¡Derrotar el golpe con la movilización de la clase obrera! ¡Construir el auténtico socialismo y acabar con la burocracia corrupta!

La situación en Venezuela nuevamente está alcanzando un punto crítico. Tras el fracaso de la provocación organizada el pasado 23 de Febrero por Donald Trump y los gobiernos ultraderechistas de Brasil y Colombia, con la excusa de la supuesta “ayuda humanitaria”, el imperialismo ha dado un paso al frente en su ofensiva.

Los efectos del corte de energía eléctrica que ha paralizado el país durante días causando pérdidas incalculables, unido al bloqueo económico decretado por EEUU y la UE, tienen como objetivo aumentar el colapso económico y forzar la caída del gobierno Maduro.

La estrategia es clara y recuerda mucho a la que el imperialismo utilizó contra Salvador Allende en 1973. Trump y sus lacayos latinoamericanos, junto a Guaido y la oligarquía venezolana que impulsan el golpe iniciado el pasado 23 de enero, esperan que los problemas en la distribución de alimentos, agua y otros bienes básicos causados por el apagón (y agravados por su cínico y criminal bloqueo), genere un clima de desesperación, protestas y saqueos que les permita conseguir lo que no han podido lograr hasta el momento: un caos generalizado capaz de “convencer” a la alta oficialidad de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB)  para que cambie de bando, derroque al gobierno de Nicolás Maduro y acepte un gobierno títere en el Palacio de Miraflores.

El propio Guaidó ha dejado claro su desprecio por la vida de millones de personas, al  responder a las exigencias de los sectores más fascistas que le apoyan afirmando que no dudará en solicitar una intervención militar extranjera en el país “cuando llegue el momento”. Un paso que hasta ahora el imperialismo no se ha atrevido a dar porque comprenden que una intervención militar directa podría incendiar toda Latinoamérica y provocar manifestaciones masivas de rechazo en todo el mundo.

El “gran apagón" y sus consecuencias

El Gobierno de Nicolás Maduro ha responsabilizado del apagón (el más importante de la historia de Venezuela) a un ciberataque impulsado por el imperialismo estadounidense. Un medio tan poco sospechoso de afinidad con el gobierno venezolano como la revista Forbes, publicaba un artículo señalando que la hipótesis del cibertataque no sólo es técnicamente posible, sino que ha sido discutida por servicios secretos estadounidenses como la NSA o la CIA durante los últimos años: “en el caso de Venezuela, la idea de que un gobierno como los Estados Unidos interfiera de forma remota en su red eléctrica es en realidad bastante realista”.

Recientemente, otro medio estadounidense, The New York Times, presentaba pruebas de que entre la supuesta ayuda humanitaria enviada el 23F a la frontera venezolana con Brasil y Colombia no había en realidad ningún medicamento (a pesar  de la brutal campaña culpando al gobierno venezolano de no dejar entrar medicamentos supuestamente destinados a salvar la vida de miles de enfermos). El NYT también denunciaba la existencia de varios videos que mostraban sin ningún género de duda que el camión de “ayuda humanitaria” incendiado el pasado 23F lo fue a causa de cócteles molotov lanzados por manifestantes pro-Guaido, y como esos videos fueron ocultados y manipulados por los gobiernos colombiano y estadounidense para culpar del incendio la Guardia Nacional venezolana. 

En cualquier caso, la posibilidad de que Venezuela pudiese sufrir un gran apagón (y que un ciberataque del imperialismo lo pudiera hacer posible por el propio abandono de las inversiones y la corrupción que corroe a la burocracia del PSUV), viene siendo planteada por trabajadores del sector eléctrico y sectores de la izquierda antimperialista venezolana desde 2009.

En aquel año, una prolongada sequía y varias fallas eléctricas provocaron apagones de mucha menor intensidad y duración que el actual, y llevaron al gobierno de Hugo Chávez a racionar el suministro de energía eléctrica durante varios meses y aprobar un plan millonario de inversiones, para reducir la dependencia de un solo centro generador de energía (el embalse de El GURI) e impulsar la compra y desarrollo de otras fuentes  generadoras y distribuidoras de electricidad. 

Durante los últimos años, trabajadores del sector eléctrico y muchos revolucionarios que hemos estado en primera línea de lucha contra el imperialismo, pero rechazamos las medidas capitalistas aplicadas por el gobierno de Nicolás Maduro, hemos denunciado en diferentes ocasiones que este plan de inversiones estaba siendo abandonado y que la corrupción y saqueo de la empresa estatal eléctrica por parte de la burocracia enquistada al frente de la misma amenazaba con llevar al país a una situación como la sufrida estos últimos días.

No sólo eso. La única medida capaz de garantizar la defensa del Sistema Eléctrico Nacional, el  desarrollo del control obrero (que fue planteado por los trabajadores revolucionarios en varias ocasiones),  ha sido frenado, atacado y reprimido por parte de la burocracia estatal y el gobierno. Éste —como parte de su política  de buscar acuerdos con sectores capitalistas y gobiernos burgueses “aliados” como los de China, Rusia, Irán o Turquía—  ha ido socavando todas las conquistas revolucionarias favorables a la clase obrera tomadas bajo el gobierno de Chávez. 

Esta situación ha llegado tan lejos, que uno de los pilares de la estrategia del golpista Guaidó tras el fracaso de su tentativa del 23 de Febrero es intentar captar el apoyo de esos trabajadores descontentos con las medidas antiobreras del gobierno

El regreso de Guaidó y su manipulación del malestar de los trabajadores

Después de que Guaidó impulsase acciones violentas el 23F e intentase forzar la entrada de tropas extranjeras en territorio venezolano, varios representantes del gobierno afirmaron que si se le ocurría volver a Venezuela tendría que rendir cuentas ante el poder judicial. El presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, llego a insinuar que lo estarían esperando en el Aeropuerto de Maiquetía para arrestarlo. Pero la realidad es que Guaidó entró como si tal cosa, acompañado por los embajadores de varios  de los países que apoyan el golpe. Este hecho, que fue utilizado de manera propagandística por los golpistas, dejaba en el ambiente político muchas dudas acerca de posibles divisiones dentro de la cúpula y enviaba un nuevo mensaje de ánimo a los partidarios del golpe, bastante tocados en su moral tras el fracaso del 23F 

Lo primero que hizo Guaidó tras pisar nuevamente suelo venezolano fue dirigir un discurso a sus seguidores en la Plaza Alfredo Sadel, en la zona pudiente del Este de Caracas, expresando de manera retadora que continuaría con el golpe de estado en marcha, desconociendo al gobierno y resaltando la importancia de tomar las calles en todas las regiones.

Aunque esto reanimó a una parte de sus seguidores y le permitió retomar el plan golpista en el interior de Venezuela, también puso de manifiesto uno de los puntos débiles que sigue arrastrando la derecha. La asistencia a sus movilizaciones sigue siendo muy limitada, contrastando con la manifestación del pasado 23 de enero cuando sectores significativos de los barrios populares participaron en la protesta, cansados de la grave crisis económica que están sufriendo.

Ante la evidencia de que no han conseguido recuperar el nivel de movilización del 23 de enero, su objetivo es que el malestar social y los saqueos provocados en algunas zonas por los apagones les posibiliten revitalizar la movilización en la calle y generar un clima de caos y enfrentamiento. Como parte de este plan, Guaidó también ha articulado un discurso hacia los trabajadores, especialmente los del sector público,  para aprovecharse del descontento que existe con la política del gobierno.

Durante los últimos meses, el gobierno de Maduro ha aprobado varias medidas regresivas en materias como derechos laborales y condiciones salariales, eliminando conquistas históricas (obtenidas durante los gobiernos del presidente Chávez) como antigüedad, tabuladores salariales, etc. Ello ha creado un hondo malestar, que se une al que ya habían generado las medidas aprobadas el 20 de agosto de 2018, que tuvieron el efecto de disparar la hiperinflación de precios, o al provocado por los lineamientos del Ministerio del Trabajo para imponer convenios que desmejoran los derechos de los trabajadores tanto en el sector público como en el privado.

Conscientes del malestar existente, el 5 de marzo Guaidó participó en una reunión con dirigentes sindicales del sector público organizada por la Intersectorial de Trabajadores de Venezuela (ITV), un frente de unidad de acción nacido a finales del año pasado en el que, junto a dirigentes sindicales procedentes de la vieja casta de derecha de la CTV, participaron algunos disidentes del chavismo y trabajadores jóvenes de distintas empresas públicas que se han distinguido por su combatividad contra la burocracia y han sufrido la represión o amenazas del gobierno. 

No es casualidad que Guaidó eligiese el sector público para iniciar su ofensiva dentro del movimiento obrero. Sabe que es donde existe más descontento con el gobierno a causa de los recortes aplicados y la pérdida de derechos. Además, es un sector donde pude defender de manera cínica y demagógica sus propuestas sin causar problemas a sus amigos los empresarios. En la citada reunión sindical, Guaidó llegó al extremo de prometer restablecer las tablas salariales, los contratos colectivos, la “libertad sindical”, eliminar todos los despidos por motivos políticos y propuso una ley de garantía, con protección de la antigüedad. Después de explicar distintos conflictos y formular denuncias concretas, varios de los dirigentes sindicales presentes hicieron la propuesta de un paro escalonado hasta llegar a una huelga general, que Guaidó no dudó en asumir como propia.

Los militantes de Izquierda Revolucionaria nos oponemos frentalmente a que los trabajadores sean manipulados e instrumentalizados por la derecha contrarrevolucionaria y rechazamos esta propuesta de huelga general. Pero que  un golpista de derechas como Guaidó pueda participar en una reunión sindical, lanzar su discurso demagógico y conseguir que sea aceptado por una parte de los asistentes, refleja lo lejos que ha llegado el malestar frente a las políticas aplicadas por el gobierno entre una capa de trabajadores. También pone en evidencia el descrédito de los dirigentes sindicales de la Central de Trabajadores oficialista (CBST), que durante los últimos años han firmado contratos colectivos a espaldas de los trabajadores, permitiendo el empeoramiento de las condiciones de vida a, y que siguen sin mover un dedo por organizar una lucha y movilización independiente en defensa de los intereses de nuestra clase.

¡Todo el poder político y económico a los trabajadores para acabar con el capitalismo, la burocracia y la corrupción!

Tras el fracaso de la provocación imperialista del 23 de enero, muchos jóvenes y trabajadores han dejado de participar en las movilizaciones opositoras ante la evidencia de que se les quería utilizar como carne de cañón en la estrategia golpista.

Esto refleja el instinto antiimperialista y revolucionario de las masas y la huella que ha dejado en su conciencia la lucha de los últimos 20 años. Pero la política del gobierno de Maduro, buscando acuerdos con sectores de la burguesía nacional y  potencias imperialistas como China o Rusia, mientras ataca a la clase obrera y en general a los sectores de izquierda del movimiento en particular, allana el camino al golpismo. De hecho, la participación en las movilizaciones organizadas por el PSUV y el gobierno están a años luz de la marea humana que se manifestaba contra las anteriores ofensivas imperialistas bajo los gobiernos de Chávez.

La gran mayoría de la clase obrera y el pueblo venezolano están tan golpeados por la inflación desbocada, el colapso económico y ahora los efectos de los apagones, que no está participando en las movilizaciones ni a favor de Guaidó ni del gobierno, sino luchando por resolver sus problemas inmediatos. 

Frente a esta situación, la única alternativa consecuente es la movilización independiente de los trabajadores y el pueblo para derrotar el golpe imperialista, uniéndola a un plan de lucha para construir una economía auténticamente socialista —sin capitalistas ni burocracia corrupta—, y que permita enfrentar con éxito los graves problemas que padece la mayoría de la población. 

La izquierda venezolana y la clase obrera están ante su mayor encrucijada en mucho tiempo: como consecuencia de la profundidad del colapso económico y el giro a la derecha del gobierno, predomina la atomización y una profunda desorientación ideológica.

En un momento crucial como este, los marxistas revolucionarios no nos confundimos de barricada. La primera tarea de cualquier revolucionario digno de tal nombre es enfrentar firmemente la agresión imperialista. Para movilizar de manera masiva y continuada a los trabajadores y el pueblo por este objetivo, debemos fijar una postura independiente y decidida contra las políticas burocráticas y capitalistas del gobierno, y levantar un frente único de la izquierda alrededor de un programa de lucha de los trabajadores, campesinos y pueblo pobre, que recupere todas las conquistas perdidas y plantee tenazmente que el poder político y económico pase verdaderamente a mano de la clase obrera.

Las primeras tareas de este frente único deben ser:

  1. Organizar asambleas y reuniones en todos los centros de trabajo y barrios donde los trabajadores podamos discutir la situación, pongamos las reglas, denunciemos las maniobras demagógicas de Guaidó y al mismo tiempo organicemos la lucha contra la burocracia corrupta que habla de socialismo pero aplica medidas capitalistas. Recogiendo nuestras reivindicaciones y propuestas para lanzarnos a la lucha, pelearlas, imponerlas y ejecutarlas con nuestras propias fuerzas, tomando las acciones de calle de forma revolucionaria. Esto puede dar un profundo vuelco a la situación.
  2. Hay que impulsar la formación de comités de acción y autodefensa, para luchar contra el golpe, de forma independiente del gobierno, en cada centro de trabajo y cada barrio, con una coordinación local, regional y nacional.
  3. Luchamos por la derrota de Guaidó, de la oligarquía venezolana y del imperialismo. Por ello defendemos el armamento general del pueblo levantando la bandera de la revolución socialista y la democracia obrera. Si algo demuestra la experiencia de los últimos años es que no podemos tener confianza en el gobierno de Maduro, la burocracia o la oficialidad del Ejército. Han sido sus políticas y su corrupción las que han facilitado el camino a la derecha y que el desarrollo del golpe haya llegado a esta situación tan grave.
  4. Es evidente que la burocracia manipula el sentimiento revolucionario del pueblo, teme a las capacidades organizativas y democráticas de los trabajadores y no está dispuesta a ejecutar ninguna medida verdaderamente socialista. Su política consiste en intentar sostenerse basándose cada vez más en medidas bonapartistas y en el aparato represivo del estado burgués. Pero esto significa un camino al desastre para las masas. El único modo de impedir la victoria de la reacción y evitar un resultado trágico para el pueblo venezolano es movilizando masivamente a la clase obrera, los campesinos y todos los oprimidos con un programa socialista que plantee la expropiación de los grandes monopolios privados y la banca, y su administración directa por asambleas de los trabajadores y el pueblo y consejos de delegados elegibles y revocables por estas. Sólo así defenderemos las condiciones de vida acabando con la hiperinflación, la corrupción y los privilegios de la burocracia.
  5. Hacer un llamado de solidaridad internacionalista de los trabajadores y movimientos de izquierda, contra la agresión imperialista y también contra cualquier represión violenta de la burocracia hacia la clase trabajadora y el pueblo que lucha por sus reivindicaciones de clase y sus derechos, convocando movilizaciones de protesta y acciones contra el golpe en toda América Latina y extendiéndolas a otros países y continentes para acabar con la opresión del sistema capitalista y construir un mundo socialista.

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