Durante estas últimas semanas hemos visto como los trabajadores relacionados con el transporte de pasajeros (Ryanair, Iberia, Trablisa o Renfe) han levantado un reguero de huelgas para combatir los recortes laborales que vienen sufriendo desde hace años y que las empresas amenazan con profundizar.
En el caso de Ryanair hay dos convocatorias de huelga. Por un lado, SEPLA convoca a los pilotos a 5 días de huelga (19, 20, 22, 27 y 28 de septiembre), y por otro USO y SITCPLA han convocado a la tripulación de cabina (TCP) a 10 días de huelga en septiembre (1, 2, 6, 8, 13, 15, 20, 22, 27 y 28). El motivo es el anuncio de la compañía de cerrar sus bases en Tenerife sur, Las Palmas de Gran Canaria, Lanzarote y Girona, lo que implicaría el despido de unos 500 trabajadores. Esto, además, se enmarca en el anuncio de despido de 500 pilotos y 400 asistentes de vuelo en todo el mundo (tras anunciar un beneficio en el primer trimestre de «tan solo» 243 millones de euros).
En el caso de Iberia son los trabajadores de tierra quienes están en huelga. Esta comenzó en el aeropuerto del Prat de Barcelona (27 y 28 de julio y 24, 25, 30 y 31 de agosto) y se ha ido extendiendo primero a Barajas (30 y 31 de agosto) y ahora a Bilbao (8 y 9 de septiembre) y Málaga (paros parciales el 7 de septiembre). La enorme eventualidad y la precariedad que de esto se deriva (enorme descontrol en el sistema de turnos que obliga a los trabajadores a vivir pendientes de cualquier cambio) son los motivos de la huelga, por lo que reclaman la contratación de más personal, y transformar contratos fijos parciales en fijos a jornada completa.
En el aeropuerto del Prat, además, se viene desarrollando una huelga indefinida de 24 horas desde el 9 de agosto por parte de los vigilantes (de la empresa Trablisa). Los trabajadores reivindican descansos de 10 minutos por cada hora de trabajo, un aumento salarial de 1 euro por cada hora trabajada y formación para toda la plantilla. Los trabajadores de esta misma empresa en el aeropuerto de Mallorca también están en lucha por igualar sus condiciones con las de los trabajadores del Prat y Barajas.
Y no solo los trabajadores del sector aéreo, también el ferrocarril se está movilizando. Concretamente en Renfe se han realizado 4 jornadas de huelga convocadas por la CGT (31 de julio, 14 y 30 de agosto y 1 de septiembre) consistente en paros parciales de 12h a 16h y de 20h a 24h. Los motivos de la huelga son por un lado el rejuvenecimiento de plantilla y por otro lado consolidar en el sueldo el incremento del 0,5% aplicado en los años 2017 y 2018 por mejoras de la productividad.
Las empresas, los medios de comunicación y el Gobierno contra la lucha de los trabajadores
Un denominador común de todas estas huelgas es la enorme hostilidad a la que se tienen que enfrentar por parte de sus empresas, de los medios de comunicación y del Gobierno del Pedro Sánchez.
Por la parte que le toca al Gobierno están haciendo todo lo que está en sus manos para torpedear las huelgas imponiendo unos servicios mínimos tan abusivos que las conviertan en inocuas. En el caso de la huelga de Iberia y Ryanair se han fijado servicios mínimos del 100% para los vuelos insulares y de entre el 50% y el 60% para aquellos cuyo transporte alternativo dure igual o más de 5 horas; en Renfe del 75% para recorridos de larga distancia en horas punta, y del 65% en media distancia; y en el caso de Trablisa es incluso más sangrante pues, además de llegar al 90%, estos se complementan con que la Guardia Civil está al lado de los trabajadores presionándolos y realizando su trabajo llegado el caso.
La hostilidad de los medios de comunicación se ha visto con su ya tradicional campaña de criminalización, basada en presentar a los trabajadores en lucha como «caprichosos insensibles con el drama de los viajeros»; nunca vemos nada sobre las condiciones laborales, los salarios de miseria, los dramas de los trabajadores en lucha, las muestras de solidaridad de los viajeros con estos, y si muchas declaraciones de pasajeros que vuelcan su frustración sobre los trabajadores en huelga.
Y las empresas ya sabemos cómo se las gastan: represalias hacía aquellos trabajadores que se posicionan abiertamente con la lucha, amenazas, chantajes y promesas para desactivar a los que creen más dudosos.
Pero otro denominador común es que los trabajadores del sector están hartos de soportar unas condiciones laborales que los explotan hasta el límite y, como las kellys o los riders, se están poniendo en marcha a la hora de defender y conquistar derechos mediante la lucha. Es necesario que los sindicatos se pongan a la altura de los trabajadores y coordinen este reguero de luchas para avanzar hacia una huelga general del sector. Si los dirigentes sindicales volcasen sus esfuerzos en organizar esta huelga –oponiéndose decididamente a los servicios mínimos abusivos, exigiendo que estos sean regulados por los propios trabajadores- en lugar de justificar la atomización de las luchas, sin duda se podría poner contra las cuerdas a las empresas y al Gobierno, y se convertiría en un ejemplo para el resto de sectores explotados de la clase obrera, haciendo incontenible la huelga general. Si algo demuestra la actual situación es que los trabajadores tienen toda la disposición para ello.