El 24 de septiembre se celebrarán elecciones generales en Alemania. Con una ventaja de catorce puntos sobre la socialdemocracia del SPD, el partido conservador CDU de Merkel se convertirá en la fuerza más votada y liderará el próximo gobierno de coalición. Está por despejarse si se formará un gobierno de gran coalición entre CDU y SPD, como en los últimos cuatro años, una coalición conservadora-liberal o, si, por primera vez, habrá una coalición entre la CDU-CSU, los liberales (FDP) y los Verdes. Cualquiera de estas opciones será una continuación de la política del gobierno procapitalista, antiobrero y racista.

Por otro lado, los populistas de derechas de Alternativa para Alemania (AfD), según las encuestas, entrarían por primera vez en el Bundestag con entre el 7 y el 10% de los votos. El mismo porcentaje que le dan a Die Linke los sondeos. Es significativo que el 46% de los votantes, según un sondeo del Frankfurter Allgemeine Zeitung, no haya decidido a quién votar.

Esto refleja una situación contradictoria en la que conviven elementos de polarización a izquierda y derecha en la sociedad, así como la esperanza en algunas capas de la población de que Merkel pueda garantizar la estabilidad. Estas esperanzas se basan en la situación económica relativamente estable, con grandes superávit presupuestarios durante los últimos años. Podríamos decir que Alemania ha sido la ganadora tras la crisis desatada tras la gran recesión de 2007-09. La crisis del euro exportó los efectos de la crisis a otros países como Grecia, el Estado español o Irlanda, lo que permitió un descenso en las cifras de desempleo en Alemania. Pero estas cifras son engañosas ya que al mismo tiempo, la clase trabajadora alemana está pagando un alto precio.

Crisis, polarización social, refugiados…

Las medidas de austeridad que, por ejemplo, Macron intenta realizar ahora en Francia, ya habían sido impuestas en Alemania en 2004 (reforma laboral, recorte en las prestaciones de desempleo…) por el gobierno socialdemócrata y verde. Estos ataques han provocado que casi 13 millones de personas estén en riesgo de pobreza y un 20% de la fuerza laboral tenga salarios bajos y empleos precarios. Tanto es así que Alemania ocupa el segundo puesto en el ránking de bajos salarios de la Unión Europea, por detrás de Lituania.

No obstante, dada la gravedad de la crisis, las medidas de austeridad y también la creciente inestabilidad en otras partes de Europa y del mundo mucha gente piensa que la situación en Alemania no es “tan mala” en comparación. Ésta es la base del apoyo a Merkel, que además se presenta como la “oposición” a Trump a escala internacional y de los populistas de derechas de AfD. También se ha fabricado una imagen de defensora de una política de refugiados más humanitaria, aunque en los hechos ha endurecido la legislación de asilo y ha llegado a un acuerdo vergonzoso con Erdogan para mantener a los refugiados fuera de la UE.

La cuestión de los refugiados polarizó al país enormemente cuando en 2015 más de 800.000 refugiados llegaron a Alemania. Esto provocó discusiones en el partido conservador y ayudó al AfD a entrar en varios parlamentos federales con hasta el 24,3% del voto en el caso de Sajonia-Anhalt, en Alemania Oriental.

Mientras los ataques contra los albergues de refugiados aumentaron, un 25% de la población participó en acciones de solidaridad con los refugiados. Los racistas se aprovecharon de la situación para pasar a la ofensiva, mientras que muchos trabajadores estaban preocupados de que la llegada de un gran número de refugiados pudiera conllevar un empeoramiento de la situación con respecto a los hogares y rentas y en cuanto a los empleos y los salarios. Por parte de la dirección de los sindicatos y de Die Linke el enfoque de clase, exigiendo una lucha conjunta por mejores condiciones de vida y puestos de trabajo dignos para toda la clase trabajadora, incluidos los inmigrantes y refugiados, brilló por su ausencia.

Merkel es fuerte porque el SPD no ofrece ninguna alternativa y se ha convertido en el sostén del gran gobierno de coalición durante los últimos cuatro años. El intento de la socialdemocracia de hacer una campaña electoral centrada en la lucha por la justicia social alrededor y encabezada por el nuevo presidente del partido, Martin Schulz, ha fracasado completamente. Es evidente que Schulz sólo habla de justicia social sin ofrecer alternativas concretas para mejorar la situación de la clase obrera. Schulz fue elegido porque no era tan conocido en Alemania debido a su posición como presidente del Parlamento Europeo durante muchos años. En Grecia, en el Estado español, en Portugal e Irlanda se conoce mucho más su apoyo entusiasta a los ataques de la troika contra los trabajadores.

Las contradicciones de Die Linke.

¡Por un programa verdaderamente socialista!

Es necesaria una fuerte y clara oposición de izquierdas vinculada con los movimientos sociales y las luchas sindicales que, aunque no estén en su máximo nivel, existen. Hay huelgas importantes y campañas de los trabajadores de los hospitales reivindicando más personal, trabajadores de pequeñas empresas están dando la batalla por conseguir convenios colectivos, se han producido una serie de movilizaciones masivas —250.000 personas contra TTIP y CETA, 70.000 contra la cumbre del G-20 en Hamburgo— y también están creciendo significativamente las protestas medioambientales.

Die Linke está apoyando estos movimientos y ha presentado un manifiesto electoral reformista de izquierdas . Está más a la izquierda que, por ejemplo, el manifiesto laborista de Corbyn que pide la nacionalización de las principales palancas de la economía y el socialismo democrático. Pero Die Linke tiene dos caras y, de hecho, se trata de dos partidos en uno. El ala derecha del partido que domina las estructuras regionales en Alemania Oriental representa la política reformista de derechas y las coaliciones con el SPD procapitalista y los Verdes. Actualmente, en tres estados federales gobierna en coaliciones de este tipo y no ha significado un cambio radical para las condiciones de vida de la gente. Así, las palabras reformistas de izquierda del manifiesto electoral y las campañas del partido quedan en evidencia cada vez que ocupa posiciones de gobierno. Esto socava su credibilidad y el apoyo al partido. Al mismo tiempo, a nivel nacional es la única oposición de izquierda que se opone al neoliberalismo, a la austeridad, a las privatizaciones y al racismo de Estado. Die Linke es un foro para el debate sobre las estrategias anticapitalistas y la transformación socialista de la sociedad, que tiene decenas de miles de miembros y millones de votantes. Puede ser y es, a menudo, una plataforma de apoyo para los trabajadores y los movimientos sociales en lucha.

Por lo tanto, desde SAV pedimos el voto para Die Linke. Los activistas de SAV somos miembros activos del partido y de su colectivo juvenil, Solid, participando algunos de nosotros como candidatos en la campaña electoral. Vinculamos la campaña electoral con las luchas sociales y de clase, como las recientes huelgas de trabajadores del hospital por más personal y las protestas contra el racismo y el sexismo. Llamamos a los jóvenes y trabajadores a unirse a nosotros para defender una política verdaderamente socialista para Die Linke.

 

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