“Por lo que he visto, yo diría que la gente del este de Libia son los que tienen el control” (...) “A lo largo de la frontera no vimos a un policía, no vimos a un soldado y la gente aquí nos dijo que [las fuerzas de seguridad], han huido o están en la clandestinidad. La gente está ahora al cargo de todos los caminos de la frontera, Tobruk, y luego todo el camino hasta Bengasi” (Corresponsal de Al Jazeera en Libia, 23/2/11).
“‘Bienvenidos a la nueva Libia’, grita un niño desde la vereda, agitando su arma de juguete entre una muchedumbre de manifestantes. Desde el pasado 18 de febrero Tobruk está en manos de los rebeldes que se han levantado en todo el país contra Muamar el Gadafi. En la plaza del Pueblo, el nuevo nombre que han dado los ciudadanos al lugar donde se han producido las principales manifestaciones, el edificio abrasado que albergaba la comisaría central de policía es el escenario de una imagen que ejemplifica la ira libia contra su dictador. Un monigote de trapo con el rostro del tirano dibujado pende de una soga sobre la multitud enfervorecida (...) La situación de Tobruk no es una excepción en la parte oriental de Libia. Bengasi, segunda ciudad del país (en torno al millón de habitantes) y bastión de la revuelta, también está bajo control de los manifestantes. ‘Bengasi está bien... No hay peligro ahora’, ha dicho Farhan Abou Mogthab, un trabajador sirio de 40 años de edad, en declaraciones a Reuters. Los habitantes de la ciudad han comenzado a formar comités populares para organizar los asuntos públicos. Lo mismo pasa en Musaid, en la misma frontera con Egipto, o en Derna” (El País, 23/2/11).
Las masas revolucionarias toman el control del este del país y luchan por ganar también el oeste
Estos relatos de corresponsales de medios de comunicación tan diferentes como El País o Al Jazeera dan un testimonio bastante exacto de lo que está ocurriendo en Libia en estos momentos. La revolución que están protagonizando los trabajadores y el conjunto de los oprimidos de Libia desde el pasado 17 de febrero es una revolución obrera clásica como las que hemos visto en las últimas semanas en Egipto o Túnez y vemos desarrollarse también en estos mismos momentos en Yemen o Bahrein. Este poderoso movimiento revolucionario que se extiende de forma incontenible por todo el mundo árabe está despertando el entusiasmo y la solidaridad de millones de jóvenes y trabajadores en todo el planeta.
En estos momentos la zona oriental del país, incluidas ciudades clave como Tobruk y sobre todo Bengasi, segunda ciudad del país con alrededor de un millón de habitantes, están bajo el control de comités y asambleas populares creados sobre la marcha por las propias masas en lucha. Al mismo tiempo, en el oeste del país, Gadafi y su camarilla intentan aferrarse al poder a toda costa e intentan ahogar el movimiento revolucionario con un baño de sangre. Pero una vez más la represión en lugar de aplastar al movimiento esta espoleándolo.
Varias ciudades del oeste del país, la zona que decía controlar Gadafi, están también ya bajo control de comités populares organizados por las masas en lucha. El cerco revolucionario se estrecha en torno al dictador. En la propia capital, Trípoli, las noticias hablan de que, ante la deserción de unidades militares, el dictador tiene que recurrir a grupos de mercenarios armados que ni siquiera son de nacionalidad libia, y ha dado órdenes a las tropas que le permanecen fieles para que ametrallen y bombardeen barrios y ciudades cercanas. En varios casos estas órdenes han sido desobedecidas y hay combates entre manifestantes y sectores del ejército que se les han unido contra aquellos que siguen acatando la orden de Gadafi de perseguir “como ratas” a los manifestantes y disparar sobre ellos.
Todo indica que el régimen de Gadafi puede estar viviendo sus últimas horas. Y no por ninguna acción o complot del imperialismo, el cual ve con enorme preocupación y desconcierto la movilización revolucionaria de las masas, sino precisamente por la acción revolucionaria de éstas, que sin dirección pero con un impresionante instinto y confianza en sus propias fuerzas están superando todos los obstáculos que encuentran en su camino.
¿Cuál es el verdadero papel del imperialismo?
Tal como hemos venido defendiendo desde la Corriente Marxista Revolucionaria (CMR), en Libia no estamos ante ninguna “revolución de colores” ni ninguna conspiración organizada por el imperialismo, como increíblemente defienden algunos sectores de la izquierda en Venezuela y otros países, reproduciendo las calumnias que intenta lanzar la propia camarilla corrupta de Gadafi contra el movimiento revolucionario de las masas para justificar su brutal represión. Lo que tenemos ante nuestros ojos es el inicio de la revolución socialista. Las masas en su lucha contra la brutal represión del régimen ya han derribado las estructuras del Estado en el oriente del país y empiezan a hacerlo también en el oeste. Día a día sacan nuevas conclusiones y aprenden en la lucha.
A quiénes hablan de plan del imperialismo habría que preguntar ¿Desde cuándo los métodos del imperialismo consisten en abandonar ciudades enteras, y más en un país clave para la producción de petróleo, en manos de asambleas y comités populares para que sean estos quienes las dirijan?
En realidad, el papel del imperialismo en los acontecimientos de Libia lejos de ser el de apoyar o planificar una insurrección para derrocar a Gadafi es precisamente el contrario. Su actuación se ha caracterizado por un cinismo y una cobardía sin límites así como por la parálisis, las dudas y las vacilaciones. Esta patética actuación en última instancia es el resultado de su intento de mantener el status quo con el régimen de Gadafi y, cuando esto ya no ha sido posible, intentar frenar a toda costa el movimiento revolucionario de las masas.
El problema es que no han podido. En un artículo publicado en un medio como Rebelión, claramente identificado con la revolución venezolana y crítico hacia el imperialismo, se exponen estas vacilaciones: Los ministros de exteriores de la Unión Europea (UE) “emiten la usual condena insulsa y burocrática. (...) el primer ministro italiano, (...) estrecho compinche de Gadafi, primero había dicho que no quería ‘molestar a su amigo’, luego tuvo que calificar de ‘inaceptable’ la masacre de civiles y afirmar que estaba ‘alarmado’. Tenemos otro ejemplo clásico, el silencio ensordecedor de Washington. La secretaria de Estado de EEUU, Hillary Clinton, emitió la acostumbrada condena insípida. El científico y activista libio-estadounidense Naeem Gheriany dijo al Institute for Public Accuracy que el gobierno de Barack Obama “dice que está ‘preocupado’ por la situación, pero no hay una verdadera condena a pesar de la terrible situación. Están masacrando a centenares de personas. Se informa de que Gadafi utiliza cañones antiaéreos para disparar a la gente. Aparentemente, en unos pocos días han matado a más gente en Libia que en semanas en Irán, Túnez, Bahréin, Yemen, e incluso Egipto (que tiene una población mucho mayor)... Ni siquiera el petróleo puede justificar este silencio” (P.Escobar, Hermano Gadafi, te estás cayendo, www.rebelion.org.
La complicidad de los imperialistas con Gadafi tiene una explicación. Pese a la retórica antiimperialista y la etiqueta de socialismo islámico que utiliza cínicamente el líder del régimen libio cuando visita países en revolución como Venezuela o Bolivia, la realidad es que desde hace mucho tiempo, y en particular a lo largo de los últimos años, ha abierto las fronteras del país a las multinacionales imperialistas. Al mismo tiempo que entran en determinados momentos en contradicción entre sí o se lanzan ataques de cara a la galería, en privado la camarilla mafiosa que rodea a Gadafi y los imperialistas han llegado a importantes acuerdos para explotar juntos las riquezas y la mano de obra del país.
Los gobiernos europeos y de Estados Unidos, cómplices de Gadafi
Libia exporta 1,7 millones de barriles de petróleo al día y se ha convertido en uno de los escenarios favoritos de inversión de distintas grandes empresas europeas en la región. En particular la burguesía italiana —la potencia imperialista que ya dominó el país antes de su independencia— tiene importantes negocios en Libia. “Y viceversa, Gadafi ha inyectado grandes cantidades de dinero líquido en empresas italianas, en sectores tan cruciales como el energético y el financiero, siguiendo los consejos de Il Cavaliere. El coronel y Berlusconi son socios en la productora y distribuidora Quinta Communications, fundada en 1990 por el empresario tunecino Tarak ben Ammar” (‘Italia teme que el caos paralice sus prósperos negocios bilataterales’, M. Mora, El País, 22/02/11).
“El comercio bilateral entre los dos países ronda los 13.000 millones de euros anuales, una cifra que sitúa a Italia como primer socio de Libia. Añadiendo inversiones financieras, el año pasado el volumen de intercambio alcanzó los 40.000 millones” (Ibíd.). Entre las inversiones libias en Italia destaca el control de un 7,5% de las acciones de Unicredit, principal banco italiano, y de un 2% de Finmeccanica, empresa del sector de la defensa que es la octava del mundo por facturación en cuanto a venta de armamento. “Los intereses italianos más importantes llevan el sello de ENI, que tiene previsto realizar inversiones los próximos 20 años en Libia por valor de 18.200 millones de euros en el sector petrolero, además del gasífero. Las dos mayores constructoras italianas, Astaldi e Impregilo, firmaron además contratos por 5.000 millones de euros para construir la autopista que unirá Trípoli con Egipto” (Ibíd.). Además, se calcula que al menos un 32% del petróleo que recibe Italia procede de Libia.
Alemania es el segundo socio comercial de Libia. En una reciente gira el canciller alemán estuvo acompañado por empresarios de su país, especialmente interesados en contratos de transporte y para la construcción de infraestructura turística, así como el negocio del petróleo. De hecho, Libia suministra algo más del 10% del crudo importado por Alemania. La burguesía española también tiene bastante que ocultar (y que perder) en Libia. La relación de amistad con el tirano libio fue abierta por Aznar, ha sido continuada y cultivada el propio rey Juan Carlos —quien ha visitado Libia y ha recibido también con honores en la Zarzuela a Gadafi— y ha sido continuada bajo el gobierno Zapatero.
“El 17 de septiembre de 2003 el presidente del gobierno de España, José María Aznar, inició una nueva etapa de visitas de mandatarios europeos a Libia. Aznar viajó acompañado del secretario de Estado de Comercio, Francisco Utrera, y de una delegación de altos directivos de 28 empresas españolas de los sectores de turismo, alimentación, hidrocarburos, construcción, ferrocarriles, sanidad y educación; sectores que los técnicos del Ministerio de Economía consideraban los de mayor interés en el mercado libio. Al margen de la entrevista personal con Muamar el Gadafi, uno de los actos fundamentales del viaje oficial sería la celebración de un encuentro empresarial, que presidiría el propio José María Aznar con el primer ministro libio, Sukri Gahnen, y en el que los empresarios españoles negociarían acuerdos de cooperación, de inversión y comerciales con este país norteafricano” (Historia de Libia, es.-wikipedia.org/wiki/Historia_de_Libia). Como también explica J. C. Escudier en el diario Público (23/2/2011), en referencia a otro encuentro más reciente entre Zapatero y Gadafi: “Zapatero quiso entonces preguntarle por los derechos humanos en Libia, pero entre la cena de gala y la firma del acuerdo de protección y promoción de inversiones que tanto bien hizo a Repsol el tiempo pasó volando. Se abrían, según se explicó entonces, expectativas de negocio por valor de 12.000 millones de euros.
El propio imperialismo estadounidense, aunque su socio principal entre los países petroleros de la región sigue siendo Arabia Saudí, ha tenido una curiosa aproximación durante los últimos años a Libia. “Washington y Gadafi han sido los mejores compinches en la ‘guerra contra el terror’. El agente capturado de Al-Qaida, Ibn al-Sheikh al-Libi, objeto de una ‘entrega’ de la CIA al ex presidente egipcio Hosni Mubarak y a Omar ‘jeque al-Tortura’ Suleimán, quienes lo torturaron debidamente para que confesara una conexión inexistente entre Sadam y al-Qaida con las armas de destrucción masiva y que utilizó el entonces secretario de Estado Colin Powell como ‘inteligencia’ en su discurso en las Naciones Unidas en febrero de 2003, fue posteriormente rastreado en Libia por Human Rights Watch antes de terminar su vida en un supuesto ‘suicidio” (P. Escobar, Hermano Gadafi, te estás cayendo). Como premio a su colaboración con el imperialismo durante los últimos años, Gadafi recibió la retirada de Libia de la lista de países que apoyan el terrorismo, el levantamiento de sanciones y jugosos negocios con distintas multinacionales.
La presión de las masas obliga al imperialismo a romper con Gadafi
Los planes del imperialismo para Libia no pasaban por organizar el derrocamiento de Gadafi sino por seguir con esta misma orientación de aproximarse y colaborar con el régimen libio y en todo caso, a medio plazo, buscar entre los hijos de Gadafi, varios de los cuales poseen algunas de las principales empresas del país, un sucesor. Todo indica que el mejor situado era Seif. “De acuerdo con Vivienne Walt, de la revista Time, desde el levantamiento de las sanciones de Occidente contra Libia en 2005, Seif ha actuado ‘como garantía’ para las compañías petroleras que han invertido millones de dólares en el país. En entrevistas con ejecutivos petroleros, todos afirman que Saif es la persona a la que más les gustaría ver gobernando Libia. Ha aparecido ocasionalmente en el Foro Económico Mundial. Y durante dos visitas a Libia he visto un sinnúmero de ejecutivos de empresas de Estados Unidos y Europa haciendo fila para obtener una cita con Seif, escribía recientemente” (Pecados del padre, pecados del hijo, L. Andoni, citado por www.rebelion.org).
El problema para Gadafi y para los imperialistas es que en medio de todos esos planes las masas dijeron basta a tantos años de explotación y humillación y estalló la revolución. Como explica el mismo artículo de Pepe Escobar en Rebelión: “la denominada ‘comunidad internacional’ comenzó a darse cuenta de la situación cuando el periódico The Libyan Quryna informó de que habían comenzado protestas en la ciudad norteña de Ras Lanuf, cuya refinería de petróleo procesa 220.000 barriles de petróleo diarios (...) el domingo, el jeque Faraj al-Zuway, líder de la crucial tribu al-Zuwayya en el este de Libia, había amenazado con cortar las exportaciones de petróleo a Occidente en 24 horas a menos de que se detuviera lo que llamó ‘opresión de manifestantes’ en Bengasi”.
Estas amenazas y el gigantesco movimiento revolucionario de las masas en Libia, la enorme simpatía que el mismo despierta entre los jóvenes y trabajadores en todo el mundo y la rabia e indignación a escala internacional contra la represión organizada por Gadafi, es lo que está presionando a distintos gobiernos burgueses europeos y a la administración Obama a condenar públicamente la represión del régimen libio. Al mismo tiempo, por detrás siguen maniobrando en busca de cualquier solución que pueda frenar el movimiento revolucionario de las masas y permita cambiar la fachada del sistema manteniendo su dominio y beneficios. Sin embargo, no lo tienen nada fácil.
El comunicado del Movimiento 17 de Febrero, surgido precisamente al calor de la insurrección, es una buena muestra de las conclusiones avanzadas que están sacando miles de activistas. Dirigiéndose a los imperialistas europeos el comunicado decía: “La gente de Nalut recuerda que forma parte de un pueblo libio libre, y tras vuestro silencio sobre las matanzas realizadas por Gadafi, ha decidido que interrumpirá desde la fuente el flujo de gas libio hacia vuestros países, cerrando el yacimiento de Al Wafa, que lleva el gas hacia Italia y el norte de Europa pasando por el Mediterráneo”. (‘Italia teme que el caos paralice sus negocios bilaterales’, M. Mora, El País).
El miedo a que las masas en lucha y los comités populares que están surgiendo por todo el país puedan hacerse con el control de las explotaciones petrolíferas, el gas y el conjunto de la economía y la sociedad, y que esto pueda convertirse además en un punto de referencia para toda la región, tiene mucho más atemorizados a los imperialistas —aunque no lo digan— que todos los crímenes de su amigo Gadafi. Si ahora llaman a éste para pedirle que ceda a la presión de las masas y se jubile es porque temen que la brutalidad con que está respondiendo Gadafi pueda empujar aún más lejos la revolución y hacerles perder definitivamente el control de un país que atesora las principales reservas de gas y petróleo del norte de África.
Esta situación ya está tocando de forma importante los intereses económicos del imperialismo y les ha obligado a buscar alternativas al volumen de petróleo que aporta Libia: “Wall Street ha acumulado este miércoles sus dos peores jornadas consecutivas en más de ocho meses debido a la crisis desatada en Libia, provocando que los precios del crudo en Texas se disparen” (El País, 24/2/11).
En estos momentos, y pese a todas las maniobras del imperialismo y a la salvaje maquinaria de guerra que Gadafi ha puesto en marcha contra su propio pueblo, el coraje y la voluntad revolucionaria de las masas lejos de declinar se extienden.
El verdadero carácter del régimen libio
El hecho de que Muamar el Gadafi defina su régimen como socialismo islámico, hable de la llamada democracia participativa y llame a las bandas a su servicio comités revolucionarios crea confusión entre algunos sectores de la izquierda en América Latina y, particularmente, entre la diplomacia y la dirigencia del Estado venezolano. No obstante, lo primero que hay que dejar claro es que en Libia no hay socialismo ni nada que se le parezca sino un régimen capitalista totalmente represivo hacia los trabajadores
Este régimen capitalista tiene un alto componente de intervención estatal. El 51% de la banca y muchas empresas importantes pertenecen formalmente al Estado, pero ese Estado y empresas públicas son dirigidos por la familia Gadafi y sus acólitos como si de un feudo propio se tratase. Tras décadas sin ningún tipo de participación ni control por parte de las masas y con un poder absoluto en manos de una élite burocrático-militar, esa cúpula del ejército que acompañó a Gadafi en el golpe de 1969, la propia familia Gadafi y muchos altos burócratas del Estado se han convertido en millonarios y están cada vez mas desprestigiados entre las masas. Los hijos de Gadafi poseen varias de las empresas más rentables del país, viajan en aviones privados fuera del país y disfrutan de todo tipo de lujos impensables para la mayoría de los jóvenes y trabajadores libios como disponer de suites en hoteles exclusivos en islas privadas, disfrutar de una vida de holgazanería conduciendo coches exclusivos y ser conocidos por sus salidas nocturnas a los bares y discotecas de moda en las principales capitales europeas. ¿Qué tiene esto que ver con el socialismo? Mientras, miles de jóvenes libios deben emigrar cada año de manera ilegal poniendo en riesgo sus vidas huyendo del desempleo y la represión.
Los mal llamados comités revolucionarios y la democracia participativa (Jamarahiya) de la que hablan los defensores del régimen libio no tienen nada que ver con el modelo que las masas revolucionarias y el presidente Chávez intentan desarrollar en Venezuela. Como ocurría con la burocracia estalinista en la URSS, los discursos de Gadafi sobre socialismo islámico, etc. son palabras vacías que llevan repitiéndose durante 42 años y que merecen un creciente desprecio y rabia de las masas. Mientras estas viven la pobreza, son salvajemente reprimidas cuando intentan organizar sindicatos, huelgas o asambleas para luchar por sus derechos, Gadafi, sus hijos y sus amigos viven en un lujo insultante. Y a todo eso se le pone la etiqueta de socialista, revolucionario, etc.
No es casualidad que los imperialistas siempre que pueden se refieran a Gadafi como socialista y a sus bandas de mercenarios contrarrevolucionarios con el nombre de “comités revolucionarios”. Tal como hacían respecto a la URSS y otros países estalinistas intentan identificar en la mente de los trabajadores, en la propia Libia y el resto del mundo árabe socialismo o poder popular con dictadura. Pero, como se explica en otros artículos (Revolución en Libia y la política exterior del gobierno bolivariano), la situación hoy en los países árabes es muy diferente a la que les permitió descarrilar el movimiento de las masas en los países del Este, que en sus inicios era potencialmente revolucionario, hacia la contrarrevolución capitalista. Incluso en Libia, donde el régimen ha utilizado durante años una verborrea socialista y los llamados “comités revolucionarios” son odiados por las masas porque ven en ellos un instrumento de control y represión del régimen, la población insurrecta ha desarrollado de manera instintiva organismos de poder obrero y popular poniendo en cuestión los intereses de las multinacionales imperialistas. Los únicos comités revolucionarios y democracia popular que se han visto en Libia desde la independencia del país son los que estos días por la fuerza y de un modo espontáneo están imponiendo las masas, por el momento en Bengasi y el resto de la zona oriental, pero que tienden a extenderse al conjunto del país.
¿Conquistas sociales?
Algunos de los que han intentado defender al régimen libio esgrimen datos acerca de que sus índices económicos, renta per cápita, etc son mejores que los de otros países vecinos. Sin embargo, estos datos no se pueden ver en abstracto. Libia es un país de sólo 6,5 millones de habitantes que posee las mayores reservas de petróleo y gas de la región y exporta 1.700.000 barriles de petróleo. Con esta enorme riqueza y tras 42 años, la pobreza debería estar totalmente erradicada, nadie debería tener que emigrar o carecer de servicios fundamentales. “El PIB es de 77.000 millones de dólares —número 62 en el ranking mundial—; en teoría eso implica un ingreso per cápita de más de 12.000 dólares al año, más, por ejemplo, que Brasil, miembro del BRIC. Pero la norma es una profunda desigualdad: aproximadamente un 35% de los libios vive bajo la línea de pobreza y el desempleo asciende a un insoportable 30%” (P. Escobar, Hermano Gadafi, te estás cayendo).
Una camarilla de nuevos ricos formada por la familia Gadafi y sus amigos domina el país. “Su hijo Khamis —comandante de una unidad de elite de fuerzas especiales, entrenado en Rusia— es el cerebro de la represión en Bengasi. Su hijo Saadi, también está, o estaba, allí, junto con el jefe de la inteligencia militar Abdullah al-Senussi. Su hijo Mutassim es el consejero de seguridad nacional de Gadafi y, hasta ahora, su posible sucesor. En 2009 trató de establecer su propia unidad de fuerzas especiales para debilitar el poder de Khamis. Su hijo Said, el ‘modernizador’ con un diploma de la LSE, no se lleva bien con la vieja guardia del régimen y los temidos ‘Comités Revolucionarios’. Su hijo Saadi es básicamente un matón al que le gusta formar escándalos en los clubes nocturnos en Europa. Lo mismo vale para su hijo Hannibal” (Ibíd.).
Pese a toda su retórica antiimperialista, Gadafi ha apoyado desde su llegada al poder a dictadores que han reprimido brutalmente a las masas y en particular a la clase obrera y la izquierda, como Bokassa en la República Centroafricana o Idi Amín Dadá en Uganda. El último ejemplo fue el apoyo hasta el último minuto a dos títeres del imperialismo como Ben Alí y Mubarak. En un medio como Al Yazeera, que se caracteriza por mantener una actitud crítica hacia el imperialismo estadounidense, podemos leer: “Mientras pisoteaba los intereses de su propio pueblo, Gadafi se constituyó en el campeón de la causa palestina que vertía los ataques verbales más feroces contra Israel. Pero este es un tema recurrente en una región donde los dirigentes han de ser propalestinos de boquilla para dar a su régimen el sello de ‘legitimidad’. El ‘apoyo’ de Gadafi, sin embargo, no le impidió deportar a los palestinos que vivían en Libia y dejarles varados en el desierto cuando se trataba de ‘castigar a los dirigentes palestinos’ por negociar con Israel” (L. Andoni, Al Yazeera).
Huida hacia delante
Tras 40 años de poder absoluto, Gadafi y los que le rodean han perdido cualquier vínculo con la realidad y ven con un desprecio absoluto a su propio pueblo. En su discurso del domingo 20 de febrero, el hijo de Gadafi, Saif-el-Islam, llegó a reconocer que las masas insurrectas habían tomado el control de Bengasi y habló abiertamente de insurrección pero a continuación, y sin parpadear, se limitó a decir que ellos seguían controlando Trípoli y amenazó con la guerra civil. Esto lejos de amilanar a las masas las llenó de indignación. “Cuando Saif estaba lanzando sus amenazas, la ciudad oriental de Bengasi ya había caído en manos de los manifestantes. Trípoli era la siguiente, el lunes. Mientras el régimen bloqueaba todas las líneas telefónicas, ocasionales twits frenéticos transmitieron el lunes toda clase de rumores y hechos aterradores —inevitablemente eclipsados por el sonido aciago de munición de guerra—. Los helicópteros descargaban balas sobre la gente en las calles. Los cazabombarderos lanzaban ataques. Los francotiradores disparaban desde los tejados” (P. Escobar).
Divisiones en el seno del régimen
Pese a esta brutal represión, no de centenares sino de miles de muertos, que el ministro de Exteriores italiano Franco Frattini cifra ya en más de 1.000 y otras fuentes en más de 2.000 el empuje revolucionario de las masas lejos de remitir sigue en ascenso. Ello está abriendo brechas decisivas en el seno de la clase dominante. El ministro de Interior Abdalá Younis ha dimitido y dado su apoyo a la revolución. Se trata de un histórico del régimen, uno de los oficiales medios que acompaño a Gadafi en el golpe de 1969. Antes dimitieron otros dos ministros y varios embajadores. También varios oficiales y una parte significativa del cuerpo diplomático. Temerosos del imparable ascenso del tsunami revolucionario en pocos días de funcionarios de rango alto y medio han abandonado el barco a la deriva de Gadafi
Lenin decía que una situación revolucionaria y la posibilidad para la clase obrera de tomar el poder se caracteriza por varios elementos: divisiones profundas en el seno de la clase dominante, disposición de la clase obrera y los explotados de ir hasta el final, neutralidad o apoyo de la pequeña burguesía y un partido revolucionario que conduzca al movimiento a tomar el poder. En Libia, como vemos, las tres primeras no pueden darse de un modo más claro. Por el momento sólo falta el partido revolucionario que le dé un programa y una dirección que permitan garantizar la victoria de la revolución y la construcción de una sociedad socialista. Pero lo más impresionante es como cada segundo que pasa las masas sacan nuevas y más audaces conclusiones.
Perspectivas y tareas
Las próximas horas y días son decisivos. Las masas tienen en sus manos la mayoría de pueblos y ciudades en el este del país. En el oeste se da una intensa lucha pero la revolución ha ganado ya el control de varias ciudades y se acerca a la capital Trípoli. Aunque a medida que pasa el tiempo se encuentra cada vez más aislado y debilitado, Gadafi insiste en su huida hacia delante y está desatando una represión. Está fuera de la realidad, incluso más que sus antecesores Ben Ali y Mubarak. Hay un punto de delirio en su actuación. En su último discurso se refirió a sí mismo como “gloria de Libia” y amenazo con la pena de muerte a los manifestantes y la guerra civil. Pero como decía el gran dramaturgo inglés William Shakespeare la locura también tiene su método.
Gadafi está contra las cuerdas pero intenta por todos los medios mantener el control de Trípoli aunque sea sobre una montaña de cadáveres con la esperanza de poder ganar tiempo y según cree poder pasar a la ofensiva en una fase posterior. Sin embargo, las masas ya sienten que han empezado a saborear la victoria y nadie va a poder arrebatársela por le momento y durante todo un período. En estos momentos las masas están celebrando en las zonas liberadas la libertad conquistada. Pero se trata de un breve respiro antes de volver a la carga con más intensidad. El trabajo no está terminado. Hay que conquistar el poder en Trípoli y parar la sangría de vidas que está provocando la locura del tirano.
Es muy probable que Gadafi, quiera o no, tenga que abandonar el poder en pocos días o incluso en horas. Por las buenas o por las malas. Si insiste en resistir es bastante posible que sectores de su propio entorno lo saquen o que el movimiento de las masas le barra como ha ocurrido con otros dictadores que intentaron aferrarse hasta el último segundo al poder.
Una vez derribado, e incluso ahora mismo en las zonas liberadas, los imperialistas intentarán hacer todo lo posible por arrebatar el poder a las masas y establecer algún tipo de gobierno que ellos puedan controlar, aunque por el momento lo tienen muy difícil. Seguramente las llamadas de Berlusconi y otros mandatarios a Gadafi durante los últimos días, intentaban buscar algún compromiso pero con el baño de sangre de las últimas horas esta posibilidad está descartada. A las masas sólo les vale la salida de Gadafi y que éste pague por sus crímenes. Y aún eso sólo es un primer paso hacia la solución definitiva de todos sus problemas. Algo que bajo el capitalismo no podrán conseguir.
¿Puede intervenir el imperialismo?
Desde algunos sectores se plantea la posibilidad de que EEUU esté preparando una intervención imperialista pero en este momento tanto los imperialistas estadounidenses, como el resto, están paralizados y desconcertados por lo que rápido que se suceden los acontecimientos y la iniciativa que están desplegando las masas. “Barack Obama pidió ayer el fin de la violencia en Libia y destacó la necesidad de coordinar con la comunidad internacional las acciones que se tomen contra Muamar el Gadafi, pero no anunció medidas concretas de parte de Estados Unidos más que la enviar en los próximos días a emisarios a Europa y el resto del mundo para intercambiar propuestas. La secretaria de Estado, Hillary Clinton, viajará el próximo lunes a una reunión de ministros de Relaciones Exteriores en Ginebra para analizar la situación en Libia. Con el mismo objetivo, su número dos, William Burns, emprenderá mañana una gira por varias capitales árabes y europeas” (‘Obama afirma que EEUU actuará en Libia junto a la comunidad internacional’, El País, 24/2/11).
En la práctica esto significa reconocer que su plan A ha fallado, que no hay plan B por el momento y lo único que pueden hacer es esperar y reunirse a ver que se les ocurre. La opción de una intervención militar con la excusa de la violencia sería un camino minado para el imperialismo, más aún con las masas en plena efervescencia. No parece probable en este momento, tanto por que puede plantearles más problemas a medio plazo de los que puede solucionar como por las dificultades para ponerse de acuerdo entre ellos. Por supuesto, la posibilidad de errores por parte de la clase dominante siempre existe pero optar por esta vía en esta fase de la revolución, lejos de resolver nada significaría meterse en un polvorín con una antorcha prendida.
La apuesta del imperialismo en Libia, como ya hemos dicho, era seguir haciendo negocios con la camarilla de Gadafi sobre todo a través de su hijo Saif y a medio plazo apostar por éste para la sucesión. La revolución ha descuadrado todos estos planes y les obliga a intentar improvisar un plan B que no tienen. Si existiese un partido revolucionario con un mínimo de influencia y con un programa de transición al socialismo que vinculase las reivindicaciones democráticas con la necesidad de expropiar a los capitalistas y levantar un Estado revolucionario basado en los comités populares que están surgiendo por todo el país en estos momentos, las masas obreras y campesinas en Libia podrían acabar de un plumazo con el capitalismo en el país. Sin este factor hoy el proceso puede prolongarse más tiempo. Las masas están aprendiendo rápidamente en base a su experiencia, y en los acontecimientos revolucionarios de los últimos días han empezado a forjarse miles de líderes naturales: los soldados, sargentos, coroneles y generales del ejército de la revolución.
Los imperialistas intentarán todo tipo de maniobras democráticas apoyándose en los jefes tribales, en oficiales del ejército que se hayan unido al movimiento de masas, para intentar desactivar los comités y asambleas que han surgido e intentar recomponer la estructura prácticamente destruida en la zona oriental del Estado burgués y desviar a las masas de la lucha por construir su propio Estado hacia los rieles del parlamentarismo burgués, la posibilidad de una Asamblea Constituyente, etc. Pero una vez que las masas han sentido el poder obrero y popular en sus manos, los imperialistas y la burguesía no lo tendrá nada fácil. Las masas sacarán conclusiones, la experiencia de estos días organizando ellas mismas la vida en los barrios y pueblos será un poderoso resorte que las empujará una y otra vez a retomar ese camino para intentar resolver sus problemas.
Las tareas de los revolucionarios
Lo que está sucediendo en Libia es una confirmación de los análisis que hemos planteado los marxistas de la CMR respecto a la revolución árabe. En distintos materiales rechazábamos la consigna defendida por distintos grupos de izquierda de Asamblea Constituyente. Adoptar esta consigna en la práctica significa aceptar la idea lanzada por la burguesía y la socialdemocracia de que estamos ante una revolución democrática y volver a la teoría menchevique y estalinista de las dos etapas, que establece en la práctica una separación artificial entre las tareas democráticas y socialistas, la lucha por tomar el poder, la expropiación de la burguesía y la construcción de un Estado de los trabajadores.
En la práctica esta consigna significa dar un respiro a la burguesía que podría recurrir a ella como un modo de ganar tiempo, desviar la movilización revolucionaria de las masas hacia el parlamentarismo burgués y agotar a las masas con todo tipo de trucos y dilaciones. En Libia estamos viendo en la práctica, tal como explicaba Trotsky en la teoría de la revolución permanente, que es imposible separar la lucha por los derechos democráticos de la lucha por acabar con el Estado y las relaciones de producción capitalista. Sólo habrá autentica democracia con justicia social y económica, y eso pasa por barrer a la burguesía libia y sus aliados imperialistas. El régimen, para seguir manteniendo su explotación no pede ceder en nada. Ello empuja inevitablemente a las masas a luchar por el poder y a acometer la tarea de destruir la maquinaria estatal que utiliza el enemigo y empezar a levantar un Estado alternativo cuya base son los comités populares.
La consigna del momento para los trabajadores libios no es exigir a ninguna otra fuerza o clase social que convoque un parlamento burgués (la famosa Asamblea Constituyente) ni cualquier otra institución semejante, sino unificar todos los comités y asambleas que existen y están ejerciendo el poder ya en muchos pueblos y ciudades mediante la elección inmediata de delegados revolucionarios a un Parlamento Revolucionario. Ese parlamento revolucionario de los comités populares no tiene nada que ver con el parlamentarismo burgués que busca adormecer y adocenar a las masas con torneos oratorios, debates interminables y demás. Se trata de un organismo de trabajo, legislativo y ejecutivo a un mismo tiempo, cuyo objetivo debe ser dar respuesta inmediata a todas las necesidades y reivindicaciones de las masas.
La primera tarea de ese Parlamento Revolucionario de los comités populares debe ser elegir un gobierno revolucionario del país y destituir y encarcelar al actual por sus crímenes aprobando toda una serie de decretos de inmediato cumplimiento que den soluciones a los problemas de las masas. Además de la citada disolución y encarcelamiento de los miembros del actual gobierno para que sean investigados y juzgados por sus crímenes: disolución de los mal llamados comités revolucionarios y las llamadas milicias al servicio del régimen; juicio y castigo a los mandos del ejército que hayan participado en la represión; creación de un ejército revolucionario sometido a la dirección de las asambleas y comités revolucionarios, cuya base en la práctica ya existe pues muchos soldados y oficiales se han unido a la revolución y en distintas zonas se han organizado milicias de autodefensa; plenos derechos democráticos para toda la población (manifestación, huelga, expresión, organización, etc.); confiscación de todas las propiedades de la familia Gadafi y de sus cómplices y que estas sean estatizadas bajo control de la clase obrera y el resto del pueblo trabajador; subida general de salarios y plan para desarrollar infraestructuras, crear empleo y repartir el existente reduciendo la jornada de trabajo sin reducción salarial; nacionalización de la banca, la tierra y las principales empresas en manos del nuevo Estado revolucionario para poder planificar democráticamente la economía mediante esos mismos comités que han surgido en la lucha y que hoy están dirigiendo ya muchos pueblos.
Actuar de este modo es la mejor manera de garantizar la victoria definitiva de la revolución, y no sólo en la zona oriental sino en el conjunto del país. Estas son también las ideas que los revolucionarios venezolanos del PSUV deberíamos estar aportando al movimiento revolucionario en marcha en Libia y el resto del mundo árabe.
Como decíamos en artículos anteriores si el presidente Chávez y la dirigencia del PSUV apoyasen de manera clara y decidida la revolución en Libia, propusiesen ese plan de lucha y transición al socialismo y lo aplicasen al mismo tiempo en Venezuela, la revolución en el mundo árabe se vería incluso más reforzada y acelerada y la propia revolución venezolana aumentaría su apoyo a nivel internacional. La victoria del socialismo en cualquiera de los países árabes o latinoamericanos actualmente en revolución contagiaría no sólo al resto de estos países sino que se extendería como una mancha de aceite por ambas regiones y conmovería a otras, como la propia Europa o incluso Estados Unidos. La revolución libia es un nuevo y glorioso capítulo de la revolución socialista mundial.
¡Viva la revolución socialista en Libia!
¡Por una federación socialista árabe y una federación socialista mundial!