Como ya había ocurrido en 2013 con el IV Convenio, la asamblea general de Navantia-Ferrol del 7 de septiembre volvió a poner de manifiesto el profundo abismo que separa a los trabajadores de sus representantes: la propuesta del comité de empresa de rebajar las medidas de no colaboración con la empresa, vista por los trabajadores como una completa bajada de pantalones, obtuvo unos 20 votos, un récord histórico de falta de apoyo. La propuesta contraria, defendida por GanemosCCOO y la CIG, tuvo un apoyo masivo.
Y por si su autoridad no hubiese quedado suficientemente tocada, el presidente del comité no tuvo mejor idea que hacer unas declaraciones públicas responsabilizando a los trabajadores por los despidos en las compañías auxiliares que, según él, podría provocar ese resultado. Es decir, la empresa viola el convenio, la plantilla presiona para que lo cumpla y el presidente del comité dice que la responsabilidad de lo que pueda pasar es de los trabajadores. ¡Alucinante!
En septiembre estaba previsto iniciar oficialmente las negociaciones de un plan industrial (que, como es práctica habitual, los aparatos sindicales llevarán meses pasteleando en reuniones “discretas”). Pero acaba el mes y nada se sabe. ¿A qué se debe? Un directivo de Navantia lo explicó indirectamente: “Lo previsto era iniciar el diálogo con la representación social a principios de septiembre (...) Pero el plan precisa normalidad laboral”. La SEPI (o sea, el gobierno del PP) quiere garantías por anticipado de que su plan se aprobará. El problema es que el aparato de CCOO no se las puede dar porque ya no tiene el control de la plantilla, al menos en Ferrol, la factoría más grande de Navantia, como demostró la mencionada asamblea. Su resultado habrá provocado sudores fríos en la empresa recordando el IV Convenio, aceptado por los aparatos sindicales y rechazado masivamente por los trabajadores, y no sólo porque al final se lo tuvo que comer, sino, muchísimo más importante, porque esa lucha fortaleció enormemente a los trabajadores, elevando su moral combativa al comprobar por sí mismos que se puede vencer incluso frente a una santa alianza de la empresa y la burocracia sindical.
En respuesta al durísimo golpe recibido también por la empresa, el lunes 18 la prensa burguesa de las comarcas donde está radicada Navantia (Cádiz, Cartagena y Ferrol) venía repleta de noticias que se resumen así: Navantia está muy mal y la SEPI tiene un plan para ponerla que no la va a conocer ni la madre que la parió, pero los trabajadores lo bloquean porque exigen que primero se cumpla íntegramente el convenio. También decían que, en principio, el plan no contempla prejubilaciones.
No a la subcontratación. Por una Navantia 100% pública
Los objetivos de esa ofensiva mediática eran dos: fuera de la empresa, presentarnos a los trabajadores como unos irresponsables a los que no les preocupa la situación de Navantia y como unos egoístas que en estos tiempos de crisis, cuando todo el mundo está haciendo sacrificios, nos negamos a asumir los que nos tocan; dentro de la empresa, intentar generar un movimiento de apoyo a la negociación del plan independientemente del cumplimiento o no del convenio, apoyándose en la natural aspiración de los trabajadores de más edad a poner fin lo antes posible a unas vidas laborales comenzadas en muchos casos con el ingreso como aprendiz a los 14 años.
El problema de Navantia no son las condiciones laborales dignas, sino un modelo de empresa basado en la subcontratación masiva para favorecer intereses privados mediante el parasitismo de la empresa pública y la degradación de las condiciones laborales, sobre todo en las compañías auxiliares. El afán privatizador llega incluso al extremo de subcontratar... ¡mientras se mantiene a la plantilla propia mano sobre mano! GanemosCCOO lleva meses demandando del comité de empresa que pase a la ofensiva contra esta situación y a favor de las medidas que los trabajadores consideramos necesarias para mejorar la empresa pública. Pero el comité no reacciona. El impulso para salir de la parálisis vendrá desde abajo, desde los propios trabajadores, entre quienes hay mil veces más iniciativa, ideas y ganas de luchar que entre los representantes sindicales. El movimiento obrero necesita construir nuevas direcciones que aborden la lucha en defensa de los intereses de la clase obrera con unas ideas y métodos distintos de los que tienen las actuales direcciones sindicales. Necesitamos el compromiso y la participación activa de los trabajadores para construir una izquierda sindical como la que representa GanemosCCOO. Frente a la política de pactos y consensos, que para nada satisface las necesidades de los trabajadores y que nos debilita en la defensa de nuestros derechos, hay que defender un sindicalismo combativo, de clase, democrático y asambleario. Las ideas y los militantes de GanemosCCOO vamos a jugar un papel decisivo en este proceso de reconstrucción del movimiento obrero, como ya lo jugamos en la lucha contra el IV Convenio.