estaban totalmente presentes: un gobierno débil, desacreditado y cuestionado de forma creciente; un colectivo de trabajadores muy fuerte, con un alto grado de organización y cohesión, capaz de paralizar completamente la actividad portuaria con un grave daño económico para las empresas (como ha quedado demostrado con las huelgas y paros parciales de estos días), y que podía contar con la solidaridad de los estibadores a escala internacional y con una enorme simpatía hacia su lucha por parte del resto de la clase trabajadora y de la sociedad en general.

Se podía haber conseguido una victoria total

En estas circunstancias, un plan lucha contundente que empleara toda la fuerza de los estibadores, podría haber transformado toda la situación. Obviamente esto hubiera requerido de una estrategia audaz por parte de las direcciones sindicales desencadenando un conflicto social de grandes dimensiones y que pusiera al gobierno y a la patronal contra las cuerdas, algo que estaba completamente maduro en los meses de marzo, abril y mayo. Si el objetivo hubiera sido este, y la política sindical se hubiera desarrollado en torno a acumular la fuerza necesaria para lograrlo —sin renunciar a la convocatoria de una huelga general indefinida en todos los puertos— qué duda cabe que se podría haber quebrado los planes del gobierno y la patronal empezando por impedir la aprobación del decreto de la Estiba.

Lamentablemente todo ese potencial de combate, toda la disciplina y el entusiasmo que han mantenido los estibadores en las asambleas celebradas, toda la simpatía social que su lucha despertó, se ha visto desaprovechado una y otra vez en los momentos decisivos, con las direcciones sindicales centrando su estrategia en la negociación y desconvocando constantemente las huelgas y paros previstos en señal de “buena voluntad”. De esta manera se ha dado un margen precioso al gobierno y a la patronal, permitiéndoles tomar la iniciativa y que hayan ido imponiendo paulatinamente sus planes de fondo.

Tras recomponer sus apoyos parlamentarios, se permitió que el Gobierno aprobara en el congreso el RD sin plantear ningún tipo de movilización, e incluso haciendo una lectura optimista de los acontecimientos. En declaraciones realizadas ese mismo día —y pese a que el decreto no contemplaba la principal reivindicación de los trabajadores, la subrogación de las plantillas—Antolín Goya, responsable de la Coordinadora Estatal de Trabajadores del Mar, el sindicato mayoritario en la estiba, dijo: “Compañeros, hoy es un día para sentirnos orgullosos de nuestra profesión y de nuestro trabajo. Hemos sido el único colectivo que ha conseguido doblegar los intereses de un gobierno. La primera vez, tumbando el Real Decreto Ley, y la segunda, que se hayan hecho modificaciones importantes para nuestros intereses (…) Por lo tanto, ahora se abre un nuevo espacio. Vamos a tener que negociar. Vamos a tener que abrir un espacio de normalidad con las empresas para poder llegar al acuerdo…”.

Pero, como era previsible, la aprobación del decreto modificó la correlación de fuerzas y dio confianza a la patronal que rechazó suscribir el compromiso de subrogación contenido en el preacuerdo alcanzado a mediados de mayo. Para obligarles a volver al punto de partida han sido necesarias varias jornadas de paros parciales y una huelga general de 48 horas en los puertos de todo el Estado. Ahora, tras el pacto alcanzado el 29 de junio, se recupera la negociación en “un ambiente de estabilidad y normalidad”, en palabras de Goya.

Los puntos concretos del acuerdo alcanzado

La cuestión es saber si es posible mantener los derechos del sector fiándolos a la negociación y teniendo como punto de partida de dicha negociación el principio de acuerdo alcanzado por patronal y sindicatos el pasado 29 de marzo y que es la base del que se alcanzó en mayo y ahora en junio. Hay que recordar que ese primer acuerdo con la patronal ya contenía toda una serie de retrocesos: bajada salarial, ajuste de plantillas, mayor flexibilidad y movilidad laboral, doble escala salarial a partir de las nuevas incorporaciones, etc. Además, a esto hay que sumar que en el transcurso de las movilizaciones las centrales sindicales han aceptado otra exigencia crucial para la patronal: la negociación puerto a puerto a la hora de determinar las necesidades de personal en cada uno. También en el acuerdo suscrito el 29 de junio, los sindicatos renuncian a que las empresas se comprometan a permanecer en los Centros Portuarios de Empleo, que sustituirán a las actuales SAGEP, con lo que la contratación dejará de hacerse a través de un único organismo.

Todas estas cuestiones, sin duda, establecen un escenario complicado para que el saldo de la negociación del V Acuerdo Marco sea favorable a los trabajadores, teniendo en cuenta que el objetivo tanto del gobierno del PP como de la patronal es el de sentar las bases para el desmantelamiento, más o menos rápido, de las condiciones laborales de los estibadores, precarizando el sector a imagen y semejanza de otros ya liberalizados (como por ejemplo el de las telecomunicaciones).

A lograr este objetivo contribuye la aceptación de la doble escala salarial y la consiguiente incorporación de “trabajadores de segunda” con condiciones más precarias y salarios más bajos que los actuales estibadores, lo que inevitablemente introducirá la división entre las plantillas, debilitando la capacidad de lucha y de reacción ante nuevos ataques.

Sean cuales sean los problemas a los que se enfrenten los estibadores en el futuro más o menos próximo, no cabe duda de que en estos meses de conflicto se ha demostrado sobradamente que existe potencial, disposición y fuerza suficiente para defender con éxito sus derechos y los del conjunto de la clase obrera. Y junto a ello, el desenlace de esta batalla también ha puesto de manifiesto que necesitamos otro tipo de sindicalismo, de clase y combativo, dónde la dirección tenga plena confianza en las fuerzas de los trabajadores, en su capacidad de movilización, y no acepte el “mal menor” como estrategia de lucha. Sólo así, entendiendo que el sindicalismo debe basarse en métodos revolucionarios y anticapitalistas, es posible cumplir con la voluntad de los estibadores y de muchos otros sectores expresada en una consigna cada vez más popular: “El puesto de trabajo no se vende, se defiende”.

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